miércoles, 14 de septiembre de 2016

Mercado del Puerto, sabores montevideanos para el apetito más global

Las mesas de Babel
Es el más tradicional complejo gastronómico de la capital uruguaya, inaugurado el 10 de octubre de 1868 por el presidente Lorenzo Batlle. Por entonces era una sencilla receptora de frutas y verduras, a pocos metros de la dársena portuaria. La glamorosa plaza de comidas, donde se degustan las mejores carnes uruguayas y se beben las más tradicionales marcas es Monumento Histórico Nacional desde el 7 de agosto de 1975.
Sobre la base del fascículo Museo del Carnaval y Mercado del Puerto de la serie Paseos que Enseñan, realizada por Trocadero Gabinete DDiseño para el diario El País (N° 27, Setiembre 2008), las ediciones 2011, 2012, 2013, 2014, 2016 de Montevideo Manual del Visitante y Uruguay Manual del Visitante (Ignacio Naón, AOR).
En 1865 el empresario español Pedro Sáenz de Zumarán fundó una asociación comercial con sus amigos Juan McColl, Raúl Arocena, Juan Francisco de la Serna, Juan Peñalba y José Pedro Ramírez.
Pedro Sáenz de Zumarán.
El grupo de influyentes emprendedores se puso de acuerdo en dos proyectos de gran magnitud económica que iban a responder a la demanda de modernidad que se imponía en la “Aldea”, mote peyorativo de la Montevideo de entonces.
El objetivo era sumar dos mercados a la ciudad, finalizar uno detrás del Teatro Solís, y construir otro más grande a pocos metros del Puerto.
Ese mismo año adquirieron el predio de 3.500 metros cuadrados, con frente a la calle Piedras, Pérez Castellano y la Rambla.
El Mercado Central quedó completo en 1867, mientras se construía el segundo a pocos metros de la dársena marítima, próximo a una zona conocida como Baño de los padres, porque allí nadaban en una playa de la bahía los religiosos de un convento cercano en la segunda mitad del siglo XVIII.
El Mercado del Puerto fue abierto el 10 de octubre de 1868, con presencia del presidente Lorenzo Batlle.
Al día siguiente, el diario El Siglo lo presentaba como “el de mayor capacidad de todos cuantos existen en América del Sur” y lo describía como “la más lujosa receptora de frutas y verduras de una amplia región sud americana”.
Puerta principal sobre Pérez Castellano.
El proyecto original fue encargado al ingeniero inglés R.V. Mesures, que importó piezas de fundición metálica de los talleres Union Foundry of Liverpool, del galés K.T. Parkin.
−El constructor francés Eugenio Penot realizó el trabajo de albañilería sobre el quese sustenta la compleja estructura.
Zumarán, Mesures y un equipo de oficiales herreros ingleses viajaron para conocer como se realizaba el ensamblaje de los pilares metálicos.
Sus cercas de hierro fundido y sus soportes fueron armados por un equipo de profesionales contratados por el ingeniero diseñador.
En tres años de trabajo, no hubo mano de obra uruguaya en la creación de la compleja estructura del Mercado del Puerto.
Todavía hoy algunos investigadores creen que el armazón metálico en realidad fue fabricado para una estación de ferrocarriles y que el naufragio del buque que lo traía a América del Sur, en nuestras costas, habría permitido su adquisición a un precio muy conveniente. Una versión sin fundamento.
Sea como fuere, la idea de Sáenz de Zumarán fue crear un centro comercial de carnes, frutas y verduras, para abastecer a los buques que llegaban al puerto y a las familias ricas de la ciudad con higiene, comodidad y calidad garantizada.
Los cambios llegaron en las primeras décadas del siglo pasado, cuando problemas de espacio y organización, fueron provocando la sustitución de los antiguos puestos comerciales por restoranes, parrilladas y bares.

−"El presidente de la República concurrió al acto de apertura, así como sus ministros Antonio Rodríguez Caballero, Manuel Herrera y Obes y Daniel Zorrilla y el presidente de la Junta Económico−Administrativa, Juan Ramón Gómez; senadores y diputados. Se dispusieron mesas alrededor de la fuente que se hallaba en el centro, y se sirvió un lunch.”
−Pasaje del artículo Mercado del Puerto, María Emilia Pérez Santarcieri, Almanaque del Banco de Seguros del Estado, Edición 2003.

El Reloj
La máquina centenaria.
Se cuenta que en el centro del Mercado original había una fuente rodeada de bancos metálicos de los que no quedan vestigios.
−Se dice que el mal uso que sufrió la fontana en el lavado de frutas o de manos, y peor aún, como depósito de desperdicios llevó a su sustitución, en 1897, por un puesto central organizado en cuatro reparticiones.
Enla parte alta del conjunto fue colocado un reloj con torre construido por la prestigiosa Casa Paganini, que sobrevive a los dictados del espacio y el tiempo.
Una elegante máquina de precisión de tres esferas diseñado con un estilo tan británico como el notable edificio.
El antiguo reloj dejó de funcionar en 1986, cuando se rompió una de sus cuerdas de acero, llamada linga, fue una noticia triste para los uruguayos que luego de tantos años lo apreciaban como un compatriota más.
Estuvo parado una década hasta que fue reparado por el mecánico artesano Dardo Sánchez, famoso por haber recuperado también los relojes de la Catedral de Montevideo, de la ex Embajada de Argentina y de la Iglesia de Melo.
El experto debió desarmarlo, limpiarlo, reparar y pulir las piezas que no funcionaban porque no existían repuestos tan antiguos; por ejemplo, las tres esferas, que dependen de la misma máquina.
Luego procedió a ensamblarlo, colocarlo, controlarlo, antes de ponerlo en marcha a mediados de diciembre de 1996.
−“Esto es algo que conmueve”, dijo entonces el relojero, emocionado por los aplausos de la gente del Mercado, el primer día que las campanadas se volvieron a escuchar.
Una vez cada cinco días hay que darle cuerda.

Roldós
Roldós, hogar del Medio y Medio.
En 1886 el catalán Juan Roldós estableció un negocio de ramos generales, un registro donde había de todo: vinos, yerba, salchichones, licores, ollas, botas, chiripás, cuchillos, telas, adornos, quincallería, diarios o revistas de Buenos Aires, y hasta algún exótico loro del Amazonas.
En 1930, Juan Bautista Roldós, hijo de Don Juan, transformó el antiguo almacén y botica en bar, ¡y no se equivocó!
El célebre puesto 009 está ubicado en el ala noroeste del Mercado del Puerto sobre la rambla, es el más visitado por turistas y locales. Desde hace décadas por allí corren ríos de Medio y Medio.
La bebida de la casa, el mayor símbolo líquido del Mercado del Puerto, en su primera versión era una mezcla artesanal de vino blanco seco con un espumante también blanco.
El Mercado original, c. 1880.
En el mostrador de madera sobriamente esculturado de Roldós, se han acodado uruguayos inolvidables: José Luis Zorrilla, Carlos Reyles, José Cúneo, Alberto Zum Felde, Felisberto Hernández, quizá basten como una simple muestra de calidad.
Entre las celebridades globales se recuerda al cantante italiano de ópera Titta Ruffo, el pianista polaco Witold Malcuzynski, la soprano española Victoria de los Angeles, el mimo francés JeanLouis Barrault y su compatrita y colega teatral Madeleine Renaud, para nombrar algunos nombres de una infinita multitud.
Actualmente el Medio y Medio es elaborado por la bodega Bruzzone y Sciutto a partir de vino espumoso moscato blanco y pinot blanc, y también hay cortes con rosado y tinto.
En muchos bares, en su mayoría populares, se sirve una mezcla de caña con vermú blanco, que también se llama Medio y Medio. 

El perro que fuma
El mismo "Perro" con distinta fachada.
−Abierto hace 112 años en el mismo sitio actual, en la rambla 25 de Agosto de 1825 al lado del Mercado del Puerto, puede contar sus propias historias de marinos, estibadores, vecinos y aventureros.
−Su nombre evoca una leyenda original, contada entre el antiguo Bajo ubicado en la actual Rambla Sur y los alrededores de la dársena portuaria. Allí todavía se cuentan las andanzas de un marino inglés de mediana edad que a fines del siglo XIX se quedó a vivir en Montevideo apasionado por una joven que conoció en una noche de verano.
−En sus caminatas diarias entre el puerto y la casa de su eterna novia, iba acompañado por un bulldog tan británico como él, mientras fumaba su pipa victoriana. Los testigos aseguran que el noble perro siempre se quedaba afuera, esperando y cuidando la pipa de su amigo que guardaba en la boca como si la fumara. Aquella imagen se repetía también a diario en la puerta del bar abierto el 24 de agosto de 1904, que al principio no tuvo nombre y que pronto se llamó “El perro que fuma”.
Estaño y candombe los sábados de mañana.
−La multitud de parroquianos que frecuentaban el negocio estaban convencidos de que el fiel bulldog era tan diestro con la pipa que tambián sabía fumarla.
Tan poderosa era la historia, o quizá la leyenda, que sus propietarios originales  consiguieron una imagen de madera del bulldog con una pipa en la bocas que  también lanzaba humo cuando algún cliente le apretaba la cabeza.
−Ni bien caía el sol allí se juntaban los estibadores portuarios que entre cañas, grappas servidas con generosidad transformaban el ambiente el ambiente en irrespirable, mientras corrían las confesiones, las charlas de bueyes perdidos templados al son de una guitarra.
El Perro presente en las
paredes de la Ciudad Vieja.
−El perro que fuma estuvo cerrado algunos años, hasta que en 1993 lo reabrió un emprendedor mercedario, José Varela, quien hasta se dio el lujo de celebrar los cien años del histórico comercio con una gran fiesta en la que cerró algunos metros de la rambla portuari.
−El perro que fuma es un sobreviviente, como no lo fueron otros bares de su tiempo: Las Telitas, El Solís, El Patriota, el Venus, el 42/43, el Yacaré, el Sorocabana, el Hacha .

−El perro que fuma montevideano tiene homónimos en distintas ciudades del mundo, todos más jóvenes. Así se llama un restaurante de Gijón. España, abierto en la calle del poeta Ángel González 18, bajo 1. También responde al mismo nombre una galería de arte en Morelia, Michoacán, México, y una pizzería porteña, ubicada en la calle J. Alvarez 2522 de la Capital Federal.

Peatonales Pérez Castellano, Yacaré, Piedras
Fotogalería a Cielo Abierto, calle Piedras.
El actual Mercado del Puerto es uno de los mayores atractivos turísticos de Montevideo y un espacio patrimonial que preserva bienes materiales e inmateriales.
Con la apertura de la peatonal Pérez Castellano, el viejo edificio parece más europeo, con sus parrillas criollas, sus desfiles de candombe, músicos callejeros, y la creatividad de dibujantes, artistas plásticos y artesanos que trabajan a su alrededor y ofrecen sus obras en la Plazoleta de la Proa.
−La peatonal alberga valiosas construcciones de carácter testimonial: el edificio de dos plantas –del último tercio del siglo XIX– en la esquina suroeste de Pérez Castellano y Piedras, el edificio Jaureguiberry, con sus galerías elevadas, realizado a principios de siglo XX (en la esquina suroeste del cruce) y una serie de construcciones propias de fines del siglo XIX e inicios del XX.
−En el área del Mercado del Puerto se reconoce una particular trama, definida por la inflexión de la calle Piedras y la incorporación de la atípica calle Yacaré. Sobre Piedras, en el camino que va entre el ala sur del Mercado y la puerta trasera del Museo del Carnaval, se encuentra la Fotogalería A Cielo Abierto,  un espacio de exposiciones del Centro de Fotografía de Montevideo con capacidad para más de cien imágenes de gran formato. Consiste en paneles diseñados que tienen por objetivo ampliar el ambiente de encuentro e intercambio entre los realizadores y el público.
Fuente de agua en Pérez Castellano.
−Un símbolo de este espacio turístico y patrimonial es el antiguo bebedero de agua fundido por herreros ingleses de la época colonial, traido por el ingeniero Mesures. En 1868 se encontraba en el centro del edificio, donde se ubica el Reloj, y en la actualidad es un estratégico punto de encuentro entre miles de comensales. "Nos vemos en la fuente", suele ser el preámbulo de una cita gastronómica.
La glamorosa plaza de comidas, donde se degustan las mejores carnes y se beben las más tradicionales marcas de vino, es Monumento Histórico Nacional desde el 7 de agosto de 1975.
En 2008 el chef estadounidense Anthony Bourdain estuvo en Uruguay grabando su programa No reservations (Sin reservas), que emite el canal Discovery Travel & Living.
Además de deshacerse en elogios al chivito, el sándwich más uruguayo, se enfrascó con su hermano y productor en un banquete de achuras y vísceras en el Mercado del Puerto.
−”Esto limita con lo increíble, es un espectáculo único en el mundo y marca registrada de la cultura de un país”, comentó, mientras los braseros corrían frente a su mirada atónita como si se tratara de una maratón culinaria.
El barítono francés Jean−Philippe Laffont, que interpretó a un maestro de canto en la película La fiesta de Babette, al ver las parrillas exclamó: "L’apothéose de la viande!"
Traducido al español rioplatense de forma poco textual: una fiesta de la carne.

El asado, tradición uruguaya 
Parrilla con mucha carne.
Es la forma rioplatense de cocinar la carne y un entrañable rito cultural. Relatada con asombro por el funcionario colonial hispano Alonso Carrió de La Vandera, quien en el siglo XVIII solía ocultar su identidad detrás del seudónimo literario Concolocorvo. Transformada en leyenda en 1832, luego de un episodio ocurrido en el departamento de Colonia. El mismo día que se decretó una ley de amnistía y libertad de presos en la recién creada República Oriental del Uruguay. “En pocas horas una banda de cuatreros liberados se agenció unos vacunos de vecinos de la zona y cierto ex convicto piromaníaco, arrancó la puerta de su propia celda e improvisó una parrillada”, contaba una crónica de la época. Más de dos siglos después de Hernandarias, en el mismo lugar donde había nacido la ganadería, nacía también la mejor forma de comer carne: asada a la parrilla.
 
Con cuero
Típico asado con cuero.
El gaucho de la Banda Oriental fue el creador de un sistema de cocción que no funcionaba en el resto del mundo: el asado a las brasas de madera. Era quien carneaba el animal, lo vaciaba, separaba las achuras y lo abría al medio como si fuese una mariposa. Lo atravesaba con un pincho y armaba un fuego, que hacia durar y durar porque también le servía como sitio de sociabilización; con esas brasas interminables cocinaba la carne, muy lentamente. Y como le dejaba el pelo, porque era tan vago que no se tomaba el trabajo de sacárselo, creó el asado con cuero. El asado oriental, a diferencia de los otros, se cocina solo con el calor que va largando la brasa, muy lentamente: nada de fuego, para que no se quemen los pelos del animal. Un estilo único, que nos diferencia de nuestros hermanos argentinos, que la cocinan de manera soberbia, pero al carbón” (Sergio Puglia, cocinero, gestor cultural, difusor de la gastronomía rioplatense en el mundo).

Museo del Carnaval
Puerta del Museo de Carnaval.
Con el Mercado del Puerto está vinculado como espacio turístico−patrimonial a través de las peatonales Yacaré, Piedras y Pérez Castellano.
El Museo del Carnaval es el más concurrido del país. Desde su inauguración, en noviembre de 2006, ha recibido bastante más de un cuarto de millón de visitantes.
Fue creado para preservar, recuperar y divulgar la historia y la tradición de la mayor fiesta popular de los uruguayos.
Su acervo museístico, de más de 500 bienes, incluye vestimentas, instrumentos musicales, maquetas y elementos de uso personal de figuras destacadas del carnaval.
Su Centro de Documentación y Archivo propone una visión antropológica de la fiesta más popular de Uruguay.
Está ubicado en el casco histórico de la Ciudad Vieja junto al Mercado del Puerto, en un amplio edificio cedido por la Administración de Puertos que se extiende desde la Rambla 25 de Agosto de 1825, por la calle Maciel, hasta Piedras.
Su diseño permite la comunicación entre el recinto y el exterior, favorece su apropiación y potencia su uso en bien de la comunidad.
La institución se inscribe dentro de los llamados "museos de la identidad" que valorizan al carnaval como patrimonio intangible de los uruguayos
En abril de 2009 recibió el VI Premio Reina Sofía a la Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural.

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