Admirada y criticada, se llevó consigo un récord editorial inigualable: más de 500 millones de ejemplares vendidos. Falleció el 11 de abril de 2009, en Gijón, a punto de cumplir 82 años. (Alex Zapico) |
Publicada en El País Cultural, de Montevideo, 11 de mayo de 2007.
http://www.elpais.com.uy/Suple/Cultural/07/05/11/cultural_279879.asp
–Corín, qué
lejana parece Atrevida apuesta, su primera novela, luego de tanto
tiempo, de tantas controversias, de tanto éxito.
–La
escribí de niña, cuando era un trasto (revoltosa)
y aquí se dice que los niños trastos despuntan luego en algo
importante. No me preguntes cuánto tiempo hace, ¡porque la guardé en
un cofre secreto! Una tarde me animé. Le leí unos párrafos a mi
hermano, que estaba enfermo. Pero, desilusión, me dijo que no le
gustaban. Como buena asturiana, en lugar de encogerme, me dieron más
ganas de seguir escribiendo para demostrarle que no era una
tontería. A los dieciocho, cuando vivíamos en Cádiz, se la llevé
a un editor que también tenía librería. Dos semanas después
(cuando estaba a punto de colocarse en una tienda para hombres) me la
pidieron de Bruguera. Era una historia de marinos, porque todos en mi
familia lo eran. Salió publicada el 12 de octubre de 1946, y ya
lleva 36 ediciones. Me dio una ganancia inicial de 3.000 pesetas de
la época y firmé contrato con un salario de 1.600 mensuales, que
tres años después fueron 28.000. Al principio no fue fácil hacer
una novela corta cada semana. Pero era la hija de Tellado, el
maquinista naval; creo que eso me dio ánimo y también me ayudó
aquí en Asturias. Pobrecillo, murió en 1945 sin saber que
su Socorrín iba
a llevar su apellido por todo el mundo. Empecé ganando mucho más
que lo que él había ganado; pero hubiese sido muy feliz porque no
era machista, como la mayoría.
De charla con Corín Tellado en la confitería Central, de Begoña y Corrida, Gijón. (Alex Zapico, 2007) |
–Aquella primera historia parece osada para una época de censura implacable.
–Era
una apuesta atrevidísima. Puse besos, donde nadie los ponía. Hay
mujeres que me encuentran ahora y me dicen que me quieren mucho; que
les descubrí una vida que no era la suya. La escribí tal como la
pensé y todavía sigo preguntándome de dónde saqué todas esas
ideas. El cineasta José Luis Garci en alguna ocasión me preguntó: ¿Cómo pudiste poner en aquella época, trajes de noche, aperitivos,
champagne, caviar? ¿De dónde sacabas todo aquello? Simplemente lo
sabía; era muy joven y leía mucho. Antes de la Guerra (Civil
Española) leía a Dumas y los clásicos franceses, me encantaban
Henry Miller y Oscar Wilde, y adoraba a Miguel Delibes. Pero gozaba
con Pedro Mata, que era novela erótica. No es raro que escriba como
escribo.
–¿Cuánto hay de personal en sus argumentos?
–Apenas fue un trabajo, porque nunca han sido autobiográficas. Siempre describo
gente de la alta sociedad, rodeada de lujos. No es mi caso, soy la
hija de un marino. ¿Sabes? Sólo una vez escribí una novela que
transcurría en un entorno muy pobre, donde todos eran pobres, y
nunca me la publicaron. A mí me gusta el lujo, escribirlo, vivir
bien yo y los demás. Me meto en el personaje pero nunca escribo
sobre mí; ni siquiera sobre mi estado de ánimo. Puedo narrar la
escena más erótica que te puedas imaginar y estoy sentada en el
despacho de mi hijo, con las rodillas tapadas con una manta y tomando
un chocolate. De hecho Julio Verne nunca salió de casa y ya ves que
en sus libros imaginaba cohetes y submarinos.
–¿Jamás
vivió alguna de sus historias?
–Mis
novelas no son reales. Me encanta narrar sobre matrimonios que se
llevan bien. Mujeres que consiguen la felicidad plena. Hombres que no
son machistas. Algo muy difícil de encontrar en Asturias, en España
y en el mundo. El hombre que más amo, mi hijo Domingo, es muy bueno,
pero un poco machista. Cuando hablo de machismo, me refiero al hombre
que no disfruta con el éxito de su compañera, aquél que siempre
quiere tener la última palabra y que no comparte lo peor que tiene
la vida: las tareas domésticas. Ni mis (nietas) gemelas estarán
liberadas totalmente porque las leyes las hicieron los hombres.
Corín en la céntrica calle Begoña, antes de desmejorar definitivamente de una enfermedad que la mantuvo alejada del mundo por más de dos años, hasta su muerte. (Alex Zapico, 2007) |
–Es
tan criticada por sus mujeres acartonadas y superficiales, y por su
machismo, que no la imaginábamos feminista.
–¡Ay,
los sexos! Creo que nos parecemos bastante: ustedes tienen su papel y
nosotras el nuestro. ¡Nosotras parimos y ustedes mean contra la
pared! (se ríe a carcajadas, se toma la cabeza y luego hace un breve
silencio). No soy feminista, porque no estoy en contra del hombre; y
ellas siempre están brincándoles encima. Pero soy consciente de las
arbitrariedades y las desigualdades, porque yo las sufrí en mi
carrera y en mi vida. Algún día la mujer tendrá el mismo peso que
el hombre. Mientras, ¡yo hago varones estupendos!
No
soy feminista, pero soy libertaria sin llegar al extremo y sin
frivolidades. No escribo novelas románticas. Soy positiva y escribo
novelas de sentimientos, que no es lo mismo. Mi vida no fue
romántica. Era algo imaginable. Nunca fui endeble, ni etérea. Por
el contrario, soy de carácter fuerte, hasta insoportable. Me casé
(a los 32) cuando las niñas españolas eran entregadas antes de los
20 como esposas, mantenidas y sometidas. Me separé poco después (a
los 35). Fui la primera mujer de la que se tiene noticias que
abandonó su casa. Me llevé a mis críos conmigo, porque me atreví
a decirle basta a mi esposo que era un ejemplo de machismo. No era
mujeriego, ni borracho, ni mal amante y siempre estuvo enamorado de
mí. ¿Qué pasó? No soportaba que yo tuviera tanto éxito, que
viajara, que hiciera mi vida. Lo intenté un par de veces, pero una
buena tarde le dije: tío hasta aquí llegamos. Crié sola a mis
hijos. Nadie me detuvo. ¿Y tú me dices que soy machista?… ¡bah!
–Alguien,
que suplicó el anonimato, nos dijo que usted se casó por despecho,
vestida de negro. Que estaba enamorada de un marino, fiel imagen de
su padre, que se casó con una amiga suya. ¡Si esa no es una
historia de Corín Tellado!
–(Se
pone seria y fija la mirada) Pero yo no juego a vivir el amor; yo
juego a describirlo. He vivido lo mío con apacibilidad. De mis niños
a mis novelas y de mis novelas a mis niños; en el medio algunas
amigas que conservo desde siempre. Nunca me divorcié, porque cuando
pude consideré el divorcio un adulterio legalizado; aunque luego he
alentado a alguna a que se divorciara de su esposo infiel. Legalmente
soy viuda (de Domingo Egusquizaga, fallecido en 1998) simplemente
porque nunca tuve la intención de casarme otra vez. Nunca fui más
allá de un rollito,
porque era tan cuidadosa con el qué dirán y tan recta, que se me
olvidó un poco de vivir. Nada que ver con las mujeres de mis
historias. Ellas son espléndidas, se enamoran y enamoran. Saben
quitarse la braga y el sujetador. ¡Y mírame a mí! He sido un
desastre en cuestiones sentimentales (se toma las mejillas). Escucha
esta historia, que es muy graciosa, pero que pinta mi vida amorosa.
Una noche mi esposo comenzó a besarme y a mi me gustó, porque era
alto y muy guapo. Entonces yo le respondí con un
beso redondo (apasionado).
Pero en lugar de avanzar, me separó para preguntarme: ¿Corín, cómo
es que besas tan bonito? Y yo le respondí: hombre, aprendí
escribiendo, contando besos en mis novelas. El muy desgraciado tuvo
un ataque de celos y allí se terminó todo. ¿Puedes creerlo?
–¿Cuántas
novelas escribió? Porque se mencionan cifras inconcebibles.
–Voy
en más de cinco mil, más las fotonovelas, los guiones y las
colaboraciones en revistas y periódicos. A propósito ¿Leíste mis
columnas en El Mundo de
Madrid, cuando se casaron los Príncipes de Asturias? Fueron las más
leídas de todos diarios de habla hispana de muchos años a esta
parte. Fue en un dominical. ¿Sabes una cosa? Los casé yo. Redacté
una simulación de la boda, y salió tal cual. Sólo hay que releerme
y mirar el video. Hicieron lo que yo les sugerí.
–¿Tanta
cantidad no está reñida con la calidad?
–Eso
es según se mire: la producción de Balzac fue infinita. Para mí el
orden es una regla de oro, porque siempre estuve obligada a producir,
rápido y eficiente. ¡Mira! En lo único que estuve de acuerdo con
Camilo José de Cela, aquel hombre tan poseído de sí mismo, fue en
que nada es inspiración; lo que cuenta es el codo. Durante más de
cuarenta años escribí veinticinco folios por día, en jornadas de
doce horas. Me levantaba a las cinco de la mañana, de lunes a
viernes, y a veces fines de semana y fiestas también. No me gustaba
que mis niños me vieran durmiendo, ni siquiera en la cama. El método
te regala tiempo para todo, porque tampoco me perdía de jugar tenis,
hacer piscina en mi quinta (de Roces, en las afueras de Gijón) o
pasear con ellos o alguna amiga.
–¿Qué
le responde a quienes la definen como una autora «rosa»?
–Me
duele ser encasillada. ¡Si yo he hecho de todo! Me duele el
menosprecio, aunque venga de desgraciados de mi generación que se
quejaban porque el franquismo los ahogaba. Pero terminó el
franquismo y continuaron sin escribir un pimiento. Me fastidia
aceptarlo, pero esos han conseguido que fuera de Asturias parece
que ya hubiese muerto. Soy de los españoles de otro tiempo, que
hemos quedado un poco relegados por los medios. Yo creo que merezco,
al menos, la consideración de los que no hemos dejado de pelear en
toda la vida. El deporte nacional de España es la envidia. Y si no,
alcanzaría con que supieras las cosillas que
se han dicho sobre mí.
–Por
ejemplo, que es una franquista irredimible.
–¡Ay,
con los intelectualines
famosillos!
Por mis dos hijos y mis seis nietos, que nunca fui franquista. Yo fui
tan censurada como quien más. Mis originales venían con tantos
subrayados por la censura, que apenas quedaba letra en negro. Claro, ¡nunca me quejé! Acepté las reglas y agudicé el ingenio. No se
podía escribir sencillo, había que retorcer las historias. Es el
caso del señor que va por la playa y ve a una chica en bikini y no
pasa nada, pero si esa misma chica en un café se sienta y al doblar
la pierna se le ve un poco el muslo, para él es sublime. La censura
me enseñó a insinuar. Cuando decía las cosas claras, me las
rechazaban. Hubo meses que me rechazaron hasta cuatro novelas.
Aprendí a contar lo mismo pero con sutileza, así, nada dejé por
decir. Sin embargo, doña Carmen (Polo de Franco) fue una lectora
fiel.
–No parece una buena carta de recomendación.
"Estuve en la Argentina, pero nunca en Uruguay, ¡sé que me perdí mucho!" (Alex Zapico, 2007) |
–¿Su
padre es el héroe imaginario de sus novelas?
–¡Eres
muy complicado! (lanza una leve carcajada). Los hombres deberían
aprender de sí mismos y de los otros que se consideran dignos. Uno
de esos grandes hombres, efectivamente, fue mi padre; pero hay otros,
que son de carne y hueso, ¡y viven! Un día escribí en Vanidades,
que tener un hijo autista era una verdadera desgracia, para el niño
y para los padres. Lo sentía así. Al tiempo recibí una carta del
papá de un niño autista. El señor fue muy respetuoso, pero muy
duro. Me dijo que no era una desgracia. Yo le respondí que,
seguramente, él era un gran padre. Pero no todos los niños tienen
un gran padre. Tiempo después me enteré que el jovencillo había
terminado el secundario y pensaba ingresar a la universidad. Ese
hombre no fue inventado por mí, y es digno.
–¿De
qué habría trabajado de no haber sido escritora?
–Estudié
Magisterio y Psicología. Me faltaron unos cursillos de grado, pero
jamás ejercí. Seguramente, sería una periodista intrépida, de
esas que van a Irak, a Palestina o al África. Siento una loca
admiración por Carmen Sarmiento (la primera cronista española de
guerra). Me hubiese cundido recorrer el mundo haciendo reportajes.
–También
escribió novelas eróticas...
–¡Pues
claro! porque Bruguera, que era el dueño legal de mi trabajo, me las
pidió en 1979 en la época del «destape». Fueron veintiséis
(para la colección Especial Venus), pero las firmé con seudónimo
(Ada Miller). Fueron fáciles, porque no había sentimientos, por
ningún lado.
–Cervantes
es el único autor de habla hispana más leído que usted, según la
UNESCO. Los muchachos en Uruguay le preguntarían ¿Se la cree
Corín?
–¿Sabes
que la UNESCO se equivoca? (medita unos segundos). Yo soy
sólo una vendedora de ilusiones, de idilios, de sentimientos, y
Cervantes es el más grande escritor de habla hispana y de todas las
hablas (se pone seria). ¿Pero quien lo lee de verdad? De Cervantes
se habla mucho, se vende mucho, pero se lee menos. ¿Tú leíste sus
obras completas?
–Pero
tampoco a Corín Tellado…
–Porque
no escribo para ti. Pero Cervantes, como clásico universal, sí
escribió para ti.
–Entonces,
¿usted es la más leída?
–Solamente
digo que Corín Tellado se compra para leer y Cervantes para tenerlo
en la biblioteca. Tanto le aprecio a Don Miguel que, ¿sabes qué
obras de la literatura universal me hubiese gustado
escribir? La Biblia o
el Quijote.
También me hubiese encantado escribir Los
santos inocentes de
Miguel Delibes, o De
profundis,
de Oscar Wilde. Tampoco me aburriría si pudiera llamarme Balzac.
Aunque, gozo mucho siendo Corín Tellado, porque hablo sobre
sentimientos y eso me interesa.
–Hace
un tiempo, una ministra uruguaya confesaba que la leía, pero a
escondidas.
–¿Tú
crees que es la única? Muchas mujeres y hombres, muy poderosos, me
leen con devoción. Los hombres lo ocultan, pero, tengo más cartas
de ellos que de ellas. Y no me sorprende, porque el mundo de mis
lectores es heterogéneo y variopinto. Nunca supe, a ciencia cierta,
quienes eran. Sé que entretuve a muchas generaciones, pero, seré
honesta, lo hice por vanidad. Por eso sigo en ello, y voy a seguir el resto de mi
vida y ojalá muera dictándole una novela a mi nuera, que será mi
última.
–¿Qué
historia prefiere entre las que ha escrito?
–La
primera de todas nunca se olvida. ¡Es como la primera vez que haces
el amor! Pero hay una que edité en 1991, de más de 500
cuartillas: Lucha
Oculta (sobre
intriga financiera en la primera Guerra del Golfo). ¿Sabes por qué
la quiero tanto? Porque es preciosa y le encantó a todo el mundo, y
porque me permitió demostrarle a unos cuantos que podía adaptarme a
los tiempos. Quizá, mis primeras protagonistas no tenían tanta
preparación, difícil que fueran más que peluqueras, modistas o
dependientes y tenían como único objetivo la boda; pero eso era lo
permitido. Tan luego, la democracia les facilitó la vida, fueron
maestras, enfermeras, secretarias; y no necesitaron más de
la viudez para sacarse un mal tío de encima: pudieron divorciarse.
Ahora son abogadas, médicas, bioquímicas, militares, viven muy bien
gracias a sus profesiones, y se redimen de una maternidad
prematrimonial en uniones libres. Todas son distintas, aunque todas
tienen un mismo interés: el sexo. ¡Eso sí, por amor! ¿Cómo
quieres, entonces, que no me enfade con los buenos para nada que
dicen que soy retrógrada y creo estereotipos?
–Su
novela Amargos
sentimientos,
de 2003, fue la primera que llegó a las librerías españolas; antes
solamente se vendían en quioscos y salones ¿No lo asume como una
crítica implícita sobre su calidad literaria?
–Ese
fue mi sambenito durante
57 años: no me querían publicar novelas largas. Pero se dieron
cuenta que son preciosas y se venden muy bien. No creo que haya una
discriminación de la industria, por razones obvias. Nadie muerde la
mano de quien le da de comer. Tengo sí detractores, pero,
afortunadamente, las personas que me importan y cuya evaluación
considero digna lo hacen sin revancha ni envidia. En la calle es
donde recibo la mayor crítica. Por donde voy aparecen personas que
me besan y me felicitan. Algunas, mayores como yo, me dicen que me
deben lo mejor que sintieron cuando la represión era patente. Ellas
me valen un potosí y a ellas siempre les explico que no inventé,
nada. Las historias salen de la vida misma. El amor es lo esencial.
Luego hay que añadir sexo, algo de frivolidad, mucha humanidad y,
sobre todo, que los lectores se reconozcan en alguno de los
personajes. Las novelas siempre tienen que terminar felices.
–¿Qué
recuerda de su relación con la Editorial Bruguera?
–Por
supuesto, sabrás lo del contencioso (entrecierra los ojos, en gesto
de enfado) pero debo decirte, primero, que en España ya no existe
una maravilla como Bruguera. Yo me retiré de la editorial (en 1964)
y me hicieron un juicio (que ganaron en 1973). Se quedaron con 188
novelas por una bicoca: 150 mil pesetas y además me exigieron una
indemnización para escuchar sentado (65 millones de pesetas). Nunca
se las pagué, pero fui obligada a trabajar para ellos. Según el
acuerdo sería hasta 1990, pero si uno moría los derechos de todo
pasaban al otro. El fulano Bruguera murió en 1986, y aquí me ves a
mí. Pero, a pesar de la decepción y de las amarguras, debo
reconocer que ellos me dieron mucho y que en definitiva nos pelearon
los abogados. Yo los hice inmensamente ricos, ¡a todos!
–¿Y
el trabajo en la revista Vanidades?
–Estoy
con ellos desde 1951. El acuerdo es que debo entregarles una novela
inédita cada dos semanas. Cuando empecé, la revista vendía 16 mil
ejemplares quincenales y en poco tiempo pasaron a 68 mil. ¿Sabes
quien fue mi primer corrector de pruebas? Guillermo Cabrera Infante.
El bueno de Guillermo siempre me comparaba con Sor Juana Inés de la
Cruz. ¿Sabes por qué? Porque, como ella, yo también empecé a
escribir en la España que reservaba el oficio de escritor
para los hombres. Para nosotras, las pobrecillas españolas,
el trabajo intelectual era impropio. Yo luché contra ese machismo y
lo vencí. También decía que soy una inocente pornógrafa, aunque
luego aclaraba: ¡ni tan pornógrafa, ni tan inocente! (sonríe, sin
ocultar su nostalgia). Cada vez que leo Tres
tristes tigres, recuerdo
que el bueno de Guillermo se hizo escritor leyéndome a mí. ¿Te
imaginas el honor? No dejó de escribirme hasta que falleció (en
2005). Hace un tiempo, los de Televisa (propietarios
de Vanidades) hicieron
un libro sobre mi vida: 52
años de amor con Corín Tellado.
Por eso les quiero tanto. Aunque pueden quitarme, ahora ya lo dudo.
Les estaré escribiendo al pie del cajón porque les debo el
reconocimiento que he recibido en toda América. Mientras Socorro
tenga algo de salud, Corín seguirá trabajando para Vanidades.
¡Claro! Ahora les mando mis trabajos por correo electrónico.
–¿Cómo
es su vida ahora, retirada de la presión editorial?
–Me
preocupo de conocer a mis colegas: (Laura) Espido Freire, Nativel
Preciado, Juan Manuel de Prada, (Arturo) Pérez Reverte. Unos me
entretienen y otros no, pero los leo a todos, porque no me apetece
pasar por ignorante. Soy muy habladora. Me encanta y me paso horas de
cotilleo y mi tema es la literatura. No sé cocinar, pero me encanta
seguir al cocinero de la tele (Karlos Arguiñano); y me doy tiempo
para disfrutar mi querido Cantábrico. Lo mejor dentro de lo malo de
mi enfermedad (renal crónica) es que ya no me levanto a las cinco.
Lo peor, que he perdido visión y no puedo escribir: debo dictarle a
mi nuera. Estoy reeditando novelas que fueron un éxito hace medio
siglo y que no han perdido vigencia, a pesar de la radio, de la
TV y de la Internet. Porque el amor es más fuerte que
la tecnología. Y los sueños son indestructibles. Y lo dice alguien
que ya no tiene más ilusiones a cumplir. Si muero mañana ya estoy
conforme con lo que he logrado.
–¿Pero,
algo cambió desde 1946?
–Por
supuesto, nos hemos embrutecido. Antes las relaciones eran distintas:
el novio formal, el cine por la tarde, cogerse las manos y poco más.
Ahora pones la tele y te puedes encontrar con una película porno.
Antes las niñas sólo hacían el amor en mis novelas. Ahora lo hacen
en la acera (se ríe a carcajadas).
–¿Cómo
se lleva con el dinero?
–¡Pues,
de mil amores! Porque ambos nos hemos dejado seducir, el uno por el
otro. He ganado mucho, muchísimo. Yo no soy de las que me oculto o
cuento fábulas de supuesta humildad. Tú has cruzado el mundo para
ver a Corín Tellado ¿Qué esperabas? ¿Una humilde viejecilla? La
literatura me hizo rica, en afecto, pero, también en billetes. Aún
hoy sigo generando mucho dinero para otros, pero, también para mí.
–¿Cuándo
escribió la novela más rápida?
–Fue
en La Coruña, hace un par de años. Me llamaron
de Vanidades para
pedirme una para ayer, como dicen ustedes los periodistas. Comencé a
dictarla de mañana y la terminamos de tarde. La corregí de noche y
la envié de madrugada. ¡Y llegamos al cierre!
–Quienes
poco la quieren, también la culpan de ser inspiradora de los
teleteatros.
–¡Y de mucho más! A fines de 1966 apareció Corín
Ilustrada,
una colección quincenal de fotonovelas que en su primer título
(Eres
una aventurera)
vendió 750 mil ejemplares en una semana. ¿Qué quieren esos, qué
me avergüence? Si con ese fin lo hicimos. También hubo películas,
una infinidad de radioteatros y fui pionera de las novelas españolas
en el Internet. Es cierto, mis historias ambientaron los primeros
teleteatros hispanoamericanos. Y lo digo con orgullo, porque aquellos
fueron los mejores, muy distintos a los culebrones que vinieron
después. Recuerdo uno argentino, de nombre muy bonito: El amor tiene
cara de mujer.
Cómo conocí a Corín
–«Fue por una gestión del entonces presidente del gobierno del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces quien me sorprendió con una invitación que al principio consideré insólita: ¿Te apetece conocer a Corín Tellado? Ella no habla con periodistas, pero creo que puedo convencerla de que te reciba.» –«La pregunta me sorprendió, al principio me pareció una broma, pero ante su cortés insistencia acepté el convite. Me encontré con ella el 19 de setiembre de 2005 en la confitería Central, de Begoña y Corrida, pleno centro de Gijón.»
–«La primera advertencia de Corín fue: no hablo con periodistas porque todos me maltratan y mienten sobre mí, pero en tu caso acepto porque eres uruguayo. Nunca estuve con un paisano tuyo. ¡Veremos qué harás con lo que te contaré. Así me recibió, sentada a una de las mesas de uno de los más populares puntos de encuentro de la mayor ciudad asturiana.»
–«Luego nos encontramos varias veces, en el Real Club Astur de Regatas, del que era socia de honor, también en su apartamento de la calle Marqués de San Esteban, frente a la playa gijonesa de Poniente. Durante un par de años mantuvimos un amable intercambio de correos en los que se completó el material que salió publicado en forma de entrevista, en El País Cultural de Montevideo, el 11 de setiembre de 2007.»
Pamplinas
«Conozco
a los grandes escritores uruguayos, algunos de ellos muy exitosos
aquí en España: Onetti, ya fallecido, Benedetti, Galeano. Pero,
¿sabes cuál es mi obra latinoamericana preferida? Te
sorprenderé: La Hojarasca (de Gabriel García
Márquez), porque ocurre en un velatorio y me recuerda a Cinco
horas con Mario (de Miguel Delibes). Debo confesarte que mi
éxito en América Latina es un verdadero misterio. Nunca entendí
porque vendo tanto allí. Yo tengo mi lenguaje, que no es el vuestro.
Mi primera gira latinoamericana fue por Chile y Perú (en 1981). Me
acompañó Mario (Vargas Llosa) que se pasó horas hablando de mí.
Su esposa Patricia me pidió un autógrafo, porque mis novelas eran
leídas por su abuela y su madre, por sus tías, sus primas y por
ella misma. También estuve en Cartagena de Indias, en Río de
Janeiro, en Buenos Aires. ¿Sabes por qué no conozco Montevideo? Por
una pamplina de mis editores.»
Pesetas
por juventd
«Cuando
no me pongo la diálisis estoy estupenda. Puedo trabajar, charlar
como ahora. Cuando me pongo la diálisis (lunes, miércoles y
viernes) quedo tracatá. Antes me pasaba arriba de los
aviones. Hoy soy muy poco viajera. Me invitan de todo el mundo.
Guardo las invitaciones con mucho cariño, pero no voy. Me
diagnosticaron la insuficiencia renal hace treinta años, cuando
todavía era controlable. Pero viví como me dio la gana: bebiendo,
fumando, trabajando. Todo era un exceso. Hace poco más de quince
años comencé a sentirme cansada, como jamás antes. Hasta que una
tarde caí frente al médico y estuve dos semanas en el UCI (cuidados
intensivos). Me daban una expectativa de vida mucho menor a la que ya
he cumplido, pero, ya no tengo el control. ¿Sabes algo? Pocas cosas
deseo más que volver a ser joven, porque mi cerebro lo es y mi
cuerpo ya no. Muchas veces me deprimo; hasta me mandaron al
psiquiatra, pero jamás fui. Y no lo dudes. Si pudiera, entregaría
mis millones para comprar juventud.»
80
¿y uno?
Corín
Tellado nació un 25 de abril. Fue en 1927, según su página web
(www.corintellado.com), su biografía no oficial (Corín
Tellado: Medio siglo de novela de amor) escrita por la filóloga asturiana María Teresa González García, y
hasta para la enciclopedia electrónica Wikipedia.
Sin embargo la Filmoteca de Asturias, en 2006 celebró sus ochenta ya cumplidos. Corín
Tellado: fotogramas y novelas de amor,
se llama el documental dirigido por Sofía Castañón. Ese mismo año también fue
homenajeada por la TPA (Televisión
del Principado de Asturias) en un programa especial por sus ocho
décadas de vida cumplidas.
Marina
«Sandokán,
Los tigres de la Malasia, El Corsario Negro, toda la colección
de Julio Verne, este... Y después, a escondidas, porque tenía
absolutamente prohibido leerla: Corín Tellado. Porque era cursi. Leí
todo lo publicado, creo (se ríe). ¡No había un Corín Tellado que
yo no hubiera leído!»
Marina Arismendi, ex-ministra de de Desarrollo
Social, a la revista Guambia, en entrevista publicada el
5 de marzo de 2005.
Enrique
–Quizá
usted sepa, Corín, que su concejo (El Franco) ha dado un uruguayo
ilustre.
–¿Sí?,
dime quién es. Porque me pillas por sorpresa.
–Enrique
Iglesias.
–¿Pero,
qué estás diciendo? Si el crío de Julio (Iglesias, el cantante) es
madrileño. Si de algo sé es de lo que sale en el Hola,
que me entretiene de mil amores.
–No
Corín, me refiero al contador Enrique Iglesias, el secretario
Iberoamericano nacido en su vecino pueblo de Arancedo, pero uruguayo
por adopción.
–¡Qué
me has pillado mal! (se pone colorada). –Claro que conozco a mi
paisano Iglesias. ¡Si ha ganado el premio Príncipe de Asturias! ¡Un
gran hombre! –¡Pero te mato, como me entere que me dejas en
evidencia! –fue su advertencia, y no en tono de broma.
Fania
Un
jueves de mañana, tomando un cafetito en la
Confitería Central, de Begoña y Corrida, la entrevista fue
interrumpida por una mujer de unos 60 años.
–¡No
lo puedo creer, usted es Corín Tellado, la escritora! Mi señora,
soy colombiana, me llamo Dolca...
–¿Dolca,
cómo la de mis novelas?
–Claro,
si mi madre era fanática suya. Y yo también lo soy. Vea, aquí
tengo un ejemplar de Vanidades –lo
saca de su cartera. ¿No lo firmaría dedicado a mi hija, que también
la adora?
–Claro,
como no te lo voy a firmar. ¿A quién se lo dedico?
–A
mi hija, Fania…
–¿Fania,
como la de mis novelas?
–Mi
señora, es por ella que se llama así. Siempre adoré ese nombre,
pero debo decirle que no sé qué significa.
–Hija
querida, no se lo digas a nadie, pero ni yo sé lo que quiere decir.
¡Así lo puse y listo!
Bárbara
Ese
mismo jueves, horas después, caminando por Begoña, la principal
calle gijonesa. Otra mujer, algo menor, repite la escena.
–¿Usted
es…?
–Sí,
hija querida, soy yo. ¿Qué tal?
–¡Me
pellizco!, pues no lo creo. Disculpe, allí está mi esposo, él es
norteamericano… yo soy dominicana pero vivo en Miami.
–Claro,
hija, llámalo –accedió la anciana, a pesar del cansancio.
–Michael,
amor, esta es Corín Tellado, mi escritora preferida, ¡la Bárbara
Cartland hispana!
En
un segundo, le cambió el rostro. La despidió con cortesía, pero
sin amabilidad.
–¿No
sabes cuánto odio que me comparen con la cursi de la Cartland?
–fue su único comentario, mientras seguía caminando. Bárbara
Cartland, Victoria Holt y Jude Deveraux, fueron sus rivales europeas
de la novela sentimental.
Picadilly
«La
vasta producción de Corín quedará como muestra de un fenómeno
sociocultural... y encima vende más novelas que yo en Picadilly.»
Mario Vargas Llosa retornó al periodismo en 1976, con una
entrevista a Corín Tellado, para el programa La Torre de
Babel, del Canal 5 de Lima.
Bueno
«Resulta
inadmisible la actitud de tantos críticos que se creen con el
derecho de considerar como despreciable la asombrosa producción de
Tellado. A muchos de ellos les conozco y sé que rozan la categoría
de la debilidad mental.»
Gustavo Bueno, filósofo español.
Entrevista
y textos: Armando
Olveira Ramos (Gijón).
Fotografía:
Alex Zapico (Gijón).
Producción:
Joaquín del Río (Gijón).
Digitalización
de imágenes de archivo: Sandro Pereyra (Montevideo).