Botijas, chanchos y nostalgias
Eran los envases de gres que las cervecerías uruguayas del
siglo XIX utilizaban para vender sus productos, luego transformadas en calentadores de cama, recipientes medicinales o en adorno de mesas, muebles y jardines. Aunque hoy son raras antigüedades, buscadas con obsesión por los coleccionistas, alguna vez circularon cientos de miles de estos botijos fabricados en su mayoría en la ciudad escocesa de Glasgow y en la
inglesa Staffordshire, capital mundial de la arcilla
manufacturada. Los más artísticos recipientes cerveceros evocan a los pioneros de la industria nacional: Conrado
Niding, Eduardo Richling, Frederich Mux, Thibaut Holveg, Alejandro
Dosset, Adolfo Robillard.
Sobre la base de los capítulos 2, 3 y 4 del libro Historia de la Cerveza en Uruguay (Koi Books-FNC, Montevideo, Diciembre 2011).
Chanchito
Así se le llamaba a una atracción del Parque Múnich y el Palacio de la Cerveza, ambos de Montevideo. Era una cerveza negra, en esa época era recomendada para las embarazadas, que venía en porrones de cerámica que la luego gente utilizaba para calentarse los pies en invierno, para rellenarlos con todo tipo de líquidos: café, té, sopa, medicinas. Estos encantadores envases cerveceros eran encontrados en los jardines familiares como borde de canteros, casi siempre enterrados boca abajo.
El
emprendedor alemán innovó en la difusión de la cerveza como un
negocio, pero también como un bien cultural legado por sus
antepasados que se propuso compartir con su patria adoptiva. En pocos años construyó otras dos
fábricas. En 1874 se mudó a la calle Yatay Nº 8, cuando era un
punto estratégico, cercano a la plaza de las Carretas que medio
siglo después fue el Palacio Legislativo. Pero hubo más cambios: el
aviso del traslado lo firmaba una sociedad colectiva: C. Niding y
Cía. Una demostración de su talento y su capacidad de riesgo. No
era rico, pero consiguió un préstamo hipotecario con un particular,
por el que abonó intereses más altos que los ofertados por los
bancos estatales o privados, mientras se asociaba con otros
inversores que aportaron capital en el nuevo establecimiento. Por la
misma época abrió muy cerca de allí la Cervecería Eliseo,
de Alejandro Dosset, en la calle Goes Nº 91, al inicio de la actual avenida
General Flores. El francés le había vendido la Oriental
a su compatriota Adolfo Robillard, quien a su vez se la traspasó a
su sobrino Eugenio, que se quedó con la planta de 18 de Julio Nº
854.
Fueron
acertados los cálculos financieros de Niding, y su olfato
comercial. Una ley proteccionista impuesta en 1875 por el dictador
Lorenzo Latorre, benefició a la actividad cervecera, que pudo
importar libre de gravámenes, la maquinaria, el lúpulo y los
envases. Cinco años después era el director de una empresa de alta
tecnología, que fabricaba cervezas “a vapor” similar a las
alemanas, belgas o inglesas, y que elaboraba 2.400 kilos diarios de
hielo para la maduración del producto. Ofrecía una bebida
refrescante del tipo Lager, una doble, una sencilla, y también
negras robustas; en barriles y en porrones; al por mayor y al por
menor. Otro de sus negocios era el arrendamiento de su moderno
depósito de frío, tanto a cervecerías como a otras actividades
comerciales o industriales.
El
proyecto de Eduardo Richling era evolucionar aún más en el
desarrollo tecnológico, por lo que invirtió otros 50.000 pesos,
equivalentes a poco más de diez mil libras esterlinas. Así amplió
casi al doble la productividad y organizó una renovada propuesta
comercial que incluía salones de reuniones y fiestas, además de
novedosas atracciones: música, canto y juegos temáticos. Le llamó Cervecería Popular a Vapor.
La
Popular, la Montevideana y la Germania en esos años se repartieron
el mercado metropolitano, luego del cierre de la Oriental, de
Robillard; de la Eliseo, de Dosset, y de la Cervecería Colón,
fundada por Francisco Caldeyro. También habían desaparecido los
pequeños artesanos, por la imposibilidad de competir con los
modernos establecimientos industriales. Las tres dominaron el mercado
hasta la crisis económica iniciada en 1890, cuando el Banco
Nacional, fundado por Emilio Reus, cayó en el efecto dominó
provocado por el quiebre de la casa británica Baring Brothers of
London. La consecuencia directa fue una dramática reducción del
consumo, agravada en la industria cervecera, por la devaluación de
las acciones de la Germania adquiridas en su mayoría por inversores
locales. Los poseedores de papeles sin valor deambulaban por la
Ciudad Vieja, angustiados por el mal negocio que habían hecho,
mientras las cervecerías se desfinanciaban.
La
situación desembocó en la fusión de las tres fábricas, en 1895,
por un acuerdo entre Niding, Richling y Mux. Así nació una nueva
empresa: Cervecería Uruguaya, que emitió obligaciones hipotecarias,
olvidado el desastre de Reus, que al año siguiente cotizaban en la
Bolsa de Valores. Detrás de la operación estaba otro alemán:
Augusto Hoffmann. Un productor rural y financista que controló la
nueva sociedad anónima, acompañado por otros empresarios: Ernesto
Beherens, Antonio Vitelli, Francisco Vilaró, Thomas F. Lane, Conrado
Ferber y Werner Quincke.
Tras la fusión
Fue vendida parte de la maquinaria, se concentró la producción en la planta de Asunción, mientras el edificio de la calle Yatay era transformado en un espacio de consumo y recreación. Era la señal inequívoca de que las posibilidades productivas eran muy superiores a la capacidad de consumo de una plaza reducida. En 1897, una ley estableció la devolución de impuestos a las bebidas nacionales que se comercializaran en el exterior. La disposición había sido solicitada por los industriales que necesitaban defender su capital mediante la exportación “a los mercados de Brasil”. El proyecto se basaba en competir con los fabricantes alemanes radicados en los estados sureños de Río Grande do Sul y Santa Catarina.
Distinto
fue el destino de los tres innovadores de la industria cervecera
uruguaya de mediados y fines del siglo XIX. Eduardo Richling aceptó
ser gerente de producción de la Uruguaya, un cargo más honorífico
que influyente, desde el cual aportó su experiencia en un negocio
que ya no era el suyo. Friedrich Mux continuó trabajando en pequeños
emprendimientos, algunos años más, hasta su jubilación a
principios del siglo XX. Cuando Conrado Niding dejó de ser maestro
cervecero, también desapareció su presencia del escenario económico
del país. Pero, de algo no hay dudas. Su notable memoria de creador
de riqueza es evocada, desde entonces, como el patriarcal precursor
de las Fábricas Nacionales de Cerveza.
Nacido
en 1730, en la localidad inglesa de Burslem, fue el más célebre
alfarero europeo del siglo XVIII, pionero en la producción
industrial de porrones de cerveza que recorrieron el mundo durante
casi 200 años.
En
1759 puso una fabrica propia en Ivy House Works, donde creó una
especie de cerámica de aspecto novedoso, con un esmalte brillane y
lujoso. Un producto original que atrajo la atención de la reina
Carlota, que encargó unos servicios de té y café de color tostado
de ese material. En 1765 Josiah recibió el permiso para bautizar el
material como “Cerámica de la Reina”.
En
1769 fundó la fábrica de Etruria, en Staffordshire), la primera en
instalar una máquina de vapor para la realización de piezas
cerámicas con moldes. En 1774 presentó sus piezas de camafeo Jasper
Ware, con el apoyo de artistas como George Stubbs ó John Flaxman,
que diseñaron modelos para esas piezas. Fue el abuelo materno de
Emma Wedgwood, esposa de Charles Darwin, pionero de una empresa que
mantiene vigencia en el siglo XXI, como fabricante de vajillas y
objetos decorativos.
Parte de la colección de porrones del médico Juan René Delger, que recorre más de 150 años de historia de la cervecería uruguaya. Fue rematada el 28 de mayo de 2013. (Remates Corbo) |
Sobre la base de los capítulos 2, 3 y 4 del libro Historia de la Cerveza en Uruguay (Koi Books-FNC, Montevideo, Diciembre 2011).
El
inglés Josiah Wedgewood revolucionó, en el siglo XVIII, la
producción seriada de porrones cerveceros con nuevas técnicas de
manufactura, pintura y división del trabajo. Los recipientes
utilizados en Uruguay se distinguen entre sí por sus formas y
aplicaciones comerciales. Holveg utilizaba modelos similares
a una botella de vidrio, de cuello largo que se iba estrechando hacia
arriba. Los franceses Dosset y Robillard los preferían de menor
altura, cilíndricos y de cuello corto, que son los más conservados.
El borde de su gollete era espeso, para reforzar su cierre y
facilitar su apertura.
Porrones de la Cervecería Popular a Vapor, de la Montevideana y de la Cervecería Carlos Toedter de Salto, c. 1870. (Colección Museo de FNC) |
La Popular y la Montevideana, de Conrado
Niding, utilizaban un diseño mixto: delgado y alargado, pero con un
gollete espeso. Eran creaciones artesanales exclusivas, muy buscadas
en la actualidad, porque casi han desaparecido. También importaban
los símbolos y textos identificatorios escritos en el exterior. Eran
los signos de fábrica exigidas por la ley de patentes sancionada en
1877, para proteger a las empresas y adjudicarle la explotación de
una marca comercial.
En el caso de los líderes (Oriental, Del
Progreso, La Popular, Montevideana, Germania, Ueltschi de San José,
Popular de Paysandú y también la Uruguaya) no utilizaban este
recurso, porque consideraban que era innecesario por su prestigio. En
cambio, hubo firmas menores que reservaron una marca registrada: Del
Cordón, Gambrinus, Francesa, Alemana, Colón, Del Plata, La
Esperanza, La Mallorquina, Sudamericana, Eliseo, Sol Oriental, Peila
de Colonia, Somale de Paysandú o Toedter Hageman de Salto.Botella de gres de la marca Chancho, 1928. (Colección Delger) |
Así se le llamaba a una atracción del Parque Múnich y el Palacio de la Cerveza, ambos de Montevideo. Era una cerveza negra, en esa época era recomendada para las embarazadas, que venía en porrones de cerámica que la luego gente utilizaba para calentarse los pies en invierno, para rellenarlos con todo tipo de líquidos: café, té, sopa, medicinas. Estos encantadores envases cerveceros eran encontrados en los jardines familiares como borde de canteros, casi siempre enterrados boca abajo.
Niding
Nacido
en Hamburgo y arribado al país luego de la Guerra Grande, en 1866
abrió un establecimiento que pronto se llamó Cervecería
Popular, ubicado en la manzana de las calles Durazno, Isla de Flores.
Santa Lucía (actual Santiago de Chile) y Arapey (Javier Barrios
Amorín).
Envase de gres, fabricado en Glasgow, de la Cervecería Popular de Conrado Niding, 1875. (Colección Delger) |
Botijo de Cervecería del Plata, de Miguel Caldeiro y Hermano, con sello de Glasgow. (Colección Delger) |
Al
nombre original le había agregado dos palabras. En su nueva sede,
ubicada en el límite entre los barrios de Goes y Aguada, era la
Nueva Popular, que poseía un amplio espacio recreativo y comercial
que interactuaba con la planta productiva. En un informe técnico de
1877 consta que su complejo industrial poseía abundante maquinaria;
disponía de carpintería, tonelería, herrería, caballeriza,
depósitos, y salones para el expendio de bebida. Basta leer un aviso
publicado ese mismo año en el diario El Siglo. “Esta cervecería
tiene un local espacioso con hermosas glorietas y juegos, para la
distracción del público.” Diez años después se la vendió a un
austríaco que trabajaba de corredor de la Bolsa de Valores de
Montevideo, a un precio insólito para la época: 150.000 pesos
(32.000 libras esterlinas).
Richling
Cervecería El Progreso de Alejandro Dosset, 1860. (Colección Delger) |
Por
entonces, era una actividad protegida por el Estado. La ley aduanera
de 1888 gravaba la introducción de la bebida extranjera, y favorecía
la libre importación de maquinaria e insumos industriales. En otras
palabras: el producto nacional desplazaba exitosamente al importado.
Fue en ese contexto que la Montevideana de Conrado Niding comenzó a
funcionar en 1890, en la manzana de Asunción, Cuareim, Lima y Acuña
de Figueroa, en el barrio de la Aguada. Con capital propio y una
parte recaudada por la venta de acciones, construyó un edificio de
cuatro pisos, sótano y maquinaria moderna, donde proyectaba producir
400.000 hectolitros anuales de cerveza. Su inauguración revelaba una
transformación de su idea del negocio, que en esa nueva etapa
concebía para abastecer sólo a los comercios, en contraste con su
primera etapa, continuidad de la artesanal, cuando ofrecía sus
productos a los clientes que visitaban la planta.
En
1892, el emprendedor prusiano abrió una nueva cervecería a orillas
del Río de la Plata, en la rambla de Capurro, que llamó Germania.
Poco se sabe del origen de Friedrich Mux, apenas que ocho años antes
todavía era empleado en el Ferrocarril Central, y que vivía en el
poblado de 25 de Agosto, departamento de Florida. La fábrica estaba
organizada como sociedad anónima, financiada con la venta de
acciones, a imagen y semejanza del exitoso modelo Niding, pero
también porque era la forma jurídica que mejor se adaptaba al
creciente requerimiento de capitales y tecnología.
Holveg,
Robillard, Dosset
Extra Sout 1880, de Cervecerías del Uruguay. (Colección Delger) |
Cervecería Oriental de Montevideo, 1927. (Colección Delger) |
Cervecería Suiza, Nueva Helvecia. (Colección Delger) |
Fue vendida parte de la maquinaria, se concentró la producción en la planta de Asunción, mientras el edificio de la calle Yatay era transformado en un espacio de consumo y recreación. Era la señal inequívoca de que las posibilidades productivas eran muy superiores a la capacidad de consumo de una plaza reducida. En 1897, una ley estableció la devolución de impuestos a las bebidas nacionales que se comercializaran en el exterior. La disposición había sido solicitada por los industriales que necesitaban defender su capital mediante la exportación “a los mercados de Brasil”. El proyecto se basaba en competir con los fabricantes alemanes radicados en los estados sureños de Río Grande do Sul y Santa Catarina.
Cervecería Oriental, Edición Especial 1930. |
BIO
Josiah
Wedgwood
Cervecería Nacional de San José, 1890. |
Era
el menor de doce hermanos que descendían de una familia que
trabajaba en alfarería desde el XVII. En 1739 murió su padre y aún
niño fue su continuador en el trabajo que demostró dotes
exepcionales que mejoraron en un aprendizaje de cinco años tras los
que se asoció con el reconocido artista Thomas Whieldon. En 1754
comenzó a registrar sus experimentos alfareros, entre tantos la
fórmula del vidrio verde.
Cervecería Dolores de Guillermo Kleinman. |
Con
el aumento de la demanda, trasladó su empresa a un edificio de
mayores dimensiones: Brick House Works, en Burslem. Allí mejoró sus
métodos de producción y comercio, mientras experimentaba con óxidos
para imitar a las piedras preciosas. En 1768 se asoció con Thomas
Bentley, poderoso mercader de Liverpool, para distribuir en todo el
Reino Unido sus nuevas cerámicas coloreadas estilo neoclásico.
Cervecería Jardín de Trinidad, 1890. |
Hola quisiera saber si hay algun lugar donde compren botellas antiguas de cerveza como estas.
ResponderEliminarHola Yamila si queres contactarme, 099773716....
EliminarHola buenas noches
ResponderEliminarprimero de todo felicitaciones porque esta muy bueno el material del Blog
Hace poco tiempo estoy vinculandome a la historia de nuestras primeras cervezas y me atrapo el porron de gres de distintas marcas . donde se puede conseguir o hay algun club de coleccionistas donde me pueda hacer de algun porron
les agradezco cualquier info
muchas gracias