Génesis de la memoria uruguaya
De profesión filósofo, de oficio comerciante, fue alumno y docente de la Universidad de Leipzig durante la República de Weimar. Refugiado del nazismo, emigrante a Montevideo, fue el más erudito investigador y genealogista rioplatense, autor de dos obras de culto: Génesis de la familia uruguaya (1966), Operativo Patagonia (1970).
¿Qué infame designio pudo condenar a la desmemoria a nuestro más creativo y erudito historiador social del siglo pasado? El olvido colectivo se dio, casi, naturalmente. No importó su capacidad de emprender conocimiento, comparable con la temeraria audacia del pensamiento griego. Ni su sabiduría, que evocaba a las más memorables mentes renacentistas. Es muy probable, especulando por especular, que en su Prusia natal su obra hubiera merecido una difusión digna de sus investigaciones sobre la vida y la muerte. Miles de hombres y mujeres están microscópicamente detallados en su archivo. Como él, héroes sin bronce, también injustamente olvidados. Produjo historias uruguayas, pero su patria adoptiva le reservó un mínimo espacio, ni siquiera equiparable con sus ricas, pero breves, Instantáneas de la vida colonial. Apenas recuerda su nombre una calle de una cuadra, que termina en el parque Villa Biarritz. No mejor suerte tuvo su inmenso trabajo de dos décadas. Fuera de un círculo reducido de colegas y amigos, solo mereció dos renglones en un ensayo de su entrañable admirador: Carlos Real de Azúa.
Publicado en el Número 33 de la Revista del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay (Montevideo, 2004) y traducido al alemán para la revista Philosophie Magazin (Berlín, 2010).
Juan Alejandro Apolant nació el 25 de mayo de 1903, en Belgard (antigua Pomerania, hoy Biolgard, Polonia) por entonces, localidad del nordeste alemán de 12 mil habitantes. Muy poco después de cumplir seis años se familia se radicaba en Berlín. Su padre Stephan, médico de profesión, había aceptado una muy buena propuesta laboral. El joven hizo secundaria en la capital, primera etapa universitaria en Múnich, en 1926 se doctoró en Filosofía por la Universidad de Leipzig con una célebre tesis sobre los sindicatos "amarillos" alemanes. Fue un filósofo muy original, que aplicó sus conocimientos académicos al desarrollo de estrategias comerciales y como agregado científico de la Cámara de Industria y Comercio de la República de Weimar.
Fue periodista desde muy joven, con un destacado pasaje en la página de economía y finanzas del diario berlinés Vossische Zeitung y colaboraciones en revistas científicas. Ellen Apolant Segall, hija del historiador, no oculta su admiración por una “figura paterna valiente y ejemplar”, que por íntimas convicciones se atrevió a desafiar al creciente poder nazi. "Promediando 1935 mis padres viajaron a Londres, en visita a parientes ingleses de ambos lados de la familia. Allí se dieron cuenta de lo que realmente estaba pasando en su querida patria. A mí me resulta difícil pensar que dos personas tan inteligentes no se habían percatado antes de lo que ocurría a su alrededor. También es cierto que la Berlín de esa época era una explosión del bienestar, de teatros, de cultura, de diversión. Eran jóvenes y había censura y no se sentían personalmente agredidos, pero tenían principios éticos muy fuertes. No deseaban criar a sus hijos en un ambiente que hacía del racismo un paradigma ético. Ellos sintieron la necesidad de autoexiliarse como repudio a la dictadura más cruel de la historia de la humanidad."
Apolant comenzó escribir a sus amigos en el extranjero; Sudáfrica, Australia, Estados Unidos. Recibió dos ofertas de trabajo, de Inglaterra y España. "Pero mi madre, insistió que si dejaban Alemania, debían también irse de Europa. ¡Que visión!" Ellen recupera la idea familiar de autoexilio con una memoria cargada de afectividad.
Mandó una carta a Buenos Aires, el 20 de agosto de 1935. Un primo hermano era dueño de un negocio de importación de tejidos en la capital argentina, Hirschberg Ltda. Le escribió en español, para evitar la censura. Luego de un mes de obsesivo aprendizaje. Tras lectura de su primer texto castellano, se comprueba apenas un par de mínimos errores de sintáxis.
La rama inglesa de la familia vivía en Manchester, pero pasaba seis meses en el Río de la Plata. "Freddy Hirschberg, le contestó el 3 de setiembre. Siempre había querido abrir una sucursal en Montevideo. Si mi padre tenía interés, podría hacerse cargo de ella, garantizándole trabajo por un año." En 1936 abandonó definitivamente Alemania.
Apolant regresó solo a Londres, con la mayor discreción. De allí a Buenos Aires y, al poco tiempo, se radicó en Montevideo; su familia lo siguió más tarde. "Aquí, mis padres entregaron sus pasaportes alemanes. Pasaron tres años como apátridas, hasta que en 1939 el gobierno del general Alfredo Baldomir les otorgó ciudadanía uruguaya. Mi hermano Rolf y yo, no tuvimos nacionalidad hasta la mayoría de edad.”
Ellen lo recuerda como “culto y de humor proverbial. De talla escasa, bastante calvo, con anteojos, vestido siempre elegante, y muy movedizo”. También evoca a su madre, Ellen Segall. “Era alta, morocha, fina, muy simpática y elegante. Fue una verdadera secretaria ejecutiva, que lo secundó eficientemente en sus trabajos de investigación histórica y genealógica." Sus primeros años en Montevideo fueron de desarrollo estrictamente comercial, como importador de telas de Manchester. La empresa de registro textil Apolant y Cia (luego Apolant SA), cerró sus puertas en 1955, por el retiro de su titular.
Preconceptos que comienzan a caer
Ni él, ni su esposa, ni sus dos hijos, tenían sangre criolla, pero sí sus nietos, de apellido Apolant Villar. Por ellos, comenzó a investigar genealogías rioplatenses. Esta circunstancia lo interesó definitivamente en la historia hispánica de la Banda Oriental.
En diez años de investigación, creó el mayor banco de datos de demografía colonial del Río de la Plata, de donde salió la primera edición, en un solo tomo, de su libro Génesis de la familia uruguaya, editado por primera vez en 1966. En la obra identifica, uno por uno, a los fundadores de Montevideo, en su mayoría, canarios de La Laguna.
En 1970, publicó otro clásico imprescindible de la historiografía rioplatense: Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental. “Su minuciosa investigación, demuestra que tres cuartas partes de los actuales uruguayos, tenemos por lo menos un ascendiente entre aquellos frustrados colonos patagónicos", afirma Daniel Ramela, genealogista e historiador de San José.
Ramela disfruta, íntimamente, su relación genealógica con la familia Apolant. “Don Juan estuvo muchas veces en nuestro pago, investigando. Seguramente, ellos no lo saben, pero aquí descubrió que su nuera, de apellido Villar, también descendía de mi pariente asturiano, Manuel Fernández Félix, nacido en San Esteban de Morcín, Oviedo. Para más datos, Don Manuel fue el primer alcalde de la antigua villa, fundada en 1782. Está sepultado en el cementerio de San José, nicho N° 1.”
Apolant recorrió cada pueblo, buscando huellas de los fundadores de la antigua Banda Oriental. Pero también estuvo dos veces en Sevilla, estudiando documentos de embarque de los Archivos de Indias, de donde surgía la filiación de cada emigrante español que vino al Río de la Plata. “En aquella época no había fotografías. El viajero era descripto de puño y letra. A veces, se daban datos pintorescos. Por ejemplo, el documento de mi antepasado Nicolás Perera, también fundador de San José, informaba su color de cutis, cabellos, ojos, estatura, complexión, y al final, graciosamente decía: faltoso de dientes y algo lisiado del pie derecho.”
Ramela, un revisionista de la historia de su ciudad, que se proclama “maragato, pero de sangre asturiana”, se dedica hace más de cuatro décadas a rastrear datos particularmente interesantes, muchos surgidos de las investigaciones de Apolant. “Su objetividad le permitió romper un erróneo preconcepto sobre la inmigración hispánica del siglo XVIII. Durante años hubo unanimidad sobre la supuesta mayor influencia de gallegos, canarios y vascos; y en menor medida de andaluces, catalanes, asturianos, valencianos y castellanos. Pero, grande fue la sorpresa cuando supimos que, de un total de 980 familias españolas arribadas al Río de la Plata en el último cuarto de ese siglo, 294 eran asturianas, apenas superadas por las castellanas. La mayoría vino directamente desde España, pero, hubo un amplio grupo proveniente del Puerto San Julián y de Carmen de Patagones, luego de un éxodo increíble, provocado por el fracaso de lo que Apolant sabiamente denominó Operativo Patagonia.”
Historiador de la vida y de la muerte
La muerte de Apolant, el 26 de diciembre de 1975, por un infarto masivo, en el consultorio de su médico, no tuvo una gran repercusión pública. “Fue una pérdida demasiado importante para la memoria colectiva, uruguaya y rioplatense”, afirma Marta Canessa de Sanguinetti, su alumna y antigua compañera en el CESPAU. “Don Juan fue un maestro entrañable, generoso y renovador. Fue al rescate de un pasado uruguayo abusado por el olvido, por la necesidad mitológicamente arquetípica de las historias nacionales, de crear héroes de bronce. No pretendía revelar la existencia de héroes sino, únicamente, de seres humanos viviendo su aventura vital. Por eso fue un historiador de la vida y también de la muerte.”
Canessa hizo una emotiva semblanza en el homenaje del Instituto Histórico y Geográfico, en 2003, cuando se conmemoraron 100 años de su nacimiento. Apolant fue uno de sus más destacados académicos de número. “Hurgó nuestro siglo XVIII, con dedicada soltura y energía: registros parroquiales, judiciales, militares y censos. Cotejó, expurgó, incendió tradiciones nobiliarias, resaltó otras de gente humilde, como la de los esclavos. El sentido del honor y el deshonor, la honra y la deshonra y su enorme peso en un tiempo social puntilloso. Tiempo ibérico del antiguo régimen estamentario, en el que regían la limpieza de sangre y la limpieza de oficios. Limpiezas que, para una sociedad de órdenes, incidían profundamente en las probabilidades y posibilidades de movilidad, social y económica de los individuos.”
Como obra póstuma, en 1976, se imprimió nuevamente su Génesis de la Familia Uruguaya, corregida y aumentada, en tres tomos, más un cuarto de índice. La edición fue solventada recién en 1979, gracias a una suscripción previa organizada por familiares, amigos y colegas, historiadores y genealogistas, en su mayoría nucleados en el Centro de Estudios del Pasado Uruguayo y el, por entonces, recién fundado Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay.
Canessa destaca el método de exposición genealógica creado por Juan Apolant, quien diseñó un índice en que cada familia se identifica con un número. "Que no es al azar, porque responde a la base primaria de datos que toma como punto de partida, que son los libros parroquiales de Montevideo (casamientos, bautismos, defunciones) desde 1727 a 1767. A su vez, cada uno de los contrayentes y los testigos son identificados con otro número: por ejemplo, el marido con un (1), la mujer con un (2), los testigos -si hay información- con (3), etc. Luego vienen los hijos, nietos, parientes, también con su 'gran-pequeña' historia a cuestas. Partiendo de estos registros montevideanos, Apolant se introduce en otros de Argentina, de Canarias, de la Península y también de Paraguay, Bolivia y Perú. Por supuesto que entran otros variados archivos, actas del Cabildo montevideano, bibliografías (con su severa crítica) y jugosos registros, como es el caso de los judiciales, donde se destacan los testamentos por la riqueza de información que nos prestan sobre los avatares, materiales y espirituales, que vivieron aquellos seres de nuestro pasado. Es su vida y es su muerte, que tenemos ante nuestros ojos. Todo ello en una especie de encadenamiento extraordinario del tiempo, porque los números básicos de las familias son utilizados por Apolant con el fin de organizar toda una red de entronques que pueden llevarnos hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de que supuestamente la Génesis no va más allá de 1767. A modo ejemplar, señalemos la historia de los abuelos de Artigas, que vinieron a fundar Montevideo ya casados y con hijos. Por eso, por vez primera, la encontramos en la familia 63, gracias al casamiento de una de sus hijas: Antonia Artigas Carrasco con Ignacio González, el 3 de junio de 1734. Este registro es un apoyo para hacer una historia que incluye hasta la de jefes militares de Montevideo, porque uno de los testigos de casamiento es Ignacio Gari, uno de dichos comandantes." Canessa define a la Génesis como “un maravilloso libro de historia social aplicada. Es el verdadero quien es quien, de los uruguayos.”
Un tesoro mayor: el archivo Apolant
Carlos Zubillaga, coordinador del Instituto de Ciencias Históricas, director del Departamento de Historiología, ex decano de la Facultad de Humanidades, miembro de la Real Academia Gallega, fue su alumno dilecto. “La mirada de Don Juan es, sin dudas, la más objetiva que haya conocido la memoria colectiva uruguaya. Quizá, sustentada en la ausencia de compromisos políticos, económicos o familiares, con los protagonistas de cada episodio indagado y relatado. Solo un espíritu humanista, pudo transformar una inquietd genealógica doméstica en tratados historiográficos mayores.
El resultado, al cabo de tres lustros, es un ejercicio modélico de crítica documental. "Una obra de excepcionales ribetes, que Carlos Real de Azúa no dudó en calificar como uno de los trabajos más singulares de la investigación histórica nacional y seguramente, de todos los realizados hasta hoy, el más hercúleo y denodado esfuerzo de indagación.”
Zubillaga recuerda con nostalgia la casa de los Apolant, en la calle Pedro Berro. “Era una especie de petit hotel precioso, muy bien amoblado. Era el punto de reunión preferido de los historiadores que, en 1964, fundaron el emblemático Centro de Estudios del Pasado Uruguayo (Cespau), entre ellos, figuras de la talla de Juan Carlos Sabat Pebet, Matilde Garibaldi de Sabat Pebet, Flavio García, Luis Roberto Ponce de León, Florencia Fajardo Terán, Aníbal Barrios Pintos, Ariosto Fernández, Juan Alberto Gadea, Francisco Guevara, José Joaquín Figueira, Gregorio Cardozo, Marta Canessa, Ricardo Goldaracena, Fernando Assuncao, Huáscar Parallada, Luis Musso, Gloria Amén Pisani, María Luisa Cooligham, sus grandes compañeros de aventura intelectual. Puedo decir con orgullo, que inicié mi formación con
“Don Juan fue un democratizador de la investigación genealógica, pero, para mí, fundamentalmente fue un amigo. Me llevaba 40 años de edad. Él ya pasaba los 60 cuando yo tenía poco más de 20. Pero nunca, jamás, me hizo notar esa diferencia”, evoca con emoción.
“La Génesis fue concebida y planeada como ensayo genealógico. Pero, el estímulo provocado por sus compañeros del Cespau, dieron lugar a su arquitectura definitiva, con metas conseguidas en áreas de ciencias sociales: biografía, demografía, estadística, sociología, semiología. Constituye el único ensayo orgánico sobre ubicación espacio-temporal y valor de las fuentes documentales del Río de la Plata de los siglos XVIII y primeras tres décadas del XIX.”
Zubillaga guarda en su biblioteca académica, un secreto tesoro, síntesis perfecta de admiración intelectual y profundo afecto personal: el archivo Apolant. “Para estimular en los alumnos la pasión por el oficio historiográfico, gestioné el acceso a una documentación sin parangón en el Río de la Plata. Se lo solicité a Ellen Apolant Segall, su celosa custodia, al igual que antes lo fuera Ellen madre. La papelería se compone de borradores de originales, fichas y copias de documentos, con esbozo de sistematización de multitud de datos y referencias, y abundante correspondencia mantenida con colegas uruguayos y extranjeros. Reencontrarme con su mundo creador, permitió confirmar la envergadura y complejidad de su trabajo, en tiempos preinformáticos. Viendo su excepcional organización, solamente queda hacer una pregunta: ¿Hasta dónde hubiera llegado Don Juan con una computadora?”
Refundador de la genealogía nacional
En diez años de investigación, creó el mayor banco de datos de demografía colonial del Río de la Plata, de donde salió la primera edición, en un solo tomo, de su libro Génesis de la familia uruguaya, editado por primera vez en 1966. En la obra identifica, uno por uno, a los fundadores de Montevideo, en su mayoría, canarios de La Laguna.
En 1970, publicó otro clásico imprescindible de la historiografía rioplatense: Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental. “Su minuciosa investigación, demuestra que tres cuartas partes de los actuales uruguayos, tenemos por lo menos un ascendiente entre aquellos frustrados colonos patagónicos", afirma Daniel Ramela, genealogista e historiador de San José.
Ramela disfruta, íntimamente, su relación genealógica con la familia Apolant. “Don Juan estuvo muchas veces en nuestro pago, investigando. Seguramente, ellos no lo saben, pero aquí descubrió que su nuera, de apellido Villar, también descendía de mi pariente asturiano, Manuel Fernández Félix, nacido en San Esteban de Morcín, Oviedo. Para más datos, Don Manuel fue el primer alcalde de la antigua villa, fundada en 1782. Está sepultado en el cementerio de San José, nicho N° 1.”
Apolant recorrió cada pueblo, buscando huellas de los fundadores de la antigua Banda Oriental. Pero también estuvo dos veces en Sevilla, estudiando documentos de embarque de los Archivos de Indias, de donde surgía la filiación de cada emigrante español que vino al Río de la Plata. “En aquella época no había fotografías. El viajero era descripto de puño y letra. A veces, se daban datos pintorescos. Por ejemplo, el documento de mi antepasado Nicolás Perera, también fundador de San José, informaba su color de cutis, cabellos, ojos, estatura, complexión, y al final, graciosamente decía: faltoso de dientes y algo lisiado del pie derecho.”
Ramela, un revisionista de la historia de su ciudad, que se proclama “maragato, pero de sangre asturiana”, se dedica hace más de cuatro décadas a rastrear datos particularmente interesantes, muchos surgidos de las investigaciones de Apolant. “Su objetividad le permitió romper un erróneo preconcepto sobre la inmigración hispánica del siglo XVIII. Durante años hubo unanimidad sobre la supuesta mayor influencia de gallegos, canarios y vascos; y en menor medida de andaluces, catalanes, asturianos, valencianos y castellanos. Pero, grande fue la sorpresa cuando supimos que, de un total de 980 familias españolas arribadas al Río de la Plata en el último cuarto de ese siglo, 294 eran asturianas, apenas superadas por las castellanas. La mayoría vino directamente desde España, pero, hubo un amplio grupo proveniente del Puerto San Julián y de Carmen de Patagones, luego de un éxodo increíble, provocado por el fracaso de lo que Apolant sabiamente denominó Operativo Patagonia.”
Historiador de la vida y de la muerte
La muerte de Apolant, el 26 de diciembre de 1975, por un infarto masivo, en el consultorio de su médico, no tuvo una gran repercusión pública. “Fue una pérdida demasiado importante para la memoria colectiva, uruguaya y rioplatense”, afirma Marta Canessa de Sanguinetti, su alumna y antigua compañera en el CESPAU. “Don Juan fue un maestro entrañable, generoso y renovador. Fue al rescate de un pasado uruguayo abusado por el olvido, por la necesidad mitológicamente arquetípica de las historias nacionales, de crear héroes de bronce. No pretendía revelar la existencia de héroes sino, únicamente, de seres humanos viviendo su aventura vital. Por eso fue un historiador de la vida y también de la muerte.”
Canessa hizo una emotiva semblanza en el homenaje del Instituto Histórico y Geográfico, en 2003, cuando se conmemoraron 100 años de su nacimiento. Apolant fue uno de sus más destacados académicos de número. “Hurgó nuestro siglo XVIII, con dedicada soltura y energía: registros parroquiales, judiciales, militares y censos. Cotejó, expurgó, incendió tradiciones nobiliarias, resaltó otras de gente humilde, como la de los esclavos. El sentido del honor y el deshonor, la honra y la deshonra y su enorme peso en un tiempo social puntilloso. Tiempo ibérico del antiguo régimen estamentario, en el que regían la limpieza de sangre y la limpieza de oficios. Limpiezas que, para una sociedad de órdenes, incidían profundamente en las probabilidades y posibilidades de movilidad, social y económica de los individuos.”
Como obra póstuma, en 1976, se imprimió nuevamente su Génesis de la Familia Uruguaya, corregida y aumentada, en tres tomos, más un cuarto de índice. La edición fue solventada recién en 1979, gracias a una suscripción previa organizada por familiares, amigos y colegas, historiadores y genealogistas, en su mayoría nucleados en el Centro de Estudios del Pasado Uruguayo y el, por entonces, recién fundado Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay.
Canessa destaca el método de exposición genealógica creado por Juan Apolant, quien diseñó un índice en que cada familia se identifica con un número. "Que no es al azar, porque responde a la base primaria de datos que toma como punto de partida, que son los libros parroquiales de Montevideo (casamientos, bautismos, defunciones) desde 1727 a 1767. A su vez, cada uno de los contrayentes y los testigos son identificados con otro número: por ejemplo, el marido con un (1), la mujer con un (2), los testigos -si hay información- con (3), etc. Luego vienen los hijos, nietos, parientes, también con su 'gran-pequeña' historia a cuestas. Partiendo de estos registros montevideanos, Apolant se introduce en otros de Argentina, de Canarias, de la Península y también de Paraguay, Bolivia y Perú. Por supuesto que entran otros variados archivos, actas del Cabildo montevideano, bibliografías (con su severa crítica) y jugosos registros, como es el caso de los judiciales, donde se destacan los testamentos por la riqueza de información que nos prestan sobre los avatares, materiales y espirituales, que vivieron aquellos seres de nuestro pasado. Es su vida y es su muerte, que tenemos ante nuestros ojos. Todo ello en una especie de encadenamiento extraordinario del tiempo, porque los números básicos de las familias son utilizados por Apolant con el fin de organizar toda una red de entronques que pueden llevarnos hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de que supuestamente la Génesis no va más allá de 1767. A modo ejemplar, señalemos la historia de los abuelos de Artigas, que vinieron a fundar Montevideo ya casados y con hijos. Por eso, por vez primera, la encontramos en la familia 63, gracias al casamiento de una de sus hijas: Antonia Artigas Carrasco con Ignacio González, el 3 de junio de 1734. Este registro es un apoyo para hacer una historia que incluye hasta la de jefes militares de Montevideo, porque uno de los testigos de casamiento es Ignacio Gari, uno de dichos comandantes." Canessa define a la Génesis como “un maravilloso libro de historia social aplicada. Es el verdadero quien es quien, de los uruguayos.”
Un tesoro mayor: el archivo Apolant
Carlos Zubillaga, coordinador del Instituto de Ciencias Históricas, director del Departamento de Historiología, ex decano de la Facultad de Humanidades, miembro de la Real Academia Gallega, fue su alumno dilecto. “La mirada de Don Juan es, sin dudas, la más objetiva que haya conocido la memoria colectiva uruguaya. Quizá, sustentada en la ausencia de compromisos políticos, económicos o familiares, con los protagonistas de cada episodio indagado y relatado. Solo un espíritu humanista, pudo transformar una inquietd genealógica doméstica en tratados historiográficos mayores.
El resultado, al cabo de tres lustros, es un ejercicio modélico de crítica documental. "Una obra de excepcionales ribetes, que Carlos Real de Azúa no dudó en calificar como uno de los trabajos más singulares de la investigación histórica nacional y seguramente, de todos los realizados hasta hoy, el más hercúleo y denodado esfuerzo de indagación.”
Zubillaga recuerda con nostalgia la casa de los Apolant, en la calle Pedro Berro. “Era una especie de petit hotel precioso, muy bien amoblado. Era el punto de reunión preferido de los historiadores que, en 1964, fundaron el emblemático Centro de Estudios del Pasado Uruguayo (Cespau), entre ellos, figuras de la talla de Juan Carlos Sabat Pebet, Matilde Garibaldi de Sabat Pebet, Flavio García, Luis Roberto Ponce de León, Florencia Fajardo Terán, Aníbal Barrios Pintos, Ariosto Fernández, Juan Alberto Gadea, Francisco Guevara, José Joaquín Figueira, Gregorio Cardozo, Marta Canessa, Ricardo Goldaracena, Fernando Assuncao, Huáscar Parallada, Luis Musso, Gloria Amén Pisani, María Luisa Cooligham, sus grandes compañeros de aventura intelectual. Puedo decir con orgullo, que inicié mi formación con
“Don Juan fue un democratizador de la investigación genealógica, pero, para mí, fundamentalmente fue un amigo. Me llevaba 40 años de edad. Él ya pasaba los 60 cuando yo tenía poco más de 20. Pero nunca, jamás, me hizo notar esa diferencia”, evoca con emoción.
“La Génesis fue concebida y planeada como ensayo genealógico. Pero, el estímulo provocado por sus compañeros del Cespau, dieron lugar a su arquitectura definitiva, con metas conseguidas en áreas de ciencias sociales: biografía, demografía, estadística, sociología, semiología. Constituye el único ensayo orgánico sobre ubicación espacio-temporal y valor de las fuentes documentales del Río de la Plata de los siglos XVIII y primeras tres décadas del XIX.”
Zubillaga guarda en su biblioteca académica, un secreto tesoro, síntesis perfecta de admiración intelectual y profundo afecto personal: el archivo Apolant. “Para estimular en los alumnos la pasión por el oficio historiográfico, gestioné el acceso a una documentación sin parangón en el Río de la Plata. Se lo solicité a Ellen Apolant Segall, su celosa custodia, al igual que antes lo fuera Ellen madre. La papelería se compone de borradores de originales, fichas y copias de documentos, con esbozo de sistematización de multitud de datos y referencias, y abundante correspondencia mantenida con colegas uruguayos y extranjeros. Reencontrarme con su mundo creador, permitió confirmar la envergadura y complejidad de su trabajo, en tiempos preinformáticos. Viendo su excepcional organización, solamente queda hacer una pregunta: ¿Hasta dónde hubiera llegado Don Juan con una computadora?”
Refundador de la genealogía nacional
Ricardo Goldaracena, fallecido en 2004, fue su amigo y compañero del CESPAU. El genealogista afirmaba que Apolant fue “ante todo” el refundador uruguayo de la disciplina. “En el caso de nuestra ciencia, que también fue su ciencia, hay un antes y un después de la primera edición, en un tomo, de la Génesis de la familia uruguaya, su mejor trabajo. Allí están, maestramente retratados, los primeros 40 años de Montevideo, a través de las partidas de la Iglesia Matríz. Están todos, fundadores y descendientes, sin censura ni autocensura. Recogió a la gente nombrada en esos documentos, padres, padrinos, abuelos, tíos, hermanos, los más ricos y los más pobres, amos y esclavos, hijos, entenados y bastardos."
“La historia, antes de su magistral obra, estudiaba a los próceres en el bronce. Observaba, exclusivamente, los grandes hechos y la vida de grandiosos héroes: la monumenta. La genealogía, tomaba solo linajes de grandes familias, siguiendo al fundador uruguayo de la disciplina: Luis Enrique Azarola Gil.”
“Dentro de la monumentalidad pre Apolant, historiadores y genealogistas tradicionales, blancos y colorados, se hicieron muchas trampas, para justificar la grandeza de sus respectivas colectividades. Siempre a favor de sus intereses partidarios. Crearon una mitología. Llenaron de mentiras las historias de cientos de familias uruguayas. Estudiaban la etapa fundacional de la nación, pero siempre en función de la importancia de sus caudillos. Fue la preocupación de Eduardo Blanco Acevedo y tantos otros. Fue lo que recogió Azarola Gil, en su investigación de las familias más ilustres. Pero, no llegó a todo el patriciado criollo. Quien sí lo hizo, fue Carlos Real de Azúa.”
Goldaracena opinaba, sin embargo que la genealogía es una disciplina democrática. "Parte de un principio de máxima igualdad: todos tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 abuelos cuartos, 64 quintos, 128 sextos, y así sucesivamente. ¿Eran todos ilustres? No, la inmensa mayoría era gente común. Por ejemplo, soy sexto nieto de Jorge Burgues y de Silvestre Pérez Bravo y séptimo de Juan Camejo de Soto, fundadores de Montevideo. El resto, no somos extraordinarios. De manera que nuestras genealogías son absolutamente democráticas.”
El investigador reconocía en la obra de Apolant una influencia decisiva de su formación filosófica alemana. “Con ese conocimiento, era lógico que fuera uno de los más relevantes historiógrafos modernos; profundo, trabajador, infatigable.” Goldaracena cerraba su evocación con una proclama: “Apolant fue el primero en desmantelar venerables filiaciones erróneas de las que adolecían nuestras genealogías criollas tradicionales. Un nuevo mundo real y documentado se abría así para quienes por entonces, éramos jóvenes investigadores, que sentíamos la asfixia de tanta hipocresía. Escribió libros de genealogía, le guste o no, a quienes consideran que los genealogistas no somos historiadores. Es el refundador de la genealogía, porque introduce a la gente del pueblo en su investigación historiográfica.”
A manera de conclusión, el argentino Hernán Carlos Lux-Wurm, reflexionaba: “Apolant fue muy querido por la mayoría de quienes lo conocieron, pero también fue odiado e ignorado en su tiempo, por fuertes grupos de presión que se sintieron perjudicados por sus descubrimientos genealógicos (“este judío comunista que viene a destruir nuestras familias”, decían equivocadamente sus detractores). Su enorme trabajo no fue en vano; además de la monumental producción intelectual que dejó publicada, quedó su fruto y su ejemplo metodológico en toda una nueva generación de historiadores y genealogistas rioplatenses.”
“La historia, antes de su magistral obra, estudiaba a los próceres en el bronce. Observaba, exclusivamente, los grandes hechos y la vida de grandiosos héroes: la monumenta. La genealogía, tomaba solo linajes de grandes familias, siguiendo al fundador uruguayo de la disciplina: Luis Enrique Azarola Gil.”
“Dentro de la monumentalidad pre Apolant, historiadores y genealogistas tradicionales, blancos y colorados, se hicieron muchas trampas, para justificar la grandeza de sus respectivas colectividades. Siempre a favor de sus intereses partidarios. Crearon una mitología. Llenaron de mentiras las historias de cientos de familias uruguayas. Estudiaban la etapa fundacional de la nación, pero siempre en función de la importancia de sus caudillos. Fue la preocupación de Eduardo Blanco Acevedo y tantos otros. Fue lo que recogió Azarola Gil, en su investigación de las familias más ilustres. Pero, no llegó a todo el patriciado criollo. Quien sí lo hizo, fue Carlos Real de Azúa.”
Goldaracena opinaba, sin embargo que la genealogía es una disciplina democrática. "Parte de un principio de máxima igualdad: todos tenemos dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 abuelos cuartos, 64 quintos, 128 sextos, y así sucesivamente. ¿Eran todos ilustres? No, la inmensa mayoría era gente común. Por ejemplo, soy sexto nieto de Jorge Burgues y de Silvestre Pérez Bravo y séptimo de Juan Camejo de Soto, fundadores de Montevideo. El resto, no somos extraordinarios. De manera que nuestras genealogías son absolutamente democráticas.”
El investigador reconocía en la obra de Apolant una influencia decisiva de su formación filosófica alemana. “Con ese conocimiento, era lógico que fuera uno de los más relevantes historiógrafos modernos; profundo, trabajador, infatigable.” Goldaracena cerraba su evocación con una proclama: “Apolant fue el primero en desmantelar venerables filiaciones erróneas de las que adolecían nuestras genealogías criollas tradicionales. Un nuevo mundo real y documentado se abría así para quienes por entonces, éramos jóvenes investigadores, que sentíamos la asfixia de tanta hipocresía. Escribió libros de genealogía, le guste o no, a quienes consideran que los genealogistas no somos historiadores. Es el refundador de la genealogía, porque introduce a la gente del pueblo en su investigación historiográfica.”
A manera de conclusión, el argentino Hernán Carlos Lux-Wurm, reflexionaba: “Apolant fue muy querido por la mayoría de quienes lo conocieron, pero también fue odiado e ignorado en su tiempo, por fuertes grupos de presión que se sintieron perjudicados por sus descubrimientos genealógicos (“este judío comunista que viene a destruir nuestras familias”, decían equivocadamente sus detractores). Su enorme trabajo no fue en vano; además de la monumental producción intelectual que dejó publicada, quedó su fruto y su ejemplo metodológico en toda una nueva generación de historiadores y genealogistas rioplatenses.”
"Si fuera de Artigas, vaya y pase"
La sorpresiva muerte de Apolant, pareció sumir en el fracaso la reedición ampliada y corregida de Génesis de la familia uruguaya. La obra estaba prácticamente terminada y la impresión había avanzado en una quinta parte. Faltaba solamente el índice, pruebas de galera y una nueva negociación con la imprenta Vinaac. Su propietario, Víctor Tarutut, terminó el trabajo en 1976, pero, había que pagarle. La familia recurrió entonces al Ministerio de Educación y Cultura, invocando un acuerdo de auspicio y la compra de 500 libros. Su titular de entonces, Daniel Darraq, no se oponía al pago, pero, en los hechos, no tenía poder de decisión. Cada asunto debía pasar por la oficina del coronel Barba, quien además era encargado del manejo económico de la cartera. La respuesta negativa del militar a la familia Apolant debiera estar incluída en una antología de la sinrazón: "Por haber fallecido el autor no existe obligación del Ministerio; además, si fuera un libro sobre Artigas, o si se tratara de bustos de Artigas, vaya y pase, los compramos igual. Pero, el tema no interesa y no se va a vender, nada."
La obra
1966. Génesis de la familia uruguaya. Los habitantes de Montevideo en sus primeros 40 años. Filiaciones. Ascendencias. Entronques. Descendencias. Edición en un tomo del Instituto Histórico y Geográfico.
1966. La partida bautismal de José Artigas: ¿Auténtica o apócrifa? Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1966-1967. Eusebio Valdenegro y Leal (1781-1818). Apuntes biográficos. Contraluces de la época emancipadora. Separata de la Revista Histórica Nacional, números 228 a 232.
1966-1968. Padrones olvidados de Montevideo del siglo XVIII, Edición en tres tomos del Boletín Histórico del Estado Mayor General del Ejército.
1968. Crónica del naufragio del navío Nuestra Señora de la Luz (Montevideo, 1752). Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1970. Un predicador en el desierto. Un manuscrito ignorado de José Cornide. Ediciones del Patronato de Cultura Galega.
1970. Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiación y destino de las familias pobladoras. Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1970. Los primeros pobladores españoles de la Colonia del Sacramento. Edición del Consejo Honorario de las Obras de Preservación y Restauración de la Antigua Ciudad de Colonia del Sacramento (Ministerio de Educación y Cultura).
1971. Instantáneas de la época colonia. Editorial Arca, Colección Sociedad Uruguaya.
1974. La ruina de la Ciudadela de Montevideo.
1975. Genealogía de los Treinta y Tres.
1976. Génesis de la familia uruguaya. Los habitantes de Montevideo en sus primeros 40 años. Filiaciones. Ascendencias. Entronques. Descendencias. 2ª edición ampliada en tres tomos más índice. Editorial Vinaac.
1992. Crónica del naufragio del navío Nuestra Señora de la Luz (Montevideo, 1752). 2ª edición, Instituto Uruguayo de Numismática.
1999. Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiación y destino de las familias pobladoras. 2ª edición, Editorial El Galeón.
Honores
1966-1967. Premio Pablo Blanco Acevedo, otorgado por la Universidad de la República.
1968-1969. Primer premio Concurso Literario Municipal, categoría Biografía e Historia.
1970-1971. Premio Pablo Blanco Acevedo, otorgado por la Universidad de la República.
1970-1971. Primer premio Concurso Literario Municipal, categoría Biografía e Historia.
La obra
1966. Génesis de la familia uruguaya. Los habitantes de Montevideo en sus primeros 40 años. Filiaciones. Ascendencias. Entronques. Descendencias. Edición en un tomo del Instituto Histórico y Geográfico.
1966. La partida bautismal de José Artigas: ¿Auténtica o apócrifa? Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1966-1967. Eusebio Valdenegro y Leal (1781-1818). Apuntes biográficos. Contraluces de la época emancipadora. Separata de la Revista Histórica Nacional, números 228 a 232.
1966-1968. Padrones olvidados de Montevideo del siglo XVIII, Edición en tres tomos del Boletín Histórico del Estado Mayor General del Ejército.
1968. Crónica del naufragio del navío Nuestra Señora de la Luz (Montevideo, 1752). Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1970. Un predicador en el desierto. Un manuscrito ignorado de José Cornide. Ediciones del Patronato de Cultura Galega.
1970. Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiación y destino de las familias pobladoras. Edición del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo.
1970. Los primeros pobladores españoles de la Colonia del Sacramento. Edición del Consejo Honorario de las Obras de Preservación y Restauración de la Antigua Ciudad de Colonia del Sacramento (Ministerio de Educación y Cultura).
1971. Instantáneas de la época colonia. Editorial Arca, Colección Sociedad Uruguaya.
1974. La ruina de la Ciudadela de Montevideo.
1975. Genealogía de los Treinta y Tres.
1976. Génesis de la familia uruguaya. Los habitantes de Montevideo en sus primeros 40 años. Filiaciones. Ascendencias. Entronques. Descendencias. 2ª edición ampliada en tres tomos más índice. Editorial Vinaac.
1992. Crónica del naufragio del navío Nuestra Señora de la Luz (Montevideo, 1752). 2ª edición, Instituto Uruguayo de Numismática.
1999. Operativo Patagonia. Historia de la mayor aportación masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiación y destino de las familias pobladoras. 2ª edición, Editorial El Galeón.
Honores
1966-1967. Premio Pablo Blanco Acevedo, otorgado por la Universidad de la República.
1968-1969. Primer premio Concurso Literario Municipal, categoría Biografía e Historia.
1970-1971. Premio Pablo Blanco Acevedo, otorgado por la Universidad de la República.
1970-1971. Primer premio Concurso Literario Municipal, categoría Biografía e Historia.
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