Bien
debute
De mañana, cuando sale a caminar por el Centro de Montevideo, cada tanto lleva sus poemas recién escritos, que luego dedica personalmente a la “pebeta” que le gusten los versos con un toquecito “lunfa”. Una vez, hace muy poco, le regaló una de sus rimas breves a una cajera del supermercado más cercano a su casa. −¿Te gusta la poesía? −le preguntó a la jovencita cuando iba a pagar sus compras. −¡Sí, me encanta! −respondió ella, y guardó el personal obsequio sin comentarios. A los pocos días el galante “veterano” regresó, y fue recibido con una sonrisa. −Se lo mostré a mi mamá, le encantó su delicadeza y quiere conocerlo −fue la espontánea sugerencia, pero el vate aclaró enseguida. −No piba, mandale mis saludos, pero solo lo hago por amor al “chamuyo”. Antonio Pippo es un apasionado del dialecto de los arrabales del Río de la Plata, que recita en un espectáculo innovador: Tango íntimo. Su decir intenso y “avinarrado”, sus historias de verseros y escribas, convocan a multitudes y son aguardadas como un privilegio cultural del Castillo Pittamiglio en la rambla montevideana de Punta Carretas. También organiza veladas domingueras en la centenaria feria de Tristán Narvaja, donde transforma pequeños “boliches” en teatros espontáneos, repletos de memoria “bien debute” (la más perfecta forma lunfarda de describir la excelencia).
De mañana, cuando sale a caminar por el Centro de Montevideo, cada tanto lleva sus poemas recién escritos, que luego dedica personalmente a la “pebeta” que le gusten los versos con un toquecito “lunfa”. Una vez, hace muy poco, le regaló una de sus rimas breves a una cajera del supermercado más cercano a su casa. −¿Te gusta la poesía? −le preguntó a la jovencita cuando iba a pagar sus compras. −¡Sí, me encanta! −respondió ella, y guardó el personal obsequio sin comentarios. A los pocos días el galante “veterano” regresó, y fue recibido con una sonrisa. −Se lo mostré a mi mamá, le encantó su delicadeza y quiere conocerlo −fue la espontánea sugerencia, pero el vate aclaró enseguida. −No piba, mandale mis saludos, pero solo lo hago por amor al “chamuyo”. Antonio Pippo es un apasionado del dialecto de los arrabales del Río de la Plata, que recita en un espectáculo innovador: Tango íntimo. Su decir intenso y “avinarrado”, sus historias de verseros y escribas, convocan a multitudes y son aguardadas como un privilegio cultural del Castillo Pittamiglio en la rambla montevideana de Punta Carretas. También organiza veladas domingueras en la centenaria feria de Tristán Narvaja, donde transforma pequeños “boliches” en teatros espontáneos, repletos de memoria “bien debute” (la más perfecta forma lunfarda de describir la excelencia).
Sobre la base de la entrevista publicada en la revista Ábaco (Gijón, España, julio de 2015). Fotos: Alicia Irene Brassesco y archivos.
−¿Cómo
nace su amor por el lunfardo?
−Está
atado al que siento por el tango, que no es la única música que
escucho, me gusta casi todo, clásico, flamenco, bossanova, folclore,
canto popular urbano, pero mi vínculo emocional con el “dos por
cuatro” es por línea materna. Mi madre era locutora y productora
de CW 41 Radio San José, en una ciudad del interior uruguayo.
En aquel tiempo no había televisión, las fonoplateas de los pueblos
eran centros culturales en los que actuaban Atahualpa Yupanqui, Tita
Merello, la orquesta de Juan D'Arienzo o Pichuco Troilo con su
bandoneón, para citar artistas argentinos muy populares. ¡Mi
infancia tuvo mucho de letra tanguera! Era un pibito cuando nos
escapamos de mi padre. Nací
en Buenos Aires, pero viví pocos años allí, y recién regresé
siendo muy adulto, atormentado por los recuerdos. Mi madre era nacida
en San José, donde armó una nueva
vida, mucho mejor que la anterior; por suerte mi padre jamás se
preocupó por mí, nunca más lo vi.
−El
tango es moda cultural en el mundo, pero no siempre fue así...
−Vivió un proceso inverso a su propia vida. En Buenos
Aires era marginal prostibulario, las clases medias y altas
argentinas lo execraban, hasta que adquirió prestigio en París, y
desde allí se difundió su verdadero valor artístico hasta regresar
a su cuna con toda la gloria. El ritmo como tal puede contar una
prehistoria que se sitúa en los “tangós” de los africanos
esclavizados en el Río de la Plata. Aquellos hombres y mujeres
humillados, tratados como herramientas de trabajo, sin derechos,
tenían dificultad para decir la palabra “tambor”, el nombre de
su instrumento original en español, entonces decían “tambó” y
sus amos entendían “tangó”. La primera referencia histórica
documentada, del erudito argentino Ulises Petit de Murat, íntimo
amigo de (Jorge Luis) Borges, data de fines del siglo XVIII. El
“tangó” a la africana era un “dos por dos”, muy rapidito,
saltarín, lo bailaban hombres con hombres, mujeres con mujeres. En
aquellos salones sociales donde se sincretizaban culturas y
creencias, también eran muy comunes otras palabras íntimamente
relacionadas con el tango: “milonga”, “canyengue”. Luego,
entre mediados y fines del siglo XIX hubo una europeización del
rito, con las oleadas de inmigrantes que trajeron sus polcas y sus
habaneras.
−No
hay pruebas documentales, pero sí un cierto consenso teórico de que
la época denominada Guardia Vieja es el primer escalón del tango
tradicional. El Entrerriano, de Rosendo Cayetano Mendizábal,
estrenado en 1898, es reconocido como el primer ejemplar de la
“música típica” rioplatense. Fue una presentación improvisada
en un local cercano al puerto de Buenos Aires, donde hoy se encuentra
el barrio de Constitución. La cuna del tango fue la Casa de Bailes
La Vasca, que quedaba en la calle Europa, actual Carlos Calvo, casi
en la esquina con Jujuy. Su dueña era María Rangolla, mujer de una
gran belleza, nacida en la región vasca francesa. Su negocio
ocultaba un prostíbulo, en aquellos tiempos estaba prohibido el
baile y el consumo de alcohol. Allí se presentaban músicos de muy
buen nivel, que promocionaban su arte, para citar algunos, los
pianistas Alfredo Bevilacqua, Manuel Campoamor y el pionero
Mendizábal, los violinistas Ernesto Ponzio, compositor del tema Don
Juan, y Genaro Luis Vázquez; el clarinetista Juan Carlos Bazán,
autor de La Vasca, en 1914; el flautista Luis Teisseire; los
bandoneonistas Domingo Santa Cruz y Vicente Greco. Entre los
bailarines se recuerda con admiración a Elías Alippi. “María la
Vasca” competía, a principios del siglo XX, con otros locales muy
populares: “Lo de Hansen”, “Laura la Morocha”, “La China
Joaquina”. ¡Piringundines de verdura! En la Guardia Vieja el tango
adquirió su ritmo, el “dos por cuatro”, y sus letras,
organizadas en tres partes: dos cuartetas y un estribillo.
−Los
instrumentos originales no eran los actuales...
−Hay
una metófora muy inteligente del historiador Andrés Carretero, que
afirmaba que el gaucho le entregó la guitarra al “compadrito” de
los suburbios porteños, ¡y es verdad! Aquellos gauchos montaraces
fueron expulsados de las zonas rurales donde trabajaban y expresaban
su música en total libertad. Los corrió la colonización europea,
en especial la británica, de las pampas y el sur argentino. ¿Dónde
fueron a parar? A los arrabales portuarios, ¿qué otra les quedaba?
Ellos trajeron la guitarra y se transformaron en el “guapo”
tanguero, un personaje de la cultura marginal urbana sobre el que se
crearon el lunfardo y el tango. El otro instrumento fundacional fue
el organito, por la influencia de los inmigrantes italianos que
traían una cultura muy poderosa que permeó muy rápido en los
barrios de ambas capitales rioplatenses. Al principio extraño, muy
elemental, se ejecutaba a manivela y casi siempre tenía un lorito
que sacaba tarjetas de su interior para convocar a los curiosos. El
organito era casi un número circense, que salió muy pronto del
tango. Así llegó el bandoneón, un instrumento religioso alemán,
creado por los hermanos Arnold, traído por los marinos que arribaban
a Buenos Aires en la década de 1860. Cuatro décadas después, en el
“900”, se transformó en el principal sonido tanguero, al
principio importado, pero pronto fabricado en la Argentina, porque la
demanda era creciente. Hubo una fábrica memorable, la AA, alguna vez
la más grande del mundo, pero que como todo en la vida, cerró. En
aquel tiempo finisecular y tanguero, también se colaron otros
instrumentos: flauta, clarinete, y por lógica, el violín traído
por judíos e italianos. Superada la Guarda Vieja, a principios de la
década de 1930, se armó la orquesta típica al estilo actual. El
bandoneón quedó, es imprescindible por su sonoridad melancólica
repleta de matices. Se fueron la flauta y el clarinete, sustituidos
por el piano, el violín se mantuvo, pero sin la influencia primaria;
el contrabajo y la viola se sumaron después.
−¿La guitarra desapareció luego de la muerte de Gardel?
−¿La guitarra desapareció luego de la muerte de Gardel?
−Sí
y no, siguió como instrumento solista, pero fue retirada de las
orquestas tradicionales. La primera gran alineación, dirigida por
Vicente Greco, no tenía guitarra. El mayor peso de la interpretación
siempre lo tuvo y lo tendrá el bandoneón. Pensemos en Eduardo
Arolas, El Tigre, líder de la renovación, pobrecito murió
muy joven, en 1924, pero dejó su marca para siempre. Osvaldo
Puglieses, un monstruo del piano, la composición y la dirección,
alguna vez me dijo: “Pipito,
nuestros padres fueron El Tigre
(Arolas), el violinista Agustín Bardi y mi colega Juan Carlos
Cobian, en el piano. Hay un antes y un después de ellos.” El
Maestro se refería a la introducción del “cuatro por
ocho”, que lejos de ser más rápido que el “dos por cuatro”,
es mucho más lento e instrumental. “Dos por cuatro” hacía
(Juan) D'Arienzo, el Rey del Compás, bien picado, bailable. El
“cuatro por ocho” es más elaborado, para saborear, para
deleitarse: Pugliese, Pichuco (Aníbal Troilo), (Carlos) Di
Sarli, (Horacio) Salgán, (Astor) Piazzolla quien aportó tanta
innovación que hasta se fue del tango.
−¿Cómo
llega la letra tanguera? los primeros temas eran solo musicales...
−Sí,
por ejemplo, El Entrerriano nació
instrumental y bastante después le crearon los versos, sin
argumentos. Las letras de la Guardia Vieja estaban organizadas en
cuartetas y estribillos, un recurso que duró bastante. Me encanta
contar que Jorge Luis Borges, en sus tiempos mozos era amigo de
Adolfo Bioy Casares y (Ulises) Petit de Murat. No era ciego, ni
abstemio, y cuando podía pasaba por el cabarute. Disfruto mucho
recitando una cuarteta de Borges:
“Parado
en las cinco esquinas
con toda mi
contingencia,
por ver si te rompo el
culo
ando haciendo
diligencia.”
¿Se
imaginaban a uno de los autores cumbre de la literatura universal
escribiendo versos prostibularios? Pues sí, y como él mismo decía:
¡con toda la honra! Borges detestaba a Gardel, porque adecentaba las
letras originales, las mataba con su pacatería. En el caso de su
cuarteta, cantaba: “... por ver si te rompo el alma.” ¡Un
macanazo del Mago!
Otro tango adecentado, ¡qué infamia! fue uno muy popular en su
tiempo, La cara de la luna,
que en realidad, y con toda lógica, se titulaba La
concha de la lora. Había muchos en ese
estilo: ¿Con qué topa que no dentra?
Correle la mano al negro,
tenemos para divertirnos y reflexionar sobre la censura.
−¿Cuándo
las cuartetas adquirieron un argumento, cuándo se tranformaron en
una historia contada?
−Fue
“culpa” de Pascual Contursi, hijo de Don José María, que era un
apasionado de la jerga arrabalera y un maniático de la sustitución
de los argumentos. Cuando Pascual agarró Lita,
un tango de la Guardia Vieja compuesto por su gran amigo Samuel
Castriota, lo transformó en Mi noche triste.
Fue el primer tema que contó una historia, allá por 1917, se lo
mostró a Gardel, a quien le gustó y lo inmortalizó con su voz.
Luego de aquel primer éxito, Contursi agarró la onda de matar las
cuartetas y darle vida a los argumentos.
−Es
un dialecto, no es una lengua, ni un idioma, que se hablaba en las
zonas donde se tocaba y se bailaba. El lunfardo es una creación
híbrida, no posee gramática, es un conjunto de palabras sueltas.
−Y
el glorioso vesre...
−Hay
mucho vesre, pero no solo. Su sentido original era engañar a la cana
(policía). Era utilizado por los malandras de los bajos fondos para
comunicarse eludiendo a la autoridad, pero al poco tiempo el cana
también comprendió el lunfardo, y aquí radica su inmortalidad:
cambia por necesidad, no se somete a las reglas, es un habla
libertaria. Tiene mucho de vesre, del verlán y el argot francés,
también del caló gitano, africanismos, germanías, giros locales y
más que nada del cocoliche
italiano. Esa mezcla original, más su necesidad vital de cambiar le
permite ser un dialecto que sigue vivito y coleando. Voy a decir algo
que a muchos de mis compatriotas no le va a gustar. El lunfardo y el
tango son de origen rioplatense, de acuerdo, pero ambos existen
gracias al amor que le tienen los porteños, para ellos forma parte
de su vida, en cambio, los uruguayos, los montevideanos, sienten vergüenza de hablar con ciertos giros populares. Sé que
algunos me van a matar, pero el tango vive por el compromiso de los
argentinos.
−Pero
no lo diga muy fuerte porque sabemos los conflictos de intereses que
nos enfrentan con los hermanos del otro lado del Río de la Plata. El
propio tango como patrimonio inmaterial fue muy disputado, al final
se llegó a un acuerdo, pero siguen dando qué hablar La
Cumparsita, el origen de Carlos Gardel
−Uno
tiene derecho a opinar de acuerdo a sus creencias y percepciones El
tango nació en ambas orillas, está bien, pero ellos hacen mucho más
que nosotros. En Buenos Aires es una industria artística, cultural,
turística, un renglón básico de la economía. Aquí lo tratamos
como una música de cuarta, que se canta en bolichones sin
presente, ni futuro. ¿Qué importa si Gardel nació en Tacuarembó o
en Toulouse? Es irrelevante, no me interesa, porque El Morocho del
Abasto es el cantante más argentino de la historia. Hace poco
leía una encuesta realizada en Buenos Aires, en la que se preguntaba
cuál es la música que representa a la ciudad, 99% respondió el
tango. Si se hace una consulta similar en Montevideo, seguro que da
candombe, murga, canto popular, tropical, rock, y el tango quedará
al final de la lista. Aceptemos que Gardel nació en Uruguay, como
José Razzano, Francisco Canaro o Julio Sosa, ahora también se dice
que Tita Merello era de San Ramón (un pueblo del departamento
de Canelones), pero para triunfar debieron cruzar a Buenos Aires,
¡siempre será así!
−De
acuerdo, pero sobre el origen uruguayo de
La Cumparsita no
hay dudas. ¿Recuerda el conflicto que hubo en la Feria Mundial de
Sevilla 1992, cuando Argentina la presentó como su himno popular?
−Con
La Cumparista tengo
una teoría que tampoco le gusta a muchos compatriotas. Gerardo
Matos Rodríguez compuso una marcha estudiantil, muy linda, pero que
no era un tango, a tal punto que se tocaba en desfiles o en las
actuaciones de la Troupe Ateniense, una agrupación del
carnaval montevideano del siglo pasado. En algún momento se dio
cuenta que podía trascender si sonaba como tango y se la presentó
al argentino Roberto Firpo, que tocaba en un bar famoso de su tiempo,
La Giralda, demolido cuando se construyó el Palacio Salvo. Al
maestro le gustó, pero para transformarla en tango le agregó una
tercera parte, porque La Cumparsita tenía solo dos. Le sacó
un pedazo a un tango suyo, La Gaucha Manuela, y así se lo dio
al bandenonista y compositor Minotto de Cicco y al pianista y
director de orquesta Carlos Warren, ambos uruguayos, que le hicieron
los arreglos definitivos. Entonces, tenemos que el producto final
conocido como La Cumparsita, es el resultado de una evolución
compartida entre varios compositores. La letra sí, es un
atrevimiento de Pascual Contursi y Pascual Maroni, que le metieron
esos versos de regular calidad: Si supieras. Hubo juicios
cruzados, reclamos de herederos, intereses de la AGADU uruguaya y la
SADAIC argentina. Como se fueron muriendo todos, habría que
preguntar cómo se reparten los derechos. Los había recuperado la
familia de Matos Rodríguez, pero a los cincuenta años pasan a ser
patrimonio cultural y, por lo tanto, se liberan.
−El
tango y el lunfardo nacieron machistas y patriarcales, ¿todavía lo
son?
−La
respuesta más fácil es decir que sí, es lo políticamente correcto
hoy, pero en realidad, sexista y patriarcal era la sociedad en la que
ambos fueron concebidos y se desarrollaron. Las feministas, algunas
diputadas, senadoras, ministras, se la pasan denunciando el contenido
de violencia de género de las letras de tango. Le respondo a las
feministas. Cuando dicen que es machista, no es verdad. Lo fue en su
momento, pero ya no lo es. Hubo una evolución, que no se puede
ignorar. ¿Quién se anima a tratar de machista a la gran Eladia
Blazquez, la mejor letrista de la historia? Pero vayamos a los
compositores. Horacio Ferrer, Leonardo Fabio, Chico
Novarro, hasta Cacho
Castaña, ¿acaso son sexistas? No, sin dudas no. Lo mismo pasa con
el lunfardo, que se adecentó, y cada vez se adecenta más. Como
mucho se escapa alguna palabra, alguna frase sospechosa de un
vestigio de machismo, pero no conforman un corpus, además, en
definitiva, el problema no es lo que se dice, sino cómo se dice y su
contexto. Se puede ofender diciendo las palabras más bellas.
Pippo
chamuya
−“En
1864 fue ejecutado por primera vez el bandoneón en el Río de la
Plata. El pionero fue el Negro
Santa Cruz, padre de Domingo Santa Cruz autor de un célebre tango
partidario: Unión
Cívica. El Negro
era cabo del ejército argentino cuando introdujo el instrumento en
las trincheras de la Guerra de la Triple Alianza para entretener a la
tropa.”
Ángel Villoldo. |
−“El
lunfardo tiene una ventaja para un recitador sin técnica como yo, es
tan emotivo, tan sensible a flor de piel que permite alcanzar una
potencia dramática que no podría con el español tradicional. Me
alcanza con poner una voz avinarrada (lanza una carcajada).”
−“El
lunfardo uruguayo y argentino tienen un mismo origen, al principio
fueron lo mismo, pero con el paso del tiempo se diferenciaron,
tenemos muchas palabras en común, pero también muchas distintas, o
las mismas con distinto significado. Un ejemplo es la fiaca,
para los porteños es cansancio, deseo de dormir, para los
montevideanos quiere decir hambre. El lunfardo argentino es más
intenso que el uruguayo.”
José Gobello. |
−“El
lunfardo vive en estado de evolución, hoy se nutre de la cumbia
villera argentina y de la cultura plancha uruguaya, ambas nacidas en
los barrios marginales.”
−“El lunfardo no se puede traducir como si fuera inglés o francés, es demasiado subjetivo, demasiado conceptual.”
−“El lunfardo no se puede traducir como si fuera inglés o francés, es demasiado subjetivo, demasiado conceptual.”
Carlos de la Púa. |
Araca
la cana
“Hay
varias opiniones sobre el origen de la palabra lunfardo. Para algunos
deriva de lombardo, idioma de Lombardía, en el norte de Italia.
Hasta principios del siglo XX era frecuente entre las poblaciones
italianas llamar lombardi a los hampones, quizás recordando las
invasiones de la Edad Media. Para otros, proviene de Occitania, por
influencia de la mafia marsellesa activa a fines del siglo XIX en el
Río de la Plata.”
Otilia
Da Veiga, vicepresidente de la Academia Porteña del Lunfardo.
“La
poesía lunfarda, aunque con palabras vulgares, alcanzó un buen
nivel artístico en las manos de Felipe Fernández (Yacaré),
Carlos de la Púa,
Bartolomé Rodolfo Aprile, José Betinotti (El
último payador), Antonio Caggiano, Julián
Centeya, Roberto Cayol, Augusto Arturo Martini (Iván
Diez), Daniel Giribaldi, Alberto Vacarezza, Pascual
Contursi, Francisco Bautista Rimoli (Dante
A. Linyera), Héctor Gagliardi, Enrique Cadícamo, Horacio
Ferrer.”
José Gobello (1919–2013),
escritor, poeta y ensayista argentino, fundador, y presidente
histórico de la Academia Porteña del Lunfardo.
Alberto Vacarezza. |
Mario
Egidio Teruggi (1919−2002), científico y
escritor argentino de ficción, ensayos, y lingüística del
lunfardo.
“Yo
tengo la impresión de que el lunfardo es artificial. Que es una
invención de Gobello... y de Vacarezza.”
Jorge
Luis Borges (1899−1986), en Funes el
memorioso.
El dialecto de los ladrones
Así
titulaba el diario La Prensa
de Buenos Aires, un artículo publicado que en 1878 enumeraba
veintinueve palabras, entre las cuales lunfardo era sinónimo de
ladrón. Al año siguiente el comisario Benigno Lugones publicó una
nota en La Nación en
la que presentaba el primer verso que se conoce.
“Estando
en el bolín polizando
se presentó el mayorengo
a portarlo en cana vengo
su mina lo ha delatado.”
Vesre
También
llamado “verse” o “verre” (“revés” al vesre) es una
fuente del lunfardo rioplatense. Como derivado del verlán francés,
también utiliza la inversión o metátesis de las sílabas para
transformar las palabras. Es una jerga utilizada en los territorios
argentino y uruguayo, popularizada por los tangueros a principios del
siglo XX. Se encuentran ejemplos de “vesre” en el poema
Fragmento de Boleta, de Enrique Cadícamo:
“Fue
mi gran amigo espianta−cartera,
que
al darle confianza se pasó de rana:
me
espiantó la nami (mina, mujer)
y
encima de ortiba (batidor, delator) me batió la naca (cana,
policía).”
Es una jerga del español mezclado
con dialectos italianos, creada entre fines del siglo XIX e inicios
del siglo XX. Algunos ejemplos de cocoliche, muy usuales en el
lunfardo: atenti, bagayo, birra, chanta, chapar, chau, chicato,
cualunque, escorchar, facha, fangote, fato, fiaca, gamba, groso,
guarda, laburar, manyar, mina, minga, naso, pibe, pichicata, punga,
salute, urso, yeta, yira.
Argot francés
Es otra de las fuentes principales
del lunfardo, del que derivan palabras tradicionales como: brema,
culiar, franelear, griseta, macró, reculié, cana.
Caló
Es la lengua gitana, también
conocida como zincaló o romaní ibérico, presente con términos
como: camelo, chorear, currar, fetén, chungo, pirarse, pitingo.
El lunfardo recoge cientos de
palabras del África Bantú, por ejemplo: candanga, canyengue,
candombe, milonga, mondongo, mucama, pindonga, quilombo.
Sor
Bacana (Carlos
de la Púa, 1925)
“Cusifai,
farolera, Sor Bacana,
ventuda
que das dique a la merza con las cosas shoficas,
voy
a darte un apunte fulero por gilurda
a
ver si con el justo que te bato te achicas.
El
vento que amarrocas, medias gambas, canarios,
recuerdos
de pamelas que achacaste fresquita,
ha
de ser poca mosca pa' mantener otarios...
¡paparula,
tortera, bulebú, milonguita!...
Nunca
un buen cadenero ha de tirarte el carro
−esquenuna,
vichenza, samporlina, gilota
que
me das en los quimbos, justamente en el forro−.
Nunca
tendrás un macho que por vos se haga chorro,
cuando
toda esa runfla de farra y de cotorro
por
chinchuda y por javie no te dé más pelota.”
La
engrupida (Carlos de la Púa, 1926)
“Bate
cana el requinteo de esa piba rantifusa
que
al amuro de la tarde vuelve estufa del taller,
que
su sueño es ser bacana, ser diquera papirua
y
pasar con los otarios una davi a la dernier.
Pues
le llenan la sesera las macanas más briyosas
y
se siente rechiflada por tenerla que yugar...
Giliberta
sin ventaja que la va de pretenciosa
y
en el barrio ni saluda porque dice que es vulgar...
Y
es por eso que desprecia a los tauras de Patricios
porque,
minga de yuguiyo, usan lengue y parlan mal,
y
ella, que es tan refinada, quiere lujo, vento, vicios...
¡Berretines
de carnada que le manda el hospital!”
Carlos de la Púa, seudónimo de Carlos Raúl Muñoz y Pérez (1898−1950), poeta y periodista argentino, también conocido como Malevo Muñoz, el más influyente escritor en lunfardo, confidente de Carlos Gardel, amigo de Raúl González Tuñón, a quien llamaba El Otro (poeta suburbano), admirado por intelectuales y artistas de su tiempo: Nicolás Olivari, Jorge Luis Borges, Enrique González Tuñón, Aníbal Troilo, Roberto Arlt, Enrique Cadícamo.
Mi
viejo (Julián
Centeya, 1941)
“Quisiera
amasijarme en la infinita
ternura
de mi barrio de purrete,
con
un cielo cachuzo de bolita
y
el milagro coleao de un barrilete.
Verlo
a mi viejo, un tano laburante
que
la cinchó parejo, limpio y claro;
y
minga como yo, un atorrante
que
la va de verso y se hace el raro.
Mi
viejo carpintero era grandote,
y
tenía un cuore chiquilín siempre en la vía.
Su
vida no fue más que un despelote
y
un poco, claro está, por culpa mía.
Vino
en el Comte Rosso, fue un espiro.
Tres
hijos, la mujer, a más un perro.
Como
un tungo tenaz la fue de tiro.
Todo
se la aguantó: hasta el destierro.
Y
aquí palmó... aquí está adormecido
mi
viejo el pobre tano laburante.
Se
la tomó una cheno de descuido
y
me dejó un recuerdo lacerante.
¿Qué
mundo habrá encontrado en su apoliyo?
Si
es que hay un mundo pa'los que se piantan.
Sin
duda el cuore suyo se hizo grillo
y
su mano cordial es una planta.”
Una
puteada esdrújula (Julián
Centeya, 1969)
“Habré
de inventarme una puteada esdrújula
para
arrojarla contra la vidriera del mundo
y
contársela después a Cendrás y a Rimbaud
que
tan mierdamente vivieron como yo.
Habré
de entender algún día que esto no tiene remedio
que
uno pudo nacer pez espada ejecutivo delator
tener
una religión prestada carecer del ojo izquierdo
y
vivir esperando que mongo me cite en el Ecuador.
Habré
de cagarme ordenadamente en los gerentes bancarios
y
sentado sobre la piedra de un tiempo que se televisa
escupiré
sobre el rostroculo de mi vecino este rencor
Claro
que habré de inventarme una puteada esdrújula
porque
yo me he desentendido de un dios
que
permitió que César Vallejo se muriera de hambre
la
tarde de un día gris que contabilizaba sus piojos
Habré
de inventarme una puteada esdrújula
Se
lo merece.”
Julián Centeya es el seudónimo del poeta y narrador en lunfardo Amleto Enrique Vergiati (1910−1974), nacido en Borgo Val di Taro, Parma, Italia, también llamado El hombre gris de Buenos Aires. Otros poemas de su autoría: Sigo pensando en vos, negro, dedicado a Louis Armstrong, Atorro, Pichuco, dedicado a Aníbal Troilo, El bandoneón Mayor de Buenosaires, Muerte del punga.
1 comentario:
Muy interesante, muchas gracias !
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