miércoles, 18 de abril de 2012

“Oremos por el alma de Vladimir Roslik, que murió asesinado”

Portada del semanario Jaque con título
que destaca el artículo de Juan
Miguel Petit y Alejandro Bluth,
en la edición  del 27 de abril de 1984
(Archivo Jaque)
Memorias de Valodia
Crónica de una cobertura memorable del semanario Jaque, ejemplo de periodismo de investigación que demostró un crimen de la dictadura militar uruguaya

Lunes 16 de abril de 1984. Aquella madrugada el médico rural de San Javier fue asesinado por sus torturadores en un cuartel de Fray Bentos. A más de 30 años de un episodio decisivo en la historia reciente del país, con los asesinos y sus cómplices todavía impunes, el crimen es evocado en entrevistas que mantienen toda su vigencia. Manuel Flores Silva siguió el caso en tiempo real desde la redacción del semanario Jaquemientras dos jóvenes cronistas, Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit, viajaban a Paysandú para desenmascarar un crimen de la dictadura uruguaya, ellos, apoyados por el inolvidable Manuel Flores Mora, consiguieron el resultado de una segunda y esclarecedora autopsia al cuerpo de Roslik. Luis Udaquiola investigó su vida en la colonia rusa de San Javier y la narró en un libro memorable: Valodia. Gregorio Martirena, histórico dirigente de la Federación Médica del Interior (FEMI), recuerda que fue "el primer hecho ético del mundo resuelto por un tribunal" y evoca su gran difusión internacional a través de organizaciones de Inglaterra y Dinamarca, las naciones más avanzadas en la lucha contra la tortura.

Sobre la base de un trabajo compartido con José López Mercao para la separata “15 años después. La vigencia ética de Vladimir Roslik” (Revista Noticias, Sindicato Médico del Uruguay, 1999). Informe actualizado en 2014 y 2017.

40 horas
Domingo 15 de abril de 1984
4 AM. Vladimir Roslik Bichkov, médico rural de San Javier, departamento de Río Negro, casado con María Cristina Zabalkin, padre de Valery, un bebé de cuatro meses, fue llevado de su domicilio por fuerzas militares. Mary todavía evoca aquella detención. “Se sentía ruido. Había un escándalo: golpeaban la puerta, parecía que la querían tirar abajo. Se sentía ruido de autos, y yo le dije a Vladimir que podría ser un accidente o algo, y que lo venían a buscar. Él gritaba 'ya voy, ya voy'. En eso se abrió la puerta y él me dijo 'no te asustes, Mary no te asustes, que son soldados'. Lo tenían en la cocina esposado y vi que se lo llevaban, me tiré al suelo y le puse los zapatos y un saquito por arriba. Él gritaba '¡otra vez no, otra vez para pasar por lo mismo, no!” Roslik fue trasladado a la comisaría de San Javier y luego al Regimiento 9 de Fray Bentos.

El  retrato del inolvidable médico
de San Javier alivia  la 
espera de los pacientes en 
la antesala de la policlínica 
de la Fundación Roslik.
(Archivo Zabalkin)
Lunes 16 de abril de 1984
3 AM. Miguel Zabalkin, suegro de Roslik, le informaba a Mary: “Avisaron de la comisaría para que fuéramos a Fray Bentos a retirar el cuerpo de Vladimir.”
6 AM. A esa hora Mary llegaba a la morgue del hospital de Fray Bentos, donde en una primera instancia se negaron a entregarle el cuerpo de su marido. También se le informaba que se le había practicado una autopsia. Tres horas después recibió un certificado de defunción incompleto, firmado por el doctor Eduardo Saiz. Mary inició la tramitación para trasladarlo en ambulancia a Paysandú. En la morgue del cementerio sanducero se realizó la segunda pericia forense. Fueron convocados los médicos militares Aníbal Juan Mojoli, Eduardo Laluz, Adolfo Montauban, Gonzalo Zuasti, Eduardo Saiz, además de Fernando y Jorge Burjel, veedores designados por la familia Roslik, todos ellos adscriptos a la sanidad de las Fuerzas Armadas, y otros testigos que también estaban en el cementerio.
8 PM. Los médicos salieron uno a uno, y Jorge Burjel abrazó a Mary, mientras le comentaba: “Lo único que te puedo decir por ahora es que hiciste muy bien en traerlo, que estuviste muy acertada; me entendés ¿no?”.  La viuda recibe el cuerpo de Roslik, pero no le entregan el certificado de defunción y el documento sobre la primera autopsia.
10 PM. Mary Zalbalkin regresaba a esa hora a San Javier con el cuerpo de Vladimir Roslik.

Con Manuel Flores Silva, editor de Jaque, semanario que publicó por primera vez la confirmación médica del asesinato por torturas de Vladimir Roslik
“El crimen fue resuelto periodísticamente por Maneco”

Manuel Flores Silva.
(Archivo Noticias
)
En 1999 era director de la revista Posdata, pero quince años antes había protagonizado una peripecia periodística decisiva en el esclarecimiento del crimen de Vladimir Roslik y, también, para que el poder militar reconociera por primera vez sus prácticas de tortura. Tres lustros después, Manolo rememoraba la sucesión de casualidades y causalidades que determinaron la verdadera naturaleza de una muerte emblemática para la historia reciente del Uruguay.

-¿Qué papel le adjudica a Mary Zabalkin en la resolución del caso Roslik?
-Fue fundamental, porque aquella mujer del interior, de cultura promedio, tuvo la lucidez de llevar a otro departamento el cuerpo de su esposo, que le entregaron en un cuartel, bajo dictadura. Aquella segunda autopsia fue un ejemplo de valentía de Mary, y también de los médicos militares, alguno de ellos de su confianza. Fue un acto heroico de esa señora que desde su tremendo dolor hizo lo que se debía hacer: retirar el cuerpo del ámbito en que estaba, sacarlo del departamento y buscar la verdad. Lo segundo a destacar es que los médicos no solamente hicieron una autopsia absolutamente fidedigna, sino que además nos confirmaron su contenido, a pesar de las presiones.

"Muerte de Roslik, violenta y
multicausal", titular de portada del
semanario Jaque, 18 de mayo de 1984.
(Archivo Jaque)
-También fue decisiva la investigación de los cronistas de Jaque
-El primero y principal fue Maneco (Manuel Flores Mora, su padre) que es quien “resuelve” periodísticamente el caso, por decirlo así. Yo tuve la responsabilidad editorial y la de oficiar de soporte de toda la política de presión que inmediatamente nos cayó encima. Hubo dos periodistas jóvenes, (Alejandro) Bluth y (Juan Miguel) Petit, quienes prácticamente en los comienzos de su carrera periodística se vieron enfrentados a lo que fue mucho más que una nota. Cuando publicamos la noticia de la muerte de Roslik y la presunción de que ésta se debiera a actos de tortura, me citó el entonces director de la DINARP (Dirección Nacional de Relaciones Públicas de la dictadura), que me dijo que nosotros no podríamos demostrar lo que estábamos afirmando, pero que, no obstante, no nos iban a cerrar de inmediato, porque eso sería interpretado como un intento por silenciar la investigación, pero que nos atuviéramos a las consecuencias si no obteníamos los elementos de prueba.

-Aquella tapa de Jaque fue memorable: “Oremos por el alma de Vladimir Roslik, que murió asesinado.”
-En ese momento estábamos en plena carrera de cuatro semanas, una situación límite en la que nos iba la vida tratando de obtener pruebas contundentes sobre el asesinato. No podíamos dejar de avanzar en la información sobre el caso, porque si quedábamos empantanados, inmediatamente sobrevendría el cierre de Jaque. Nosotros no podíamos decir: “Jaque afirma que Roslik murió a consecuencia de torturas”, pero sí habíamos podido parafrasear en el título de tapa con el que comenzó todo, al sacerdote que tuvo la valentía de decir: “Oremos por el alma de Vladimir Roslik, que murió asesinado.” De alguna manera nos amparamos en la “santa madre” y pudimos decir lo que todo el país presentía. Hasta ese momento se iban sumando elementos de empuje: una mujer increíblemente lúcida teniendo en cuenta la tragedia que vivía, médicos que realizaron una autopsia fidedigna, un cura que denuncia, un medio de comunicación que se hace eco de lo que sucedía.

"El resultado de la segunda autopsia es
concluyente: Anemia aguda", título del
artículo principal publicado en el
semanario Jaque, 18 de mayo de 1984.
(Archivo Jaque)
-¿Cuándo supo la existencia de una segunda autopsia que señalaba la verdad?
-Desde que se realizó, pero de nada nos servía si no teníamos acceso a ella. Hicimos de todo para obtenerla. Sabíamos que ya había venido para Montevideo. Lo puedo ejemplificar con una anécdota: por razones que tenían que ver con su seguridad personal, el coronel retirado que estaba a cargo de la investigación interna del caso, hizo una fotocopia del expediente y se la dio a un amigo para que la guardara, como forma de cubrirse las espaldas. Esa actitud es absolutamente explicable si se tiene en cuenta la atmósfera que se respiraba entonces. Seregni había salido en libertad un par de meses antes, casi simultáneamente se había levantado la proscripción a los cantores populares, llegaba Zitarrosa, se permitía difundir a Viglietti en las emisoras. Y en la vereda de enfrente nos encontramos con que el general Medina, un militar que había sido duro en las negociaciones del año anterior en el Parque Hotel, entonces a cargo de la División 3, con sede en Paso de los Toros y de quien dependía Río Negro, estaba negociando una salida. En la interna militar se vivía una confrontación entre la línea de Medina, de salir de la situación negociando, y la del general Álvarez, que condicionaba esa salida al reconocimiento de la sociedad uruguaya a la labor cumplida por los militares, es decir, salir “por la puerta grande”. La muerte de Roslik era parte de un ajedrez interno de los militares. Toda la historia de que se había traído armas a San Javier a través del río Negro y todo el resto de la fábula, debilitaba la postura negociadora de Medina. En esa alucinación, la propia muerte de Roslik beneficiaba a los “duros”, ya que el cuartel de Fray Bentos estaba dentro de la jurisdicción de Medina. Se trataba de una dialéctica a la que nos íbamos acostumbrando, en la que luego de cada avance aperturista sobrevenía un empuje represivo de signo opuesto. Eso explica muy bien por qué el juez militar que está entre esos dos fuegos, saca de ese ámbito la copia del expediente y la entrega a un amigo, quien la guarda bajo medidas de seguridad en su oficina. Habíamos estudiado la rutina de ese hombre y sabíamos que a determinada hora, él se ausentaba por media hora para leer el diario en el bar de la esquina. Como podíamos tener acceso al lugar donde estaba el documento, todo consistía en aprovechar esa media hora para sacarlo, fotocopiarlo y volverlo al lugar. Sin embargo, fortuita o no, se da la circunstancia que este hombre no cumple con su rutina durante tres días consecutivos, luego de lo cual el documento fue trasladado.

"Un mes después": pie de página del semanario
Jaque que mantuvo la expectativa informativa
del caso Roslik, 18 de mayo de 1984.
(Archivo Jaque) 
-¿Hubo un cambio de planes en la redacción de Jaque?
-Habían transcurrido tres números, ya no teníamos qué publicar y se nos venía el cierre encima. Cuando estaba con mi hermano Felipe repasando nombres de gente vinculada con el caso, en eso entra Maneco y encuentra, entre el personal vinculado a la segunda autopsia, un nombre que le era familiar. Se limitó a señalarlo y decir: “Este fue batllista.” Eran las siete de la tarde y se fue de inmediato, piloteando un coche de aspecto fantasmal, lleno de herrumbre y antióxido, a ver a esta persona. Apareció a las once de la noche con la segunda autopsia en la mano. Había convencido a aquel viejo batllista de que le proporcionara la información, se habían ido juntos al instituto forense militar y en la propia máquina de escribir del instituto copió la autopsia. El resto es sabido: su publicación obligó al Ejército, que jamás había reconocido la existencia de la tortura, a sancionar a los mandos del cuartel, y a que se abriera el camino para el procesamiento de los responsables materiales. De algún modo eso significó el fin de la tortura, que hasta entonces era una práctica rutinaria y nunca aceptada.

-¿Quién fue esa persona que obligó a dar vuelta una página de la historia?
-Es un secreto profesional que me llevaré a la tumba, pero en las instancias en que las opciones son de vida o muerte, a menudo sobrevienen esas casualidades que pueden cambiar el rumbo de la historia y dejarnos marcados por el resto de nuestra vida. Hubo un episodio que ocurrió simultáneamente y que me impresionó: cuando le dan a Maneco la carpeta donde está la ficha de Roslik, por equivocación le entregan dos carpetas juntas. La que estaba pegada a la de Roslik pertenecía a una entrañable compañera mía de estudios, cuyo nombre omito por respeto a su familia y que también es una de las víctimas emblemáticas de ese período negro que estábamos contribuyendo a cerrar.

Luis Udaquiola, investigador del caso Roslik, autor de Valodia
“Mary necesitaba compartir su memoria”


Portada del libro 
de Luis Udaquiola,
editado por FEMI

y Banda Oriental.
En 1996 fue publicada una obra que narró la vida y la muerte del médico de San Javier. “Era una íntima necesidad de Mary... temía morir sin dejarle a Valery un testimonio escrito sobre el valor ético de su padre”, reflexionaba Udaquiola, quien aún se conmueve con cada párrafo del libro editado por Banda Oriental. Fue uno de los textos nacionales más vendidos en el género investigación. Valodia en ruso es el diminutivo de Vladimir.

-¿Cómo surgió la idea de un libro sobre el caso Roslik?
-La iniciativa corresponde enteramente a Mary Zabalkin, viuda de Roslik. Mi contacto fue en 1994, a través de su asesor legal, el abogado Francisco Ottonelli. En las primeras páginas hay un reportaje que le realizara Jaque. Dijo textualmente: “algún día voy a escribir un libro, no importa que pasen los años”. Era una necesidad íntima, pero no se sintió capaz de hacerlo sola... El tema del libro fue aportado por Mary en tres o cuatro entrevistas, entre Salto, Paysandú y San Javier. También viajamos cinco veces al pueblo para recoger el testimonio de familiares, vecinos y amigos.

-¿Qué recogió en ese primer encuentro?
-Me emocionó que reconociera su temor a la muerte. Sufría porque se perderían sus recuerdos sobre la vida de Roslik. Siempre mencionaba la necesidad de dejarle un testimonio a Valery sobre el valor ético de su padre. Ese conjunto de razones me puso frente a una obligación moral que por supuesto cumplí con mucho cariño y mucho gusto. La peripecia de Valery todavía es muy especial. Mataron a su padre cuando tenía cuatro meses. Fue criado por la madre y los abuelos, con recuerdos, testimonios y fotografías. Con cosas que se dicen y no se dicen, porque nunca se sabe si los niños están prontos para algo tan fuerte. Creo que es muy sensible, muy inteligente, que esconde una afectividad muy fuerte detrás de sus silencios.

Mary Zabalkin, 28 años
después: "los asesinos
siguen impunes".
-¿Cuál fue el mayor problema que se planteó en la investigación?
-Los siete años de Moscú fueron un verdadero agujero negro. Pudimos armar una historia bastante certera con el testimonio de ex becarios uruguayos de la Universidad Patricio Lumumba. Viajamos a Mercedes, Paysandú y Porto Alegre para entrevistar a médicos, ingenieros, semióticos. Así reconstruimos el clima humano y físico de Moscú. Recuerdo que tuve que comprarme una guía de Moscú, para desgrabar reportajes muy pintorescos. Muchas anécdotas fueron confirmadas sobre el papel, sobre todo si ocurrían en estaciones del metro, aeropuerto y paisajes próximos. Fue invalorable el aporte del matemático Alejandro Borches, radicado en Porto Alegre, del Dr. Luis Marichal, de Minas, y de varios ex becarios montevideanos. Todos, en algún momento, frecuentaron la habitación de Vladimir. Algunos seguían sufriendo el mismo miedo de la dictadura, once años después del asesinato. Me asombró cómo hablaban en voz baja, con monosílabos, recordando que fueron perseguidos, encarcelados y hasta torturados por el solo hecho de haber estudiado en Moscú.

-¿La infancia fue más fácil de reconstruir?
-Sin dudas... con los recuerdos de hermanas y su hermano Miguel, todos mucho mayores que Vladimir, quienes aportaron testimonios de pequeños agricultores. La adolescencia fue la etapa más difícil, por falta de personas que pudieran aportar datos. Nos sirvió la memoria del Dr. Ricardo Voelker, un médico de Salud Pública radicado durante años en el pueblo, con quien el por entonces jovencito descubrió su vocación. Voelker, un alemán de pura cepa, era responsable de la policlínica y director del liceo.

Valodia en la Universidad
Patrice Lumumba, de Moscú.
(Archivo Roslik)
-Los familiares de Roslik sostienen que la relación no terminó bien...
-Todo cambió luego del regreso de Moscú. Los años enfriaron un poco las cosas, a lo que se suma la competencia que significó la presencia de un médico joven. Se dice que Vladimir no pudo trabajar en Salud Pública a causa de presiones de Voelker. Es difícil de comprobar. Ambos estaban en polos ideológicos opuestos. Voelker fue candidato a diputado de Pacheco Areco en 1971 y, aunque Vladimir no tenía una militancia política conocida, es lógico suponer su simpatía por la izquierda. Personalmente, prefiero quedarme con el testimonio del viejo amigo, aportando una imagen muy tierna y afectuosa. Hay grabaciones de ambos cantando tangos, la música preferida de Voelker.

-¿Notó temor en sus viajes a San Javier?
-No en todos. Sí noté cierto temor en los colonos más antiguos y familiares. Todavía hay algunos miedos y oposiciones en retirada. Hasta nos encontramos con gente que creyó o dijo creer algunas fábulas que se tejieron en 1984... por aquello de las armas y la presunta guerrilla. Tengo presente a un personaje conocido como Carozo, gran acordeonista ruso, que estuvo con Vladimir en la misma celda del penal de Libertad. Nunca quiso darme un testimonio. Una vez me llegó a acusar de enviado de la policía o el ejército.

22 de diciembre de 1983:
el pequeño Valery
cumplió su primer mes.
(Archivo Zabalkin)
-¿Pudo comprender por qué Roslik permaneció en su pueblo hasta el final, a pesar de los riesgos que enfrentaba en plena dictadura?
-Es probable que en una ciudad más grande todavía estaría vivo y hasta tendría la sólida posición social y económica que disfrutan muchos médicos. Intento una justificación al principio del libro, recordando cómo fue la inmigración rusa que desembarcó en las costas del río Uruguay. Los trajo un motivo religioso. Soportaron un viaje largo y terrible con epidemias de viruela; permanecieron en un hotel de inmigrantes de Montevideo mientras morían familiares en el “fin del mundo”. Vladimir llevaba muy dentro de sí que sus abuelos comenzaron de menos que cero y sus padres comieron el pan que el diablo amasó. Cuando hay tanto dolor compartido se crea un lazo indestructible. Quizá esto explique por qué volvió a su tierra para quedarse hasta la muerte... como una forma de honrar ese dolor. Un pasado que no se honra en Montevideo, ni en Fray Bentos. Cuando comenzaron a soplar malos vientos a principios de la década de 1970, mucha gente le dijo “andate, qué hacés acá”. Pero se quedó... y con qué dramático resultado.

-¿Pudo desentrañar el motivo ideológico del asesinato?
-Mantuve un corto intercambio de palabras con el teniente general Medina, que me permitió plantearle la hipótesis de una interna militar que por entonces enfrentaba a “aperturistas” y “goyistas”. Al principio, formalmente, descartó que la muerte de Roslik fuera una “cama” para cortarle el camino hacia el entorno del primer gobierno posdictadura. Finalmente, admitió textual: “Hay dudas que uno se lleva con la muerte.” No es que me afilie a la hipótesis de Medina, ni siquiera la publiqué en el libro, pero supongo que tenía algunos elementos más que el común de los ciudadanos. “Se les fue la mano”, me admitió. No es descabellada la idea de un homicidio ultraintencional. Hay respuestas sin palabras, gestos, miradas, silencios, que nos ayudan a encontrar certezas... que no son traducibles al formato texto.

1926. Foto de bodas
de Miguel Roslik y
CatalinaBichkov,
padres de Valodia.
(Archivo Roslik)
-¿Quedó alguna otra historia sin contar?
-Otra experiencia dura fue la entrevista con el doctor Saiz, el médico militar que firmó un certificado de defunción falso. Me sentía obligado a visitarlo por una cuestión de ética profesional. Para pactar la reunión lo llamé de un teléfono público, sin mucha esperanza de conseguir algo positivo, pero me encontré con un “sí” tan rápido como sorprendente. Cuando llegué a la casa, media hora después, el paisaje había cambiado un poco. Estuve allí tres horas de una noche invernal de Fray Bentos, entre las seis y las nueve. Me encontré con un tipo muy hosco. Apurado por explicarme que seguía prestando servicios en el ejército. Interpuso a su esposa en la conversación. Una mujer muy tensionada, muy nerviosa. No era hosca, pero hubiera preferido... Hablaba solamente ella. En medio de este panorama insólito, mal podía prender el grabador sin provocar un cortocircuito. Fue una situación casi demencial. Opté por tomar nota y memorizar lo que ella decía... siempre mirando la cara de Saiz para descubrir si era verdad, o si estaba de acuerdo con aquellos dichos. ¿Cómo decirlo con respeto? ¡Fue… surrealista!

-¿Se mostró arrepentido o avergonzado?
-En ningún momento asumió responsabilidad por la muerte o alguna irregularidad en la autopsia del cuerpo. Se escudó en que debió hacer una autopsia sin ser médico forense. Sigue sosteniendo que Roslik murió de un paro cardíaco. Sentí que el trabajo fue inútil, porque no decía la verdad. Me queda la idea de un retrato del cuartel de Fray Bentos con un cierto clima de paranoia entre los mandos medios. Sin llegar a la insubordinación formal, la esposa de Saiz me sugirió que allí no mandaba el comandante, sino que existía un grupo de poder, encabezado por Coubarrere y Olivera. Para la señora, ellos se “excedieron” con Roslik, como ya se habían “excedido” con otros.

29 de agosto de 1972: Vladimir
y Mary en el Club Neptuno
de Montevido. "Nuestra
primera salida de novios."
(Archivo Zabalkin)
-¿Intentó hablar con Coubarrere?
-No, cuando me lo planteé, sufrí un fuerte ataque de repugnancia. Descubrí que había sido ascendido y que era jefe de la imprenta del Ejército. Creo que somaticé el dolor espiritual en un incontrolable dolor de estómago. Alguien podría acusarme de poco profesional, pero, después de escuchar el testimonio de compañeros de Roslik sobre su sufrimiento en los últimos minutos de vida, difícilmente se pueda encarar un diálogo tan cínico. En el otro extremo puede situarse la experiencia de conocer a los médicos que firmaron la segunda autopsia... Siempre destaco el papel que tuvo el Dr. Jorge Burjel, un médico militar de Paysandú que interpuso su honor profesional por encima de la comodidad de un cargo en el Ministerio de Defensa. Es un hombre muy lúcido, que merece el mayor homenaje, no solamente de los médicos, sino de todo el país verdaderamente democrático. Los médicos que cambiaron aquella versión oficial del paro cardíaco, actuaron con absoluto sentido profesional, sin implicancias ideológicas. Creo que es bueno desmitificar el episodio de la segunda autopsia. Todos reconocieron que hubo dudas y temores antes de poner sus firmas. Es humano. Hace aún más valiosa esa actitud profesional.


La prensa dijo
“Llega a Montevideo la viuda de Roslik sin tener el informe de la segunda autopsia”
Titular del diario El Día (23/4/ 1984)

“Viuda de Roslik se reunió con Sanguinetti y Pozzolo”
Titular de El Día (24/4/84)

“Con todo lo cual queremos decir que el comunicado de la DINARP, si aspira a suscitar nuestra inquietud al informarnos sobre actividades subversivas recientemente reanudadas en algún lugar de Río Negro, consigue ciertamente su objetivo. Pero no en grado suficiente para que no insistamos en querer saber qué fue lo que aconteció al Dr. Roslik.”
Columna de opinión del semanario Búsqueda (25/4/1984)
"San Javier es un campo de
concentración", entrevista de
Roger Rodríguez en el
semanario Convicción,
publicado el 25 de abril de 1984.
(Archivo Roger Rodríguez)

“Caso Roslik: se solicitará a un juez civil una tercera autopsia
Colegio de Abogados hará hoy una firme declaración”
Titular del artículo de Roger Rodríguez en el semanario Convicción (26/04/2014)

“Una nueva pericia forense se habría practicado ayer al cadáver del doctor Vladimir Roslik”
Titular de El Día (26/4/1984)

“Esto siempre ha sido algo muy, no sé, selectivo. A mi marido, pobrecito, siempre lo estaban molestando desde aquella vez en el 80. Tanto, que nunca hacíamos nada, no íbamos a ningún lado, porque él decía que tenía miedo de comprometer a los demás y comprometerse, porque decía que nunca quería pasar por lo mismo otra vez. Nunca. Y entonces, lo único que hacía era ir a jugar un poco a la baraja y después, cuando nació el bebé, esa era su vida, estaba loco de contento con el hijo.”
Mary Zabalkin en reportaje del semanario Aquí (26/4/1984)

“Luego lo trajo en brazos. Un niño de cuatro meses, con enormes ojos celestes y una sonrisa que ensanchaba sus facciones rusas que llevarán los apellidos de una culpa que quizá nunca logrará entender. Después, un prolongado viaje, llegar a Montevideo y recuperar en parte la paz del anonimato, defensa imposible en un lugar como San Javier, lugar de dos hileras de casas, una decena de boliches y apellidos y caras sospechosamente rusos.”
Crónica del semanario Aquí (26/04/1984)


“Oremos por al alma de Vladimir Roslik que murió asesinado”
Título de portada y del artículo de Juan Miguel Petit y Alejandro Bluth del semanario Jaque (27/04/1984)

“Han pasado ya 12 días del episodio y aún no se ha dado a conocer una autopsia en la que participaron seis médicos. La gente se pregunta qué está pasando.”
Información del semanario Correo de los Viernes (27/04/1984)


"Roslik, un clamor: Las voces del silencio"
Contratapa de Manuel Flores Mora, semanario Jaque (27/04/1984)

“Caso Roslik preocupa al gobierno de los Estados Unidos”
Titular del diario El País (11/05/1984)

“Informe técnico final: Muerte de Roslik, violenta y multicausal
Ruptura de hígado, hemorragia, líquido extraño en pulmón derecho y estómago, equimosis bajo omóplato, edema agudo de pulmón y asfixia.”

Titular del semanario Jaque (18/05/ 1984)


Gregorio Martirena, dirigente de la Federación Médica del Interior (FEMI) 
"Fuimos los primeros en enjuiciar a un médico por torturas"

Recuerda a Vladimir Roslik como "médico rural por vocación, alejado de la política, pero con un fuerte compromiso gremial con el Sindicato de Río Negro". Su caso fue "el primer hecho ético del mundo resuelto por un tribunal y tuvo una gran difusión internacional, a través de organizaciones de Inglaterra y Dinamarca, las naciones más avanzadas en la lucha contra la tortura". Para Martirena, "la trayectoria de Vladimir fue un canto a la vida, la justicia y la verdad".

1954, 6º año en San Javier. 
Vladimir,  arriba a la derecha.
(Archivo Roslik)
-¿Cuándo conoció San Javier, el pueblo de Roslik? 
-Por primera vez en 1965. Cuando era un lugar más cerrado, una comunidad del sur de Rusia transplantada a orillas del río Uruguay. Trataban de conservar lengua y tradiciones originales, trabajando de sol a sol, como todas las inmigraciones europeas de principios de siglo. Pasaron casi 20 años para que volviera. Fue una semana después de la muerte de Roslik, a fines de abril de1984. Fuimos a apoyar a Mary (Zabalkin) y al Sindicato Médico de Río Negro. Hablé con pocas personas del pueblo, pero se notaba el terror. No era el momento de hacer revuelo. Preferimos trabajar en silencio.

-¿Cuál fue la respuesta gremial? 
-La FEMI denunció la muerte del compañero. Hubo una asamblea abierta que dio lugar a un tribunal especial que juzgó la conducta ética del médico militar Eduardo Saiz. Esa persona vio cuatro veces a Vladimir en el cuartel de Fray Bentos, durante casi 20 horas de tortura. Saiz reconoció el hecho en el Sindicato de Río Negro, pero se negó a responder las preguntas de un tribunal integrado por Tabaré Caputi, Rodolfo Canabal y yo. Aprovechó una orden del ministro de la época, el Dr. Alonso, que prohibía la comparecencia de médicos militares en tribunales gremiales. Una asamblea realizada en Melo el 27 de octubre, hizo suyo el laudo ético y lo expulsó, en una decisión ejemplarizante. La VII Convención Médica Nacional y el SMU, llamaron a una conferencia de prensa en la que se leyó una declaración que condenaba la participación médica en actos de tortura.

Mary y Valodia se
casaron el 15
de julio de 1977.
(Archivo Zabalkin)
-Aquella fue una época fermental en FEMI... 
-Lo verdaderamente fermental fue la Convención Médica Nacional, luego de doce años de ostracismo. Se creó un Comité Nacional de Ética Médica para el enjuiciamiento de médicos militares y policiales. El cuerpo empezó a funcionar en 1985 con la participación del SMU, FEMI y el Colegio de Abogados. No con el fin de perseguir, sino para investigar responsabilidades. El movimiento ético comenzó cuando aún no se había ido la dictadura. Era peligroso denunciar violaciones de los derechos humanos. Hasta fuimos a parar a una dependencia de Inteligencia por la declaración pública en el llamado a la VIII Convención. Tan difícil fue todo que luego de salir me tuve que ir a Bolivia.

-También comparecieron en un juzgado penal... 
-En 1984, inmediatamente después que expulsamos a Saiz. Recibimos una citación de la jueza letrada de Río Negro, Dra. Walquiria Raggio, amiga personal del sancionado. Fuimos a declarar: Caputi, Canabal, Martín Martínez (secretario de FEMI) y yo. La primera pregunta de Raggio fue: "¿Por qué defienden a un muerto?". Porque hasta que lo mataron estaba vivo", respondí indignado. No siguió con ese interrogatorio absurdo, pero el hecho provocó una segunda demanda penal en plena democracia. Fue en 1989, y demostró que la justicia de la época mantenía a los mismos funcionarios de la dictadura. La segunda parte de la historia comenzó cuando fuimos a cerrar la campaña del voto verde en Río Negro. Nos hicieron una entrevista en la radio de Fray Bentos, donde la Dra. Raggio seguía de jueza letrada y recordé la anécdota. A días de votada la ley de impunidad, recibí una citación judicial por demanda caratulada "injuria a los poderes públicos". El SMU se hizo cargo de mi defensa, a través de los abogados Puig y Grille. El presidente, Dr. Alberto Cid, me acompañó en todo el proceso. Se armó un juicio público, hasta fue televisado. Luego de cuatro audiencias apareció el expediente del interrogatorio de Raggio, de 1985. Fui sobreseído, tras confirmar que la pregunta era cierta.

Mary y Vladimir de gala
luego que Roslik salió
del Penal de Libertad.
(Archivo Zabalkin)
-¿Qué recuerda de Roslik?
-Era un médico joven, que para la dictadura cometió el pecado de haber estudiado en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. De regreso, solidariamente, optó por ejercer la medicina en su pueblo. Fue un hombre con espíritu de colono rural, que tuvo la oportunidad de ser médico y entregó sus conocimientos a San Javier. Un vocacional de la medicina y su pueblo. Lo conocimos como activo militante gremial, que participaba regularmente en las asambleas del Sindicato Médico de Río Negro. Estuvo preso a principios de la década de 1980, en el Penal de Libertad y no soportaba la idea de nuevas torturas. Alguna vez Roslik increpó a Saiz, por haber colaborado en apremios ilegales contra presos políticos.

-¿Ha comprendido por qué lo asesinaron?
-Fue un acto de demencia de la dictadura. Inventaron un supuesto contrabando de armas rusas. ¿Qué mejor que adjudicárselo a una colonia como San Javier, presuntamente liderada por un médico que había estudiado en Moscú? El pueblo fue tomado por los fusileros navales, pero las armas nunca se encontraron. A Roslik lo sacaron violentamente de su casa. Entró al cuartel en la madrugada del 15 de abril. Cuando Mary supo de su paradero, esa misma noche, ya estaba muerto.

22 de enero de 1984. 
El segundo mes de Valery, 
con padres y abuelos.
(Archivo Zabalkin)
-¿Hubo algún gesto de arrepentimiento de Saiz?
-Jamás demostró arrepentimiento. Al contrario, tuvo el descaro de demandarnos. Saiz fue un médico militar al servicio de los represores del cuartel de Río Negro. Premiado por el primer gobierno de Sanguinetti, con un nombramiento como médico de la misión de paz al Sinaí. Negó siempre haber participado en la tortura de Roslik, pero sí aceptó que lo había visto cuatro o cinco veces. El solo hecho de presenciar el apremio, ya es motivo más que suficiente para una condena ética. El Comité Nacional enjuició a médicos por tortura activa y pasiva. De acuerdo con las ordenanzas de Naciones Unidas, ya existe una falta grave cuando el profesional no detiene los apremios contra detenidos. Se nos acusó de perseguir médicos por afanes de revancha. Una insólita e infame mentira, de la que se hizo eco cierta prensa afín a la dictadura. Los brazos ejecutores están identificados: la justicia militar se encargó de procesar a los represores Caubarrere y Olivera. Aunque luego, la democracia los reivindicó y ascendió.

-Roslik es un símbolo de la ética profesional...
-Su muerte es la síntesis de la injusticia. Por algo surgió del propio pueblo la idea de crear una institución que honre su memoria. Concebimos así la Fundación Roslik, con sede en San Javier, apadrinada por FEMI y el difunto senador José Germán Araújo. Allí se encuentra en proceso una policlínica comunitaria. También se emplazó el Parque Roslik, en un predio del centro del pueblo donado por Mary Zabalkin, donde se iba a construir la casa familiar. Todo fue hecho con aporte de FEMI, del senador Araújo y, por sobre todo, del propio pueblo que siempre estuvo del lado de Vladimir; que lo quiso, lo quiere y no lo olvida.
Miguel Zabalkin, padre de Mary,
con un patí  del río Uruguay.
(Archivo Noticias, 1999)

-FEMI paarticipó en la organización de un acto realizado en 1999 en el Palacio Legislativo de 1999 cuando se condenó la tortura...
 -Se cumplió con el objetivo previsto. Personalmente, sentí mucha emoción. La muerte de un médico uruguayo por tortura fue un precio muy alto que ha pagado una profesión históricamente cercana a los movimientos sociales del país. Que el Parlamento uruguayo prestara su histórico edificio para un homenaje a Roslik es un acontecimiento político. Fue hermoso ver tanta gente reunida por un episodio tan doloroso como fermental. Un gran apoyo popular, pero que tuvo notorias ausencias políticas. Faltaron los responsables de una impunidad que nos hace sentir fracasados como hombres libres, que apenas podemos ser lo que nos permiten los países dominantes.

Fue conmovedor ver al hijo de Roslik, hoy de 15 años, conociendo cosas de su padre que muchos amigos y colegas le pudimos contar. No fue en vano la lucha que dimos en tiempos de represión. Era lo menos que el pueblo uruguayo podía hacer por alguien que dio su vida. 

Valodia en el Puerto Viejo 
de San Javier, poco antes 
de casarse con Mary.
(Archivo Roslik)
-Cómo una muerte tan dolorosa, años después, se transforma en testimonio repleto de vida...
-La trayectoria de Roslik fue un canto a la vida, a la justicia y a la verdad y su muerte fue para la FEMI y para la profesión médica de todo el mundo, el primer hecho ético resuelto en un tribunal. Fuimos invitados a Dinamarca e Inglaterra (los más avanzados en la lucha contra la tortura) para que contáramos el caso. Ellos lideraron la Declaración de Tokio de 1975 que sentó bases para que Naciones Unidas, en 1982 y 1984, se expidiera sobre el papel del médico frente a violaciones de los derechos humanos. Crearon las primeras comisiones de vigilancia y abrieron ámbitos de enjuiciamiento de ejecutores y cómplices. Los daneses nos llamaron en noviembre de 1984, cuando se enteraron del caso Roslik por el semanario Jaque. Con el querido Dr. Hugo Sacchi participamos de reuniones con el Colegio Médico de Dinamarca. También fuimos invitados por el Centro de Rehabilitación de Torturados de Copenhague que funciona en el Hospital del Rey. Era la primera vez que se enjuiciaba a un médico por tortura, no ya en América, sino en todo el mundo occidental. El triste privilegio le correspondió a Saiz. Pudimos conocer también a Ole Espersen, ex ministro de justicia de la social democracia, un hombre muy vinculado a Uruguay. Estuvo en Montevideo, en 1986, luego que lo nombraran director político del Centro de Rehabilitación. Participó en un recordado acto en el cine 18 de Julio contra médicos torturadores. Es miembro de honor del Sindicato Médico del Uruguay. Ole, junto con médicos daneses, al abogado Rodolfo Schurmann Pacheco y médicos uruguayos, redactamos un proyecto de Tribunal Internacional de Ética que actualmente estudia la Corte de La Haya. Nuestra idea es crear un ámbito de enjuiciamiento para médicos y abogados que participaron en torturas, en cualquier lugar del mundo.

Tumba de Roslik en el
cementerio de San Javier:
"Vivirás eternamente."

(Archivo Noticias, 1999)
-¿Y la relación con los ingleses?
-Fue a través del Colegio Médico Británico y la Asociación Médica. Trabajamos mucho sobre casos denunciados en nuestro país, a través de la Comisión Nacional de Ética Médica. En 1987 vino la BBC de Londres, para hacer un vídeo de 45 minutos con médicos que abordaron el tema de la tortura. Consiguieron un testimonio de Lobos, un médico militar brasileño supuestamente arrepentido. La película inglesa termina con mensajes nuestros, de Inge Genefke, directora del Instituto de Rehabilitación Contra la Tortura de Copenhague, y del secretario del Comité de Ética del Colegio Médico Británico, Dr. John Dawson, un pionero de la vigilancia ética frente a la tortura. Con médicos de las Madres de Plaza de Mayo organizamos seminarios en Centroamérica, sobre ética médica y tortura.

-¿Qué falló en la enseñanza médica para que algunos profesionales se prestaran a la tortura?

-No fueron muchos los casos. Pero existe una falla de base que es la falta de formación en deontología médica. Hubo que esperar 15 años para que los médicos pagáramos una deuda con el Colegio de Abogados y con la sociedad. Estamos en falta en cuanto vigilantes de la conducta ética de nuestros pares.

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