lunes, 29 de octubre de 2012

Heber Riguetti (1948–2016) artista plástico maragato, autor del monumento a Francisco Espínola


Heber Riguetti con su obra "Paco Narador"
recién terminada, en el jardín de su 

casa en San José de Mayo, 2012.
(Diego Praderi)
Paco Narrador

Treinta y nueve años, cuatro meses  y cuatro días. Es el tiempo que transcurrió desde la muerte del notable escritor y cuentista oral hasta la inauguración del primer monumento que evoca su memoria en el Club San José. “Es simple, de lenguaje plano y lineal, pero repleto de símbolos, como era él.” Así definía Heber Riguetti su obra “Paco Narrador”, que desde el 30 de octubre de 2012 ocupa la ochava de Batlle y Ordóñez y 25 de Mayo, frente a la céntrica Plaza Treinta y Tres.

Sobre la base del artículo publicado en el semanario Brecha (Montevideo, 26 de octubre de 2012), actualizado el 17 de noviembre de 2016.

Paco Espínola, fumando espera.
¿Cómo surgió la idea de crear una escultura de Paco Espínola?
Su obra no es nueva en mi trabajo, porque desde el punto de vista de la composición va como de medida con lo que más me gusta construir: figuras simbólicas. Hace unos años el periodista Sergio Saccomani, por entonces director de las radios del SODRE, me pidió que hiciera una estatuilla de Paco para un premio literario que se entregó aquí en San José. Hice dos bocetos, de los que eligieron el que llamé “Paco Pluma” por su forma más estilizada, y quedó guardado el otro: "Paco Narrador". Hace un tiempito vino a verme Rolando Silveira, presidente del Club San José, para contarme que deseaba colocar un monumento en la ochava de la sede social que da a la calle Batlle y Ordóñez. Le mostré el "Narrador", sentado a una mesa, tomando un café o un vino, y escribiendo, gestos tan típicos de Paco. Muchos maragatos aún lo recuerdan cuando pasaba las tardes en la antigua sede del Club San José. Yo nunca lo vi, porque no lo conocí personalmente, pero me hubiese encantado compartir una copa con él. Armé un boceto de 15 centímetros, escuchando anécdotas, mirando fotos y caricaturas, que pude transformar en una escultura geométrica, con grandes planos lisos, sostenidos por piernas que parecen un libro abierto. Hay una foto que me pareció una síntesis perfecta del personaje, en la que está fumando, sentado en una escalinata, mientras parece contar una de sus historias maravillosas. El resultado final es una imagen muy de plano, muy lineal: más figurativa de los hombros para arriba, y más abstracta hacia abajo. ¡Eso sí!, le saqué el cigarrillo de la mano derecha (se ríe).

Paco en la ochava del Club San José.
Su decisión sobre el formato de los lentes, dio lugar al debate. ¿Por qué no los hizo redondos tal cual aparece en tantas fotos?
Es verdad hubo un intercambio muy lindo de opiniones. La profesora Mirtana López, conocedora de la vida de Paco, me dijo que no era él sin los lentes redondos; pero investigando vimos que en sus últimos años ya no los usaba. Sobre la marcha fui resolviendo el diseño del rostro, algo que parecía sencillo, por lo característico del personaje, ¡pero que tuvo sus complejidades! Había que delinear elementos que lo identificaran, y me gustó jugar con las líneas de su frente limpia. La mano derecha parece más grande que lo normal, porque era la que utilizaba para expresar con mayor énfasis su gestualidad. Le quité el cigarrillo, porque no aportaba valor, pero compuse un humo imaginario con las líneas ascendentes de su tronco. La escultura es un conjunto dinámico, aunque Paco esté sentado. Y los lentes redondos quedan sugeridos en un armazón grueso, recto arriba, pero circular en la base, que permite mostrar su gesto narrativo, tan querible. Hice lo mismo en una escultura de Rodó, porque el personaje se reconoce por sus rasgos, es cierto, pero mucho más por su expresión.

José Mujica en la inauguración de 2012.
Paco Narrador” fue financiado por un acuerdo del Club San José con el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. También hubo contribuciones anónimas de materiales y dinero, y de la marmolería Aníbal Abbate que donó el granito negro que recubre la base.

¿Leyenda negra?
Paco no era amigo de protocolos, ni homenajes, pero ese no es el motivo de su mínima presencia en la ciudad. A su alrededor, el poder político maragato tejió una leyenda negra, al principio notoria, por mandato de la dictadura, pero con el paso del tiempo, y pese a que llevamos casi tres décadas de democracia, la censura persiste: más disimulada, más ambigua, pero igual de implacable. Es el castigo oficial al blanco que adhirió al Frente Amplio”, afirma el periodista Pablo Fernández, miembro de la comisión designada por el Club San José para coordinar la instalación del monumento, integrada también por respresentantes de sus otras dos pasiones intelectuales: la docente Mirtana López y el escritor Pedro Peña. Hasta entonces, Francisco Espínola solo estaba presente en una corta calle del barrio Parque Rodó y en una escuela.

La foto de Paco Espínola en la que
Riguetti se basó para realizar su obra.
Un gran vacío
De niña, recuerdo a Paquito en mi casa, conversando con mi padre y otros amigos maragatos. Tenía en sus manos, un ramito de jazmines del país que mi mamá cortaba para ofrecerle. Sus lentes, redonditos, su frente anchísima, prominente su mandíbula. Era la década de 1950. Su voz y sus manos imantaban al pequeño auditorio. Estos amigables recibimientos cambiaron a partir de su admiración por la Revolución Cubana y su adhesión al Frente Izquierda de Liberación. Sus posteriores esporádicas visitas, respondieron a invitaciones institucionales, como conferencista.”

Carlos Martínez Moreno desarrolló una simbología muy profunda, que los maragatos nunca debemos olvidar. Si bien el cierre del Parlamento fue en la madrugada del 27, se venía preparando tan morosamente como la propia enfermedad de Paco, que prefirió no ver lo que iba a ocurrir en su país.”

Cuando aún estaba en el taller.
A Paco no se le ha criticado expresamente en San José; quizá porque es demasiado grande, pero sí se lo ha transformado en un gran nombre vacío. Los profesores y los maestros han intentado, con altibajos, revivir su obra. Algunos grupos teatrales locales, lo mismo. Pero ha faltado la decisión oficial de mantener viva su forma de relatar, su pensamiento, sus reflexiones éticas, estéticas, políticas, sociales. Bienvenida sea la obra de Riguetti si su fuerza visual contribuye a quebrantar la escasísima lectura actual, pero, paradójicamente, existe un riesgo: que un legado tan vivo quede hecho una estatua.”
Mirtana López, investigadora y profesora maragata de Literatura

"Está donde lo merece"
"Fui a visitar a Heber (Riguetti) en busca de alguna escultura para colocar en la mejor esquina de la ciudad. La idea era regalarle al club una obra de arte, medio siglo después de inaugurada su sede social propia, un edificio vanguardista para su época, del arquitecto Ildefonso Arostegui. Heber me iba mostrando todo lo que tenía hecho, hasta que vimos esa figura de Paco... ¡y dejamos de buscar! No sólo por su belleza, sino porque además evoca al más genial escritor de esta tierra, injustamente relegado a la periferia por el nomenclator oficial. Está donde se merece estar: en el mismo sitio donde tantas veces se sentaba a tomarse un vinito, los más veteranos todavía lo recuerdan. Paco fue un parroquiano entrañable de la institución, y su memoria resume en sí misma la bohemia y la intelectualidad maragata."
Rolando Silveira, presidente del Club San José

Heber y Paco recién estrenado.
Cuchara y pala
"Paco Narrador" es un monumento de 1.80 metros de altura, construido en mortero de arena y portland, reforzado por una estructura de metal. "Tiene el material y el hierro suficiente para soportar las peores travesuras", aseguraba Riguetti, quien utilizó las herramientas del albañil: cuchara, pala naceta, tenaza, cortafierros, soldadora eléctrica. Fue inaugurado el 30 de octubre de 2012, en la séptima edición de la Feria de Promoción de la Lectura y el Libro de San José.

Heber Riguetti
Heber Riguetti en la Exposición Travesías,
 Centro Cultural La Paloma, Febrero 2016.
(San José Ahora)
Nacido el 25 de febrero de 1948 en Montevideo, maragato desde los cinco años cuando llegó a San José de Mayo con su familia.
Se definía como un autodidacta de la escultura, sin ocultar su admiración y gratitud por sus maestros e inspiradores Hugo Nantes, Octavio Podestá y Nelson Romero. “Me encanta ver algo donde parece haber nada”, afirmaba en 2012, entrevistado en su casa luego de culminar "Paco Narrador".
Participó en más de 30 exposiciones individuales y colectivas, desde fines de la década de 1960, en Uruguay y el exterior.
En 1982 obtuvo el Primer Premio del 46° Salón Nacional de Artes Plásticas de Montevideo, en 1996 y 1997 realizó la “Mejor vestimenta de Murgas” del Carnaval capitalino.
Algunas de sus obras más conocidas: Garufo que desde 2003 se otorga a las figuras más destacadas del Carnaval de San José; Trabajador Rural (2007) ubicado en el bulevar Aparicio Saravia y Ruta 3, en la entrada de San José; Monumento a Pablo Bengoechea instalado en 2001 en Los Aromos, concentración del Club Atlético Peñarol; intervención vertical en el Teatro Macció que ocupa una esquina desde la planta baja hasta el Paraíso.
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Colocando un querubín de la Plaza Treinta y Tres.
(Primera Hora, 2013)





En 2013 restauró uno de los querubines de la Pirámide a la Paz de Abril, símbolo escultórico maragato ubicado en la Plaza Treinta y Tres, luego que cayera en los festejos de la Semana de la Juventud de aquel año.
–Heber Riguetti, el artista plástico más representativo de San José en las primeras décadas del siglo XXI, falleció el 17 de noviembre de 2016, a los 58 años. En la tarde anterior había sufrido un accidente cardiovascular mientras trabajaba en su taller.

“Travesías”
–Fue la última gran muestra de Heber Riguetti. que convocó a multitudes en la temporada veraniega 2016 del balneario La Paloma.
–Entre febrero y marzo el escultor maragato expuso obras inéditas de gran porte alusivas a naufragios en costas uruguayas, en el marco del proyecto San José Demuestra

Paco y Don Paco Espínola
Los Espínola Cabrera en fiesta familiar de la
década de 1920. El cuarto de izquierda
a derecha, sentado, es "Don Paco", 
el tercero desde la izquierda con una
niña en la falda, el joven "Paquito".
Si Paco fue una personalidad de la cultura uruguaya, su padre, el inmigrante canario Francisco Espínola Aldana, fue un personaje maragato. El periodista y político blanco participó en las revoluciones de 1897 y 1904, lideradas por Aparicio Saravia, y en el alzamiento de 1935, conocido como Paso del Morlán. Fue uno de los jefes del frustrado motín contra la dictadura de Gabriel Terra, al que llevó a su primogénito que luego describió sus temores, y su captura por las tropas gubernamentales, en una crónica memorable.
Don Paco había nacido en 1871, en Yaiza, poblado cercano a un sitio de leyenda: la primera parroquia de San Marcial del Rubicón de Lanzarote, donde se inició la colonización de las Islas Canarias, muy a principios del siglo XV.
Cuando Paco vino al mundo, el 4 de octubre de 1901, Espínola Aldana era un influyente caudillo maragato, casado con Justina Cabrera Corujo.
El niño aprendió con su madre a observar a sus semejantes, hasta en los mínimos detalles; y con ambos comprendió el significado de amar el “pago” y el compromiso con el Partido Nacional.
Victoria, la segunda hija del matrimonio, nació en 1904, pero el rebelde canario la conoció tiempo después, porque estaba ausente, como soldado de Aparicio Saravia.
En setiembre fue herido en Masoller, y al año siguiente nació su tercera hija, Enriqueta.
En 1910, cuando participaba en la revuelta armada contra la reelección de José Batlle y Ordoñez, moría su suegro, Fernando Cabrera, quien tantas veces lo había cobijado en su estancia de Rincón del Pino, luego de sus aventuras contra el gobierno colorado de turno. Cabrera había cuidado la tropilla de caballos azulejos de Manuel Oribe.
Paco fue a estudiar Medicina en 1919, y al poco tiempo participó en las elecciones internas del Partido Blanco Independiente, en la “Lista de los poetas” del escritor Javier de Viana.
En Montevideo describía su casa familiar maragata en relatos orales que convocaban a ruedas interminables de amigos y compañeros. “Era enorme y señorial, de grandes patios cubiertos con pisos de piedra y en cuyo fondo se alineaban las caballerizas.”
De Don Paco decía: “De él obtuve lo fundamental: formación cristiana, tradición criolla, devoción filial por los caudillos –mi padre es uno de ellos- paternal conmiseración por los infelices desheredados a quienes se daba amparo en la casa del abuelo y en su propia casa.”
En 1935, los Espínola, padre e hijo, participaron en el levantamiento del Paso del Morlán, un paraje del departamento de Colonia, donde una treintena de rebeldes blancos independientes, batllistas, socialistas, comunistas liderados por el general Basilio Muñoz, y el propio caudillo maragato, se enfrentaron a las fuerzas de la dictadura de Gabriel Terra.
Paco dejó su memoria de los hechos en una carta al filósofo Carlos Vaz Ferreira, que retrata mejor que nadie aquel episodio, mientras reconoce su miedo al peligro, a la violencia, y a la propia batalla en la que participó de saco, camisa y corbata, con un rifle que no funcionaba. El saldo fue de ocho muertos, decenas de prisioneros, incluido el escritor de 33 años.
Cuando estimó esa valerosa acción, Don Paco fue elocuente: "¡Estoy orgulloso de usted, m’hijo!" Al viejo jefe nacionalista nunca le importó la notoriedad literaria del joven, ni que fuera un celebrado cronista de la popular revista Mundo Uruguayo, del diario El País, ni sus celebradas críticas literarias en Marcha.
Nunca abandonó una simbología heroica, a la que Paco solía aludir. “Mi padre… yo tendría ocho o nueve años, me decía: ¡usted tiene que tener un cuidado bárbaro!, más que nadie, porque usted es noble… Pero ¿sabés para qué me decía que éramos nobles? No para compadrear, sino porque así yo tenía la obligación de cumplir con los de atrás, siendo como ellos, imponiéndome deberes con todo el mundo, sirviendo a todos, y ¿qué es lo que noto yo ahora? Papá me leía también y estaba templándome. Me hacía querer y admirar a los grandes personajes.”
Francisco Espínola Aldana murió el 11 de abril de 1948, cuando Paco era una de las cumbres narrativas del país, ensayista, dramaturgo (que firmaba “Francisco Espínola hijo” por pura devoción paterna, según Carlos Maggi), memorable profesor de Literatura en el Instituto Normal, Enseñanza Secundaria y Facultad de Humanidades.
Sus Mateadas con los clásicos” (así le llamaba Juan Carlos Onetti a sus clases abiertas) son leyendas de la narrativa oral, inolvidables para una multitud de alumnos curriculares y asistentes “extracurriculares”.
Su obra se inició con “Raza ciega” (1926), a la que siguieron: “Saltoncito” (1930), relato infantil muy difundido en las escuelas, “Sombras sobre la tierra” (1935), “La fuga en el espejo”, pieza teatral estrenada en 1937, “Las Ratas” (1945), “El rapto y otros cuentos” (1950), “Milón o el ser del circo” (1954), un ensayo sobre temas estéticos.
“Sus páginas están dotadas de ese poder sugestivo que sólo poseen los narradores de garra”, afirmaba Alberto Zum Felde. En 1961 recibió el Premio Nacional de Literatura, y en 1968 publicó tres fragmentos de “Don Juan, el Zorro”. Una expresión representativa de la literatura latinoamericana contemporánea, que luego fue obra póstuma, editada en 1984, como una reconstrucción de fragmentos éditos e inéditos realizada por los críticos Arturo Sergio Visca y Wilfredo Penco.
En 1962 adhirió al Frente Izquierda de Liberación, junto con su amigo y cuñado Luis Pedro Bonavita (“otro maragato terriblemente olvidado”, afirma Mirtana López).
En 1971 se afilió al Partido Comunista y al Frente Amplio, en un gran acto público, ¡justo él! que había arriesgado la vida por la divisa blanca de su padre. Lo que nunca cambió fue un heredado amor por la democracia y la libertad.
Su muerte fue un emblema de ese legado. Falleció en la noche del 26 de junio de 1973. Un día antes del golpe de Estado más cruel y doloroso en la historia del país.

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