jueves, 29 de enero de 2009

Museo del Carnaval de Montevideo

La fiesta más larga, el patrimonio más popular

El 29 de enero de 2009, cuando se iniciaba la mayor celebración uruguaya, el Museo del Carnaval recibió el Premio Reina Sofía en Conservación Patrimonial.

Es el más concurrido del país. Desde su inauguración, en noviembre de 2006, ha recibido bastante más de un cuarto de millón de visitantes. Fue creado para preservar, recuperar y divulgar la historia y la tradición de la mayor fiesta popular de los uruguayos. Su acervo museístico, de más de 500 bienes, incluye vestimentas, instrumentos musicales, maquetas y elementos de uso personal de figuras destacadas del carnaval. Su Centro de Documentación y Archivo propone una visión antropológica de la fiesta. Está ubicado en el casco histórico de la Ciudad Vieja junto al Mercado del Puerto y frente al Puerto de Montevideo. en un amplio edificio que se extiende desde la Rambla 25 de Agosto de 1825, por la calle Maciel, hasta Piedras, en el corazón de la zona portuaria. Su estructura permite la comunicación entre el recinto y el exterior, favorece su apropiación y potencia su uso en bien de la comunidad. La institución se inscribe dentro de los llamados "museos de la identidad" que valorizan al carnaval como  patrimonio intangible de los uruguayos. 

Sobre la base del fascículo N° 27 de la serie Paseos que Enseñan (Trocadero Gabinete DDiseño para El País, Diciembre 2008) y de los libros Montevideo. Manual del Visitante (2011, 2012) y Uruguay. Manual del Visitante (2013).

(Alejandro Sequeira)
El Detalle
No es lo mismo. Es mucho más divertido ver un disfraz carnavalero desde cerca; y también muy didáctico. Es la idea que tuvieron los organizadores de El Detalle, una original exposición de vestuario y accesorios que provoca asombro y emoción en el Museo del Carnaval de Montevideo. El pantalón-pata mutante está realizado en poliuretano, voile sopleteado en oro y cobre, tela jacquard, tapicería y calzado masculino. La galera que evoca al sátiro o fauno, es una caracterización fantástica en tela shantung y pintura dorada. Fueron realizados por Mariana Fernández y Edgar Iglesias, diseñados por Rosario Viñoli, y utilizados, en 2006, por el director de la murga Contrafarsa.

La Barca de nos sé
(Alejandro Sequeira)
Es un homenaje a la creatividad de artistas plásticos uruguayos que contaron historias del carnaval. Ese fue el compromiso del pintor Luis Solari (1918-1993), quien dedicó su vida a retratar las fiestas populares de su Fray Bentos natal. Fue una creación conjunta del Museo del Carnaval y el Taller Solari. “Es una búsqueda de color para recuperar una tradición tan querida y tan frecuente en décadas pasadas”, explica Eduardo Rabellino, director de la institución. Recorrió 25 desfiles y corsos barriales por las calles de Montevideo, Maldonado, Canelones, Flores y Florida. Fue un tributo a los 90 años de Solari.


Obra de la serie de 
ranchos, lunas del 
campo uruguayo.

José Cúneo (1887-1977)
En su honor fue realizado uno de los carros alegóricos más recordados del Museo del Carnaval. Nacido en Montevideo, cursó sus primeros estudios de pintura en 1906, con Carlos María Herrera. Al año siguiente viajó a Turín a estudiar en el taller de Anton María Mucchi, con quien realizó paisajes de Italia que expuso a su regreso, en 1910. En 1918, retornado de un segundo viaje a Europa, comenzó su etapa de pintura “planista”, con una serie de retratos y paisajes de la ciudad de Melo, capital del departamento de Cerro Largo, en la frontera noreste con Brasil.

El pintor José Cúneo
en su taller, 1965.
En 1927, otra vez en Europa, conoció la obra de Chaim Soutine que le atrajo por sus deformaciones expresionistas y el uso de la diagonal, que marcarán su obra futura. A partir de 1930 pasaba temporadas en Florida y en Melo e iniciaba la famosa serie de ranchos, lunas y acuarelas del campo uruguayo. En 1942 obtuvo el Gran Premio de Pintura del Salón Oficial, el Primer Premio en el Salón Nacional de Acuarelas y el Premio de Pintura en la Bienal Nacional de Arte.
Construcción del
carro alegórico.
(Museo del Carnaval)
Viajó a Europa en 1954, para tomar contacto con la pintura abstracta, inspiradora de una nueva serie que firmará con su apellido materno: Perinetti, sin abandonar las anteriores. En 1961 expuso una retrospectiva de sus 50 años como artista, pero su vida artística llegará a abarcar 70 años de producción. A partir de 1963 su obra obtuvo distinciones dentro y fuera de fronteras. Fue premiado en la X Bienal de San Pablo en 1969, y en 1974 recibió el Premio Nacional de Pintura de Cagnes su Mer. Retornó a Europa en 1976, y falleció en julio del año siguiente en la ciudad de Bonn, por entonces capital de la Alemania Federal. El carro alegórico que evocó a José Cúneo recorrió los desfiles del Carnaval 2009.

Peguntas que guían: ¿Qué significa la palabra carnaval? ¿Cuáles son las categorías del carnaval uruguayo? ¿Cuántos integrantes tiene una murga? ¿Cuál es el origen del Candombe? ¿En qué barrio se realiza el desfile de Llamadas? ¿Qué es un lubolo? ¿Cuáles son los símbolos de una comparsa? ¿En qué se diferencian los parodistas de los humoristas? ¿Cuál es la pieza más antigua del Museo del Carnaval?

Ilustración de tapa.
(Alejandro Sequeira)
INFORMACIÓN GENERAL
Barrio: Aduana
Ubicación: Rambla 25 de Agosto de 1825 N° 218
Ciudad: Montevideo
Teléfono: (598) 29150807 – 29165493
Blog: museodelcarnavaldeluruguay.blogspot.com
EMail: infomuseodelcarnaval@gmail.com
Abierto de martes a domingos.
Verano (diciembre–marzo): de 10 a 18 horas.
Invierno (abril–noviembre): de 11 a 17 horas.
Las visitas guiadas deben ser coordinadas por teléfono.
Carnaval
“Es la celebración popular que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable, según el año. Es una fiesta de notable diversidad, que combina disfraces, desfiles, bailes en la calle. Es muy diferente según la nación o cultura que lo celebra, con una característica común: es un período de permisividad y cierto descontrol.”
Definición de la enciclopedia electrónica Wikipedia (www.wikipedia.org).

La palabra Carnaval proviene del calendario cristiano. En latín significa “quitar la carne” o el “adiós a la carne" que se permite como compensación a los ayunos y privaciones cuaresmales.


Momo
Momo, el rey, interpretado
en un tablado barrial.

(Museo del Carnaval)
Es un dios de la mitología griega, descendiente de Caos (el abismo), hermano de Eride (la discordia), Tanatos (la muerte) y Apate (el engaño). Momo personifica la crítica jocosa, la burla inteligente. Habitualmente se lo representa vestido de arlequín, escondido tras una máscara y con una vara terminada en forma de cabeza de muñeco, símbolo de la locura. Momo es el dios del carnaval, que inspira el sentido del humor, la creatividad, y el desenfreno necesario para disfrutar una fiesta que provoca a los sentidos.

Una recorrida por antiguos carnavales, que cuenta historias de un país multicultural
Mucho más de 40 días
Es una celebración rutilante, reconocida como un gran acontecimiento popular, en la región y más allá del continente. Es la fiesta popular más larga del mundo. Es también un patrimonio cultural de los uruguayos, y un atractivo turístico que convoca a decenas de miles de visitantes.
Pachamama. Extensión corporal,
tipo cabezudo, realizada
en papel maché. Fue utilizada por
la murga A Contramano 2008.

(Alejandro Sequeira)
Desfiles callejeros, tablados, bailes, y un concurso de cinco géneros de agrupaciones carnavaleras (murgas, negros y lubolos, parodistas, humoristas y revista), que se desarrolla cada noche en el Teatro de Verano Ramón Collazo, ubicado frente al Parque Rodó de la costa montevideana. Sus espectáculos se extienden durante más de 40 días, entre fines de enero y principios de marzo. Es el Carnaval del Uruguay.
La fiesta comenzó a consolidar su personalidad a inicios del siglo pasado, con la fusión de tradiciones europeas y africanas, en una mixtura original que tiene a la murga y el Candombe como géneros emblemáticos. Las ancestrales influencias de rituales agrarios medievales, el carnaval veneciano, la comedia del arte y la fastuosidad de desfiles y procesiones, tienen en esta costa del Río de la Plata un desarrollo autónomo, influido por la migración multiétnica que recibió el país. La esclavitud colonial trajo tradiciones tribales y el ritmo del tambor, que en Uruguay adquirió renovadas formas de interpretación, mientras las danzas ceremoniales africanas cambiaban por la influencia de nuevos movimientos. Las máscaras constituyen el elemento esencial para la metamorfosis ritual. Establecen una comunicación entre los dioses y la comunidad. Se usan en las ceremonias funerarias, de fertilidad y también en las de iniciación a las distintas sociedades secretas, uno de los rasgos distintivos de la sociedad africana. Así nació el Candombe. La expresión cultural y de resistencia de africanos y su descendencia que con el paso de las generaciones se integraron al Carnaval en forma de comparsas. En 1956 fue creado el Desfile de Llamadas, desde entonces, una de las celebraciones más típicas del Uruguay.

Uruguay era una fiesta
Montevideo fue declarada
Capital Iberoamericana
del Carnaval en el
período 2009-2010.
(IM)

El Museo del Carnaval está organizado en sectores que describen la historia de la mayor fiesta popular uruguaya. En el primero está el Arlequín, la pieza más antigua, al lado de una máscara de Gabón, del tambor más grande de la historia de los carnavales uruguayos, y afiches originales de 1915 y 1945, que describen cómo se celebraba en aquel país, rico y optimista de principios y mediados del siglo pasado.
En el espacio del Candombe están los símbolos y las figuras típicas del ritmo nacional uruguayo. Estandarte, bandera, estrella, media luna, son los trofeos. Mamma Vieja, Gramillero, Escobero, vedette y bailarines, son sus personajes. En un sitio de privilegio, una maqueta de Morenada permite apreciar una tradicional comparsa callejera.
El espacio central es un recorrido cronológico, simbolizado por objetos originales de los carnavales "de antes": pomos lanza perfume, partitura y primer disco grabado del carnaval uruguayo (Si lo supiera mamá interpretado por la Troupe Oxford), una maqueta del Carro del Chaná basada en una fotografía de 1935, los zapatos de Marta Gularte. También están allí: la galera de Antonio Casaravilla, Cachela, el bombo de Rómulo Pirri, Tito Pastrana, el traje murguero más antiguo que conserva el museo (Los Saltimbanquis 1970), y un maqueta de la murga Contrafarsa 2000. Un mural del desfile de carnaval de 1928, en la playa Ramírez, se destaca en la muestra de imágenes, antiguas y modernas, del Centro de Fotografía de Montevideo y del Archivo del SODRE.
Los viejos tablados barriales están representados por maquetas, basadas en las fotos originales de la década de 1930. En aquella época se realizaban los concursos "Tablados a Premio”, que premiaban a los escenarios mejor decorados. El presente y el futuro de esta tradición representada en la muestra “El tablado del barrio”, que describe el trabajo realizado con vecinos de Montevideo, para recuperar y fortalecer tradiciones populares.
Dominando un amplio espacio, se encuentra el carro alegórico Barca de no sé, creado en 2008, como parte de la muestra “Solari: 90 años”, por iniciativa artística del Museo del Carnaval y el Taller Solari. “La idea de entonces fue aportarle más color y creatividad a los desfiles como se hacía en décadas pasadas y al mismo tiempo homenajear cada año a los artistas plásticos uruguayos”, explica Eduardo Rabellino, director del Museo del Carnaval. 

Los legendarios "cabezudos"
reciben a la visita.
(Museo del Carnaval)
En el Salón del Traje está “El Detalle”, una muestra de vestuario carnavalero que aporta una visión distinta: desde los complementos y accesorios. Sombreros, zapatos, máscaras, antifaces, pecheras, extensiones y otros elementos que ayudan a darle sentido al vestuario global. “Es una mirada distinta al diseño y la creatividad del carnaval. Es una oportunidad para ver lo que no se puede apreciar desde la platea de un tablado o del Teatro de Verano”, explica Rabellino.
El Museo es un servicio cultural de la División Turismo de la Intendencia de Montevideo, que funciona en un edificio cedido por la Administración Nacional de Puertos, por convenio de complementación patrimonial al que se sumó el Ministerio de Turismo.

Postales carnavaleras
Mural en homenaje a tres
figuras históricas:
Lágrima Ríos, Martha
Gularte y Rosa Luna.

(Museo del Carnaval)
El carnaval uruguayo se distingue del brasileño y del andino porque reúne la tradición hispánica de las murgas con la africana de las comparsas de negros y lubolos. Ambas se conocieron en la época colonial y en los primeros años de la nación independiente, y su intensa relación se extienden hasta hoy, en los desfiles callejeros, los bailes populares, y en los tablados barriales, donde Momo reina bastante más de un mes.
Una noche de febrero de 1839, a punto de estallar la Guerra Grande, un grupo de funcionarios de gobierno debió viajar a Durazno para que el presidente Fructuoso Rivera firmara la declaración bélica a Juan Manuel de Rosas, gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Don Frutos estaba en sus pagos para disfrutar de las tertulias de disfraz, que tanto le gustaban. Fueron hasta el salón y allí lo encontraron, irreconocible, disfrazado de moro. Cuentan que el jefe se sacó el antifaz, para firmar el documento que daba inicio al más largo y cruento conflicto rioplatense. Pero, luego siguió bailando.
Junto a los juegos callejeros y a los bailes de máscaras, que tanto gozaban nuestros antepasados, fueron infaltables las "comparsas de señoritas", en los carnavales de las décadas de 1870 y 1880. Así nacieron Las Tentadoras, Las Irresistibles, Las Misteriosas o Las Hijas del Amor.
En buena parte del siglo XIX, en los tres días de carnaval, la ciudad se convertía en campo de feroces guerrillas, con el agua cayendo a torrentes desde balcones y azoteas y con el aire surcado por piedras, frutas, verduras, harina, cáscaras de huevos rellenas de agua de olor o huevos de gallina, gaviota o avestruz. Desde las azoteas, las muchachas desafiaban a baldazos, las pedreas de los escaladores que intentaban asaltar alegremente la casa. Cuando los intrusos ingresaban, luego venían las carcajadas y corridas estrepitosas. ¡Aquello era el acabose! Terminado el carnaval de 1885 un periódico informaba que eran muy pocas las viviendas que habían logrado mantener algún vidrio sano.
Registrada en 1896, la comparsa San Joaquín puede ser considerada el primer boceto de lo que sería luego una murga, por su vestimenta y la crítica política de sus versos. Pero la murga tiene un origen real pero fundamentalmente mítico. La Gaditana que se va es parte de una leyenda. Aún así, es posible afirmar que hacia 1910 el carnaval montevideano ya tenía murgas y sus nombres eran variados: Echale papita al loro, En busca de la figazza, No me empujes que es peor, Borrachos protestantes.
Walter Sánchez Silveira, “Keka”, tocó el piano más
 grande de la historia. Esclavos de Ñanza 1979.
(Museo del Carnaval)
Con sus maquillajes blancos y negros, sus ranchos de paja o sus galeras redondas, sus guantes y sus bastones, sus guitarras y sus bajos, los pioneros del parodismo provocaban risas con la satirización de canciones de moda. En 1948 nacen los Fígaros Armónicos y compiten en pie de igualdad con los Negros Melódicos de Carmelo Imperio. Otro gran duelo de los carnavales de antes.
A mediados del siglo pasado, los tablados se contaban por cientos y las tertulias de disfraz proliferaban. Eran tiempos de los Lecuona Cuban Boys, que enloquecían al país con su ritmo irresistible, y de la conga Carnaval del Uruguay que fue la imaginaria banda de sonido de toda una época.

Lupa Candombera
Portaestandarte
Banderas
Medialuna
Estrella
Morenada, Sociedad de Negros y Lubolos
en maqueta realizada por José Luis Nicolón.
(Museo del Carnaval)
Escobero
Gramillero
Mamma Vieja
Vedette
Bailarines
Piano
Repique
Chico

Cleopatra y Julio César, una
histpria egipcia y romana.
(Archivo Nestlé)


  
Carro del Chaná
Es el más recordado del carnaval uruguayo, construido por el principal carpintero de la fábrica de café: Pedro Capocasale. Su popularidad era tal que luego de ganar durante años y pensando en una oportunidad para otros, los organizadores del concurso resolvieron dejarlo “fuera de concurso”. Así nació una frase integrada a la cultura popular: “como El Carro del Chaná”.

“La tradición dice que son tres días de festejos, antes de la Cuaresma. Nuestro carnaval es distinto: son 40 días de celebración, y como mucho, tres de Cuaresma."
Ana Bello, antropóloga, investigadora de las fiestas populares uruguayas.

El Arlequín
(Museo del Carnaval)
Es la pieza más antigua del Museo del Carnaval, fechada en 1865. Fue encontrada en el Cabildo de Montevideo, guardada, quien sabe por quién, luego de haber sido una memorable imagen publicitaria. Hasta principios del siglo pasado, era el emblema de una famosa casa de venta de abanicos del romántico Boulevard Sarandí. El Arlequín es un antiguo personaje de la comedia del arte, compañero de Colombina y Pierrot. En Italia adquirió su formato moderno: antifaz, sombrero, calzado sin talón, y un pequeño puñal de madera, que esconde con malicia. Alegre en apariencia, astuto, traidor, estaba destinado a ridiculizar vicios y defectos humanos. Su nombre viene de una extraña combinación de lenguas, con un mismo significado: burla, mofa, gesticulación. “Es una figura encantadora, que comparte un espacio del museo con máscaras y tambores, una buena síntesis de la historia del carnaval uruguayo: las raíces europeas que se funden con las africanas”, explica Ana Bello, quien lo saluda cada vez que lo ve. Con la reverencia que merece su arte.

La gaditana no se va
La imagen poco nítida, casi distorsionada, es el más antiguo documento gráfico que se conserva de una agrupación carnavalesca que se supone da origen a la murga. El nacimiento de La Gaditana que se va se sitúa aproximadamente en 1907, un tiempo de pioneros cuando también aparecieron: Los patos cabreros, Curtidores de hongos, Amantes al engrudo, La Hispano Uruguaya, Los excéntricos musicales.
La primera murga, según el mito, recreó a un grupo teatral español que pasó por Montevideo: La Gaditana. La misma leyenda cuenta que sus integrantes debieron salir a cantar a la calle para conseguir el dinero que los llevó de vuelta a Cádiz. Tal vez esa presencia reavivó nostalgias de los inmigrantes, que recuperaron en estas nuevas tierra sus viejas tradiciones. Las primeras murgas eran muy distintas a las actuales, con otros instrumentos musicales, sin disfraces tan elaborados. Eran improvisadas orquestas de seis o siete músicos aficionados.

El piano gigante
de Juan Velorio.
(Museo del Carnaval)
El gigante
Es el tambor más grande que desfiló en el carnaval del Uruguay, construido en homenaje al legendario Juan Velorio, maestro de artesanos de candombe. Necesitó de un soporte especial, para ser trasladado por el ejecutante de la comparsa La Zabala, que lo utilizó en 2007.

El instrumento
de un duende.
(Museo del Carnaval)
El bombo del Tito Pastrana
Es un objeto preferido por los visitantes que saben de carnaval. Es el sonoro instrumento de percusión de Rómulo Pirri, un nombre que dice poco sin su legendario apodo. Tito Pastrana fue un emblemático director de murga. Un símbolo  de todos los tiempos, un innovador, y líder histórico de la inolvidable Nueva Milonga. Desde la década de 1940 hasta fines del siglo pasado, fue famosa su clásica vestimenta de frac y galera, su dirección al estilo “duende”, sus traslados en punta de pies de un lado al otro del escenario, y las retiradas que encabezaba con saltos, cruces de piernas y cortes a la usanza de un bailarín de Candombe.

Cabezudos, Cabezones
Formaban parte del cortejo de la Reina del Carnaval en cada desfile, muy populares entre las décadas de 1920 y 1980. Eran figuras mitológicas, traídas por los inmigrantes europeos. “Hay una sociedad de giganteros en el mundo, que se dedica a mantener viva esa tradición. Representan a los gigantes que los agricultores colocaban antes de comenzar la cosecha para espantar a los duendes. Por eso mismo, tienen esas bocas grandes y esas lenguas enormes”, cuenta la antropóloga Ana Bello. Los cabezudos participaron por última vez en la edición 2011.
En 2013 fueron sustituidos por los "Cabezones", a iniciativa del Museo del Carnaval. Se trata de cabezas elaboradas sobre la base de papel maché o papel piedra con protección de polyfom y apliques según el personaje. Eduardo Rabellino explicó que la nueva presencia es un aporte a la celebración de "Montevideo Capital Iberoamericana de la Cultura".

Cuando yo era chico había tablados. Se ponían unos barriles y encima las tablas. Venían las murgas y cantaban. Los tablados tenían muñecos gigantes, divertidos, hechos por los mejores artistas del país, que vivían en el mismo barrio, no en una nube. La murga cantaba a cambio de los pocos pesos que la gente le daba en el sombrero. Era un sueño incesante el de aquellos tipos que venían con las caras pintadas, hablaban de los problemas de cada día de la gente y les tomaban el pelo a los políticos. El tablado era el escenario de la fiesta de la vida. Bajo el tablado ocurrían los primeros besos, alrededor del tablado se bailaba. No había ninguna frontera separando a los espectadores de los protagonistas."
Eduardo Galeano, en Página 12 de Buenos Aires, 6 de marzo de 2005.

Los tablados
El ser humano: espaldar
en espuma de poliuretano.
Agarrate Catalina 2007.

(Alejandro Sequeira)
Piedra Alta, Mar de Fondo, Atenas, Jardín de la Mutual, fueron algunos de los más famosos de su tiempo, pero se contaban por cientos, en cada barrio, de cada ciudad del país. Aquellos espacios callejeros, decorados e iluminados con lámparas de colores, fueron muy populares hasta avanzada la segunda mitad del siglo pasado. “Los cambios sociales y tecnológicos generaron su decadencia y traslado a escenarios abiertos pero comerciales. Ahora el Museo del Carnaval, se propone el rescate de esa tradición”, cuenta Eduardo Rabellino. En 2008 fueron cinco los escenarios decorados a través del programa “Tablado de Barrio”: Flor de Maroñas, Lavalleja, La Casona de AFE (Peñarol), Molino del Galgo (Unión), Monte de la Francesa (Colón).

Máscara murguera
exhibida en "El Detalle".
(Alejandro Sequeira)
¡Al Solís!
Los bailes de carnaval eran una costumbre de los uruguayos en las primeras décadas del siglo pasado; fiestas lujosas, celebradas en clubes, hoteles y teatros. Entre tantos, el más aguardado era el Baile del Solís, que se realizaba luego de retirar las butacas. Pero también había veladas en casas de familia y en la propia calle. Todos tenían algo en común: había que ir disfrazado, para conservar el anonimato detrás de máscaras y antifaces.

La Cumparsita
El rey de los tangos es uruguayo. Su historia es bastante conocida. Un estudiante inspirado, todavía adolescente, llamado Gerardo Matos Rodríguez, compuso en 1916 una marcha carnavalera para su grupo universitario: La Cumparsa. Esa composición sin pretensiones se convirtió en el más famoso tango que conoce el mundo. La Cumparsita nació en una casona de la Ciudad Vieja montevideana, hoy demolida, en la calle Ituzaingó 1282 casi Buenos Aires, donde se reunía la Asociación de los Estudiantes de Medicina. La partitura original dice: “Dedicado a mis estimados compañeros los bachilleres.” 

MINIBÍOS 
Ramón Loro Collazo (1901-1981) 
Fue un músico, pianista y compositor, nacido en Montevideo, que de niño fue aficionado a la zarzuela y que en 1923 se inició en la Troupe Ateniense, un célebre grupo teatral vinculado al club Atenas de basquetbol que se había creado un año antes. Collazo la dirigió en su segunda y tercera etapa y la guió en exitosas presencias en Buenos Aires. Su trabajo en carnaval lo vinculó a otras agrupaciones: la Troupe Oxford, la revista Palán-Palán, Parodistas de Chocolate, Humoristas del Betún y la revista Momento Musical. "La Oxford era sólo para carnaval y los Atenienses sólo para teatro", aclaró Collazo en una oportunidad al diario El País. Pese a que creó, dirigió y colaboró con varios conjuntos, el Loro nunca subió a un tablado en Carnaval. También tuvo una larga experiencia tanguera. Compuso dos temas muy populares, grabados por Carlos Gardel en España, y cantados en todo el mundo: Pato y Araca París. Otros tres tangos exitosos que tuvieron su música fueron: Adiós mi barrio, Mamá yo quiero un novio, Agua Florida. Fue un hombre multifacético: actor cómico, director, además de inspector municipal y luego empleado de un frigorífico. En 1986, cinco años después su muerte, la Intendencia Municipal de Montevideo le dio su nombre al Teatro de Verano del Parque Rodó. En honor a su talento, y a que la Troupe Ateniense había utilizado ese escenario en una revista musical de éxito memorable.

Martha Gularte (1919-2002)
Fue la primera vedette que brilló en el carnaval uruguayo y en la porteña calle Corrientes. En su pueblo tacuaremboense de Paso del Novillo se llamaba Fermina, pero con el tiempo adoptó el nombre de Martha, desde entonces unido a su vocación artística. Debutó en 1949 en la comparsa Añoranzas Negras. Esa primera vez fue contada por el escritor y periodista Nelson Laco Domínguez, en una crónica de El País. “Para dar una idea del impacto que causó, solo basta con mencionar que la figura de la vedette la creó ella. Antes de Gularte, había bailarinas, pero no vedettes.” Desde ese año y hasta el último carnaval de su vida, jamás faltó a un desfile oficial, ni a una Llamada. Su autobiografía fue de los libros más vendidos de 1999, por el irresistible atractivo de su título: Martha Gularte. También escribió poemas y hasta tuvo tiempo para ser actriz de cine, en la película uruguaya En la puta vida, de Beatriz Flores Silva. Ella reivindicaba sus raíces africanas con orgullo y también con cierto dolor. Mirando a su entorno, fue capaz de preguntar: "¿Por qué tiraron abajo los conventillos? ¿Acaso no hay casas de pobres en todas partes del mundo? Fue un ataque a los negros." Así se refería a la demolición del recordado Medio Mundo, en tiempos de la última dictadura. Martha Gularte falleció a los 83 años, comprometida con el Barrio Sur, despedida con plumas y tambores. Su memoria fue homenajeada en el Día del Patrimonio de 2007, junto con otras notables mujeres de la cultura afrouruguaya: Lágrimas Ríos y Rosa Luna.

El Gallego Soliño



Nacido en Bayona, Pontevedra, arribó a Montevideo cuando todavía era un niño. Desde ese mismo momento mostró sus dos vocaciones: la poesía y el periodismo. Se llamaba Víctor Soliño Seminario.
En 1922 tuvo su primera experiencia como letrista de tangos con No quiero. Fue el inicio de una carrera admirable, que sumó una nómina extensa con éxitos notables, compuestos con los hermanos Ramón y Antonio Collazo, Roberto Fontaina, Gerardo Matos Rodríguez, Adolfo Mondino, Edgardo Donato. Las voces célebres de Rosita Quiroga, Agustín Magaldi, Alberto Vila, Tita Merello, y hasta Carlos Gardel, interpretaron sus temas: Saber Vivir, Volverás, Perdonála, Adiós, Mi Barrio, Boca Abierta, Patoteros, Puras Plumas, Mi Papito, Sos una fiera, TBC, Negro, Maula, Garufa, Niño Bien, Mocosita; pero también fados, canciones, zambas, fox-trots, valses.
Atraído por el teatro, desde niño frecuentaba las tablas, hasta que en 1923 se vinculó con la famosa Troupe Ateniense, acompañado por los Collazo, Matos Rodríguez, Fontaina, Alberto Vila, sus amigos de siempre, hijos de gallegos con resonantes actuaciones en ambas capitales del Río de la Plata. Desde 1925 escribió muchos sainetes y cuadros teatrales para comedias musicales, la mayoría con su inseparable Roberto Fontaina, estrenadas en las principales salas montevideanas: Au Printemps, Seguí Pancho por la vía, Muchos niños para un trompo, Calada y Colorada, ¿Estás ahí, Montevideo?
Fue cronista del diario montevideano El Plata, hasta 1930. Luego fue locutor de La hora popular, un humorístico del mediodía de radio El Espectador. Su personaje era Ladrillo, el más aguardado por la audiencia, porque a su alrededor giraba “el solfa del día”, un menú desopilante que condimentaba con Pimentón y Pimienta, interpretados por los hermanos Julio y Nebio Caporale.
Soliño escuchó a Gardel por primera vez en junio de 1915, cuando debutó en el Teatro Royal, formando dúo con su compañero montevideano: Francisco Razzano. Fue famosa una sorda polémica entre ambos, por Mocosita, un tango que El Mago cantó sin su permiso, y que el autor jamás pudo escucharle. “Nunca tuve el placer, pero en aquellos tiempos recuerdo perfectamente que muchos amigos que lo aplaudieron en París, Madrid y Barcelona me traían noticias de la alegría que experimentaron al oírle algunas de mis composiciones. Pero este olvido de Gardel por mis cosas tiene una razón”, recordaba Soliño en su libro Mis Tangos y los atenienses.
Un día, allá por 1926, yo trabajaba entonces en el diario El Plata, un compañero de tareas, Perico Bernat, que era representante de Gardel en Montevideo, vino alborozado a comunicarme una grata noticia: Carlos había grabado Mocosita y me solicitaba la autorización pertinente para poner a la venta los discos, autorización que, supeditada a mi última palabra, había concedido ya Matos Rodríguez. Lamentablemente, con todo el pesar imaginable, le respondí que no era posible.”
La negativa tenía una explicación. El grupo de autores uruguayos que en aquella se iniciaba tenía una deuda moral con la cantante Rosita Quiroga, quien había acogido las obras de Soliño y las difundía con generosidad. Había un compromiso moral que el autor respetó siempre: ningún tango que ella grababa era reproducido por otro intérprete.
Perico Bernat insistió repetidamente para lograr mi asentimiento. José Blixen Ramírez, cronista teatral de El Plata e íntimo amigo de Gardel, renovó en varias ocasiones el pedido. Razzano vino expresamente a Montevideo a conversar conmigo para tratar de hacerme desistir de mi actitud, significándome —lo que yo imaginaba— que cerraba el camino hacia Gardel, para siempre. Pero, decorosamente, no podía modificar mi resolución y, en consecuencia, Mocosita ya grabada, no pudo ponerse a la venta. Sé que en España se vendieron los discos”, solía recordar el gallego que escribió las letras más populares de la historia del tango uruguayo. Víctor Soliño falleció el 13 de octubre de 1983.

Lupa Murguera
El tren de los sueños, de Contrafarsa 2000,
en maqueta realizada por Martín Saco.
(Museo del Carnaval)
Cinco primos
Dos sobreprimos
Tres segundos
Tres bajos
Redoblante
Bombo
Platillos
Director

17
Es la máxima cantidad de integrantes que puede tener una murga. El reglamento del carnaval también ordena un mínimo de murguistas en cada grupo que se presenta al certamen oficial: 14.

3111
Son los metros cuadrados que ocupan los dos galpones y patio al aire libre del Museo del Carnaval. El espacio de exposiciones tiene aproximadamente 500 metros cuadrados.

Papel picado y serpentinas
Ambos llegaron a los carnavales montevideanos en 1894. Desde un principio fueron muy aceptados como sustitutos de los proyectiles que solían causar lesiones en las fiestas callejeras.

1930
Fue el año cuando hubo más de 400 tablados en Montevideo, según contaba el gallego Víctor Soliño, escritor, autor teatral, periodista, compositor de tangos y letrista de murgas.

Ana Bello, antropóloga, gestora cultural
“Lo didáctico del museo es que emociona”
Fue en 2003, con Eduardo Rabellino, que comenzó a soñar con un centro cultural que preservara el patrimonio del carnaval. Una ilusión hecha realidad en 2006, que hoy es el museo más concurrido del país, con bastante más de 100.000 visitas en estos seis años.

¿Cómo nació la idea de un Museo del Carnaval?
Es tan antigua como los carnavaleros. Un día en el Museo de Historia del Arte decidimos hacer una exposición sobre la cultura del carnaval. Era febrero de 2003, al otro día del final del concurso oficial. Me acuerdo que llovía. Empezamos a llamar a gente del carnaval, para pedirle su escenografía, su vestuario, o lo que pudiese prestarnos, pero nada conseguíamos. Entonces, salimos a buscar trajes, con un camión naranja de la Intendencia, pero, por donde íbamos, solo encontrábamos restos desechos. Me acuerdo que fuimos al Club de Pesca La Isla, de Malvín, porque había unos trajes de La Gran Siete, preciosos, que el cantinero iba a tirar. Estaban colgados a la intemperie, mojados, igual lo bajamos y lo llevamos. Cuando llegamos a la Intendencia, el camionero me dijo unas palabras fundacionales del Museo del Carnaval: “Doña, ¿vamos a tirar esto en el vertedero?”

El comentario, sin quererlo, fue un desafío...
Si, lo toma la Intendencia y nombra para su gestión a la Comisión Pro Museo del Carnaval, integrada por Benjamín Liberoff, Tomás Olivera y Nelson Laco Domínguez. Ellos comprendieron que necesitábamos un espacio de preservación de bienes culturales del carnaval. Después comenzamos a juntarnos con Eduardo Rabellino y Mariela Gotuzzo, para materializar ese sueño y poner manos a la obra. En medio de nuestras reuniones, fue la exposición de AFE, que nos permitió investigar más a fondo sobre el patrimonio del carnaval. No había mucho material, porque lo que se produce para el carnaval es efímero, con materiales de relativa calidad, que luego de la fiesta se recicla o se vende, porque hay que hacer algo nuevo al año siguiente. En aquella exposición de AFE hubo anécdotas conmovedoras. Venían parejas mayores, que miraban las fotos de los antiguos tablados, se abrazaban y nos decían: allí nos conocimos. Porque el carnaval es nuestra historia, nuestras emociones, lo que somos.

¿Qué es lo didáctico de la propuesta?
Que permite reconocernos como protagonistas de historias del país, de su cultura popular. Ningún museo puede enseñar si no emociona, porque la emoción es el primer paso del conocimiento. Aquí se pone mucha pasión, mucho compromiso. Un ejemplo fueron los albañiles que construyeron la calle interna, ellos dejaron pronto el adoquín, en menos de una semana. Alguien testimonió a la investigadora Isabel Sans que “en Carnaval todos somos más lindos”, y creo que tiene razón. Sentirte bien, te predispone a aprender. Entonces, lo didáctico del Museo es que te emociona, te hace sentir bien, recién después te habla, pieza por pieza.

Hernán
“El primer objeto donado fue el traje de un muchacho muy joven, estudiante de Medicina, que iba a salir en la murga joven Japilóng. Se había hecho uno precioso, con un sobretodo viejo del padre; le había colgado diarios, revistas, caramelos, porque era un quiosco. El muchacho se enfermó y murió antes de salir en la murga. La madre tenía el traje en la sala principal de la casa, con todo su dolor. Cuando la señora lo puso en mis manos, me dijo: Hernán va estar más feliz en el Museo del Carnaval. Después vino toda la familia, a sacarse fotos con el maniquí vestido de quiosco, como si se tratara de Hernán. Ahí está el espíritu del carnaval.”
Ana Bello 

Las reinas de 2009 frente al
carro alegórico realizado
por reclusas de la

Cárcel de Canelones.
(Museo del Carnaval)
Premio Reina Sofía 
"Recibimos la comunicación oficial hace unos días, aunque ya teníamos algunos indicios. Estamos muy orgullosos sobre todo por lo prestigioso que es el galardón y porque involucra a Montevideo y al Carnaval", declaraba Juan Castel, vocero de la institución, el 29 de enero de 2009. 
"Pese a que todavía no se recibió por escrito la justificación oficial de los organizadores, donde se detallan los motivos de la adjudicación del premio, en las bases mismas del Premio Reina Sofía en conservación Patrimonial, se explicita que se toma muy en cuenta que la institución tenga incidencia y retroalimentación en la sociedad que integra", manifestó Castel, asegurando que "se hizo hincapié en ello a la hora de postularse. Mandamos una presentación del museo, de sus proyectos y de lo que significa, pero sobre todo de lo que es el carnaval para los Montevideanos."
"El premio es el reflejo de lo que es el Carnaval respecto al diario vivir de la gente, y la importancia que tiene los montevideanos y los uruguayos todos. Nosotros trabajamos siempre el concepto de museo vivo, de lugar donde pasan cosas y donde apostamos a generar fenómenos. Dentro de esa presentación que mandamos hablamos del trabajo que hacemos en los barrios, los carros alegóricos. Incluso ahora estamos trabajando con las cárceles de mujeres. Creemos que ese tipo de trabajo, de integración con la comunidad, tiene que ver con la obtención del premio."
El premio Reina Sofía esta dotado con 30.000 euros. "Más allá que la suma es útil para llevar adelante obras proyectadas, su valor fundamental es que reconoce al carnaval como patrimonio de Montevideo y Uruguay, cuando hay mucha gente pone en duda su calidad de patrimonio intangible del país."
La edición 2009 fue la segunda del Premio que todos los años entrega  en persona la Reina Sofía de España, en la categoría Patrimonio Inmaterial. El primero fue obtenido por el Museo Ixchel del Traje Indígena, Guatemala.

Agradecimientos. Eduardo Rabellino, director del Museo del Carnaval, Ana Bello, Paula Larghero, Juan Castel, Claudia Rodons, Karina Acosta.