Juan Alberto Schiaffino y Ruben Morán, el "ala izquierda" uruguaya en la "final" de Maracaná. (Archivo Testoni) |
Son las 4.29. Uruguay pierde 1 a 0, con gol de Friaça. Más de 200 mil
espectadores festejan, mientras sir Stanley Rouss –presidente de la FIFA–
memoriza un discurso en portugués, en honor a los seguros campeones.
A Brasil le alcanza con el empate, pero va ganando. La mirada del añoso Gallego Morán queda fija en la nada, en
resignado silencio. El dial está en la Radio
Sarandí, con el relato del incomparable Carlos Solé:
“Quita Míguez para apoyar a Schiaffino; frente a él se defiende Bigode. La
resta al centro de la cancha donde va a tomar Gambetta. Cruza la pelota en
dirección a Julio Pérez. Julio Pérez arremete frente a Danilo. Lleva la pelota
Pérez. Le traba la pelota Danilo. Con todo la vuelve a tomar Pérez. Se
repliega. Elude a Bauer. Apoya a Obdulio Varela. Varela al puntero Ghiggia,
perseguido por Bigode. Se corre al arco. Coloca el centro. Toma Schiaffino.
Goool, goool uruguayo. Gol de Schiaffino, a los 21 minutos. Se le escapó
Ghiggia al jugador Bigode. Colocó el centro y el jugador Juan Alberto
Schiaffino la tomó de media vuelta. Colocó un violento remate alto, dejando sin
chance a Barbosa. Schiaffino autor del tanto. Uruguay 1, Brasil 1.”
–Uruguay nomá –es grito de guerra en el Cerrito. Está ocurriendo lo que
pocos imaginaron. Los Celestes
empatan con el local, favorito y goleador. Ruben sigue en la cancha, por la punta
izquierda. Pero las principales jugadas ocurren por la derecha. Por el ala de
Schubert Mono Gambetta, Julio Pata Loca Pérez y Alcides Ñato Ghiggia. “¡Empatamos nomá. Uruguay
que no, ni no!” Una ilusión ilógica, pero posible. Todavía faltan 24 minutos.
Las agujas bordean las 4.42. La radio se tranca, por un instante. Justo
cuando el speaker está a punto de
describir una hazaña irrepetible. El aparato recibe un suave golpe, que le
devuelve una voz conmovida. “Gol, gool, goool uruguayo. Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó al
contralor de Barbosa. A los 34 minutos, anotando el segundo tanto para el
equipo uruguayo. Ya decíamos que el gran puntero derecho del conjunto oriental,
estaba resultando la mejor figura de los celestes. Tiró en acción violenta. La
pelota rasante al poste escapó al contralor de Barbosa y anotó a los 34 minutos
Ghiggia el segundo tanto para Uruguay. Uruguay 2, Brasil 1. Autor del tanto
Ghiggia, a los 34 minutos.”
La conquista es defendida con temple, durante once eternos minutos.
Enseguida, se desata la emoción contenida. “¡Somos campeones. Vamo’ arriba la
celeste! ¡El Tiza nomá!”. Fue el
gozoso clamor de los Morán y sus vecinos. Como en un mito fundacional, un
puñado acababa de derrotar a una multitud.
Muy lejos de Rubén pasó la soñada combinación, que cambió la historia del
fútbol e inflamó el sentimiento colectivo oriental. Fue por la derecha, otra
vez. Su actuación no resultó destacada, según los recordados comentaristas:
Osvaldo Heber Lorenzo y César L. Gallardo. Jugó todo el partido, solo, porque
el reglamento no permitía cambios. Pero, la gente del barrio, ni se enteró. Fue
recibido como un héroe.
Nadie podrá descolgar al Tiza del cuadro de Maracaná. (Archivo Testoni) |
Fue un olvidado titular de Maracaná, que murió en la extrema pobreza, a los
48 años, víctima de depresión. Nadie, nunca, podrá sacarlo de la más memorable
foto de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Fue el orgullo de los Morán. Aunque,
jamás, pudo cumplir con el viejo sueño de los esforzados inmigrantes gijoneses.
Ellos desearon, siempre habían anhelado, con fervor, que El Tiza jugara, aunque fuera una sola vez, en el Sporting de Gijón de
sus amores.
IV Copa Mundial de Fútbol
Se disputó en Brasil, entre el 16 de junio y el 16 de julio de 1950, después de haber sido suspendida en 1942 y 1946, con la participación de 13 equipos, entre los que quedaron semifinalistas: Brasil, España, Suecia y Uruguay.
El último partido fue entre Brasil y Uruguay, ya que no hubo un partido final oficial, en el cual Uruguay gana por 2 a 1, quedándose por segunda vez con la copa por entonces denominada Jules Rimet.
Fue un espectáculo a estadio repleto, presenciado por más de 200.000 personas, en el estadio conocido como Maracaná. Brasil era el favorito en todos los aspectos, pero Uruguay, con un coraje y un temple irrepetibles, ante situaciones adversas, logró dar vuelta un resultado y entrar en la historia por una hazaña insólita.
Crónicas del 50
”Siete países americanos y seis naciones europeas, recién resurgidas de los escombros, participaron en el torneo brasileño. La FIFA prohibió que jugara Alemania. Por primera vez, Inglaterra se hizo presente en el campeonato mundial. Brasil y Uruguay disputaron la final en el Estadio Mario Filho de Río de Janeiro, el más grande del mundo, ubicado en el barrio de Maracaná.
Brasil era una fija, la final era una fiesta. Los jugadores brasileños, que venían aplastando a todos sus rivales de goleada en goleada, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo. Las primeras páginas de los diarios se habían impreso por anticipado, ya estaba armado el inmenso carruaje de carnaval que iba a encabezar los festejos, ya se había vendido medio millón de camisetas con grandes letreros que celebraban la victoria inevitable.
Cuando el brasileño Friaça convirtió el primer gol, un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudió al monumental estadio. Pero después Schiaffino clavó el gol del empate y un tiro cruzado de Ghiggia otorgó el campeonato a Uruguay, que acabó ganando 2 a 1. Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol, y Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil, que estaba transmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de fútbol.Después del pitazo final, los comentaristas brasileños definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil. Jules Rimet deambulaba por el campo, perdido, abrazado a la copa que llevaba su nombre. "Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y se la entregué casi a escondidas. Le estreché la mano sin decir ni una palabra", solía evocar el histórico presidente de FIFA, unas cuantas décadas después.En el bolsillo, Rimet tenía el discurso que había escrito en homenaje al campeón brasileño. Uruguay se había impuesto limpiamente: la selección uruguaya cometió once faltas y la brasileña, veintiuna.
El tercer puesto fue para Suecia. El cuarto, para España. El brasileño Ademir encabezó la tabla de goleadores, con nueve tantos, seguido por el uruguayo Schiaffino, con seis, y el español Zarra, con cinco.”
Eduardo Galeano, escritor uruguayo, en su libro El fútbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1995.
IV Copa Mundial de Fútbol
Se disputó en Brasil, entre el 16 de junio y el 16 de julio de 1950, después de haber sido suspendida en 1942 y 1946, con la participación de 13 equipos, entre los que quedaron semifinalistas: Brasil, España, Suecia y Uruguay.
El último partido fue entre Brasil y Uruguay, ya que no hubo un partido final oficial, en el cual Uruguay gana por 2 a 1, quedándose por segunda vez con la copa por entonces denominada Jules Rimet.
Fue un espectáculo a estadio repleto, presenciado por más de 200.000 personas, en el estadio conocido como Maracaná. Brasil era el favorito en todos los aspectos, pero Uruguay, con un coraje y un temple irrepetibles, ante situaciones adversas, logró dar vuelta un resultado y entrar en la historia por una hazaña insólita.
Crónicas del 50
”Siete países americanos y seis naciones europeas, recién resurgidas de los escombros, participaron en el torneo brasileño. La FIFA prohibió que jugara Alemania. Por primera vez, Inglaterra se hizo presente en el campeonato mundial. Brasil y Uruguay disputaron la final en el Estadio Mario Filho de Río de Janeiro, el más grande del mundo, ubicado en el barrio de Maracaná.
Brasil era una fija, la final era una fiesta. Los jugadores brasileños, que venían aplastando a todos sus rivales de goleada en goleada, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo. Las primeras páginas de los diarios se habían impreso por anticipado, ya estaba armado el inmenso carruaje de carnaval que iba a encabezar los festejos, ya se había vendido medio millón de camisetas con grandes letreros que celebraban la victoria inevitable.
Cuando el brasileño Friaça convirtió el primer gol, un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudió al monumental estadio. Pero después Schiaffino clavó el gol del empate y un tiro cruzado de Ghiggia otorgó el campeonato a Uruguay, que acabó ganando 2 a 1. Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol, y Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil, que estaba transmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de fútbol.Después del pitazo final, los comentaristas brasileños definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil. Jules Rimet deambulaba por el campo, perdido, abrazado a la copa que llevaba su nombre. "Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y se la entregué casi a escondidas. Le estreché la mano sin decir ni una palabra", solía evocar el histórico presidente de FIFA, unas cuantas décadas después.En el bolsillo, Rimet tenía el discurso que había escrito en homenaje al campeón brasileño. Uruguay se había impuesto limpiamente: la selección uruguaya cometió once faltas y la brasileña, veintiuna.
El tercer puesto fue para Suecia. El cuarto, para España. El brasileño Ademir encabezó la tabla de goleadores, con nueve tantos, seguido por el uruguayo Schiaffino, con seis, y el español Zarra, con cinco.”
Eduardo Galeano, escritor uruguayo, en su libro El fútbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores, Editorial Catálogos, Buenos Aires, 1995.
Puede que alla sido olvidado el puntero Moran, pero en la foto esta el testimonio vivo del glorioso campeon mundial del 50, permanesera para siempre.
ResponderEliminarMuy curioso lo de Morán, un campeón del 50 (nada menos) a quien nadie recuerda. Debutó con la celeste aquella tarde del 16 de julio para ser campeón del mundo. Tres años después integró la selección de Uruguay que participó en el Sudamericano de Lima (tercer puesto, campeón Paraguay). No fue tenido en cuenta para el Mundial de 1954, (había muchos nenes para ese trompo) y se retiró del fútbol con apenas 23 años. Siendo el más joven de los campeones de Maracaná, fue el primero en dejar este mundo: murió a los 48 años, en una situación económica llena de privaciones como casi todos aquellos campeones que nunca fueron retribuidos como debieron serlo. De cualquier manera, allí está la foto de Maracaná, con el humilde muchacho del Cerrito de la Victoria, Ruben Morán, en la punta izquierda. Me alegro que haya sido recordado en este blog. Un saludo.
ResponderEliminarmuy bueno el articulo, muy rica la informacion, Moràn lastima que el destino no lo acompaño en su carrera deportiva, se le hizo esquiva la suerte, influyo negativamente en su vida. De todas manera sera recordado como un gran campeòn.
ResponderEliminarQue lindo momento del maracanazo y sabiendo que estuvo presente un Morán más aún . Me hubiese gustado tener a mi abuelo vivo para consultarle como vivieron ese día muchas gracias por la información
ResponderEliminarvalla un homenaje desde bustinza sur de santa fe argentina para ese puntero izquierdo que esa tarde se planto en maracana como sus compañeros
ResponderEliminarPara mi, no fue tan sorpresa Uruguay era un poderoso equipo una potencia en futbol
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