Entre ciudades eternas
4
de enero de 1948. Aquella tarde de domingo el Estadio Flaminio de Roma estuvo
repleto como nunca. En las tribunas había bastante más que los 40.000
espectadores previstos por el aforo oficial. En la cancha, el local Lazio
enfrentaba al Gran Torino de los delanteros Valentino Mazzola y Ezio Boik, por
la Serie A de la Lega Calcio.
El
dominio visitante era tan notorio, desde el primer minuto del partido, que sólo
se aguardaba el gol del más notable equipo italiano de todos los tiempos.
Cuando el reloj marcaba el cuarto de hora, Mazzola pierde la pelota con un
corpulento mediocampista adversario que comienza un solitario avance hacia el
arco. Antes de llegar a la media luna del área lanza un sorpresivo disparo,
directo al ángulo derecho. La pelota estaba a punto de ingresar, con la tribuna
gritando gol, pero surgió la mano del monumental golero turinés Valerio
Bacigalupo, para sacarla al corner.
El
partido terminó 0 a 0, luego de una heroica defensa local. En el momento del
saludo entre los jugadores, Bacigalupo fue directamente a felicitar al joven
que le había exigido una atajada memorable.
–¡No,
al contrario, debo agradecértela! –respondió el centro medio lacial, con una sonrisa.
–No
entiendo amigo, ¿por qué? Te saqué lo que iba a ser un golazo.
–Porque
si metía ese gol, ustedes se iban a enojar, y nos harían diez. Mejor así, nos
llevamos la gloria de empatarle al Gran Torino –confesó el romano mientras era
abrazado por Bacigalupo.
Franco
Rosi tenía 20 años cuando protagonizó aquella jugada que La Gazzetta dello
Sport definió como “maravillosa”, mientras calificaba su actuación con un “muy
bueno” por haber controlado a Mazzola y los suyos, inolvidables artistas
piamonteses del balón fallecidos un año después en la tragedia aérea de
Superga.
Lazio 1948, con Franco parado en el medio |
En
1955 fue contratado por el Automóvil Club de Italia como jugador y entrenador
de su equipo semiprofesional. Pronto pasó a la redacción de las publicaciones
institucionales, como periodista especializado en información de rutas y
caminos, y luego fue ejecutivo del Área de Promoción, organizador de recordados
encuentros promocionales de automovilismo en colaboración con la televisora
RAI. Franco fue dirigente gremial de los futbolistas italianos y fundador del
Sindicato Nacional de Funcionarios del ACI, una tarea compleja que le obligaba
a reunirse con figuras de leyenda como los condes Luca di Montezemolo, Nicolás
Caracciolo o Giovanni Agnelli.
Franco, en 2008. |
En
1990 arribó por primera vez a Montevideo, con su esposa María Pía, para visitar
a su hija Franca. Desde hace una década, su vida recorre primaveras y veranos:
seis meses en Roma, seis meses frente al Río de la Plata. “Italia es
maravillosa, también viví en Kenia, donde pasé muy bien, pero nada se compara
con la costa montevideana. Su sol, su mar, su paz, mi lugar en el mundo entre
setiembre y marzo”, asegura Rosi, mientras disfruta la tibieza
de la primavera uruguaya sentado en el jardín de Franca, en la calle Mar Ártico
del barrio Punta Gorda.
Franca
Rosi, arquitecta, docente universitaria, gestora cultural
El
diseño de una vida
20
de octubre de 1987. Cuando la ministra Adela Reta la miró a los ojos, de
frente, como pidiéndole
disculpas, ella la tomó suavemente por un brazo, mientras le decía: “¡éste es
el lugar!”
Aquella tarde inolvidable, decidieron que el primer Centro de Diseño Industrial
iba a
funcionar en la ex Cárcel de Miguelete. “Habíamos visitado varios sitios, todos
bastante buenos,
pero ninguno como el antiguo edificio de estilo inglés del siglo XIX,
¡magnífico!
Con
Adela estuvimos allí al otro día que desalojaron a los presos, cuando todavía
estaban los
platos servidos con comida fresca. ¡A ella también le gustaba! Era una mujer
sensible a
los símbolos de la cultura y a la memoria del patrimonio arquitectónico. ¿Qué
mejor que transformar
una cárcel en un centro de formación profesional?”
Franca
Rosi nació el 11 de abril de 1951, en una clínica de monjas alemanas del barrio romano
de Prati. Sus padres, Franco y María Pía, vivían en Ostia Lido, a 30 kilómetros
del centro
de la capital. Desde joven demostró vocación y talento para el diseño y el
deporte.
Fue
campeona italiana de triatlón, lanzamiento de bala, salto alto y 100 metros
llanos, por la
Sociedad Liceum, mientras estudiaba arquitectura en la Universidad de Roma La Sapienza.
“Me
casé con un colega con quien nos fuimos a Costa Rica como voluntarios del
gobierno italiano,
para crear la primera Carrera de Diseño Industrial de América Central y el Caribe.
En el Instituto Tecnológico de San José comprobamos que era posible apoyar a
las pequeñas
y mediana empresas, y aprovechar las materias primas en favor del desarrollo sustentable.
Desde niña supe que mi vocación era el diseño, pero allí descubrí que a la educación
y la formación me dedicaría toda mi vida.”
En
1985 viajó con su esposo a Malasia, cuando les ofrecieron la oportunidad de
crear el primer
Centro de Investigación de Muebles del sudeste asiático, pero regresó dos años después,
con toda la intención de obtener una oportunidad personal.
En
julio de 1987 llegó a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de
Italia, una carta firmada
por la abogada Adela Reta, ministra de Educación y Cultura en el gobierno de
Julio María
Sanguinetti, el primero democrático luego de la dictadura uruguaya.
“Ella
solicitaba cooperación para crear un centro de diseño industrial. Llegué a
Carrasco en
un vuelo de Iberia, el 11 de octubre de ese mismo año, para realizar un estudio
de factibilidad
durante seis meses. Con Adela nos entendimos desde un principio. Comencé a investigar
las experiencias desarrolladas en el país, y descubrí la figura de Pedro
Figari.
Enseguida
me puse en línea con su sensibilidad y con una frase maravillosa: ‘nos industrializamos
o nos industrializan’. ¡Que mantiene toda su vigencia!”
Cuando
Rosi estaba pronta para regresar a su ciudad, Reta demostró interés en
concretar el proyecto
y solicitó la extensión de su contrato por otros seis meses, al tiempo que conseguían
fondos por tres millones de dólares. “Miguelete me pareció muy emblemático, por
su pasado, y porque íbamos a darle vida a un entorno urbano deprimido.
Filosóficamente
era un mensaje muy poderoso, en favor de la educación. Como se demoraba
el envío de la plata, Adela dudó, pero no era momento de dudas. Entonces, le pregunté;
¿tenés dinero para los docentes! Tenía. ¿Tenés para el reciclaje? No tenía. Se nos
ocurrió negociar una salida con el general Hugo Medina, por entonces ministro
de Defensa;
le cambiamos el trabajo de sus soldados por alimentación. Recuerdo el susto que tenía
Adela cuando salió una nota de prensa que decía: ‘Crean centro de formación con apoyo
militar.’ ¡Claro, la dictadura estaba muy fresca!”
El
Centro de Diseño Industrial fue inaugurado el 11 de abril de 1988, con 50
alumnos seleccionados
en riguroso examen de ingreso. “Contó con docentes de gran trayectoria, entre
ellos el semiólogo Fernando Andacht, con quien estructuramos un curso que vinculaba
la teoría con la práctica a través de ejercicios. Fue un período muy lindo, pusimos
en marcha un Departamento de Investigación Aplicada, y una comisión de empresarios
que nos apoyaban en detectar las necesidades del mercado, en la que participaban
Alberto Wass y el ingeniero Enrique Baliños. Finalmente, en 1989 vino la plata
de la cooperación italiana.”
La
primera generación de diseñadores industriales uruguayos egresó en 1991, el
mismo año que
ella se retiró de la institución. “Uno va cumpliendo objetivos y siempre se
plantean otros.
Amé la experiencia del Centro de Diseño Industrial, ¡la extraño! Me dolió mucho cuando
abandonaron la sede de Miguelete.”
Hasta 1992,
la arquitecta Rosi fue responsable del Proyecto CAME (Centro Artesanal de Micro
Empresas), de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Presidencia de la República,
una experiencia que innovó en el fortalecimiento de emprendimientos en el interior
del país. En 1995 presentó a la Unión Europea, través de una ONG italiana, una iniciativa
de desarrollo empresarial en pequeñas y medianas poblaciones. Desde 2005 es decana
de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de la Empresa.
“Soy
romana, adoro mi ciudad, pero en Montevideo está mi vida actual. Tengo todavía mucho
para dar y recibir del pueblo uruguayo. Me gusta colaborar en la construcción
de la
identidad cultural,¡hay tanto qué hacer! Me encanta trabajar con el equipo que
he formado
después de tantos años. Un colectivo que se alimenta de los conocimientos y experiencias
de cada uno, para aportar soluciones educacionales y profesionales. ¡Un verdadero
privilegio!”
El
apellido Rosi, con una “s”, es muy poco usual en Italia, aunque suene parecido
al muy popular
“Rossi” que cuenta infinitas historias pintadas en rojo. Franca le hace honor a
tanta originalidad.“En
esta etapa me ocupo de la salvaguarda, conservación y rescate del patrimonio
arquitectónico uruguayo, incluyendo la prehistoria, un periodo que posee una estrecha
relación con el diseño visto como resultado de cientos de miles de años de evolución
humana.”
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