Aún
desconocida para el gran público internacional, la vitivinicultura uruguaya
sorprende por su calidad, su capacidad de innovación y su terroir original. El
pequeño país sudamericano goza de una ubicación geográfica privilegiada en
latitud –entre 30° y 35° sur– similar a las mejores regiones vitícolas de
Argentina, Chile, Sudáfrica y Australia. En su clima templado con temperaturas
promedio de 18° centígrados (65° Fahrenheit) se cultivan más de 10.000
hectáreas de vid, a lo largo y ancho de un territorio que recibe
precipitaciones anuales promedio de 1.055 milímetros (41.5 pulgadas), con sol,
inviernos fríos y veranos cálidos y secos, y noches frescas. Las bodegas
uruguayas, en su inmensa mayoría fundadas por inmigrantes europeos del siglo
XIX, producen 100 millones de litros anuales de vino. En sus cavas coexiste el
espíritu familiar y artesanal con la última tecnología y con un poderoso patrimonio material e inmaterial. Sus líderes preservan historias de una identidad que ha transformado un antiguo varietal francés casi olvidado en una cepa nacional que recoge premios y admiración: el Tannat.
Pascual Harriague, pionero de la vitivinicultura uruguaya. |
Investigación presentada en las X Jornadas Internacionales de Patrimonio Industrial: Los paisajes y el patrimonio agroalimentario. Usos en el territorio (Gijón, España, 2008). Actualizada para el libro Uruguay Manual del Visitante 2013 (Naón y Praderi).
Uruguay tiene poco más de tres
millones y medio de habitantes en un territorio de 176.215 kilómetros
cuadrados, desde siempre observado con anhelo por dos vecinos omnipresentes:
Argentina y Brasil. La histórica Suiza de
América tiene una rica tradición
agroindustrial, basada en carnes y granos, que debió reconvertir tras la crisis
económica y social provocada por la pérdida de mercados europeos en la Segunda
Posguerra Mundial. Entre sus nuevos productos exportables hay uno que es
emblema de estos nuevos tiempos: el vino de alta gama.
La vitivinicultura es un sector
estratégico que representa 15% de la producción nacional de alimentos. No es
una presencia caprichosa. En el sur están los departamentos de Montevideo y
Canelones que concentran 90% de los viñedos, con un clima marítimo y tierra
moderadamente profunda, de textura fresca. En el Litoral suroeste está Colonia
con 5% de las viñas cultivadas en tierras de mayor profundidad y excelente
drenaje, influidas por el ambiente del Río de la Plata. El 5% restante se
extiende desde el Litoral norte del mitológico río Uruguay, en parcelas de
Paysandú, Salto y Artigas que combinan finas texturas, piedras y clima seco y
templado, hasta el noreste cálido de la
pintoresca frontera del departamento de Rivera con la República Federativa del
Brasil.
Francisco Vidiella, viticultor catalán instalado en Montevideo y Canelones. |
La vinificación familiar fue traída
a la inhóspita bahía de Montevideo, en 1726, por los fundadores canarios,
pioneros casi adolescentes que llegaron con escaso equipaje repleto de cultura. Sin embargo las primeras cepas
mediterráneas de viña moscatel fueron plantadas en los actuales departamentos
de Canelones, San José y Colonia. Allí crecían sobre enrejados artesanales, muy
útiles en la producción de frutos para consumo de mesa y de vino “casero”.
Los padres jesuitas fueron pioneros
de una incipiente vitivinicultura preindustrial, instalados, en 1741, a “500
brazas” del caserío que luego se llamó Carmelo, un histórico puerto rioplatense
del departamento de Colonia. En la mayor avanzada civilizadora de su tiempo
crearon la estancia De las Vacas, una interminable superficie de 42 leguas
cuadradas, delimitada por el río San Juan y el naciente estuario del Plata.
Tenían 1500 cepas europeas de vid, que cuidaban con religioso esmero.
Su más recordado administrador fue
Juan de San Martín, quien compartió el noble casco con su esposa, Gregoria
Matorras. Allí nacieron los tres hermanos mayores de un notable héroe
sudamericano, el Libertador José de
San Martín, correntino de Yapeyú, pero casi oriental. Don Juan dejó un
detallado inventario, antes de su regreso a la Argentina, en el que certificaba
que la hacienda tenía dos centenares de personas, más de 30.000 cabezas de
ganado, innumerables ranchos para indios peones y negros esclavos, una dulcería
y quesería, y una extensa variedad de frutales. También dejaba constancia de
las plantas de vid y de todos los implementos y herramientas para la
elaboración de vinos.
Dante Irurtia, líder de la moderna producción uruguaya dedicada a los vinos finos, en su bodega de Carmelo. El visionario descendiente de vascos falleció en noviembre de 2010. |
Con la independencia, declarada en
1825, se inició una etapa de transición favorecida por el fervor nacionalista.
Diez años después, el brigadier general Manuel Oribe, segundo presidente de la
República, era recibido con un banquete de honor. Como correspondía, sólo con
vinos orientales, nada de españoles ni franceses.
En 1838 arribaba Pascual Harriague,
un vasco-francés de Hasparren que no tardó en “hacerse la América” como saladerista en el
puerto litoraleño de Salto, mientras soñaba con ponerle su nombre a un vino similar al Médoc. Sus primeros ensayos con uva criolla no tuvieron éxito, hasta
que compró clones de Tannat, una variedad poco conocida en Francia salvo en sus
zonas de origen: las pirenaicas Madirán e Irouleguy. En 1870 los plantó en 200
hectáreas de La Caballada, establecimiento fundacional de la vitivinicultura
uruguaya, y poco después los tenía madurando en 300 barricas de su bodega.
Alain Carbonneau, enólogo francés
que en la década de 1980 propuso
plantar vides en forma de lira
como principio de una
revolucionaria reconversión. |
El otro pionero fue un catalán:
Francisco Vidiella, nacido en Tarragona, enriquecido en Montevideo. Luego de un
grand tour por Europa, en 1873 regresó con estacas de Folle Noire que
implantó en 36 hectáreas de Colón, un pequeño pueblo que hoy es un barrio del
norte de la capital uruguaya. Conocida inicialmente como uva “Peñarol” o
“Vidiella”, fue la hermana mayor de otras frutas memorables: Gamay Noire
–llamada “Borgoña”– y Cabernet. Por entonces también eran implantadas las
variedades españolas Bobal, Garnacha y Monastrel y las italianas Barbera,
Nebbiolo, Isabella o “Frutilla”.
La primera Ley Vitivinícola fue
aprobada el 17 de Julio de 1903, para crear un marco jurídico adaptado a la
necesidad de una industria en expansión. Con el legendario presidente José
Batlle y Ordóñez llegó la consolidación, que se tradujo en mayores controles de
calidad y premios internacionales. Al año siguiente, era creada la cátedra de
Vitivinicultura en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República.
Vendimia de uva albariña en Melilla con un Ford T 1923. |
En 1978 llegaron al país los
primeros consultores franceses, contratados para resolver una encrucijada. La
imprescindible proyección internacional exigía frutos de alta gama, resistentes
a la insolación, la humedad, las infecciones de hongos, a una filoxera
persistente, a una peronospera insistente, a precipitaciones relativamente
elevadas y a un fuerte vigor vegetativo.
Virginia Moreira y Héctor Stagnari, creadores del Tannat Viejo, el más laureado del mundo. |
Fernando Deicas, director de Establecimiento Juanicó. |
A casi cuatro décadas de aquel reporte, la
Oficina Internacional de la Viña y el Vino (OIV) se refiere a la reconversión
uruguaya como un “ejemplo a seguir”, mientras Carbonneau sigue sorprendiéndose
con una vitivinicultura fiel a sus sistemas de conducción de la vid. El francés
suele repetir una frase que invita a la reflexión: “En Uruguay se entiende,
como en pocos sitios del mundo, que la hoja que recibe luz trabaja para la
planta, la que no recibe luz vive de la planta”.
En 1987 fue creado el Instituto
Nacional de Vitivinicultura (INAVI), una entidad pública no estatal de gestióm
mixta, presidida por un representante gubernamental. Desde entonces los vinos
uruguayos suman premios, aumentan sus exportaciones y continuan una
reconversión sustentada en el espíritu innovador de los hijos de aquellos
pioneros franceses, españoles, italianos y alemanes.
Fermento patrimonial
Fermento patrimonial
Estela de Frutos, enóloga uruguaya de prestigio global. |
La enóloga uruguaya Estela de Frutos
suele evocar una historia ocurrida en la víspera de 1900, en la histórica
bodega coloniense Los Cerros de San Juan. Su propietario, el alemán Martin Christian Lahusen, con ayuda de su mayordomo inglés, Mr. Booth, construyó un enorme tanque
subterráneo debajo de la planta industrial. En los meses de invierno, Booth
recogía las lluvias frías a 4ºC y las transportaba por un sistema de tubos de
cobre en forma de serpentina. De un lado había bombas de vapor para extraer
agua enfriada dentro del tanque, del otro estaban otras similares para
devolverla. El agua pasaba las cubas de fermentación para enfriar el mosto y
así se extraía más aromas frutales. ¿El primer sistema de fermentación a
temperatura controlada por refrigeración del mundo? Casi seguro. El tanque
subterráneo con sus tubos de cobre aún se puede ver, preservado en Lo Cerros de
San Juan. En cuanto a Booth, tal fue su éxito que terminó casándose con la
señorita Lahusen, heredera de la propiedad.
Así fue reconstruida la cava del pionero vasco Pascual Harriage, quien trajo a Uruguay la cepa Tannat. La planta original funcionó en el departamento de Salto, a mediados del siglo XIX. |
Los tres nombren describen al mismo “Vino del rey” Luis XVI. Las cepas originales fueron llevadas a la localidad argentina de Concordia, por el inmigrante vasco-francés Juan Jaúregui.
Aquellas plantas habían sido concebidas a principios de la década de 1780, en la casa del abuelo paterno de Jáuregui, que conocía a los mayordomos de las fincas que el monarca poseía en la zona vitivinícola de Madirán. La corona francesa había puesto las mas duras penas a los administradores y súbditos que se apropiaran de un sólo gajo de las cepas. La orden fue acatada por algunos años, hasta que uno de los empleados le entregó al abuelo de Jáuregui, uno de los sarmientos de la parra que había segado y que debía quemar. El beneficiado plantó las cepas Tannat, con tanto éxito para él, pero tanta mala suerte para su amigo, que la noticia llegó a la corte de París. El mayordomo pasó 14 años en la cárcel, uno por cada sarmiento entregado. La pena fue cumplida hasta 1789, cuando el triunfo de la Revolución Francesa, liberó a los presos y depuso al celoso monarca.
El nombre Tannat deriva de la percepción que los enólogos franceses tuvieron de sus taninos altos. En Madirán se mezcla (a 60-70%) con Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc. En la actualidad los mayores y mejores cultivos se encuentran en Francia y Uruguay, pero en territorio oriental es sabor nacional. También se planta en la Provincia de Buenos Aires y en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Placeres tánicos
Uruguay es el mayor productor de esta uva originaria de los Altos Pirineos franceses, presente en un tercio de los viñedos plantados en el país sudamericano que se identifica con sabores tánicos, de taninos suaves y tiernos y un atractivo color. El Tannat uruguayo se expresa perfectamente solo, pero también en cortes con otras variedades. El resultado es una gran diversidad: Tannat–Cabernet Sauvignon, Tannat–Merlot, Tannat–Cabernet Franc. Con una producción no tan significativa, también existen importantes superficies plantadas con tintas Cabernet Sauvignon y Merlot, y blancas Chardonnay y Sauvignon Blanc, con las que se elaboran excelentes varietales criados en barricas de roble. Harriague murió en Bayona en 1894, a los 75 años, con la mala noticia de que la filoxera había diezmado sus viñedos uruguayos.
Madirán hoy. (Wikipedia) |
Uruguay es el mayor productor de esta uva originaria de los Altos Pirineos franceses, presente en un tercio de los viñedos plantados en el país sudamericano que se identifica con sabores tánicos, de taninos suaves y tiernos y un atractivo color. El Tannat uruguayo se expresa perfectamente solo, pero también en cortes con otras variedades. El resultado es una gran diversidad: Tannat–Cabernet Sauvignon, Tannat–Merlot, Tannat–Cabernet Franc. Con una producción no tan significativa, también existen importantes superficies plantadas con tintas Cabernet Sauvignon y Merlot, y blancas Chardonnay y Sauvignon Blanc, con las que se elaboran excelentes varietales criados en barricas de roble. Harriague murió en Bayona en 1894, a los 75 años, con la mala noticia de que la filoxera había diezmado sus viñedos uruguayos.
Vestigios arqueológicos de La Caballada, la planta agroindustrial salteña donde nació el Tannat uruguayo. |
La Caballada vista
“El establecimiento de Pascual
Harriague tenía un gran edificio de ochenta y un metros de largo por
veinticinco de ancho. En sus sótanos, a una temperatura fresca, con una
ventilación sin exceso, se hallaba la bodega, con todo el vino elaborado, que
iba haciendo en el descanso su mérito.
En la parte alta, amplísima, con piso de madera, tenían colocación las
prensas, trituradoras y demás
maquinarias llamadas a iniciar la
elaboración. Ocho grandes aberturas y una serie
de ventiladores movidos por un motor daban luz y aire a esa sección que, en la
época de labor, con tanta gente trabajando, tanto movimiento, tanto detalle de
ruidos y funciones coordinadas, presentaban el aspecto animado de una fábrica. Al borde del piso estaban las bocas
de las grandes cubas, que en número de treinta y cinco se hallaban
perfectamente enfiladas. En ellas se hacía la fermentación. Había diecisiete
con capacidad de veinte mil litros cada una y el resto de cinco a seis mil
litros. El precio de las primeras era de cuatrocientos pesos oro cada una y ello dará una idea del capital
empleado solamente por ese concepto. Para el mismo fin había doscientos
bocoyes, pues hubo alguna vez que por razones de técnica, se prefería hacer
fermentación especialmente en ellos. El número parece todavía poco con
esos doscientos cincuenta recipientes, algunos de proporciones colosales, del
tamaño de una habitación. Y parece poco porque debemos añadir cinco mil
bordalesas llamadas a contener los vinos
una vez destinados a la venta.” Crónica del diario La Prensa de Salto, 1910.
Nacido en Hasparren, una localidad de la región de Lapurdi, en los Bajos Pirineos franceses, fue el pionero de la vitivinicultura uruguaya y primer cultivador de la uva Tannat. En 1838 arribó a Montevideo, donde trabajó como peón por jornal en los saladeros del Cerro y luego fue dependiente en un comercio de San José. En 1840 se radicó en Salto, llamado por su amigo Juan Claviere, propietario del Saladero Quemado del Ceibal, que le vendió una parte del negocio. En poco tiempo abrió una curtiembre que se transformó en el Saladero La Caballada. Allí se preparaba tasajo a gran escala, toda clase de salazones, curtido de pieles, jabones y preparación de grasas.
BIOS
Juan Jáuregui (1812-1888)
Juan Jaúregui. (Delaconcordia) |
Nacido en Yruleguí, un pueblo de los Bajos Pirineos franceses, a los 23 años se embarcó en Burdeos rumbo a Montevideo. Con los ahorros conseguidos en la capital uruguaya se fue a Salto para abrir una fábrica de ladrillos que mantuvo entre 1836 y 1840. Luego se radicó en la localidad argentina de Concepción del Uruguay, y en 1861 trajo de contrabando, según una leyenda familiar escondida entre sus ropas, las primeras cepas de vides Tannat que en el territorio entrerriano todavía se llaman “Lorda”, una denominación inspirada en el apodo de Jáuregui. Dos años después, los viñedos franceses fueron devastados por la filoxera, un insecto parásito que luego de instalarse en la planta produce su muerte en tres años.
El emprendedor vasco vivía en Concordia cuando fabricó el primer vino Tannat, que en 1886 le dejó una ganancia neta de 20.000 pesos oro. Tan notable éxito comercial atrajo a su joven compatriota Pascual Harriague, radicado en la vecina Salto uruguaya, que le solicitó los sarmientos de la poda que iba a quemar.
En 1887, bajo el gobierno entrerriano de Manuel Basavilbaso, se hizo la primera Exposición Industrial y Comercial de Entre Ríos. Fue una oportunidad para que los productores de Concordia y Salto mostraran sus habilidades productivas. Los técnicos de la Quinta de Lorda quisieron enviar sus productos. La iniciativa pareció frustrarse por la negativa de Jáuregui, que no deseaba promocionar un vino creado para su familia y sus amigos.
Pero intervino la esposa del empresario, Juana Hualde, que remitió dos muestras de un genuino vino Lorda, que ganó la Medalla de Plata, un Diploma de Honor y 500 pesos para fomentar la industria vitivinícola. Jáuregui tan sólo vio el metálico enviado desde Paraná, la capital de Entre Ríos, porque murió antes de la entrega de premios de 1899.
Pascual Harriague (1819-1894)
Pascual Harriague, en 1880. (Gobierno de Salto) |
En 1860 realizó los primeros ensayos con uvas criollas, pero sin éxito. Las cepas resultaban débiles y las cosechas logradas no justificaban la inversión. Harriague desistió de la vitivinicultura hasta que conoció a Juan Jáuregui, el por entonces admirado compatriota que había desarrollado un vino conocido como "Lorda", con uvas Tannat traídas desde un campo que su familia poseía en Madirán.
Harriague comenzó a cultivar, en 1874, la cepa de hoja redondeada, muy poco conocida en Europa. Dos años después celebró la primera vendimia. Don Pascual fue propietario de tres de las 90 bodegas de Salto que convocaban a miles de consumidores de la región, uruguayos, argentinos, brasileños, paraguayos. Su establecimiento fue el mayor del país y el que producía la mayor cantidad de Tannat en América del Sur. También elaboraba los más variados tipos de vinos: tintos, claretes, blancos, secos, Bursac dulce y Coñac de una alta destilación y estacionamiento, que cruzaron fronteras y abrieron los mercados de París, Marsella y Bayona.
En 1888 el gobierno uruguayo le concedió una Medalla de Oro, por los resultados de sus cosechas, al año siguiente ganó Medallas de Plata en la Exposición Universal de Barcelona y en la Exposición Universal de París, por la calidad de sus vinos y su coñac. Por entonces había desaparecido el Tannat francés de los mercados europeos. Tan sólo quedaban pequeñas e ignoradas plantaciones en Uruguay y en Concordia. Pero la filoxera y la langosta también atacaron los viñedos de Harriague, quien arruinado regresó a su patria natal. Falleció en la localidad vasco-francesa de Bayona, pero sus cenizas fueron traídas a Salto por sus hijas Pascualina y Teresa.
La bodegas investigadas
El roble centenario donde evoluciona Don Pascual. |
Establecimiento
Juanicó: Del mar vino, vio y venció. Una
historia que inició el marino Francisco Juanicó, nacido en Menorca en 1776,
radicado en el sureño departamento de Canelones, donde compró seis mil hectáreas que
abarcaban desde Progreso hasta la antigua Villa de Guadalupe, ubicada en el
centro geográfico de la región vitícola del sur uruguayo. Su hijo Cándido,
notable jurisconsulto y emprendedor criollo, desde la década de 1870 fue un
referente de los primeros tiempos de la vitivinicultura nacional. El equilibrio
entre tradición e innovación es, sin dudas, la esencia del éxito en el
desarrollo de buenos vinos, entre tantos el famoso Don Pascual, y también la principal bandera que identifica a la
familia Deicas, actual propietaria del establecimiento.
Viñas patrimoniales que conviven naturalmente con nidos de horneros. |
Toscanini
e Hijos: El legado de un visionario. El
génesis de la antigua bodega se remonta a 1894, cuando Juan Toscannini con su
esposa María Bianchi, dejaron su Génova natal para establecerse en la zona de
Canelón Chico, a 30 kilómetros al norte de Montevideo. Toscanini trabajó varios
años como peón, hasta que en 1908 fundó su propia bodega que elaboraba 4.200
litros de vino que se comercializaba bajo la marca "La Fuente". Su
arte en el cultivo de la uva y la producción de vinos es continuado por una
cuarta generación de nietos y bisnietos. Pedro atiende el viñedo, Nelson es el
enólogo jefe y Jorge, con su hija Carolina, se encarga de las finanzas,
mientras Andrés y su hijo Nelson trabajan en el comercio exterior. Un ejemplo
de empresa familiar.
El
roble es sabor, cuerpo, carácter e identidad.
|
Castillo
Viejo: Con sólidos cimientos. La
antigua bodega, creada en 1927 por el vasco francés Santos Etcheverry, es una
de las mayores exportadoras de vinos finos. Sus actuales directivos preservan
un legado del pionero nacido en Hasparren, que se extiende entre Las Piedras y
Progreso, en el corazón de la zona vitivinícola del departamento de Canelones.
Un trabajo que tiene mucho de artesanal y mucho de innovador, que brida calidad
a sus productos, con el objetivo de que la marca Castillo Viejo se afiance y
sea cada vez más reconocida en el mercado internacional.
Cava de piedra a orillas del río San Juan que a sus quince décadas es Monumento Histórico. |
Los
Cerros de San Juan: Cepas históricas, fiesta patrimonial. En 1854, los alemanes Martín Christian
Lahusen y Johann Antón
Orange, adquirieron cuatro estancias situadas entre la costa del Río de
la Plata y el río San Juan, en el departamento de Colonia. Una tierra en
confluencia de ambientes fluviales, con cantos rodados y gravas graníticas y de
cuarzos, donde pronto brotaron vides de Tannat. Así surgió la Compañía Rural de
los Cerros de San Juan y Cochicó. En 1872 trajeron desde la Selva Negra y
Nancy, toneles de roble que fueron albergados en una nueva bodega, construida
en piedra, en las que todavía se elaboran vinos. En 1988, la compañía pasó a los hermanos
Álvaro y Alfredo Terra Oyenard, emprendedores dque poseen una ancestral cultura
vitivinícola vasca. Allí trabaja la ingeniera Estela de Frutos, referente de la
enología sudamericana, quien cada año concibe sabores que preservan la memoria
de los visionarios germanos. Con más de quince décadas de existencia, el
establecimiento es Monumento Histórico y Patrimonio de la Nación.
Atardecer y contraluz en La Puebla, donde Héctor Stagnari marca su presencia. |
Vinos
Finos H. Stagnari: Un Tannat de América y el Mundo. La joven bodega, de familias de
antiguos bodegueros, avanza por las rutas que unen a las viñas de La Caballada
de Salto con la planta industrial de La Puebla de La Paz, histórica localidad
del departamento de Canelones, limítrofe con Montevideo. En las viñas del valle
del río Daymán, afluente del Uruguay que entrega su nombre al país, aún quedan por descubrir surcos abiertos por
el francés Pascual Harriague, padre de la vitivinicultura nacional. En las
barricas puestas a orillas del arroyo Las Piedras, todavía madura la alquimia
poderosa de Héctor Stagnari, el enólogo genovés que legó sabiduría escrita a su
nieto y colega, también llamado Héctor. Una memoria entrañable que recorre la
cava patrimonial donde nacen los Tannat más premiados del mundo.
Vides tintas que parirán vinos de alta gama. |
Bodega
Familia Pizzorno: Calidad en tercera generación. La centenaria empresa familiar
fundada en 1910 por Próspero José Pizzorno, descendiente de inmigrantes
romanos, comenzó a salir al mundo hace siete años, por la dedicación de un
nieto, el enólogo Carlos Pizzorno y de su esposa Ana Laura Rodríguez. Uno de
los secretos es su ubicación, en la región de Canelón Chico, a 20 kilómetros de
Montevideo y muy cerca del Río de la Plata, determinada por una importante
amplitud térmica entre el día y la noche en el momento de maduración de los
frutos. Un rasgo que se refleja en la intensidad y concentración de aromas y
sabores.
Las hileras de Carrau son procesadas en la moderna planta de Cerro Chapeu. |
Bodega
Carrau: Viñas con pasado, vinos con futuro. La estirpe de bodegueros catalanes se inició en el
siglo XVIII, cuando el pescador Francisco Carrau Vehlis compró tierras en
Vilasar de Mar, una zona hoy incorporada a Barcelona. Su nieto Juan Carrau
Sust, graduado de enólogo en Villa Franca del Penades, emigró a Uruguay con su
esposa Catalina Pujol, para seguir con la tradición de este lado del mundo. Se
sumó a la fundación de la mítica bodega
Santa Rosa que entre 1930 y 1940 creció con tecnología que aportó al país el
método champenoise. En 1976, sus
hijos Javier, Francisco, fundaron Bodega Carrau y concretaron el proyecto
Castel Pujol, con un objetivo revolucionario para su tiempo: exportar vinos
uruguayos. Ellos desafiaron conceptos enológicos cuando se instalaron en el
norteño departamento de Rivera, en la frontera con Brasil. En el paraje de
Cerro Chapeu se realizó la más exhaustiva investigación de la cepa Tannat,
preservada y contada en un museo que despierta el interés del mundo.
Los vinos de Progreso que recorren los mercados más exigentes del mundo. |
Bodega
Familia Pisano: Sabores, aromas y colores. Más de tres
siglos de tradición viñatera italiana arribaron a tierras uruguayas en 1870,
con Francesco Pisano. En 1914 llegó su hijo Césare Secundino, que se instaló en
la zona de Progreso, sur del departamento de Canelones, donde plantó los
viñedos originales. La vendimia de 1924 le permitió elaborar su primer vino,
fruto de toda aquella experiencia que le había trasmitido su padre y que traía
consigo desde su Liguria natal. La Bodega Familia Pisano, dirigida por los bisnietos del fundador, Daniel,
Eduardo y Gustavo, es una de las más prestigiosas del país.
Las uvas blancas de
Bella Unión atesoran secretos del norte profundo. |
Calvinor:
La octava maravilla. Bella
Unión. La triple frontera con la Argentina y Brasil, fundada en 1829 por
Fructuoso Rivera, con estratégico interés. Allí a mediados de la década de 1970
se creó la Cooperativa Agropecuaria Limitada Vitivinícola del Noroeste, una
iniciativa de colonos solidarios que a causa de crisis sucesivas estuvo a punto
de desaparecer. Desde 2007 se desarrolla una experiencia vitivinícola
innovadora, de profundo contenido humano, que ha recuperado un emblema mayor de
la región. Inspirados en ese paisaje levemente ondulado, de llanura fluvial,
emprendedores uruguayos le han devuelto la esperanza a tantos artiguenses. Le
han devuelto la vida a la única bodega cooperativa del país. Le han devuelto la
vida a Calvinor.
La Granja XX de Setiembre de Paysandú fue fundada en 1886 por Domingo y José Falcone. |
Bodega
Leonardo Falcone: Vides heroicas. En
Paysandú, lejos del mundanal ruido, a 370 kilómetros al noroeste de Montevideo,
se alza el histórico establecimiento que superó las doce décadas y que conjuga
su venerable edad con la más moderna tecnología y los conceptos enológicos más
innovadores. Allí arribaron Domingo y José Falcone Ruggiero, en 1886, provenientes
de su Corletto Perticara natal, provincia Basilicata de la bota peninsular. Ese
mismo año compraron al estado uruguayo el predio de Puntas de Curtiembre, donde
aún se encuentra la antigua bodega y viñedo que con patriótica memoria llamaron
Granja XX de Setiembre, en honor a la Unificación Italiana y en homenaje a
Giusseppe Garibaldi, el Héroe de Dos Mundos. Allí, a orillas del río
Uruguay, en la gloriosa ciudad conocida como La Heroica, trabaja
Leonardo, nieto de Domingo. Entre plantas que maduran materia prima para los
más refinados vinos artesanales.
La familia Filgueira vinifica en el paraíso, muy cerca del río Santa Lucía. |
Casa
Filgueira: A corazón abierto. Una
bodega dirigida por médicos parece la síntesis perfecta de esa relación
eternamente idealizada que une a los buenos vinos con la salud. Para José Luís
Filgueira y Martha Chiossoni, el cardiólogo y la patóloga, la viña es mucho más
que el lugar de dónde sacan la materia prima para sus caldos exquisitos,
reconocidos y premiados en el mundo. Es un sitio adorable, que les entrega
felicidad. Que les une más íntimamente con la naturaleza plena, y con los
mayores sueños y los mejores proyectos de sus hijos. Es también un
homenaje a la memoria de Don Manuel, el noble pionero pontevedrés que les legó
antiguas fórmulas de vinificación de las Rías Bajas.
Héctor Nelson Stagnari, como siempre, trabajando al pie de la vid. |
Antigua
Bodega Stagnari: Santos lugares, tantos sabores. El italiano Vicente Stagnari,
apasionado activista garibaldino, se enamoró de la viña en su pueblo
natal de Loreto, en la provincia central de Ancona. En su bodega utilizaba
secretas fórmulas que trasmitió a sus hijos, entre ellos, Pablo
Stagnari Casali, el joven, casi niño, que arribó en 1898 a Montevideo. Ahora es
tiempo de los infinitos sueños productivos de Héctor Nelson Stagnari, nieto del
pionero, que se cultivan en la finisecular Vigna Prima Donna de Lezica, en la
costa montevideana del río Santa Lucía, y en el viñedo y bodega del paraje
canario de Santos Lugares, departamento de Canelones. Su espíritu
emprendedor resume trece décadas de enólogos italianos y uruguayos, que han recorrido
el mundo en busca desentrañar los misterios de la uva y los secretos del mejor
vino.
El paisaje de Viña Varela Sarranz evoca una historia de pasión por el trabajo y la cultura. |
Viña Varela Zarranz: Música en todos
los sentidos. La histórica bodega del pionero Diego Pons, fiel
testigo de los albores de la vitivinicultura nacional, ha sido transformada en
un emprendimiento productivo de primer nivel y en un sitio turístico y
patrimonial que preserva la más entrañable memoria colectiva del país. En la
legendaria granja del pueblo Joaquín Suárez,en el este del departamento de
Canelones, trabaja la familia Varela Zarranz. Sus padres, los gallegos Ramón y Antonio, en 1933
fundaron allí una emprendimiento cooperativo memorable: Viticultores Unidos del Uruguay. Allí estuvo el célebre fisiólogo francés
Alaín Carbonneau, para comprobar como era llevado a la práctica su sistema de
conducción de vides en lyra. Desde entonces, sus jóvenes enólogos crean
vinos reconocidos y premiados, a partir de la uva que nace en plantas que
adoptan formas musicales.
Reinaldo De Lucca hace vinos en homenaje a sus antepasados piamonteses y toscanos. |
Bodega
De Lucca: Frutos que enamoran. Las
infinitas sensaciones que cruzaron el mar desde puertos del centro y el norte
de Italia definen el poderoso carácter de la viña de El Colorado, una extensa
región vitivinícola del sur del departamento de Canelones. Con los toscanos De
Lucca desembarcó una sensibilidad artística de formas y colores, que evoca la
discreta seducción de la Edad Media y la gloriosa creatividad del Renacimiento.
Con los piamonteses Gallarato arribó una pasión republicana por el sabor,
compartida con culturas milenarias que cultivaban sus racimos tintos de
Nebbiolo, a la etrusca, apuntando al cielo. Reinaldo De Lucca Gallarato sigue
la tradición de su padre que fundó la bodega en 1947. De fuerte personalidad,
polemista natural e intransigente defensor del terroir de su región, planta frutos exquisitos que luego vinifica
para perpetuar una tradición de calidad.
La cava de la familia Irurtia es una obra maestra de la arquitectura industrial. |
Bodega
Dante Irurtia: Un romance genéticamente concebido. Un siglo y medio después de los
precursores jesuitas, arribó a Carmelo,
la histórica ciudad fundada por el héroe José Artigas, un guipuzcoano de
Irun, inmigrante “de profesión labrador”, que allí descubrió el vientre ideal
para sus frutos. En 1913, el vasco Lorenzo Irurtia obtuvo la primera vendimia.
Dante, su nieto, trabajó codo a codo con los más jóvenes, hasta transformar su bodega en un líder regional y un emblema de los vinos finos uruguayos. El líder de la moderna vitivinicultura creía en el
trabajo familiar desde la implantación y cuidado de la planta hasta la
elaboración.
Naturaleza e historia conviven en Bouza Bodega Boutique. |
Una publicación sobre patrimonio industrial con decenas de miles de lectores por semana
Bodegas del Uruguay
El equipo de editores de la serie Bodegas del Uruguay. |
Fue una serie gráfica innovadora
sobre una actividad que presume de innovación. Con números que impresionan. Más
de 50 mil lectores cada semana estuvieron en contacto con una publicación
masiva sobre el patrimonio industrial del vino. Carlos Contreras, Pablo Bielli
y Pablo Larrosa son fotógrafos. Manuel
Carballa y Pablo Guidotti son diseñadores gráficos. Ellos fueron los
responsable editoriales de una serie de fascículos, realizada entre noviembre
de 2007 y febrero de 2008 en acuerdo con el diario montevideano El Observador.
–¿Cómo
surgió la idea de editar fascículos Bodegas del Uruguay?
Los vinos uruguayos, admirados por su calidad artesanal, suelen ser etiquetados a mano. |
–(Carlos Contrera) De una inquietud
colectiva por el rescate patrimonial, que es anterior a la idea de las bodegas
y de los fascículos. Nos propusimos
abordar temas históricos y culturales de la industria y la opción por el vino fue lógica; por
nuestra experiencia en una publicación, Cava
Privada, que nos permitió reunir y organizar un acervo gráfico. Con tanta
información acumulada sobre el mundo de la
vitivinicultura uruguaya, le propusimos un proyecto de largo aliento al
diario El Observador: una revista
semanal de 30 páginas, con mucho despliegue gráfico y mucho texto. Pero nos
dimos de cara contra las posibilidades de un periódico importante, de
circulación nacional, pero que planteó problemas de financiamiento. El diario tardó casi nueve meses en
hacer una evaluación económica. El primer proyecto era más ambicioso, pero en
cada respuesta nos devolvían un recorte argumentado en su viabilidad. Entonces,
aceptamos hacer algo más corto, más sintético, en pocas páginas, aunque con el
mismo nivel gráfico, con un diseño y una escritura atractiva. Fue necesario
reinventar un coleccionable de vinos para transformarlo en una serie de
fascículos sobre bodegas.
Toneles atesorados en edificios patrimoniales que atraen al turismo. |
–¿Privilegiaron
el valor de la imagen sobre el texto?
–(Pablo Larrosa) Aunque los
responsables del proyecto somos fotógrafos el objetivo era el equilibrio entre
imagen, texto y diseño. Esa es una curiosidad de la serie Bodegas del Uruguay: está dirigida por reporteros gráficos con una
historia profesional en medios en los que la imagen generalmente va donde deja
espacio el texto. Eso se debe al histórico poder que tienen los redactores
sobre los fotógrafos en los diarios tradicionales. Y en eso también innovamos bastante. Nunca
colocamos una imagen para rellenar, pero también estuvimos muy atentos a los
textos y a la maquetación.
Los ejemplares más selectos descansan en ambientes que les entregan edades venerables. |
–¿Por
qué fascículos con un diario y no un
libro o fascículos propios?
–(Carlos Contrera) La idea del libro
está planteada, pero con los fascículos funcionan disparadores. El diario tiene
una vida económica más ágil y una mayor llegada a un público diverso. Para
nosotros fue aprovechar la flexibilidad de un medio masivo, aún sabiendo que el
libro tiene una perdurabilidad única. El fascículo impacta a corto plazo y
recién ahora vamos a saber si se incorpora a la biblioteca del lector. Estamos
en pleno análisis de costos y tiempos. El diario es un canal muy interesante de difusión. Un libro
es raro que llegue por casualidad a un lector, pero no es tan raro que un
fascículo recorra distintas instituciones, comunidades o grupos. Un diario puede terminar en la basura, pero también
se lee multiplicado por cuatro o por cinco. Es una difusión que le sirve a la
bodega, que le sirve al medio, al editor, al investigador y por supuesto al
lector, porque consigue a un precio accesible un material que suele ser muy
caro. Los libros sobre vinos son muy caros.
La tecnología más moderna del mundo acompaña a la tradición vitivinícola. |
–¿Por
qué bodegas y no otros rubros emblemáticos del patrimonio industrial uruguayo: frigoríficos,
lácteos o textiles?
–(Pablo Bielli) Hay un aspecto práctico:
un know how gráfico con un gran
volumen de fotos. Pero también es un reconocimiento al profundo contenido
cultural del vino, a una visión de placer total que no tienen otras actividades
productivas. Un lector promedio puede leer sobre vinos, y disfrutarlo, pero no es
probable que disfrute una lectura sobre carnes, más allá del valor histórico de
los saladeros y los frigoríficos. Una virtud que lo hace atractivo como
producto periodístico. El promedio de vida de las bodegas
uruguayas supera el siglo, con un patrimonio histórico y cultural y un
componente migratorio poderoso. Como pocos sitios, una bodega rescata esos
valores. Uno toma una variedad italiana y siente que hay una historia. Aromas,
sabores, colores, y una sensibilidad que se trasmite. Entonces, hablamos de
bosques, de frambuesas, de canela, de recuerdos entrañables provocados por un
vino.
–(Pablo Larrosa) Es un hombre joven,
aunque también hay muchas mujeres, de mediana edad, de poder adquisitivo medio
alto. No fue una publicación diseñada para expertos, sino que se propuso
ampliar la franja de lectores sobre temas de patrimonio en general y de vino en
particular. Pero son historias de vino de alta gama, no de vino común. Si los vitivinicultores son
emprendedores muy particulares, con
cierto status cultural, social, económico o político, los consumidores
de vinos finos tiene una sensibilidad muy especial: miran desde el envase y la
etiqueta, hasta la calidad del corcho.
Enólogos jóvenes y expertos recrean sabores y colores centenarios. |
–¿Existe
un estilo uruguayo de hacer vinos y comercializarlos?
–(Pablo Bielli) Quizá no hay una
gran innovación del proceso industrial en bodega, pero sí hay mucha creatividad
en los viñedos, donde nace y se desarrolla la fruta. Las bodegas uruguayas son
innovadoras, paradójicamente, cuando mantienen sus tradiciones familiares y
artesanales. Producen menos cantidad que sus colegas de otros países cercanos,
como Chile o la
Argentina. Pero esos volúmenes se compensan con una calidad
natural que distingue. En pocos productos como el vino, la menor cantidad se
traduce en mayor calidad. Además, el estilo
uruguayo de vinificación es una mezcla sabia de diversidad cultural. El Tannat
es nuestro fruto, pero luego es vinificado por descendientes de gallegos que
preservan su Albariño, los piamonteses su Nebbiolo, y así todos, franceses,
catalanes, vascos, alemanes. Una característica de la
vitivinicultura uruguaya es la terquedad. El Tannat significa identidad uruguaya
pero hay otras variedades que no se rinden. Los vinos uruguayos son muy tercos,
quizá por su origen compartido entre vascos y catalanes.
El mapa de los vinos finos uruguayos: las principales bodegas están señaladas en color verde. |
"La cantidad de fascículos fue una decisión difícil. Cuando se definió que iban a ser dieciséis, sabíamos que se corría el riesgo de cometer injusticias. Dejamos la selección a nuestro socio logístico: la revista Cava Privada. Uruguay tiene casi 400 bodegas, de las cuales 40 producen vinos finos; de ese total hay 25 muy sólidas. A no dudarlo: hubo algunas ausencias.”
Pablo Larrosa, co-editor de Bodegas del Uruguay.
Ficha
Técnica
Publicación: Revista, 16 páginas, color.
Periodicidad: 16 fascículos semanales.
Edición: Sudeste Contenidos Editoriales.
Medio: El Observador (www.elobservador.com.uy).
Imagen: Fototecasur (fototecasur@gmail.com).
Diseño: Carballa & Guidotti (mcarballa@gmail.com).
Respaldo
Técnico: Cava Privada Club de Vinos (www.cavaprivada.com.uy).
Asesores: Benjamín Doño, Miguel Larrimbe, Mariana
Savio, Caterina Viña, Cecilia Siniscalco.
Redactores: Guillermo Pellegrino (gpeldu@adinet.com.uy) y Armando Olveira
Ramos (warolve@adinet.com.uy) .
Corrección: Ana Cencio (anacencio@gmail.com).
Excelente informacion!
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