Música
en todos los sentidos
Carbonneau
estaba al tanto del esmero de los viticultores uruguayos que habían
requerido su saber erudito; durante tiempo lo supo por Luís Alberto
Varela, entusiasta impulsor de su método. Pero, allí descubrió un
paisaje que superaba lo imaginado. Cuentan que hizo un espontáneo
silencio frente a las filas puestas sobre laderas que enfrentan al
sol, de noreste a suroeste.
En
1985 compraron una segunda finca, de 50 hectáreas, en el paraje
conocido como Cuatro Piedras. Al año siguiente se incorporó una
tercera generación de emprendedores, y juntos diseñaron un plan de
renovación del viñedo fundacional, y de implantación de nuevos
ejemplares. Con estas bases productivas crearon la marca que rinde
tributo a sus mayores: Viña Varela Zarranz. “Seguimos el consejo
de Denis Boubals, un gran investigador francés muy interesado en
Uruguay: cambiábamos o desaparecíamos”, afirma el ingeniero
agrónomo Ricardo Varela, director técnico del establecimiento.
Nuevos emprendedores en la antigua bodega de la localidad de Suárez, fundada Diego Pons. |
La
histórica bodega del pionero Diego Pons, fiel testigo de los albores
de la vitivinicultura nacional, ha sido transformada en un
emprendimiento productivo de primer nivel y en un sitio turístico y
patrimonial que preserva la más entrañable memoria colectiva del
país. Allí trabaja la familia Varela Zarranz, entre toneles y tinas
de venerable edad que armonizan con tecnología de última
generación. Sus enólogos crean vinos finos, reconocidos y
premiados, a partir de la uva que nace en plantas que adoptan formas
musicales. Para sacarle al sol lo mejor de su energía.
Sobre la base del fascículo 5 de la serie Bodegas del Uruguay (El Observador, Montevideo, 22/1/2008).
El
célebre fisiólogo francés Alain Carbonneau llegó por primera vez
a la legendaria Granja Pons, de Joaquín Suárez, una tarde de 1989.
Era una visita más, de tantas a viñedos remotos del planeta, como
director del Instituto de Altos Estudios del Vino, con sede en
Montpellier. Así fue hasta que el eminente científico comprobó
cómo eran llevadas a la práctica, con respetuosa fidelidad, sus
investigaciones sobre sistemas de conducción de la vid. Encontró
plantas altas y amplias, lyras perfectas, que captaban toda la luz
del ambiente, todo el aire del clima y toda la riqueza de un suelo
ideal para el cultivo de variedades nobles.
El espacio de los catadores que enamoró a Alain Carbonneau. |
El
gesto de sorpresa de Carbonneau fue un momento sublime para la
viticultura nacional, y un secreto homenaje a la memoria de Ramón y
Antonio Varela, hijos de comerciantes gallegos radicados en Las
Piedras, que a principios del siglo pasado fueron cautivados por el
color y el sabor de las vides.
En
1933 los hermanos fundaron una cooperativa, Viticultores Unidos del
Uruguay, para transformar su uva en vino. Una estrategia exitosa que
les permitió mejorar las condiciones de negociación, y que con el
tiempo fue una sólida empresa.
Ramón
estaba casado con María Zarranz, una criolla matriarcal descendiente
de vascos hispanos. Los cuatro hijos de la pareja, Roberto, Julio,
Luís Alberto y Ruben, marcaron el actual rumbo del emprendimiento
familiar. En 1944 adquirieron 60 hectáreas en las afueras de Suárez,
que habían pertenecido a Diego Pons, pionero viticultor, de
influencia comparable con la de Pascual Harriague o Francisco
Vidiella.
Los hermanos Varela, fundadores de la cooperativa Viticultores Unidos del Uruguay (VUDU). |
“Pasamos
veinte años arrancando viejos ejemplares atacados por virus, e
implantando los nuevos, sanos y resistentes, todos de origen francés,
seleccionados de combinaciones de clones y portainjertos que mejor se
adaptan a nuestro terroir”, recuerda. Cultivaron variedades
tradicionales, Tannat, Chardonnay, Sauvignon Blanc, Merlot, Cabernet
Franc, Cabernet Sauvignon, y otras que ofrecen nuevas sensaciones,
Muscat de Frontignan, Muscat de Ottonel, Bourboulenc, Marsanne,
Viognier.
“Fue
un trabajo complejo, paciente, de cinco hectáreas por año. Su éxito
es un homenaje a Luís Alberto, mi hermano mayor, que tuvo la visión
de liderar esa reconversión, pero que no pudo ver nuestra primera
vendimia”, evoca la contadora Cristina Varela, directora comercial
de la firma.
También
fue incorporada tecnología: despalilladoras que separan el grano del
racimo con la misma suavidad que la mano del hombre, prensas
neumáticas de baja presión que extraen el mosto flor, equipos de
frío que controlan la temperatura de fermentación para evitar la
pérdida de los aromas más frescos y frutados, recipientes de acero
inoxidable para mantener inalteradas las cualidades de los vinos, y
un completo sistema de embotellado con inyección de gas inerte que
evita una posterior oxidación del vino. “Nuestras botellas llegan
a cualquier lugar del mundo, con un vino que se mantiene tal cual lo
creamos”, asegura el director enólogo Enrique Varela.
El ingreso a un paraiso del vino. |
Material,
inmaterial
El
patrimonio preservado por Viña Varela Zarranz es testigo de una
historia memorable, protagonizada por Diego Pons, próspero
comerciante, hijo de catalanes, que en 1888 adquirió parcelas de
tierra y en la primavera de ese mismo año implantó sus primeras
cepas. Cuatro años después construyó la bodega y una cava
subterránea que mantiene temperatura y humedad, constantes, dentro
de paredes de piedra de medio metro de ancho. Allí instaló toneles
y tinas de roble, fabricados en la región de Nancy, que todavía se
utilizan. Una colección única en el país, que fascina por su
cantidad y calidad de conservación, que coexiste con modernas
barricas francesas y estadounidenses donde los mejores vinos tienen
su crianza.
Pons
también se dedicó a la producción de ganado, cereales, forrajes,
forestación, mientras elaboraba 7000 litros anuales de aceite de
oliva, en honor a sus genes mediterráneos. No menos intensa era su
actividad política. Fue ministro de Hacienda de Juan Lindolfo
Cuestas, diputado y senador, director del Banco Hipotecario del
Uruguay y del Banco República, miembro de la Junta Económico
Administrativa de Montevideo, director de Parques y Jardines,
integrante de la Comisión Directiva del Teatro Solís, embajador
plenipotenciario en Italia de 1925 a 1930, presidente de la Sociedad
Vitícola Uruguaya y de la Asociación Rural del Uruguay, recordado
organizador de su primera Exposición de Ganadería, Agricultura e
Industrias, en 1895.
La
familia Varela Zarranz puso en valor bienes culturales, para una
atractiva propuesta turística que tiene como centro la cava de la
casona de Pons, majestuosamente insertada en un parque de araucarias,
casuarinas y eucaliptos centenarios que le brindan protección,
belleza y equilibrio natural. Por allí pasaron los presidentes de
dos siglos: su amigo Lindolfo Cuestas, Juan Idiarte Borda, Julio
Herrera y Obes, Máximo Tajes, José Batlle y Ordóñez, Feliciano
Viera, Claudio Williman, Baltasar Brum, José Serrato, Gabriel Terra,
Alfredo Baldomir. Quedan fotos de cumbres gubernamentales, que
sugieren encuentros de buenos compañeros más que herméticos
cónclaves del poder que marcaba el rumbo del país. Quizá, por eso,
no desentonan con el encantador retrato familiar de Ramón y María,
a quienes rodean sus hijos, muy jóvenes.
Liras en todos los sentidos. |
Patrimonio
mayor
“El
Cabernet Sauvignon sigue siendo el rey de la bodega”, escribió
Pons en un diario personal, que resume sus conceptos enológicos. La
realidad demostró que tenía razón, aunque, el emblema de Viña
Varela Zarranz sea el Tannat 2004, que consiguió la única Gran
Medalla de Oro uruguaya de 2005, en Bruselas. Su hermano, el Tannat
Crianza, mantenido en guarda doce meses, obtuvo tres Medallas de Oro:
Bento Gonçalves, Brasil y Mendoza, Argentina, ambas en 2006, y
Ljubljana, Eslovenia, 2007. “Y tiene varios años más por delante
para seguir evolucionando”, augura Ricardo Varela.
La
bodega desarrolló vinos con variedades internacionales, inusuales en
el ámbito local, como el único Muscat Petit Grain elaborado en
Uruguay. Sus etiquetas son reconocidas en España, Reino Unido,
Holanda, Bélgica, Suecia, Suiza, Alemania, Noruega, Grecia, Estados
Unidos, Canadá, Japón. “Algo inolvidable fue la conmemoración
del aniversario del Teatro Solís, celebrados con el lanzamiento de
nuestro Tannat Roble 150 años”, anota la contadora Laura Varela,
directora administrativa de la empresa.
El
profesor Alain Carbonneau no se cansa de repetir una frase que invita
a la reflexión: “La hoja que recibe luz trabaja para la planta, la
que no recibe luz vive de la planta”. También suele citar el caso
uruguayo, como ejemplo de buena utilización de su innovador sistema
de conducción de viñedos. El sabio enólogo y ecofisiólogo francés
le llamó lyra, porque las ramas de sus vides simulan al antiguo
instrumento de cuerdas. Una forma que inspira a Viña Varela Zarranz,
para crear vinos que suenan a bella música. En todos los sentidos.
Ricardo y Cristina Varela, directores de Viña Varela Zarranz. |
ENTREVISTA
Cristina Varela, directora comercial de Viña Varela Zarranz
“Defendemos
un patrimonio que nos da felicidad”
De
profesión contadora, directora comercial de la empresa, apasionada
por su trabajo, forma parte de la tercera generación de
emprendedores pedrenses que siguieron la huella fundacional de Ramón
y Antonio Varela. Aquellos jóvenes pujantes que, junto a sus
mayores, reconvirtieron el antiguo viñedo y crearon la marca de
vinos finos que rinde tributo a su origen: Viña Varela Zarranz.
-¿En
el país del Tannat, el Cabernet es el rey de su bodega?
-La
uva Tannat es la variedad emblemática de Uruguay que nos ha abierto
puertas en el exterior y que le ha dado a nuestra bodega la enorme
satisfacción de ganar el reconocimiento que otorgan los concursos
internacionales, la Gran Medalla de Oro, además de varias Medallas
de Oro y Plata. Pero, como ya lo observara Diego Pons hace más de un
siglo, el terroir y el microclima de nuestros viñedos de Joaquín
Suárez brindan condiciones únicas en el país para la producción
de Cabernet Sauvignon de máxima calidad. Esto
nos ha permitido competir con éxito con países que tienen gran
tradición en la elaboración de excelentes vinos de esa variedad, y
salir victoriosos. Tanto en el mercado interno como en las
exportaciones, el Cabernet tiene el mayor volumen de ventas para
nuestra empresa.
-Viña
Varela Zarranz tiene una interesante estrategia de imagen basada en
la preservación del patrimonio industrial. ¿Cuál es el objetivo?
-Entendemos
que preservar nuestra propia historia, y la de la industria
vitivinícola, es aportar a la memoria colectiva del país. Nosotros
investigamos esos bienes, los ponemos en valor, para compartirlos con
la gente. Tenemos una propuesta muy atractiva, muy amena, pero
también muy didáctica. Integramos la Asociación de Turismo
Enológico del Uruguay, junto con otras 14 bodegas, cuyo objetivo es
desarrollar los Caminos del Vino, un producto turístico que
prestigia al país. Basta ver el mundo para darse cuenta que ese no
es el futuro, es el presente. Nos propusimos integrar dos tendencias
actuales muy marcadas: la necesidad creciente que sienten las
personas de tener mayor contacto con la naturaleza y el carácter
cultural que ha tomado el mundo del vino. Pero, tampoco nos quedamos
en la historia. En nuestra bodega conviven objetos muy antiguos, en
su mayoría en uso productivo, con la más moderna tecnología
disponible en el mundo y la profesionalidad de nuestro equipo
directivo y técnico.
-¿Cuenta
el patrimonio natural?
-Nos
va la vida en el uso racional del suelo. No usamos insecticida,
porque conseguimos controlar las condiciones ambientales, de tal
forma que los enemigos naturales impiden el desarrollo de plagas e
insectos. La conducción de viñedos en lyra prolonga la vida útil,
de las plantas y del terreno. Cuando se respeta la tierra se logran
mejores frutos y se le da perdurabilidad a la empresa. Lo hacemos
para defender el elemento que amamos, que nos da de vivir, para
entregárselo en forma digna a nuestros hijos y también para ofrecer
a nuestros clientes un producto más respetuoso del ambiente. En
definitiva, defendemos un patrimonio que nos da felicidad.
-¿Cuál
es su vino preferido?
-Al
elegir uno me guío por la ocasión, por la comida con la que lo voy
a acompañar y, en ocasiones, por mi estado de ánimo. En este
momento, el niño mimado de la familia es nuestro primer champagne
elaborado con el método Champenoise, en versiones Extra Brut y Demi
Sec. Sólo su nombre nos conmueve: María Zarranz, nuestra abuela. Se
destaca por su gran frescura, su fino e intenso aroma frutal, con una
gasificación natural producida por segunda fermentación en botella.
Es el broche de oro para nuestros enólogos y estamos seguros que
dará que hablar.
-¿Qué
es lo que más valora de su empresa?
-Hay
muchos aspectos que nos tienen muy satisfechos y orgullosos: calidad,
reconocimiento, premios, logros comerciales. Pero nuestro valor
fundamental es que disfrutamos lo que hacemos y vivimos de hacer lo
que amamos, en un clima de armonía familiar que no tiene precio.
Realmente nos sentimos privilegiados.
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