La uruguaya Juana de Ibarbourou,
la chilena Gabriela Mistral y
la argentina Alfonsina Storni,
un terceto memorable que dio
a conocer la poesía escrita
por mujeres sudamericanas
en toda Iberoamérica. |
La
admirada poetisa sudamericana nació el 8 de marzo de 1872, siete años después
de la muerte de Rosalía. Fue hija del capitán Vicente Fernández, inmigrante
gallego de Vilanova de Lourenzá, Lugo, una
pequeña población a medio camino entre Foz y Mondoñedo. El joven gallego
pertenecía a una acomodada familia de molineros que emigró muy joven al Río de
la Plata, porque nunca quiso ser cura. Vicente se embarcó como polizón, estuvo
un tiempo en Montevideo y pronto se radicó en el fronterizo departamento de
Cerro Largo.
Eran
tiempos difíciles en el Uruguay, plena Revolución de las Lanzas que enfrentaba
a los dos partidos fundacionales del país: los colorados oficialistas contra los
blancos alzados por reivindicaciones políticas. El joven Vicente se unió a uno
de los bandos en lucha y en 1870 acompañó al caudillo blanco, el general
Timoteo Aparicio. Desde entonces, lo ganó la pasión partidaria y a ella rindió
sus esfuerzos en las horas de combate, pero también en las de paz, cuando
ejerció la autoridad civil como comisario en Melo.
En
1880 se casó con Valentina Morales, dama oriental de ascendencia canaria,
nacida en la vieja estancia familiar cerrolarguense Los Paraísos, sobre el río
Tacuarí. De la recién nacida Juana recordaba siempre que era “una niña muy
hermosa, de cabellos negros y ojos oscuros”. En toda la vida de la autora, ésta
mantuvo que había nacido en 1895, es decir, tres años después. Sólo después de
su muerte se supo que, en verdad, había nacido en 1892.
Vicente
fue quien le inculcó muchos de los valores que más la van a acercar al sentir
gallego. Juana sintió una natural atracción del campo, una extraña vinculación
telúrica que está en el origen mismo de la “morriña”. . La pequeña se crió
escuchando a su padre recitar a Espronceda y a Rosalía de Castro, a la que
Juana admiró profundamente y que despertó en ella la vocación poética. A los
ocho años escribía y publicaba versos reveladores de su talento precoz, en las
páginas de El Deber Cívico de Melo.
Busto
de Juana de Ibarbourou,
poetisa uruguaya de origen gallego,
colocado en el
barrio de la Unión
de Montevideo.
(Ignacio Naón, 2009)
|
El
28 de junio de 1915 se casó en Melo con el capitán vasco-francés Lucas
Ibarbourou, y a partir de ese momento usó por algún tiempo el seudónimo de
Jeannette d'Ibar. El 23 de agosto de 1917 nació su hijo Julio César Ibarbourou,
quien para ella fue su “poema vivo”, y al año siguiente los tres se instalaron
en Montevideo.
Allí
alcanzó el éxito desde sus primeros poemarios, Las lenguas de diamante, El
cántaro fresco, cuando le cantó al amor y la naturaleza con sencillez y
ternura. Luego publicó más de treinta colecciones de poesía, escribió sus
memorias, una obra para niños y un poema dedicado a Galicia con motivo del Día
das Letras Galegas. De una belleza superlativa, el 10 de agosto de 1929 fue
consagrada como Juana de América, en
acto celebrado en el Palacio Legislativo. Su arte deslumbró a celebridades
literarias hispanas: Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Federico García
Lorca. Su literatura, de carácter universal, fue traducida a varios idiomas,
aunque el alma de Juana era muy gallega. Tanto, que su esposo la llamaba
cariñosamente Galleguita.
En 1945 el Estado uruguayo adquirió los derechos de propiedad
literaria de sus libros editados en prosa y verso, y además tres inéditos, que
le devolvió en 1968.
Rosalía de Castro está presente en la Plaza Galicia de Montevideo. (Ignacio Naón, 2009) |
En 1950 ocupó la presidencia de la Asociación Uruguaya de
Escritores, que se acababa de fundar.
“Juana
nos ha dejado una producción poética rica y variada. Poseía un temperamento
poderosamente vital, gozaba la vida, lo que se reflejó en sus poemas de
juventud, los cuales eran animados por imágenes vegetales y animales. Es una
prosa rica, brillante y armoniosa, llena de alegría. Su estilo es fresco,
sencillo y espontáneo. Demuestra su amor por su paisaje natal describiéndolo
con versos llenos de colorido y fragancia”, expresa Aymará Ghiglione. La conciencia de
su propia belleza hizo que escribiese poemas en la búsqueda de un amor casto y
erótico que encontramos en Raíz Salvaje.
Le temía a la vejez, destructora de la belleza.
En 1951 el gobierno de la Ciudad de México la nombró “Huésped de
Honor Permanente”, y le otorgó la Medalla de Oro.
Su
orgullo gallego recibió un homenaje que la emocionó toda la vida: el 8 de junio
de 1963 fue inaugurada la Biblioteca Vicente y Juanita Fernández, en Vilanova
de Lourenzá. Sus últimos libros, Estampas
de la Biblia y Pérdida, describen
un carácter más reflexivo. En Oro y
Tormenta enfrentó el dolor de la enfermedad y la vejez, como anticipo de
una muerte solitaria, en 1979, en su casa de la Unión.
Fue
un 15 de julio, una fecha compartida con Rosalía, su amiga soñada.
En 1953 la Unión de Mujeres Americanas, residentes en Nueva
York, le concedió el título de “Mujer de las Américas”, por su distinguida
labor literaria.
Obra imprescindible
-Las
lenguas de diamante (1919)
-El
cántaro fresco (1920)
-Raíz
salvaje (1922)
-La
rosa de los vientos (1930)
-Estampas
de la Biblia (1934)
-Loores
de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (1934)
-Chico
Carlo (1944)
-Canciones
para Natacha (1945)
-Perdida
(1950)
-Oro
y tormenta (1956)
En 1959 recibió el “Gran Premio Nacional de Literatura del
Uruguay”.
Galicia
Juana le dedicó versos sencillos, humanos, que hablan de su ansia de
retorno a una tierra en la que nunca estuvo, pero que siente que la lleva en
sus venas, y por la que siente un amor apasionado.
Patria de mi padre, luminosa y grande,
Patria de mi padre, luminosa y grande,
Qué
profundamente te quiero también.
Me
crié soñando con tu maravilla,
No
quiero morirme sin verte una vez.
Cuando
a ti yo llegue, has de conocerme
Por
el gozo trémulo, por la palidez,
Por
la emoción honda de risa y de llanto,
Por
el canto puro que te llevaré.
Con
el niño mío, que también te ama,
¡oh!
Galicia mía, hemos de traer,
a
la tierra india que amparó a mi padre,
algo
de tu hechizo y tu placidez.
Juana melense
Juana montevideana
Fue una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana a principios
del siglo XX, y un símbolo de la presencia femenina en la cultura del país. Un
circuito que reseña la vida de Juana en Montevideo se inicia en la Plaza
Galicia, en plena Rambla Sur, donde su ubica el monumento a Rosalía de Castro,
inspiradora de su sensibilidad. Continúa en la Casa de Juan Zorrilla de San
Martín, su amigo y guía poético, que funciona como museo en Punta Carretas, y
luego en la playa Pocitos, donde estaba ubicada la última residencia de la escritora,
que fue señalada con la Palma de Juana de Ibarbourou, plantada en un espacio
de la Rambla Perú y Pagola. Un destino imprescindible es el Salón de los Pasos
Perdidos del Palacio Legislativo, donde fue declarada Juana de
América y la Iglesia de Tapes, en el barrio Arroyo Seco, donde se conserva la imagen religiosa de la que fue profunda devota y a la que escribió sus Loores a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Su primera casa en Montevideo fue en la calle Asilo 50 (actual 3621), entre Pernas y Comercio, en el corazón de La Unión. Entre 1918 y 1921 allí escribió sus tres primeros libros: Las lenguas de diamante, El cántaro fresco y Raíz salvaje. Luego de demolida, la que se construyó en el mismo espacio posee una placa que le rinde homenaje en la fachada. En la Plaza Cipriano Miró, frente a la Basílica de la Unión y el Hospital Pasteur, se alza un busto que evoca su memoria.
Juana habitó muchas viviendas, solía recordar con nostalga la de la actual avenida Mariscal Solano López, en el barrio del Buceo. "Mi casa de la felicidad, calle Comercio Nº 318 —recién hecha— setiembre de 1924...", escribió en una foto de época que refleja una etapa de brillo, tanto de su vida privada como pública. Juana vivió allí entre setiembre de ese año y octubre de 1942, cuando falleció su esposo, el mayor Lucas Ibarbourou.
La residencia original lucía una fachada de azulejos que la distinguía del resto, que fueron removidos, pero su forma se mantiene vigente y vital, habitada por una familia que conoce sus historias. De sus huéspedes originales se conservan algunos elementos decorativos y, sobre todo, varias plantas que supieron hacer las delicias de la escritora, siempre rodeada del verde y el mar. La casa no abre sus puertas al público salvo raras excepciones.
Casa de Juana, en Melo. (Diego Praderi) |
En la capital del departamento de Cerro Largo se conserva la casa donde Juana de Américavivió su infancia y juventud,
hasta que a los veinte años se mudó a Santa Clara de Olimar, departamento de
Treinta y Tres, casada con Lucas Ibarbourou. En el museo de la calle Treinta y Tres 317, entre el Pilar y Sarandí,
se conservan sus muebles y objetos personales, y también la higuera
debajo de la cual se sentaba a escribir. En el frente de la vivienda
fachada se lee el homenaje de los melenses a su mayor poetisa.
Su segundo hogar era la Iglesia de Nuestra
Señora del Pilar y San Rafael, donde cada domingo iba con sus padres. Luego de la misa cruzaban a la Plaza
Constitución, que en su tiempo era conocida como “Plaza Vieja”, la principal de Melo, declarada Monumento Histórico. En su
espacio central se ubica el monumento a José Artigas, rodeado por
añejos y frondosos ejemplares de palmeras y palos borrachos que
decoran sus prolijos y hermosos jardines con flores rosadas. En sus
cuadras circundantes, se ubican: la Jefatura de Policía, la Catedral
Nuestra Señora del Pilar y San Rafael, el Club Unión que data del
siglo XIX, y el Museo Histórico Regional.
Las tardes familiares eran de paseo entre los árboles de la costa del arroyo Conventos, símbolo de Melo, y uno de los primeros del país concebidos para la recreación ecológica. Hoy llamado Parque Zorrilla de San Martín, allí se encuentra el Teatro de Verano municipal, un patio de estilo español con azulejos originales, y una carreta de ejes de madera. Casi sobre el borde del arroyo está la Fuente de los Sapos, construida en piedra caliza por Manuel Brigante para celebrar el centenario de la ciudad, pero que nunca funcionó.
También era costumbre la visita a la estancia El Cordobés, de su padrino Aparicio Saravia. Hoy es un museo, en el margen derecho del arroyo homónimo. Entre 1897 y
1903 fue la capital del “país blanco” que se rebeló contra los
gobiernos colorados de turno, hasta llegar a la guerra civil contra
el presidente José Batlle y Ordóñez. “Las puertas y ventanas
están pintadas de celeste, la sala de recibo en listones blancos y
celestes. Sus perros, gatos, gallinas y pollos, todos son blancos”,
narraba el periodista José Virginio Díaz.
La Palmera de Juana es un monumento natural único, en la rambla de Pocitos, a la que ella dedicó una poesía. |
Su primera casa en Montevideo fue en la calle Asilo 50 (actual 3621), entre Pernas y Comercio, en el corazón de La Unión. Entre 1918 y 1921 allí escribió sus tres primeros libros: Las lenguas de diamante, El cántaro fresco y Raíz salvaje. Luego de demolida, la que se construyó en el mismo espacio posee una placa que le rinde homenaje en la fachada. En la Plaza Cipriano Miró, frente a la Basílica de la Unión y el Hospital Pasteur, se alza un busto que evoca su memoria.
Juana habitó muchas viviendas, solía recordar con nostalga la de la actual avenida Mariscal Solano López, en el barrio del Buceo. "Mi casa de la felicidad, calle Comercio Nº 318 —recién hecha— setiembre de 1924...", escribió en una foto de época que refleja una etapa de brillo, tanto de su vida privada como pública. Juana vivió allí entre setiembre de ese año y octubre de 1942, cuando falleció su esposo, el mayor Lucas Ibarbourou.
Casa de la calle Comercio, cerca de la rambla del Buceo. |
Juana vivía allí cuando fue proclamada Juana de América, publicó La rosa de los vientos (1930), Estampas de la Biblia (1932) y los Loores... (1934). Por entonces también participó en un legendario encuentro en Montevideo con sus colegas, la argentina Alfonsina Storni y la chilena Gabriela Mistral.
Hola, me gustaría saber dónde podría acceder a ese ensayo de Aymará Ghiglione sobre Juana y Rosalía, ya que estoy haciendo un trabajo sobre Rosalía para la Universidad. Gracias
ResponderEliminarExcelente reseña..Gracias
ResponderEliminarMuy buena y completa reseña, muchas gracias por compartirla,
ResponderEliminaralguien sabe cual es esa poesía que le dedicó a la Palmera?
Comparto el Soneto a una palma que fue solicitado...
ResponderEliminarSONETO A UNA PALMA
Ya sin hambre ni sed, solo alma,
solo cuerpo que se va a dormir;
toda mente lúcida es como comprendo
la infinidad de Dios en esta palma.
Cuando todo se vuelva muy tranquilo
y el mar siga a la frágil tierra,
poco a poco mi espíritu
volverá a buscar un hogar en esta palma.
Tal vez un pequeño pájaro cantor
o la humilde y tierna rama de oxicanto
con una flor azul junto a su planta.
Mi palma será ya mi patria eterna
y tendrá para siempre una luz:
La luz de una amistad que ve y canta.
JUANA DE IBARBOURÚ
Hermosa, muchas gracias Inés!
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