lunes, 16 de julio de 2012

Jorge Pivel, creador de la Cámara Torsional Automatizada

El resorte de fuego

Jorge Pivel, ingeniero, emprendedor
e innovador uruguayo.
Foto de Alejandro Sequeira (2011).
Es una caldera industrial, diseñada en forma de espiral, que genera energía a partir de la quema de residuos biológicos renovables o biomasa, concebida como  una alternativa sustentable a los sistemas basados en derivados del petróleo.

Sobre la base del artículo publicado en fascículo Nº 3 de la serie Inventos e Innovaciones Realizadas por Uruguayos (Trocadero Gabinete DDiseño para el diario El País, 15 de setiembre de 2011).

Hubo que seleccionar una de sus ideas originales, que van desde los Jig para ensamblar carrocerías automotrices o el actual modelo de suspensión de las VW Kombi, hasta el diseño en espiral de los catéteres que se utilizan en angiología digital. La cámara torsional es una caldera diseñada a partir de un larguísimo caño en forma de espiral, que genera gasógeno por la quema de residuos biológicos renovables o biomasa. “Es mucho más limpia, y tan eficiente como el petróleo, y como fuente de energía no se terminará en un par de décadas”, asegura el ingeniero Jorge Pivel, descendiente de una familia de innovadores, para quien la inventiva se basa en tres pilares: astucia, ingenio y necesidad.
A principios de la década de 1940, el ingeniero argentino, de origen judío, Jacobo Agrest, estaba preocupado por la crisis energética que se abatía sobre el planeta, a causa de la Segunda Guerra Mundial, pero más aún, por la miseria material de millones de personas sometidas a un drama bélico, y en especial, por el sufrimiento de sus hermanos de raza, condenados al holocausto de los campos de concentración nazis. Fue entonces, que diseñó una caldera industrial que sustituyó al petróleo como fuente de energía, porque la generaba a partir de la quema eficiente de marlos de maíz y otros residuos vegetales. “No podemos permitir que se malgasten los recursos agrícolas no utilizados para la alimentación, cuando tantos seres humanos están sufriendo hambre”, argumentaba Agrest.
Cámara torsional, fue la denominación de una innovación desarrollada sobre la base de un concepto tecnológico conocido, como la gasificación, pero nunca aplicado a los generadores de vapor. La caldera de Agrest era un sistema de ignición segura de los combustibles sólidos, pero para él fue imposible sacarlo del ámbito del laboratorio o de alguna experiencia aislada, porque no poseía taller propio. Fue a mediados de la década de1970, que lo contrató como asesor tecnológico la empresa de calderería Pivel, Barreto & Gastulmendi, luego Julio Berkes S.A.
Fue con ellos que su cámara torsional se transformó en una herramienta productiva, rediseñada y automatizada por técnicos uruguayos.  “Cuando la crisis del petróleo disparó los precios (luego del conflicto árabe-israelí de Yon Kipur, iniciado el 6 de octubre de 1973), hubo que buscar otras formas de generar gasógeno industrial, y comenzamos a pensar en recursos propios del país, como la leña”, evoca Jorge Pivel.
El ingeniero Jorge Pivel sentado
sobre su resorte de fuego:
la cámara torsional.
Foto de Alejandro Sequeira
Las calderas tradicionales tienen un tubo central, en general corto y recto, por donde se quema el petróleo que luego se transforma en gasógeno, pero sistemas basados en la leña u otras formas de biomasa (cascara de girasol, de maní, semillas de algodón, pepitas de uva, bagazo de azúcar, cereales, oleaginosas, remolacha, estiércol, y muchas más), necesitan un mayor tiempo de permanencia del combustible, antes de que el humo salga por la chimenea. Esta mayor duración es posible porque las cámaras torsionales, utilizan un conducto en forma de espiral, con pequeñas toberas que actúan como conservadores de la energía, tangencialmente al cilindro. “El mismo caño que recto tendría una longitud de cinco metros, se transforma en un resorte de fuego, con un recorrido de 25 metros o más”, afirma el ingeniero industrial, que además asegura que: “esas calderas queman todo tipo de sustancia orgánica, hasta la más resistente al fuego, con mayor eficiencia que las diseñadas para derivados del petróleo”. Una ventaja explicada por el movimiento continuo del gasógeno a través de una extensa red de tuberías.
“Al invento de Agrest, le agregamos el valor de la automatización, que permite interrumpir o reiniciar el consumo de combustible, según lo necesite la caldera, para hacer una quema más limpia, más económica, y por lo tanto más rentable; tres beneficios que permitieron su fabricación a nivel industrial”, evoca Pivel.
La primera cámara torsional fue colocada en la fábrica Hielogas, en 1979, luego se instalaron similares en catorce frigoríficos del país, en plantas elaboradoras y embotelladoras de refrescos, además de algodoneras, yerbateras, y otras industrias argentinas y paraguayas, pero la que nunca olvidarán sus fabricantes es la de Azucarlito de Paysandú. “Fue montada en 1987, cuando la empresa enfrentaba serios problemas económicos, entre otros motivos por gastos energéticos excesivos vinculados con el consumo de petróleo. Nosotros habíamos estudiado los procesos físico-químicos de la combustión de la biomasa, y nos daba una relación de dos tercios de ahorro de combustible; algo que nos parecía toda una innovación. Pero la realidad posterior nos sorprendió, porque una inversión que se preveía iba a ser recuperada en dos años, no fue más allá de los 90 días, por el sólo hecho de utilizar leña propia, en lugar de combustible fósil”, evoca el ingeniero Jorge Pivel.

“Fuimos innovadores para sobrevivir, porque no podíamos competir con las empresas grandes si no innovábamos.”

Ingeniero Destacado 2006. Jorge Pivel
muestra el reconocimiento, al lado de
 su colega y amigo Gianfranco Premuda
(Archivo Pivel).
Jorge Pivel 
Es descendiente de una familia tradicional que comparten Salto y Paysandú. Fue docente grado 5 de la Facultad de Ingeniería, como él mismo dice: “hasta los hechos desgraciados de la década de 1970”. Conoció a dos polacos célebres: al dirigente sindical Lech Walesa y al sacerdote Karol Wojtyla, quien en sus últimos 26 años de vida fue el papa Juan Pablo II. También tiene una historia muy particular con el ex presidente brasileño, Luis Inacio Lula Da Silva. “Una vez estaba en la planta de Volkswagen en Sao Bernardo do Campo, cuando se desató una huelga general con ocupación. “Los sindicalistas retuvieron a todos los directivos de la empresa, y uno de ellos no tuvo mejor idea que contarle a un huelguista que yo era un ingeniero uruguayo. Cuando se lo comunicaron a Lula, dio una orden inmediata: ‘traigan al uruguayo’. En realidad era para preguntarme por nuestro país, por el que tiene un cariño y una admiración muy especial. Así que fui su rehén, en tono muy amigable”, cuenta Pivel,  con una nostálgica sonrisa.

Jorge Pivel con un jig de la
metalúrgica Julio Berkés.
Jig
La extraña palabra define a las ensambladoras de automóviles,  anteriores a la robotización, que la metalúrgica Julio Berkes diseñó y fabricó hasta 1995. “En algún momento fuimos los mayores productores del mundo de estas matrices, porque llegamos a tener 36 modelos distintos, cuando en la industria cada marca sólo tiene la suya”, afirma. Este desarrollo se inició en 1971, cuando los representantes decidieron tener sus propias armadoras de kit de carrocerías, porque les salía más barato. “Nuestro liderazgo, que llegó a ser tomado como ejemplo regional, se explica en que diseñábamos jigs, muy distintos a los que poseían las fábricas de origen. Los nuestros estaban adaptados a una baja producción, y asombraban a los extranjeros, por su calidad artesanal”, recuerda Pivel.

Catéter atornillado
“Fui furgón de cola del Premio Nacional de Medicina que (en 1979) ganó mi querido amigo y genial innovador, Bartolomé Grillo. Una noche estábamos cenando con nuestras esposas, en el viejo Morini, cuando me contó que estaba trabajando en el diseño de un catéter para angiología, pero que tenía un problema: los viejitos suelen tener las arterias más duras, y cuando se los pincha hay muchos accidentes por roturas venosas. Le pregunté cómo se introducían esos catéteres, a lo que me respondió pinchándome con un escarbadientes. Entonces tomé el mismo escarbadientes, y le expliqué que también podía meterlo como un tornillo. Le diseñé un catéter en el papel, y se lo fabriqué con una varilla de plástico que tenía una rosca doble, que le permitía entrar y salir con la misma facilidad. Cuando quedó pronto el prototipo, Bartolomé lo envió a Estados Unidos, para que dieran su opinión otros médicos especializados en angiología. Por lo visto fue una buena idea, porque los estadounidenses la patentaron como propia. Al principio me dio bronca, pero con el tiempo me di cuenta que era lo mejor. Ellos le sumaron valor tecnológico a  nuestro catéter en espiral, y yo figuré en un Premio Nacional de Medicina como colado.”

Usina de Yerbal e Ituzaingó
en la década de 1890.
Gilles
“Mi bisabuelo, fue el primer Pivel que arribó al país, un vasco francés que en 1886 fue maquinista de la usina eléctrica de Yerbal e Ituzaingó, la primera de su tipo en América del Sur. Después lo mandaron a Salto, donde nació mi padre, donde se quedó mi abuelo y allí nació  mi padre, y después se fue a Paysandú, donde nacieron mis diez tíos, entre ellos Juan, el gran historiador. El pionero de la familia se llamaba Gilles, había nacido detrás de los Pirineos franceses, pero siempre fue conocido como Don Julio.”

Mi mayor innovación fue en la relación obrero-patronal, cuando en 1993 creamos formas de negociación inéditas, con dirigentes del PIT-CNT: Ernesto Murro, Juan José Bentancur, Hugo Bianchi, Lalo Fernández, Julio García. Cuando me encuentro con ellos nos saludamos con un aprecio muy sincero.”

2 comentarios:

  1. Armando me gustaría contactarte. Soy Lucía, estudiante de Comunicación de la Universidad de Montevideo. Mi mail es: lpastor@correo.um.edu.uy

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  2. Tuve el gusto y el honor de ser alumno del Ing. Jorge Pivel en el taller de Ciclo Básico de Ingeniería y luego presentar ante el Consejo de la Cámara de Industrias que él integraba el Proyecto de Bachilleratos tecnológicos que comenzamos en la Escuela Técnica del Buceo.
    Gregorio Dassatti

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