jueves, 1 de diciembre de 2011

Torres García y los 85 años de la Escuela del Sur, una revolución ética y estética en todos los sentidos

Joaquín, el constructor universal


El maestro en su taller, 1946.
(Archivo Torres García)
Universalismo Constructivo es una teoría y corriente plástica que propone un modo revolucionario de ver y hacer arte, que concibe un mapa de América genialmente invertido, con el Sur como Norte. También es la búsqueda de un lenguaje universal desde una sensibilidad uruguaya y latinoamericana influida por grandes maestros de la vanguardia europea de principios del siglo pasado: Antonio Gaudí, Pablo Picasso, Joan Miró, Piet Mondrian, Theo Van Doesburg, entre tantos, y nuestro compatriota Rafael Barradas. 

Sobre la base del artículo publicado en el fascículo Nº 14 de la serie Inventos Uruguayos (Trocadero Gabinete DDiseño para El País, 22 de noviembre de 2011) 

Joaquín Torres García visualizaba el liderazgo del Sur de América en una revolución expresiva sustentada por una estética humanista. Su obra creció estimulada por las corrientes intelectuales de su tiempo, por el arte precolombino, y por una sensibilidad de todos los tiempos expresada en la ancestral regla o proporción áurea que rescató de las culturas árabe y griega.
Constructivo 1944.
(Museo Torres García)
Sus reflexiones han quedado plasmadas en varios libros: Estructura, La Ciudad sin Nombre, La tradición del Hombre Abstracto y con mayor vigor y síntesis en Universalismo Constructivo, una obra de referencia que reúne 150 conferencias y 253 dibujos realizados por el artista para apoyar gráficamente su “contribución a la unificación del arte y la cultura continental”.
Torres García fue un líder uruguayo y latinoamericano. Y aún lo sigue siendo. Su energía creativa y erudita, sus formas contagiosas y sus colores primarios, apasionaban a quienes lo adoraban, pero también a quienes lo resistían. Con su personalidad tiernamente avasallante creó una línea divisoria fundamental en el arte nacional y continental: hay un antes y un después de él, de su pensamiento y de su pincel.
América invertida: "el Sur
es nuestro Norte", 1943.
(Museo Torres García)
Los barrios, los rincones montevideanos, las fábricas, los edificios, los barcos, están presentes en su obra, que se define como universal pero que también es netamente uruguaya. Fue un pintor de Montevideo. El Monumento Cósmico o los murales del Hospital Saint Bois dan cuenta de ello. También fue un maestro inolvidable, que narró, explicó y enseñó en su Taller Torres García. Contagió su entusiasmo a miles de jóvenes, fueran artistas plásticos o no. Como dijo Alfredo Testoni, alumno y fotógrafo del legendario TTG: “No solo enseñaba a pintar, también formaba a hombres integrales, austeros, con mística; yo diría, con actitud religiosa frente a la obra”.

Arte Universal, óleo sobre tela, 1943.
(Museo Torres García)
Joaquín, constructor universal
Nació en Montevideo el 28 de julio de 1874, hijo del catalán Joaquim Torres Fradera y de María García Pérez. La familia Torres García emigró a Barcelona cuando Joaquín tenía 17 años. Allí participó del movimiento Noucentista Catalán que proclamaba el retorno al clasicismo y a la tradición mediterránea. El 10 de agosto de 1909 se casó con Manolita Piña i Rubíes y al año siguiente fue contratado para decorar el pabellón de Uruguay en la Exposición Universal de Bruselas, donde ubicó dos alegorías a la agricultura y la ganadería. En 1917 emprendió una de las tareas que más amó: juguetes didácticos en madera. Ese mismo año publicó su libro El descubrimiento de Sí Mismo. En 1926 estaba en París, relacionado con la vanguardia artística europea. Allí editó la revista Cercle et Carré y concibió su gran teoría: el Universalismo Constructivo.
Constructivo portuario, 1943.
(Museo Torres García)
En 1934 regresó a Montevideo. Dictó conferencias sobre arte y estética, reeditó Círculo y Cuadrado (Cercle et Carré), construyó el Monumento Cósmico en granito y pintó la serie de retratos constructivos Hombres, Héroes y Monstruos. En 1942 fundó el Taller que forjó uno de los movimientos artísticos más importantes de la segunda mitad del siglo XX: La Escuela del Sur. El maestro irrepetible, el mayor innovador en la historia de la plástica latinoamericana, falleció el 8 de agosto de 1949. Fue en Montevideo, a los 75 años, pero su emblemático institución cultural siguió funcionando hasta 1962, por el compromiso de sus discípulos que lo siguieron con una admiración reflejada en cada tela, en cada mural, en cada escultura: Augusto y Horacio, sus hijos; Julio Alpuy, Edgardo Ribeiro, Francisco Matto Vilaró, Dumas Oroño, Jorge Damiani, Elsa Andrada, Andrés Moscovich, Antonio Pezzino, Gonzalo Fonseca y su hijo artístico más querido: José Gurvich.

Cuando Joaquín fue llevado a Buenos Aires, en 1887, para someterse a un tratamiento antirrábico, regresó entusiasmado con la navegación en el Río de la Plata y la contemplación de nuevos lugares y paisajes. Una anécdota en apariencia mínima pero decisiva en su vocación artística.

Joaquín Torres García por
Alejandro Sequeira.
Nació pintor
“Es todo. Jamás había visto a nadie pintar, excepto a los pintores de rótulos y paredes, ni casi pintura había visto, excepto la del pobre museo montevideano, o la mala pintura italiana de entonces. No le vino pues de nadie esa idea, sino de él mismo. Nació pintor.”
Comentario autobiográfico en tercera persona de Joaquín Torres García, escrito en Historia de mi Vida, 1934.

Barradas
Se conocieron en 1913, en Barcelona, cuando el uruguayo Rafael Pérez de Barradas era un referente de la vanguardia europea. De inmediato se hicieron amigos, expusieron juntos, y mantuvieron mucho contacto epistolar sobre arte, filosofía, cultura, y también sobre sus vidas. Barradas admiraba a Torres García como juguetero, aunque no dudó en estimular su evolución hacia la pintura abstracta. La muerte Barradas, en 1929, fue una mala noticia que conmovió a Torres, por entonces radicado en París.

Cercle et Carré (Círculo y Cuadrado) fue la revista fue publicada por primera vez en París, en 1930, en la que utilizó un logo original de carácter universalista.

Paisaje Ciudadano, óleo sobre tela, 1928.
(Museo Torres García)
¡Esto es un pintor!
José Gurvich era un violinista aficionado que en 1944 tomaba clases con el prestigioso maestro Julber. Allí conoció a Horacio Torres Piña, hijo menor de Joaquín Torres García, que quedó encantado con su talento musical y con sus pinturas. Al año siguiente ingresaba al Taller donde recibió las primeras lecciones de Universalismo Constructivo. Torres García acostumbraba a ordenar diez o quince días de trabajo, para que los alumnos pintaran sobre cartones que luego debían mostrar a sus compañeros. Cuando Gurvich expuso sus pinturas, Torres García las contempló un buen rato, llamó a su segundo hijo, Augusto, y le comentó: “Esto es un pintor”.

Taller Torres García en 1940.
“He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.”
Memorable pronunciamiento de Joaquín Torres García en una conferencia de la Asociación Cristiana de Jóvenes, luego publicado en la lección 44 del libro Estructura, dedicado al pintor holandés Piet Mondrian (Montevideo, 1935).

Abstracto en cinco colores, 1943.
(Museo Torres García)
Murales del Saint Bois
Torres García y sus alumnos realizaron, entre mayo y julio de 1944, los murales constructivos del pabellón Martirené del histórico hospital del barrio Lezica. En el trabajo participaron más de veinte artistas, entre los que figuraban Julio Alpuy, Elsa Andrada, Gonzalo Fonseca, y sus hijos Augusto y Horacio Torres. Las obras provocaron una dura polémica en la sociedad montevideana de entonces. Muchos opinaban que los colores eran demasiado “estridentes” e “irritantes” y que podían perturbar a los enfermos. Sin embargo las autoridades argumentaron a favor, porque “gustaban” a los pacientes. Ese mismo año Torres García recibió el Gran Premio de Pintura del VIII Salón Nacional de Bellas Artes por su óleo Paisaje de Mentón, y su hijo, Horacio, el Premio del Retrato. Actualmente, en el hospital solo quedan cuatro de los 35 murales, de los cuales varios fueron trasladados a las Torres de las Comunicaciones de ANTEL.

Abstracto y Concreto,
ensayo, 1940.
(Museo Torres García)
En 1944 la Editorial Poseidón de Buenos Aires publicó Universalismo Constructivo, obra que describe la visión torresgarciana de un arte americano con vigencia universal. Al año siguiente comenzó a circular Removedor, un periódico editado por el Taller Torres García.

Monumento Cósmico
Es una prueba material del pensamiento de Joaquín Torres García dibujado en piedra, entre 1938 y 1939, con la simbología del Universalismo Constructivo y su concepción de la vida a través del arte. La obra se encuentra en los jardines del Museo Nacional de Artes Visuales, en el Parque Rodó de Montevideo.

En mayo de 1936 la Asociación del Arte Constructivo presentó en Montevideo, el primer número de la revista Círculo y Cuadrado/Segunda época, que publicó el primer mapa de América del Sur invertida. Fue editada hasta 1943.

Escena callejera, Nueva York, 1921.
(Museo Torres García)
Asociación de Arte Constructivo
El innovador colectivo fundado por Joaquín Torres García fue presentado públicamente el 25 de diciembre de 1934, en la Tercera Exposición de la Escuela Taller de Artes Plásticas. Entre los artistas que acompañaban al maestro se encontraban: Carmelo de Arzadun, Jorge Nieto, Héctor Ragni y Rosa Acle. La AAC era un espacio de encuentro y reflexión que organizaba tertulias en las que también participaban músicos y escritores. La pintura, la música y la voz se unían en esos encuentros con “espíritu constructivista”.

La paleta de Torres García está compuesta fundamentalmente por colores primarios (rojo, azul, amarillo), blanco y negro.

Abstracto, 1934.
(Museo Torres García)
Letras pintadas
Torres García incluía palabras en sus obras. Las utilizaba para representar objetos y lugares. Construía sus cuadros de acuerdo a lo que él definía como: “Base primera: que se represente una realidad bien precisa: “Plaza Independencia”, “Ómnibus 122”, “el Cerro”, “Barrica de yerba”, “Motor eléctrico”, “Campo de aviación”, “Parque Rodó”, “El Chaná”. Base segunda: que tal realidad sea de esta ciudad: es decir, Montevideo. Base tercera: que sea el tiempo en que vivimos, siglo XX.”

Hombre
Muchas son las representaciones simbólicas en la obra de Torres García. Cada una tenía para el maestro un significado especial. “El Hombre es un símbolo de la existencia universal e imagen del Universo. Cuando está erecto es la expresión esencial humana de la tendencia ascendente y evolutiva”, afirmaba el maestro.

Sección áurea
Es la división de un segmento (1 en el ejemplo) de tal forma que el segmento menor (1-x) es al segmento mayor (x), como este (x) es a la totalidad (1). Esta proporción áurea se consigue al dividir el segmento con el número áureo. En el ejemplo el segmento 1 mide 5,6 cm. Si se divide el segmento por el número áureo (1,618) se obtiene la longitud del segmento menor, o sea 3,46 cm. En el Universalismo Constructivo las tres longitudes (1, x y 1-x) quedan armónicamente relacionadas.

En 2002 la Intendencia de Montevideo contrató a un estudio de diseño gráfico para crear una tipografía digital inspirada en la letra escrita a mano por Joaquín Torres García. Se puede instalar en la computadora desde: www.montevideo.gub.uy/jtg/

Dibujo constructivo, 1944.
(Museo Torres García)
1,618...
La cifra surge de proporciones encontradas en la naturaleza que cautivaron, por su armonía y belleza, a matemáticos, naturalistas y a artistas como Torres García. La llamaron Fi y se simboliza con el signo griego (φ). Su valor, 1,618... es un número infinito (irracional) del cual es imposible conocer todas sus cifras. Fue descubierto en la antigüedad al estudiar las proporciones de algunas caracolas (como la del Nautilus), las piñas y hojas de algunas plantas. Las figuras geométricas construidas mediante proporciones áureas resultan sumamente armoniosas. La concha del Nautilus crece con forma de un espiral formado por un encastre de rectángulos de proporciones áureas.

Museo Torres García
Fue creado por Manolita Piña de Torres –viuda del artista– cuando tenía 106 años de edad, junto a sus hijos Olimpia, Augusto e Ifigenia, con el apoyo de la Generalitat de Catalunya y del Ministerio de Educación y Cultura de la República Oriental del Uruguay. Su sede actual de la peatonal Sarandí casi Bacacay, inaugurada en 1990, conserva un importante acervo de la obra de Joaquín Torres García, tanto artística como documental. En sus siete plantas funciona un Archivo y Biblioteca, una Librería y Tienda de Arte, y una Sala de Exposiciones. El Departamento Educativo incluye actividades para grupos preescolares, escolares y liceales, talleres de formación artística para público en general, seminarios para docentes. La visita guiada, en español o en inglés, está a cargo de especialistas en la obra del artista.

Niños jugando en el Museo Torres García.
(Stonek)
Artistas que fabrican juguetes
Eran pequeñas obras artísticas diseñadas para divertir, aprender y crecer: ferroviarios, arlequines, mujeres y hombres, pájaros articulados, aves de granja, autos deportivos, elefantes, jirafas, gatos y un caballito mecánico llamado Go-Pony. “Si el niño rompe sus juguetes es, en primer término para investigar, después para modificar. Conocimiento y creación. Démosle pues, los juguetes a piezas y que haga lo que quiera”, escribió en Historia de mi vida. Torres García los concebía como un entretenimiento didáctico, pero también como un emprendimiento productivo y comercial. Fue así que el 6 de noviembre de 1918 fundó la Sociedad del Juguete Desmontable, con el industrial catalán Francisco Ramblà.
Arlequín, juguete de 1925.
(Museo Torres García)
Un negocio que duró hasta 1920, cuando Ramblà lo dejó en bancarrota. Pero el artista no estaba  dispuesto a abandonar un trabajo que amaba. En 1921 emigró a Nueva York para abrir una empresa exitosa: Artist Toys Makers (Artistas que fabrican juguetes). Al año siguiente viajó a Italia para producir allí y exportar a Estados Unidos. “Yo no voy a pintar más, voy a meter mi pintura en los juguetes”, llegó a decir, entusiasmado con su nueva marca: Aladdin Toys. Tras dos años en tierra italiana fue convencido para que la fábrica regresara a Nueva York, en lo que parecía la gloria definitiva. Pero el 13 de febrero de 1925, radicado en el sur de Francia, recibió una noticia que cambiaría su vida. Aladdin Toys Company había sido destruida por un incendio.
Rojo y Blanco, 1938.
(Museo Torres García)
Torres García se fue a vivir a París en 1926, a un apartamento de la calle Marcel–Sembat, cerca de la muy famosa puerta de Montmartre. “Habitaba en la planta baja, con una cochera bastante espaciosa que había podido transformar en taller. Sus cuatro hijos eran los reyes allí… No parecían estorbar en absoluto al pintor en su trabajo. Eran sus principales colaboradores, sus principales discípulos, y él mismo los admiraba. Obtenía de ellos, cada día, muchas enseñanzas, se sentía hijo de sus obras. Nunca vi una ósmosis tan perfecta entre hijos y padre”. Así lo describió Michel Seuphor, amigo y colega miembro del grupo Círculo y Cuadrado. Cuando regresó a Montevideo, en 1934, ya no fabricaba juguetes, pero le quedaba un interesante stock de aquel período encantador, que fue expuesto en el Museo de San José cuando Torres García aún vivía.





Juguearte
“El niño aprende jugando. Pues el juego, para él, ha de ser ejercicio de múltiples experiencias y actividades. De creación y descubrimiento. De conocimiento de las cosas y de sí mismo.” (JTG)

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