martes, 23 de abril de 2013

Dámaso Antonio Larrañaga, paradójico pionero religioso e intelectual de la Provincia Oriental artiguista, la Cisplatina brasileña y el Uruguay independiente


El primer sabio rioplatense

Fue capellán de la resistencia criolla contra la Invasiones Inglesas, expulsado de Montevideo por su apoyo a los rebeldes orientales triunfadores en la Batalla de Las Piedras. Fue decisivo en el inicio del proceso revolucionario liderado por José Artigas y uno de los dos diputados electos antes del Congreso de Tres Cruces. Fue creador y primer director de la Biblioteca Pública, actual Biblioteca Nacional. En el acto de fundación, del 26 de mayo de 1816, Artigas pronunció su memorable discurso: “Sean los orientales, tan ilustrados como valientes.” Pronto abandonó al Protector de los Pueblos Libres, hasta la traición, cuando viajó a Río de Janeiro para agradecerle su derrota al rey Juan VI de Portugal y luego como diputado al Congreso Cisplatino  que votó la anexión del territorio  oriental al Brasil. En la Cruzada Libertadora se mantuvo leal a la potencia ocupante, pero fue electo senador del recién creado Estado Oriental del Uruguay independiente, con proyectos memorables de restricción de la pena de muerte y abolición de la esclavitud. Fue un pionero científico y escritor prolífico. Cuando era párroco de la Iglesia Matriz, editó Diario de viaje de Montevideo a Paysandú y reunió elementos para sus ensayos sobre la desaparecida lengua chaná. En Diario de Historia Natural contó sus observaciones sobre fauna, flora y mineralogía, y en Diario de la Chácara describió  su vida a orillas del arroyo Miguelete, donde vivió en la Guerra Grande. Aquel era territorio del Gobierno del Cerrito, blanco-federal, pero se declaró neutral, con tanto éxito, que a su muerte recibió honores de General de la República, también en la Montevideo colorado-unitaria. Fue el  primer vicario apostólico del país y primer rector designado de la Universidad de la República, que no asumió por haber fallecido antes de su apertura.

Sobre la base de Biografías Uruguayas (El País, 2012) y un artículo publicado en el suplemento Instrucciones del Año XIII (Caras y Caretas, Montevideo, 12 de abril de 2013).

Sacerdote, político, naturalista, escritor, filósofo, antiesclavista. Nació el 9 de diciembre de 1771, cuando Montevideo alcanzó su máxima influencia hispánica como Apostadero Naval del Atlántico Sur con jurisdicción desde las Islas Malvinas y la Patagonia argentina hasta las costas africanas de Fernando Poo y Annobón en el golfo de Guinea. Su padre, el vasco Manuel de Larrañaga, miembro del Cabildo colonial, pronto aceptó su vocación religiosa expresada en la Escuela de los Padres Franciscanos donde estudió Latín y Filosofía. Todavía adolescente viajó a Córdoba y Buenos Aires para realizar el Seminario y la Teología, hasta su ordenación sacerdotal en 1799.
A principios de 1804 era teniente cura en la Iglesia Matriz y capellán de las milicias criollas que tres años después lucharon contra las Invasiones Inglesas. Por su apoyo a José Artigas y su bendición a los patriotas sublevados en la Banda Oriental, tras el memorable triunfo en la Batalla de Las Piedras fue expulsado de Montevideo.
Monumento a Larrañaga,
en Montevideo, obra del
escultor uruguayo
Severino Pose.
(MEC)
A principios de 1813 fue electo diputado a la Asamblea General Constituyente y Soberana convocada por el Segundo Triunvirato que gobernaba las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero nunca asumió el cargo. En el Congreso de Tres Cruces fue sustituido por Tomás García de Zúñiga, luego rechazado por la Asamblea del Año XIII reunida en Buenos Aires. Larrañaga vivía por entonces en la capital argentina, donde permaneció hasta principios de 1815, cuando retornó para sumarse al gobierno de la Provincia Oriental.
Fue colaborador muy cercano de Artigas, y muy probable redactor de muchos de los documentos políticos, económicos y sociales de la Liga Federal, la "Patria Grande" creada sobre la base de tres ideales: Independencia, República, Federación. Muchas veces fue intermediario entre el Jefe de los Orientales y sus enemigos de Buenos Aires, pero en 1816 se sumó a la corriente antiartiguista.
Cuando los patriotas orientales fueron derrotados por los invasores portugueses aceptó acompañar a Jerónimo Pío Bianqui en una misión humillante: viajaron a Río de Janeiro para agradecerle la intervención al rey Juan VI de Portugal. En 1821 fue diputado al Congreso Cisplatino convocado por el general ocupante Carlos Federico Lecor, en el que se acordó la incorporación de la Banda Oriental al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Trató de atenuar la crítica de sus antiguos compañeros de lucha, la mayoría presos, clandestinos o exiliados, con el argumento de que así se había conseguido la calidad de Estado autónomo, con sus fueros y privilegios.
La política era su obligación y la ciencia su pasión, como corresponsal de destacados sabios de su tiempo: Jacques Alexandre Bonpland y Agustín Saint-Hilaire. Por recomendación de ambos fue en la Sociedad de Historia Natural de París, mientras fundaba la Sociedad Lancasteriana, responsable de una escuela que formó a destacados líderes rioplatenses.
En 1824 fue designado Vicario Apostólico de Montevideo, y como tal no participó en la Cruzada Libertadora lidera un año después por Juan Antonio Lavalleja, porque entendió que su investidura lo obligaba a ser respetuoso y fiel a los brasileños.
En 1830, luego de creado el Estado Oriental del Uruguay, fue electo senador por el departamento de Montevideo. Presentó proyectos de ley innovadores para su tiempo: restricción de la pena de muerte a casos especiales, de emancipación de los esclavos y una iniciativa de creación de cátedras universitarias.
Retrato de Larrañaga que lo evoca como
primer Vicario Apostólico de Uruguay.
(Obispado de Montevieo)
Larrañaga vivió los últimos años retirado en su quinta del arroyo Miguelete, sin participar en la Guerra Grande (1939-1851) que enfrentó a los dos partidos históricos: blancos contra colorados. Por entonces sufría una ceguera casi total pero nunca dejó de trabajar: sus familiares escribían lo que él dictaba.
Como Vicario Apostólico, máxima autoridad eclesiástica del país, fue designado como primer rector de la Universidad de la República. Un cargo merecido, otorgado por el blanco Manuel Oribe, pero que nunca ejerció. La institución fue inaugurada un año después de su muerte, el 6 de febrero de 1848, por un ataque cerebral.
El Gobierno del Cerrito, blanco-federal, le rindió honores póstumos en su entierro en la Capilla de la Sacra Familia. El Gobierno de la Defensa, colorado-unitario, lo despidió con un oficio fúnebre en la Catedral de Montevideo en el que se le rindieron honores de General de la República. El cargo de rector, que tanto anheló, le correspondió a Lorenzo Antonio Fernández, su sucesor eclesiástico.

Tres Cruces
La escultura se
alza en el cruce
de la avenida
Larrañaga con
8 de Octubre y
 Luis A. de Herrera.
(Intendencia de
Montevideo)
En el histórico Congreso de Abril realizado en la antigua chacra de Manuel Sainz de Cavia fueron electos los seis diputados orientales ante la Asamblea General Constituyente y Soberana de la Provincias Unidas del Río de la Plata. En el encuentro se votó el reemplazo de Dámaso Antonio Larrañaga por Tomás García de Zúñiga y un segundo delegado montevideano: Mateo Vidal. También fueron elegidos: Francisco Bruno de Rivarola (Soriano), Marco Salcedo ( San José y San Juan Bautista) y otro argentino: Felipe Santiago Cardoso (Canelones) el único que no era sacerdote. Los cinco elegidos estaban muy cerca del Protector de los Pueblos Libres, y tres de ellos (Rivarola, Salcedo y Vidal, que vivían en la Banda Oriental) fueron los encargados de llevar a Buenos Aires las “Instrucciones del Año XIII”. El único aceptado por fue el sacerdote argentino Juan Dámaso Gómez Fonseca, representante por Maldonado, que asumió el 9 de abril de 1813.

Apuntes
Sacerdote, naturalista, filósofo, escritor, antiesclavista, personalidad política de su tiempo, figura influyente en el proceso revolucionario liderado por José Artigas y en la organización la Provincia Oriental artiguista. Como diplomático tuvo un papel relevante en el nacimiento del Uruguay independiente.

Larrañaga escribió, entre 1813 y 1824, un Diario de Historia Natural, y entre 1818 y 1823 un Diario de la Chácara que describe su vida a orillas del arroyo Miguelete. Publicó un libro de Botánica y otro de Zoología. También se dedicó a la Astronomía mediante el uso del telescopio, y utilizó el microscopio hasta el punto de padecer una grave afección en su vista y quedar ciego.

Clasificó más 646 especies de vegetales y 504 animales de nuestro territorio, entre tantas, 216 variedades de insectos incluyendo 19 tipos de hormigas. Describió un nuevo género de ave, al que denominó Azarina en honor al naturalista español Félix de Azara.

En 1815, cuando era párroco de la Iglesia Matriz, viajó a Paysandú para acercar la posición de Artigas con el Cabildo de Montevideo, pero nunca llegó a Purificación, donde se instaló el primer gobierno patrio. En el trayecto escribió su Diario de viaje de Montevideo a Paysandú, y reunió elementos para sus ensayos sobre la desaparecida lengua chaná.

Dámaso Antonio Larrañaga fue creador y primer director de la Biblioteca Pública, luego llamada Nacional. En el acto de fundación, del 26 de mayo de 1816, José Artigas pronunció su memorable discurso: “Sean los orientales, tan ilustrados como valientes.”

Un invento criollo
Oso hormiguero dibujado por Larrañaga.
(Apuntes de Historia Natural)
Yo estuve muy divertido viendo la habilidad de nuestros paisanos que miraban el paso del río como una diversión para ellos… Con cueros hicieron pelotas con el pelo para dentro, formando unos cuatro picos recogidos con huascas y dejando plano el fondo, las cargaron de los fusiles y recados y demás ropa y por medio de unas cuerdas las tiraban, o bien por los caballos o bien por ellos mismos a nado, a pesar de la mucha corriente. Otros que tenían confianza en su caballo se arrojaban al agua con silla y vestidos llevando el fusil levantado y pasaban muy fácilmente mojándose solamente los calzadores.
Uno de los que hicieron esto fue el sargento. Nosotros que veíamos esto tomamos confianza y nos resolvimos a pasar. Para ello ataron dos lazos largos a la cola de dos caballos, y prendiéndolos al coche tiraban de él como lo hicieran las mulas a la cincha. Este fue para mí y para cualquier otro observador del mundo antiguo un espectáculo tan extraño que creo no se practica sino en América, en donde la falta de recurso hace descubrimientos cuya práctica sería utilísima, aún en la misma Europa, cuando urge muchas veces vadear los ríos sin puentes en retiradas apuradas o sorpresas del enemigo. Bien que siempre se echaría de menos la destreza de nuestra gente en el caballo.”
Diario de Viaje de Montevideo a Paysandú, fechadas el 2 de junio de 1815, a las 11 de la mañana.

Frases
Viaje de Montevideo a
Paysandú, edición 1993.
(Banda Oriental)
Una biblioteca es el foco en que se reconcentran las luces más brillantes, que se han esparcido por los sabios de todos los tiempos.”
Reflexión de Larrañaga en el acto de apertura de la Biblioteca Popular.

“Yo siempre gustaba mucho conversar con nuestras gentes porque sé que más descubrimientos se deben a la casualidad, mejor diré, a la práctica, que a los vanos y estériles sistemas de la Filosofía.”
Evocación escrita en la Quinta de Miguelete, c. 1845.

“Amante, desde niño, del estudio, comenzó la carrera de medicina, que luego abandonó por la eclesiástica. La primera le familiarizó con la ciencia y sus problemas, dejando en su espíritu una permanente inquietud por descubrir los secretos de la naturaleza; la segunda, lejos de sumergirlo en la vida puramente contemplativa, le permitió cumplir con su deber de patriota. Trabajó con dignidad y humanismo para mejorar las leyes del país. Se debe recordar que le cupo el honor de presentar un proyecto de ley por el cual se abolía la pena de muerte.”
Carlos Alberto Garibaldi, historiador argentino.


Museo de Historia Natural
Dámaso Antonio Larrañaga,
rambla del Buceo, Montevideo.
(MEC)
"Como escritor, pertenece más a la arqueología literaria que a la verdadera literatura. Sin embargo, el Diario de viaje de Montevideo a Paysandú es un relato de singular interés. Sin pretensiones de hacer obra literaria, Larrañaga logra una descripción veraz de nuestro campo. Aunque le preocupan fundamentalmente las observaciones sobre fauna, flora y mineralogía de esta provincia, lo que se entrevé en el relato es el estado de abandono de la campaña, la absoluta ausencia de industrias, la generalizada pobreza, rayana en la miseria. Tal vez un recurso literario de Larrañaga consista en mostrar las cosas directamente, no en nombrarlas o describirlas. Lo que se advierte a cada trecho es la falta de colonización, la ruinosa presencia del latifundio, el ausentismo del propietario, aun la falta de propietarios. Bien que Larrañaga, a fines de su relato, se anime a decir las cosas por su nombre -discreta, punzantemente- y se refiera al pueblo de Víboras (actual Carmelo) y a su aspiración de trasladarse hasta la costa del río Uruguay y tener allí un puerto. 'Pero se lo impide un individuo poderoso que se ha apropiado de aquellas tierras y las tiene enteramente despobladas, no permitiendo ni que se construya un rancho.' El Uruguay es, en este documento, tierra semi-baldía poblada por cardales y perros cimarrones.”

Busto de Larrañaga en el
Museo de Historia Natural.
(MEC)
Larrañaga es extremadamente objetivo. No se permite la menor efusión. Si se emociona es cuando contempla, maravillado, el majestuoso río Uruguay, y piensa que nunca jamás volverá a verlo. De sus compatriotas nos deja retratos que tienen un verismo casi fotográfico. La imagen de Fructuoso Rivera (a quien llama Ribero) difiere mucho de la que nos han proporcionado los románticos, aunque reconozca que el joven vencedor de Guayabos tenía bastante desembarazo y urbanidad. A José Artigas lo muestra sumido en un espartanismo al que mejor habría que llamar pobreza lisa y llana."

"Su obra, más allá de previsibles arideces, tiene lo que hoy día hemos dado en llamar valor testimonial. Como documento debe ser leída, y no como composición literaria. Es un primitivo, en la mejor acepción del vocablo. Larrañaga escribió también una Oración Inaugural con motivo de la apertura de la Biblioteca pública, y Fábulas americanas (1826), donde se denota la influencia de Iriarte y Samaniego."
Tres citas de la obra 100 autores del Uruguay. Alberto Paganini, Alejandro Paternain, Gabriel Saad, edición de Capítulo Oriental.

Para leer
Diario del viaje de Montevideo a Paysandú. Dámaso Antonio Larrañaga, edición del Instituto Nacional del Libro, 1994, con prólogo del historiador José de Torres Wilson.

Página web del Ministerio de Educación y Cultura:
http://www.mec.gub.uy/academiadeletras/DANNOMBRE/Larranaga.htm

De Montevideo a Paysandú
Mapa de la Liga Federal
liderada por José Artigas.
(Uruguay Educa)
Es un relato minucioso y ameno sobre la travesía que inició a fines de mayo de 1815 con destino al cuartel sanducero de José Artigas. Fue un viaje largo y difícil, por la constante amenaza de fieras, la falta de alimentos y de sitios para descansar. Atravesó la naciente Provincia Oriental como mediador del Cabildo de Montevideo que proponía un acercamiento con el caudillo. La reunión duró tres días y luego regresó a su ciudad. 
Larrañaga describió a Paysandú como un “pueblo de indios”, ubicado a unas 22 leguas (110 kilómetros) de Mercedes, con una población de no más de 25 vecinos, en su mayoría cristianizados. "Hasta la iglesia era un rancho que no se distinguía demasiado de los demás", comentó luego el sacerdote. 
En abril de 1815 el Jefe de los Orientales había trasladado su cuartel de Mercedes a Paysandú, como paso previo a la creación del Campamento de Purificación, a orillas del arroyo Hervidero. "Nuestro alojamiento fue la habitación del General. La habitación era de dos piezas de azotea, una de cuatro varas, otra de seis, con otro rancho contiguo que servía de cocina. Sus muebles se reducían a una petaca de cuero y unos catres sin colchón que servían de cama y de sofá al mismo tiempo.
"En cada pieza había una mesa ordinaria como las que se estilan en el campo, una para escribir y otra para comer. Me parece que había también un banco y unas tres sillas muy pobres. Todo daba indicio de un verdadero espartanismo. Fuimos recibidos por Miguel Manuel Francisco Barreiro, joven de 25 años, pariente y secretario del general, y que ha participado de sus trabajos y privaciones: es menudo y débil de complexión, tiene un talento extraordinario, es afluente en su conversación y su semblante es cogitabundo, carácter que no desmienten sus escritos en las largas contestaciones, principalmente con el gobierno de Buenos Aires, como es notorio.
Sello postal que conmemoró los
200 años del nacimiento de
Dámaso Antonio Larrañaga, 1971.
(Dirección Nacional de Correos)
A las cuatro de la tarde llegó el general José Artigas acompañado de un ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón; sombrero redondo y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz algo aguileña; pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos 48 años. Su conversación tiene atractivo, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras, y, lleno de experiencia, tiene una previsión y un tino extraordinario. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos, y así no hay quien le iguale en el arte de manejarlos. Todos le rodean y todos le siguen con amor, no obstante que viven desnudos y llenos de miserias a su lado, no por falta de recursos sino por no oprimir a los pueblos con contribuciones, prefiriendo dejar el mando al ver que no se cumplían sus disposiciones en esta parte, que ha sido uno de los principales motivos de nuestra misión.
Billete de 2.000 pesos uruguayos con la
imagen de Larrañaga en el anverso, 2003.
(Banco Central del Uruguay)
Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. Esta fue correspondiente al tren y boato de nuestro general: un poco de asado de vaca, caldo, un guiso de carne, pan ordinario y vino, servido en una taza de café por falta de vasos de vidrio; cuatro cucharas de hierro estañado, sin tenedores ni cuchillos, sino los que cada uno traía, dos o tres platos de loza, una fuente de peltre cuyos bordes estaban despegados; por asiento tres sillas y la petaca, quedando los demás en pie. Véase aquí en lo que consistió el servicio de nuestra mesa, cubierta de unos manteles de algodón de Misiones pero sin servilletas, y aún según supe, mucho de esto era prestado. Acabada la cena, nos fuimos a dormir y me cede el general, no sólo su catre de cuero sino también su cuarto, y se retiró a un rancho. No oyó mis excusas, desatendió mi resistencia, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto. Yo, como no estaba aún bien acostumbrado al espartanismo, no obstante el que ya habíamos ensayado un poco en el viaje, hice tender mi colchón y descansamos bastante bien.”
Descripción de su encuentro con José Artigas, en Diario de viaje de Montevideo a Paysandú.

Biblioteca Popular, Biblioteca Nacional
Primera sede de la Biblioteca
Popular en la planta alta

del Fuerte de la
Ciudad Vieja, actual
Plaza Zabala.
(CDF-Montevideo)
Dámaso Antonio Larrañaga envió una carta al Cabildo de Montevideo, el 4 de agosto de 1815, en la que propuso crear una biblioteca pública donde pudiesen concurrir los jóvenes y todos aquellos que estuviesen interesados en acceder al saber. "Es necesario suplir con buenos libros, la falta de maestros e instituciones", fue su argumento.José Artigas, instalado en el Campamento de Purificación, ocho días después redactó una nota con el visto bueno a la iniciativa. El primer aporte de libros llegó a través del legado del presbítero José Manuel Pérez Castellano, luego se sumaron aportes de José Raimundo Guerra, los padres franciscanos y del Larrañaga quien poseía una colección única en la Provincia Oriental.

Actual sede de la Biblioteca Nacional,
en 18 de Julio y Tristán Narvaja, con
Cervantes a la izqueirda de su frente.
(MEC)
La primera Biblioteca Pública fue abierta el 26 de mayo de 1816 en los altos del Fuerte del Gobernador de Montevideo, actual Plaza Zabala con una “Oración Inaugural” del director Larrañaga: "Una biblioteca no es otra cosa que un domicilio o ilustre asamblea en que se reúnen, como de asiento, todos los más sublimes ingenios del orbe literario o por mejor decir, el foco en que se reconcentran las luces más brillantes que se han esparcido por los sabios de todos los países y de todos los tiempos. Estas luces son las que el ilustrado y el Gobierno vienen a hacer comunes a sus conciudadanos."
Por resolución de Artigas, el 30 de mayo de 1816, los centinelas del ejército oriental usaron como santo y seña: "Sean los orientales tan ilustrados como valientes", como adhesión al nuevo centro cultural.
En 1926 el gobierno uruguayo adquirió el predio del actual edificio de la Biblioteca Nacional, de 18 de Julio 1790 y Tristán Narvaja. La piedra fundamental se colocó el 26 de mayo de 1937, se ocupó en 1955 y la nueva sede fue inaugurada en 1964. Una construcción neoclásica de 4.000 metros cuadrados, con dos monumentos al frente que describen su compromiso con la cultura universal: Sócrates y Cervantes.
Sócrates en la
Biblioteca Nacional.
(MEC)
La Biblioteca Nacional es la única institución que perdura desde la Provincia Oriental. En la actualidad sus objetivos son recopilar, conservar, acrecentar, procesar y difundir el patrimonio bibliográfico y documental nacional, como unidad ejecutora del Ministerio de Educación y Cultura. Su misión es preservar el patrimonio bibliográfico y el acceso libre y público de todos los ciudadanos.Su acervo supera los 900.000 volúmenes de libros, folletos y publicaciones periódicas nacionales y extranjeras. Atesora, además, un valioso archivo documental literario uruguayo, así como importantes colecciones de mapas, planos, fotografías, postales y grabados.

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