Isadora, el día antes del entierro de Ubagesner, el 14 de Marzo de 2006. (Sandro Pereyra, La Diaria, Número Cero, Montevideo) |
Luego de tres décadas de digna
búsqueda Isidora pudo enterrar a su Ubagesner. Lo lloró en un
duelo por el que había luchado, sin tregua, al principio silenciada
por la misma dictadura que se lo arrancó un 28 de mayo de 1976.
Nunca se rindió, pero supo del agobio, que devino en rabia e
impotencia, cuando la transición posdictarorial, en 1986, pergeñó
un eufemismo que llamó Ley de Caducidad. Para la
mayoría de los uruguayos, aún para muchos que la votaron, siempre
fue la "ley
de impunidad" que sólo benefició a los represores y que a ella le sustrajo durante más de veinte años de democracia, el humano derecho a
reencontrase con Uba.
–¿Así está bien? –le preguntó
al fotógrafo, que en la víspera del sepelio fue a su casa de las
afueras de Montevideo.
–Claro que está bien –le
respondió el visitante que iba a retratar su emoción.
La brava mujer se aferró al retrato, lo besó, lo abrazó, como una madre abraza a un hijo recuperado de la muerte. Pero Isadora Musco no es la madre de Ubagesner Chaves Sosa, el primer desaparecido, hallado e identificado en trabajos de investigación antropológica en centros de tortura y exterminio de la dictadura uruguaya. Es la viuda que envejeció amando la memoria de su compañero, el obrero eternamente joven. Porque madre, hay una sola.
La brava mujer se aferró al retrato, lo besó, lo abrazó, como una madre abraza a un hijo recuperado de la muerte. Pero Isadora Musco no es la madre de Ubagesner Chaves Sosa, el primer desaparecido, hallado e identificado en trabajos de investigación antropológica en centros de tortura y exterminio de la dictadura uruguaya. Es la viuda que envejeció amando la memoria de su compañero, el obrero eternamente joven. Porque madre, hay una sola.
(Texto publicado en la revista Ábaco, Gijón, España, 2007)
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