Manuel
Touriño. Toni de Searez. Siempre en Galicia. Leopoldo Novoa. Xesus
Gómez Miño. Ángel Tito Paz. Luis Sequeira. Bolo Celta. Elvira
Figueiras. José María García. Primer Museo Gallego. Juan Bouza
Martínez.
Sobre la base del libro Galicia en Uruguay. Ignacio Naón (fotos), Armando Olveira Ramos (investigación y textos). Montevideo, 2009 (versión española). Santiago de Compostela, 2010 (versión gallega).
Gallego, de nombre gallego
Gallego, de nombre gallego
Manuel Touriño es el gallego a
quien le
canta Alfredo Zitarrosa.
El
gran trovador le escribió un
tema memorable,
que siempre
quiso, pero nunca pudo,
grabar con él a dúo.
(Ignacio Naón, 2009) |
–Perdone
amigo, necesito tomar algo, pero los boliches están todos cerrados. –¿No me
sirve un Espinillar?
El
pontevedrés disfrutaba de uno de sus pocos días de descanso, pero, lo vio tan
solo, que sintió pena. Lo invitó a la íntima reunión familiar.
–No
amigo, solo sírvame en una mesa aparte. No quiero molestar.
Pero no fue molestia. Mientras el visitante gozaba del alcohol, Manuel comenzó a
entonar en gallego, evocando los paisajes de su Agudelo natal, al que jamás
había regresado. Fueron diez canciones, que dijo con profunda emoción. Pero fue
con su preferida, Polo mar abaixo, que el desconocido se paró, aplaudió, y
pidió un bis.
Finalmente,
luego de vaciar la botella, y tomarse alguna otra, aquel hombre de mirada
triste, se presentó.
–Soy
Alfredo Zitarrosa, amigo, y con esa voz vamos cantar juntos.
Manuel
primero se sorprendió, pero, pronto se conmovió. Se despidieron con un fuerte
abrazo, y una promesa. Zitarrosa vivía en la calle Lima, frente a la cantina.
Antes de cada actuación, invitaba a sus colegas a comer a «lo de Manolo». Por
allí pasaron todos, los más famosos y los menos famosos, uruguayos y
extranjeros. Siempre con un aplauso final.
Cuando
estaba muy triste, o muy alegre, cuando se iba de viaje, o regresaba. Zitarrosa
solía cumplir con el mismo rito. Lo invitaba a su casa a comer un churrasco,
aunque, en realidad, era para que le cantara en gallego.
Manuel
Touriño llegó a Montevideo en 1950, poco después "reclamó" a sus hermanos, José
y Emilio, con quienes comparte un amor filial por el Centro Alma Gallega, y a
Ramón, que luego vivió y murió en Australia. En 1974, recibió un regalo de
Zitarrosa, irrepetible, indeleble. Que cambiaría su vida. Un poema muy
sencillo, que es canción memorable.
Para
vos, Manolo
Gallego,
de nombre gallego
junta
dinero y parece un dotor.
Gallego,
cabeza de hormiga
junta
fatigas en el corazón.
Polo
mar abaixo vai unha troita de pé
corre
que te corre ¡quen a puidera coller!
¡quen
a puidera coller!
¡quen
a puidera coller!
polo
mar abaixo vai unha troita de pé.
Gallego,
cachila y sombrero
sos
extranjero, tanto como yo.
Manolo,
no te sientas solo
suda
a tu modo, tu humilde sudor.
Túa
nai non o ten e teu pai non cho da
¿e
de donde che sai? De teu trai la la lá
de
teu trai la la lá
de
teu trai la la lá
túa
nai non o ten e teu pai non cho da.
Gallego,
duro compañero
no
hay bolichero que cante mejor.
Las
rías, que amó Rosalía
cantan
folías y son para vos.
Polo
mar abaixo vai unha troita de pe...
corre
que te corre ¡quen a puidera coller!
Te
juego un truco y te gano Manolito...
Toni de Seares
Toni de Seares, conductor de Siempre en Galicia, la audición en lengua gallega más antigua del mundo, que se emite por CX 12 Oriental. (Ignacio Naón, 2009) |
Desde
hace más de seis décadas, la voz emocionada del lucense Manuel Meilán, sigue
abriendo el programa más antiguo del mundo en lengua gallega, creado un 3 de
setiembre de 1950, pocos meses después de la muerte de Alfonso Rodríguez
Castelao y cuando los uruguayos aún festejaban la gesta de Maracaná.
La
idea fue de Alfredo Somoza, ex diputado republicano y exiliado coruñés, a
quien siguieron otros notables galleguistas de Montevideo: Xesús Canabal, Pedro
Couceiro, Antón Crestar, Emilio Pita, Manuel Leiras, Luis Tobío y el entrañable
Manolo Meilán. Ellos nunca imaginaron la inusual permanencia de aquella
iniciativa concebida para “henchir de galleguismo a las tierras rioplatenses”.
Su nombre evoca al ensayo político Sempre en Galiza, emblema del nacionalismo
gallego, que Castelao había editado el 10 de marzo de 1944, en su exilio de
Buenos Aires.
Los
fundadores eran redactores, locutores, y también pagaban el espacio de cada
domingo en Carve, una histórica emisora que durante décadas trasmitió sus
ideales, a lo largo y lo ancho del territorio uruguayo, también a Buenos Aires,
el litoral argentino y el sur del Brasil.
Aquel
primer domingo la audición fue abierta con una interpretación al
piano de la conocida Muñeira da Chantada, por el poeta Emilio Pita. Su
estructura sigue siendo semejante al formato original: un tema musical con
gaita, el editorial y pequeños comentarios sobre la lengua, historia,
geografía, noticias culturales, cuando escaseaban las publicaciones en gallego
y cuando la cultura estaba prohibida en Galicia. En la década de 1950 el
programa era tan popular, que según registros de Carve, era escuchado por
300.000 personas al año, y hasta el final de la dictadura franquista, jamás
bajó del cuarto de millón de oyentes, a pesar de las presiones del régimen.
Basta
un repaso de sus colaboradores en el mundo, para comprender su notable
influencia intelectual. Desde Galicia, llegaban las voces y los escritos de
Ramón Otero Pedrayo, Ramón Piñero, Sebastián Martínez Risco, Ricardo Carballo
Calero, Xoaquín Lorenzo, Xesús Filgueira Valverde, Francisco Fernández del
Riego, Manuel Espiña, Xesús Alonso Montero, Manuel Chamoso Lamas, Agustín Sixto
Seco. Desde la cercana Buenos Aires, recibía colaboraciones de Luis Seoane,
Rodolfo Prada, Xosé Núñez Búa, Antonio Alonso Ríos, y desde Estados Unidos
escribían: E. Alonso López y Xerardo Álvarez Gallego.
En
1980, con motivo de sus tres décadas, la audición fue escuchada en directo por
primera vez en Galicia, por medio de Radio Nacional de España en La Coruña, y
también recibió al presidente del Parlamento de Galicia y al consejero de
Cultura, que estuvieron en los estudios para celebrar sus cuatro
décadas. Por entonces, la conducción cambiaba de voz, el fundador Manolo Meilán
pasaba la responsabilidad a su colaborador Toni de Searez, y en 2006 se mudaba
a CX 12 Oriental. En la actualidad es conducido también por Ana María Lorenzo,
presidenta del Patronato de la Cultura Gallega.
“La
historia de Siempre en Galicia forma parte inseparable del patrimonio cultural
del gallego emigrado y sus lúcidos fundadores, sabían, ciertamente, que el
éxito estaba en la permanencia, en sostener el galleguismo hasta que en Galicia
llegasen tiempos mejores. Hubo que aguadar 35 años para que Galicia tuviese una
radio en gallego”, afirma el escritor coruñés Manuel Suárez Suárez, fundador
del Patronato de la Cultura Gallega, que vivió más de dos décadas en Montevideo
Abstraído
en formas y colores
Leopoldo
Novoa en su última
visita
a Montevideo, cuando fue
declarado Ciudadano Ilustre.(Ignacio Naón, 2008) |
“Creo
que mi espíritu de aventura, es gallego, si, pero también es uruguayo. Gallegos
y uruguayos, y yo siento que soy de ambos, somos emigrantes por naturaleza. Nos
gusta salir, conocer el planeta. Cada tanto, empezar una nueva vida. No siempre
lo conseguimos, pero, por lo menos, lo intentamos alguna vez. Nos une el
Atlántico, que tantas veces recorrimos, detrás de una vida mejor. Pero, también
se parecen mucho las sensibilidades de los pueblos del Cantábrico y el Río de
la Plata. Siempre de frente al mar.
Nací
en Galicia, pero mi padre era uruguayo, porque mi abuelo pontevedrés un día
emigró a Uruguay. Mi abuela era criolla, pero de Cuba, entonces, tengo dos
abuelos cubanos y dos pontevedreses. Los Novoa somos una familia de mucha
presencia en Pontevedra, aunque los vascos sigan diciendo que mi apellido es de
ellos. Somos Novoa con “v”, gallegos de muchas generaciones.”
Los
Novoa tienen una celebridad mayor. Un pariente marino, de la Edad Media, que
trabajó para el rey de Portugal. Yañez de Novoa (para los portugueses João da
Nova Castelia) fue alcalde de Lisboa, jefe de la Tercera Expedición Portuguesa
a las Indias, descubridor de las islas de Asención y Santa Helena, donde fue a
parar Napoleón. Era orensano, pero cuando le quemaron el feudo de Maceda, se
fue a trabajar para la armada lusitana. Hasta tiene una isla en el Índico, que
se llama Juan de Nova en su honor.
El
pintor y escultor vive entre su casa rural pontevedresa de Armenteira y París.
Sus obras, caracterizadas por la búsqueda de una tercera dimensión, se han
exhibido en Estados Unidos, Europa, Asia y América Latina. Retorna cada dos
años a Montevideo. “Me la paso recibiendo homenajes de mis amigos, que no
merezco, y que solo acepto como un tributo a la inmigración gallega”, responde
con su biológica timidez.
En
la casa de la libertad
Xesus
Miño en el hogar
de sus sueños solidarios:
el Palacio Legislativo.(Ignacio Naón, 2009) |
Graciela
retornó a Ferrol cuando se sintió gravemente enferma, acompañada por su marido,
con la promesa de cumplir el deseo de un eterno descanso en dos tierras. Xesus
regresó a Montevideo, para cumplir un homenaje amoroso a su
memoria. Desde entonces es el Galeguayo, un apodo reconocible en los más
diversos ámbitos sociales, políticos y culturales de su patria adoptiva.
También es un neologismo que describe un profundo amor por su pasado gallego, y
por su presente uruguayo.
Miño
es activista de los derechos humanos y asesor de migraciones de la bancada del
Frente Amplio en la Cámara de Representantes. Su ámbito de trabajo es el
Palacio Legislativo, un símbolo mayor del paisaje montevideano y un patrimonio
monumental que inspira ideales colectivos: libertad, igualdad y cultura.
Escalinatas, columnas, tímpanos, bajorrelieves y una cosecha escultórica de
mármoles nacionales, se integran en el histórico edificio, al que el Galeguayo,
llega cada día caminando, como buen gallego.
“Montevideo
es la capital de la Galicia ideal, dijo en alguna oportunidad Don Daniel,
nuestro prócer Castelao, mientras admiraba el Parlamento de un país que nos
recibe con entrañable hospitalidad. Acá me encuentro como en casa. En ningún
lugar del mundo fuera de Galicia uno está como aquí", afirma Miño,
mientras recorre con naturalidad los pasillos del Palacio. La espléndida casa
del pueblo uruguayo, y el hogar de su libertad.
Bolo
que salta, es celta
Dos destacados jugadores
de bolo celta de Valle Miñor: el experimentado Ángel Tito Paz y el joven Luisito Sequeira. (Ignacio Naón, 2009) |
A
este deporte gallego se juega también en Asturias, Cantabria, País Vasco,
Madrid y el Obidos portugués, aunque sólo en el valle del río Miñor –Baiona,
Gondomar y Nigrán– conserva toda su pureza ancestral. La inmigración lo trajo a
la Argentina, Uruguay, Chile, Cuba y México, pero en Montevideo y Buenos Aires
se disputa el clásico de los Valle Miñor. La mayor fiesta de esta entrañable
disciplina, fuera de Galicia.
"Las
reglas se transmiten de generación en generación. A mí me las enseño mi padre
que lo aprendió desde niño en nuestra aldea de Gondomar, y que recordaba
disfrutando a su padre y a su abuelo", evoca Ángel Tito Paz, el jugador más
conocido del país, dentro y fuera de fronteras.
El
bolo celta fue introducido a principios de la década de 1940, cuando un grupo
de amigos comenzó a sanar sus morriñas en los fondos de la casa de Vázquez Verdía, en la
calle Jackson. Ellos fueron los pioneros: Manuel Piñeiro,
Gonzalo Fajo Alonso, Ángel y Francisco Misa Misa, Manuel García, Máximo Lobato,
José Veloso y Ángel Páez.
"Necesitas
fuerza, precisión y estrategia, por partes iguales. Aunque a simple vista
parezca medio bruto, sin inteligencia jamás podrás ganar", asegura Luís Sequeira,
de 27 años, el más joven de los catorce afiliados a la Federación Uruguaya de
Bolo Celta. Luisito comenzó a jugar por una gran causalidad. Luisa, su madre,
es cantinera y símbolo del Valle Miñor, el querido club donde nació y donde
pasa buena parte de su vida.
Doña
Elvira
La coruñesa Elvira Figueiras y su esposo Agustín Castiñeira en la casa del barrio Cordón. (Ignacio Naón, 2009) |
Marcelino,
el abuelo de Elvira, era un emprendedor de aquellos, que forestó sus
tierras y vendía madera que embarcaba en un pequeño muelle de
Ponteceso frente a la casa de Eduardo Pondal. Entre sus iniciativas se destaca
la funeraria Santa Lucía, que aún existe con filiales en el mundo entero.
Durante un viaje del visionario Marcelino a Uruguay con su esposa
Juana, nació Manuel quien trabajó muy cerca del presidente José Batlle y
Ordóñez. Era mayor, ya casado, cuando se interesó por las tierras de su
padre en Galicia. Aunque los parientes le respondieron con evasivas, se decidió
a viajar a Bergantiños y se encontró con una fortuna en bienes raíces.
Elvira
Figueiras estaba casada con Agustín, cuando sus padres regresaron a Montevideo,
mientras ellos se quedaron en las tierras coruñesas, donde ya tenían a sus dos
hijas: Dolores y María Teresa. Pero la pareja se cansó de trabajar por nada. En
1970 se decidieron a emigrar a Montevideo, en un periplo de más de veinte días
de cielo y mar, en el barco Juan de Garay. Ambos eran analfabetos. Elvira
comenzó a trabajar en casa de la familia Balbi con quien la une una amistad que
perdura hasta hoy y Agustín en la empresa de construcción Varela.
Poco
después Agustín quiso volver a Galicia, repatriado, pero la familia Balbi los
ayudó a comprar un local donde pusieron un negocio de zapatería,
compostura y venta, "La Flor de Galicia", muy próspero y floreciente, allá por
1980. Para poder llevar los cuadernos de su empresa aprendieron a leer y escribir
en el Patronato da Cultura Galega y desde allí, Elvira inició contactos con las
instituciones gallegas.
Somos
socios de Casa de Galicia desde el día que pisamos esta tierra, nosotros y
nuestras dos hijas. Las chicas participaron de los cuerpos de baile de la
institución y aprendieron a tocar gaita. Lo hermoso de la anécdota es que
Agustín las llevaba con su camioneta Ford”, recuerda Elvira.
“Tuvimos
chacra con animales, que vendimos cuando nos jubilamos de la Flor de
Galicia, pero nunca dejamos de vivir en el mismo local. Estamos eternamente a
la Casa de Galicia, nuestro segundo hogar”, comenta la emprendedora
coruñesa, mientras ensaya unos pasos de baile galego.
De
remendón a ortopedista
José María García, ortopedista,
filántropo, gestor
cultural, en el
Primer Museo Gallego del Uruguay.
(Ignacio Naón, 2009) |
Enfrente
a su taller vivía Norma, la secretaria del médico Joaquín Caritat, un verdadera
celebridad científica del país y mecenas de obras de bien público. La mujer
le mostró unos zapatos de su sobrino, un niño que padecía poliomielitis y
necesitaba un calzado especial que le fabricaba un ortopedista que había
emigrado a Italia. Conmovido y decidido a solucionar el problema, José María
recorrió la tradicional feria de Tristán Narvaja, en busca de hormas número 29.
Su
idea era, tomando los zapatos viejos del niño, adaptarlos sobre la horma nueva.
Sorprendido por la calidad del trabajo, Caritat le preguntó a su secretaría por
el artesano. "Los hizo el galleguito de la esquina de mi casa”, respondió ella.
De inmediato, el médico lo citó a su consultorio. Pero José María no fue va a
verlo. Un buen día, paró frente al taller un Chevrolet del 56. Su conductor
bajó, golpeó la puerta de su casa, preguntando por el señor García. Se presentó
como el “Doctor Caritat” y le dijo sin muchas vueltas: "vi los zapatos que le
hizo al sobrino de Norma, están muy bien, pero se pueden hacer mejor”. García
le respondió: “mire doctor yo no soy ortopédico, sólo los copié. Caritat le
enseñó el oficio de ortopedista. José María tomaba clases todos los martes de
mañana en el Hospital Pereira Rosell, hasta el año 1973. Mientras, seguía
trabajando en su taller y poco a poco fue creciendo como comerciante. Dos años después tenía a su cargo a cinco empleados y comenzaba a formar esa gran
tradición que es "Bergantiños, la ortopedia de los niños", que ahora dirige con sus dos hijos,
Marcelo y Fernando, los primeros técnicos ortopedistas diplomados en el Río de
la Plata.
José
María tiene otra pasión: su Museo Gallego, el primero del país, y de los más
completos de América del Sur. Desde hace más de dos décadas preserva objetos de
su tierra natal, que cuida con el respeto de un hijo que rinde culto a la más
serena morriña. El museo reúne más de mil piezas de toda Galicia, que el
coruñés ha recogido en sus viajes. “Es un homenaje a la memoria de mis
antepasados”, afirma emocionado, mientras se prueba una botas que le regaló un
pescador de Malpica.
Cuando
el vino es poesía sutil
Juan Bouza y su esposa Socorro,
con el Río de la Plata y la ciudad
de Montevideo a sus espaldas.
(Ignacio Naón, 2009) |
En
su tierra natal Bouza fue mecánico tornero por obligación y músico por
vocación. Mientras trabajaba en el astillero ferrolés de Astano, tocaba el
trombón en su mínima aldea de Cadabas, de no más de cinco casas, todas de
piedra. Su orquesta hizo historia a mediados del siglo anterior, con sus
rumbas, boleros y merengues.
Aunque
tenía un buen empleo y mucho éxito artístico, en 1955 emigró a Montevideo,
alentado por fantasías sobre una avenida 18 de Julio ancha como el mar, donde
los billetes se encontraban en la vereda. Vino con su esposa, Socorro López,
ferrolesa de Neda. Juntos, se enteraron que eran irreales las promesas de
dinero fácil. Aún así se quedó en la capital uruguaya, trabajando en una
tornería. Desde allí se fue a la fábrica de pastas de un tío abuelo de Socorro,
que le permitió abrir su propio negocio en Las Piedras. Con su talento, su
empresa fue líder en la producción de alimentos envasados: La Sibarita. Cuando
la vendió, en 1996, tenía más de 300 empleados y exportaba a cinco países.
“Traje mi carné de músico, pero entre la burocracia y el trabajo jamás pude
tocar el trombón como profesional”, evoca con cierta nostalgia.
En
su honor, y en el de tantos emprendedores, su hijo el viticultor, Juan Bouza López, plantó
albariñas que pronto fueron cuatro o cinco mil botellas, por año. Un vino
gallego, elogiado hasta por el ex presidente autonómico, Manuel Fraga Iribarne.
Cuentan que el hábil político de Lugo, una noche, se cruzó en una fiesta con
Juan padre. El diálogo entre ambos, al parecer, fue memorable:
–¿Cómo
conseguiste la albariña? –fue la duda de Fraga Iribarne.
–¡Pues,
que yo también soy gallego! –fue la respuesta del coruñés, que forma parte de la leyenda familiar de Bouza Bodega Boutique.
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