jueves, 8 de septiembre de 2011

Avelino González Entrialgo, una crónica de libertarios asturianos en el Río de la Plata

Fuego xixones en Montevideo

Avelino González Entrialgo
un libertario astur en
la capital uruguaya.

(Asturias Republicana)
Desconsolado, se fue el anarquista. De nada sirvió que le recordaran su decisiva participación en la huelga general de 1945, que mantuvo al minúsculo país como único en el continente sin servicio militar obligatorio. La tristeza que le embargaba era solo comparable con la fuga de Valencia, luego de la derrota republicana final. Sufría el agobio de una injusta acusación, reflejada en buena parte de la prensa. Se sentía responsable por el futuro de más de un millar de obreros metalúrgicos que quedaban en la calle por el cierre de un monumental proyecto naviero. Un sueño breve, que jamás conoció el mar. Una tarde de marzo de 1947, pasó por el local de las Juventudes Libertarias. Se abrazó con sus amigos y se despidió de la muchachada que siempre le siguió, solidariamente. Abordó en silencio el barco a Buenos Aires, y de ahí a Santiago de Chile.

7 de febrero de 1947. Como tantas tardes de viernes, el céntrico cine Metro, el más lujoso de Montevideo, había colocado en sus boleterías el clásico cartel de «no hay localidades», usual en aquel país opulento. Era imposible disimular la expectativa. Esa noche se estrenaba La fuga de Tarzán, con John Weissmüller y Maureen O’Sullivan.
Mientras los ávidos espectadores se agolpaban en una larga cola de más de dos cuadras, en la cercana Jefatura de Policía se planificaba un insólito operativo de represión. Al otro día, la prensa informaba sobre un «inusitado y furioso incidente ocurrido cerca del puente del arroyo Pantanoso, en el proletario barrio La Teja; con dos heridos de bala y tres contusos con politraumatismos craneanos graves».
El posterior parte oficial fue conciso, redactado con el estilo de la cotidiana crónica roja rioplatense. El matutino El Plata –conservador y gubernista– lo recogió textualmente: «Encontrándose en su parada el ómnibus de recorrido 163 de la empresa CUTCSA, matrícula 68.657, conducido por Roberto Paulero, oriental, casado de 56 años, domiciliado en Cabildo 2159 y a cargo del guarda Enrique Eleazar Mor, oriental, casado de 29 años, domiciliado en Cabildo 2170; en la intersección de las calles Martín Berinduague y Calera de las Huérfanas, ascendieron al mismo unas 18 o 20 personas; una vez que se puso en marcha el coche y al llegar el cruce de las calles Emilio Romero y Humboldt, subieron 9 personas más, continuó su marcha el ómnibus y al llegar a la intersección de Emilio Romero y Ascasubí, un pasajero cuya identidad se desconoce por haberse dado a la fuga, sacó una pistola de tamaño chica que portaba entre sus ropas e intimando a los demás pasajeros, les gritó que no se movieran; en esas circunstancias reaccionaron éstos y se abalanzaron contra aquel, el cual hizo uso del arma mencionada, originándose una pelea en la cual tomaron parte todos los pasajeros, descendiendo del coche y siguiendo la refriega en la vía pública.»
Según el informe: «Juan Gómez García, Carlos Piñeyro García y Próspero Rodríguez Sánchez, habían sufrido heridas cortantes en el cuero cabelludo; en tanto que el cuarto lesionado, Juan José Lenfa González, presentaba un balazo en el pecho y el quinto, Andrés Antolini Lalinde, fue blanco de cuatro disparos, uno en la cabeza, otro en el brazo derecho, otro en la muñeca derecha y otro en el pie izquierda.»
El cronista explicaba, líneas adelante, que «una vez en el lugar del hecho, interrogados los encargados del vehículo y otras personas que fueron testigos ocasionales del suceso, nos manifestaron que en la calle se tirotearon cinco personas: dos de ellas iban corriendo siendo perseguidas por otras tres y todas hacían fuego. En total, se calculan unos quince disparos los cambiados por los contendores. De esas cinco personas, tres huyeron por la calle Agustín Muñoz, uno por Emilio Romero y otro por Carlos Tellier[...]
Lenfa y Antolini fueron hallados heridos dentro del ómnibus y trasladados de inmediato al hospital Maciel, al tiempo que de las primeras diligencias policiales fueron trasladados a la seccional 19ª los tres golpeados y algunos sospechosos[...] Los resultados obtenidos a través de interrogatorios hacen presumir que a breve plazo han de caer en las redes los audaces e inconcientes [sic] que provocaron el tiroteo.»
El domingo 9, aportaba más datos y anunciaba la detención de cuatro sospechosos. «Carlos Sosa, oriental, soltero, de 32 años de edad, los hermanos Dalve Juvenal y Eroídes Fleitas, de 21 y 19 años, respectivamente, y Fernando Acosta, todos ellos domiciliados en Emancipación 4939[...] pero sólo se ha comprobado que Carlos Sosa se encontraba en el interior del ómnibus cuando se inició el tiroteo.»
La noticia era cerrada con una conjetura policial: «Se cree que los agresores son elementos extraños al gremio en conflicto, traídos posiblemente del extranjero con el único objeto de hacer lo que hicieron, y que Carlos Sosa obró como entregador[...] Estarían comprometidos elementos argentinos y españoles, especialmente venidos para cooperar con los huelguistas.»
Dos meses después, el mismo periodista informaba sobre nuevos procedimientos y daba una larga lista de nombres que, según los investigadores, pertenecían a «un peligroso grupo de obreros sindicalizados[...] El instigador fue un ibérico que hábilmente eludió el cerco policial y el cierre de fronteras y que, se presume que ya no está en el país[...] Un experimentado delincuente, acostumbrado a las más duras lides contra el orden y la ley.»
La noticia conmovió a los montevideanos, que no solo vivían pendientes de Tarzán, de la descomunal refriega y de la persecución del anarquista. También ponían su atención en Los asesinos, un film basado en el cuento de Ernest Hemingway, con Burt Lancaster y Ava Gardner, y La noche y tú, protagonizado por las estrellas argentinas Hugo del Carril y Gloria Marín. El Plata tenía en tapa dos avisos. «Niños débiles y enfermizos. Fortifíquelos con pastillas McCoy, de aceite de hígado de bacalao.» El otro rezaba: «Pomada Kitadol. Quita el dolor y nunca da ardor.» Un leve poema comercial.

Afiche de la Revolución de Octubre de 1934,
que tuvo a González Entrialgo
como uno de sus líderes.
(Asturias Republicana)
Pegatinero de la cultura
El gijonés Avelino González Entrialgo llegó por primera vez al Uruguay a mediados de 1941. Antes hubo un largo periplo desde Valencia, pasando por Londres y Buenos Aires. Fue uno, entre miles de desterrados asturianos. Aunque el destino final de su exilio fue la venezolana Mérida, solía pasar temporadas en las capitales rioplatenses, Santiago de Chile y La Paz.
Le encantaba Montevideo. Una ciudad que recibía como héroes a los republicanos. Muy distinto era del otro lado del estuario, donde había sufrido el insoportable acoso de un gobierno que simpatizaba con las dictaduras fascistas y que proscribía a la libertaria Federación Obrera Regional Argentina, por su proclamada afinidad con la Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Anarquista Ibérica.
Luís Alberto Beto Gallegos, cronista de la acracia oriental, fallecido en 2009, recordaba la tarde de junio, cuando se presentó en la antigua sede de las Juventudes Libertarias, de la calle La Paz casi Minas. Lo acompañaba otro español: Musalem Fajardo. «Lógicamente, conocíamos su nombre. Muchas veces habíamos leído sobre el heroico y glorioso Octubre del 34 y sobre la guerra en la Asturias revolucionaria. Fue una sensación similar a la que nos ocurrió algunos años después cuando trabajamos con Diego Abad de Santillán, en Buenos Aires. Ambos, Entrialgo y Santillán, siempre fueron muy humildes. Jamás hacían ostentación de su glorioso pasado.»
Luego de permanecer algunos meses en una pensión céntrica, alquilaron una vieja casa en el barrio La Teja, reducto de la izquierda más radical. «Su experiencia fue invalorable para nosotros. Iba casi todos los días al pequeño local de los fondos del Sindicato de Panaderos. Teníamos mucha afinidad y, fundamentalmente, muchas ilusiones. Juntos, imaginábamos el resurgir del movimiento anarcosindicalista.»
Llegó a Montevideo siendo un dirigente hecho y derecho. Hizo escuela entre los jóvenes que luego formaron la Federación Anarquista Uruguaya. «Lo admirábamos y, por lógica, siempre le presentábamos proyectos muy utópicos, muy lindos, pero irrealizables. Nos recordaba su formación en las huelgas más duras, el boicot y los sabotajes. Los consideraba instrumentos válidos de lucha obrera, pero también entendía que el anarquismo impulsó los movimientos más importantes de la historia moderna: pacifismo, ecologismo, cooperativismo, mutualismo, feminismo, diversidad sexual.»
González Entrialgo prefirió organizar centros culturales, siempre colaborando en la búsqueda y clasificación de libros y revistas. «En principio eran habitaciones en sindicatos amigos, pero fuimos juntando bastante material, sobre historia, sociología, política y ciencias de la educación, temas tan afines a nuestro pensamiento. Cada vez que colocábamos un libro en el estante, Avelino se refería a su autor. Ni que hablar si era compatriota, seguro que lo conocía personalmente.» Su gran satisfacción fue la reapertura de la emblemática Casa del Libertario, actualmente ubicada en la avenida Daniel Fernández Crespo 1517, en el corazón del Cordón.
El veterano dirigente decía que todo gremio debía tener biblioteca, local propio y bolsa de trabajo. «Nosotros éramos muy teóricos, con poca práctica revolucionaria, pero él jamás imponía su opinión en una asamblea. Discutía, proponía y argumentaba, pero acataba respetuosamente cuando sus ideas no eran aceptadas. Disfrutaba como un muchachito las pegatinas de madrugada. Luego de cada viaje por asuntos de política española, preguntaba si esa noche había salida con baldes y pinceles.»

González Entrialgo en 1938.
La idea más anarquista
Su intermitente presencia en Montevideo coincidió con triunfos memorables del anarcosindicalismo. «No fue casualidad. Aquellos españoles nos dieron fuerza, confianza en nuestras posibilidades y aportaron muchas ideas», repetía convencido Gallegos.
Entrialgo proponía una coordinación estratégica de todos los sindicatos no alineados en la filial uruguaya de la Unión General de Trabajadoresde orientación socialista y comunista. «Pensaba en un gran acuerdo de las fuerzas democráticas y progresistas; y el inicio fue bueno. Nos entendimos muy bien con la Federación de Estudiantes Universitarios, a través de grandes médicos militantes como Carlos María Fosalba, Pablo Carlevaro y Bebe Gomensoro.»
La Federación Obrera Regional Uruguaya tenía predicamento en los gremios solidariosArtes Gráficas, Sindicato Autónomo del Gas, Plomeros y Cloaquistas, Calefaccionistas y Ladrilleros, Federación Autónoma de la Carne, Sindicato Autónomo de la Construcción, Sindicato Autónomo de Metalúrgicos, de la naviera nacional Regusci y Voulminot y del Dique Mauá, en portuarios y picapedreros.
La planificación derivó en un Comité de Enlace de Sindicatos Autónomos, que coordinaba decisiones prácticas entre los aliados. Allí conoció a Blas Facal, un metalúrgico de ideas indoblegables y gestos severos. Gallegos recordaba emocionado una triunfante protesta popular de 1945, contra un proyecto oficial de servicio militar obligatorio. «Avelino aportó experiencia y argumentación para combatir una idea que circulaba con insistencia a fines de la Segunda Guerra Mundial. Todo indicaba que el reclutamiento se implantaba con apoyo ugetista y bendición de los Estados Unidos y Gran Bretaña.»
El periódico anarquista Voluntad, había sido el primero en convocar a la huelga contra la instrucción militar, obligatoria para jóvenes de 18 a 20 años. «Todos sabemos que en los cuarteles se adquieren formas de perversión física y psicológica, empezando por un servilismo castrador, belicoso y destructor de la paz. Cuando el reclutamiento es voluntario, en fin, allá cada uno, pero la conscripción arranca a los muchachitos de talleres, escuelas y hogares, durante seis ignominiosos meses[...]
En aquel momento solamente nos escuchó el socialista Emilio Frugoni, pero, fue decisivo el aporte de los compañeros hispanos, con Avelino a la cabeza. Ellos diseñaron una respuesta de lucha y movilización», memorizaba el erudito recopilador de historias revolucionarias.
La huelga general de 1945 fue liderada por la Federación de Estudiantes Universitarios, las Juventudes Libertarias y el Comité de Sindicatos Autónomos. «Era el fin de la guerra, con toda la euforia del triunfo aliado y el lógico repudio contra los nazis. La ocasión fue aprovechada por el gobierno colorado de turno, muy sensible a la presión de los Estados Unidos. Frente a un proyecto vergonzante, se movilizaron catorce mil obreros de los frigoríficos del Cerro (Nacional, Swift y Artigas), cinco mil estudiantes y diez mil más, entre gráficos, metalúrgicos, construcción y los otros gremios autónomos. En su máxima expresión, hubo más de 30 mil personas que protestaron espontáneamente. Fue tan dura la derrota comunista, que debieron callarse la boca. El gobierno era tilingo, de veras. Se sintió cercado y dudó. Uruguay siguió siendo el único país americano sin servicio militar obligatorio.»

González Entrialgo en su
etapa venezolana, radicado
en Mérida, donde falleció en 1977.

La Teja en llamas
A fines de ese año hubo un largo conflicto sindical de tres meses. «Fue una lucha directa, que enfrentó a la poderosa patronal naviera de Regusci y Voulminot contra los autónomos, pero sin solidaridad de socialistas y comunistas. Finalizó con muy pocos resultados y temas pendientes.»
La oportunidad llegaría al año siguiente, cuando las principales fundiciones privadas se asociaron para crear el mayor proyecto naval de la historia uruguaya: Metalúrgica y Dique Flotante. Conocido como MDF, el polo industrial estaba ubicado sobre el arroyo Pantanoso, corto afluente del Río de la Plata.
La planta quedaba muy cerca de la casa donde paraba el paisano en sus estadías montevideanas. Con algunos problemas en el frente republicano exterior y necesitado de trabajo, vio la oportunidad de realizar la tarea que más conocía: barcos y metales. Se inscribió sin muchas esperanzas. Pero, para su sorpresa, fue citado rápidamente a una exigente entrevista con ingenieros que tenían la orden de seleccionar a los más preparados.
El gijonés era un metalúrgico experimentado, algo lógico tratándose de alguien formado en las famosas batallas del Cantábrico. «Cuando hablaba de tecnología naval demostraba un conocimiento que, seguramente, no tenían los ingenieros de nuestros astilleros. En la guerra había que ser rápido, confiable y no equivocarse», anotaba Gallegos.
Fue acribillado a preguntas técnicas, que respondió con la solvencia que le daban años en el puerto de Gijón, como mecánico especializado en reparaciones militares. Los entrevistadores no dudaron en proponer su contratación. Tras una breve prueba práctica, quedó como capataz del astillero más moderno de la región, superior al brasileño de Volta Redonda, que, por entonces, producía un millón de toneladas anuales de varilla gruesas. La planta comenzaría a funcionar el 19 de diciembre de 1946.
El tiempo también le alcanzaba para controlar los trabajos de laminación; etapa previa al transporte de metales pesados en trenes de carga. Para él fueron meses de íntima satisfacción personal. Gozaba con la tarea, era reconocido como profesional y con un excelente ingreso, al que estaba desacostumbrado. Hasta llegó a pensar que Uruguay era el país de su vida.
Así fue hasta una candente reunión del Comité de Enlace de Sindicatos Autónomos. Sus compañeros propusieron crear una mesa interna, que él debía conducir. Se llevaría a la tumba sus pensamientos más profundos. Imposible saber si esa noche durmió, pero, al otro día, estaba pronto para solicitar una reunión con la gerencia. Los ejecutivos se la concedieron en atención de su corta pero admirable trayectoria. Seguramente, aguardaban alguna propuesta innovadora, que los ingenieros solían aceptar encandilados.
No fue ese el tema, sino que anunciaba, con total serenidad, la formación de un sindicato. Solicitaba permiso para citar a una breve asamblea, que fue negado. No hubo despido inmediato, pero, la relación ya no sería la misma. La comisión se organizó dificultosamente, con el apoyo de otros gremios metalúrgicos y de la carne, provenientes de un histórico poblado libertario, el cercano Cerro.
Avelino fue tentado por la patronal con un sustancioso aumento e inclusive con un prometedor traslado a otro país, a través del Dique Mauá. No hubo caso. Sabía que perdería un trabajo soñado y que difícilmente podría obtener otro similar. Aun así, respondió a sus convicciones y a su propia historia. Organizó el primer paro interno, en reclamo de reconocimiento.
Entre los puntos exigidos, había una mejora salarial, pago triple de horas extras por tarea insalubre, cobertura sanitaria dentro de la fábrica y una bolsa de trabajo, controlada conjuntamente por la empresa y el sindicato. El pliego fue rechazado de mala manera.
La ortodoxia anarquista indicaba que el siguiente paso sería una movilización en la calle Conciliación y su imprescindible publicidad. Ambas medidas se ejecutaron con apoyo de los solidarios. La empresa, en lugar de despedirlo, suspendió el trabajo de parte de la planta y postergó el inicio oficial de actividades comerciales. De ahí a la huelga general, un paso.
Se declaraba uno de los mayores conflictos de la primera mitad del siglo pasado, paradójicamente, cuando MDF todavía no operaba. A las tres semanas eran despedidos todos los obreros sindicalizados y sustituidos por «rompehuelgas». Avelino fue a hablar personalmente con ellos, para explicarles quién era y por qué debían abandonar la planta pacíficamente. Pero fue maltratado y rechazado por policías y militares retirados.
El técnico eficiente y creativo se transformaba así, en la cabeza visible de la huelga que podía cerrar una poderosa industria nacional. La prensa grande lo señalaba como «el extranjero radical e irresponsable», mientras recibía críticas de dirigentes comunistas y socialistas que no se solidarizaron.
La paralización se trasladó a Regusci y Voulminot y enseguida al Dique Mauá, mientras se formaba una sociedad de resistencia que también afectaba a los principales frigoríficos del país, al servicio de gas, construcción, artes gráficas y sanitarios.
Gallego participó en los disturbios del 7 de febrero de 1947. «Se armó un grupo fuerte con plomeros y cloaquistas, picapedreros, metalúrgicos y universitarios. Los carneros iban a trabajar en ómnibus de línea, pero custodiados. En determinado momento, el vehículo fue detenido por compañeros que querían darles unos cachiporrazos. Nosotros subimos para no dejarlos en banda. El chofer y el guarda no estaban en el lío y no lo podían creer. Uno de los otros, sacó un arma y empezó a tirar. Hubo algún lesionado, pero ninguna víctima.» Al otro día, El Plata anunciaba: «Pistoleros anarquistas anduvieron a los tiros en La Teja.»
En un ambiente de álgida tensión, con la planta cercada por sindicalistas y una campaña pública contra el conflicto, las fuerzas policiales iniciaron un espectacular operativo en busca de los sindicalistas acusados. El 8 de febrero, detuvieron a cuatro sospechosos; supuestamente reconocidos por heridos del ómnibus.
Después de la balacera, González Entrialgo ordenó la ruptura del cerco y el levantamiento de la huelga. En un emotivo discurso final señalaba: «Hemos perdido esta batalla, porque ellos, los patronos, han transformado nuestra lucha en una guerra que los trabajadores jamás deseamos. Seguiremos peleando, organizando a la clase obrera, pero no debemos quedarnos aquí para entregarles nuevos mártires.» Inmediatamente, pasó a la clandestinidad.
El asturiano permaneció unos días más en Montevideo. Perseguido por malos recuerdos y acosado por policías –con poco entrenamiento y muchos kilos– sorprendidos con su infinita capacidad de evasión. En la noche del domingo 9 de marzo, ingresó con sigilo a la vieja casa de la calle Conciliación, para recoger sus pocas ropas. A la mañana siguiente pasó por el local de las Juventudes Libertarias, se abrazó con sus amigos Blas Facal y Musalem Fajardo y se despidió de los muchachos que siempre lo acompañaron solidariamente. Con un prolijo documento a nombre de un tercero, abordó en silencio el barco a Buenos Aires, y de ahí a Santiago de Chile. Nunca más quiso volver a Uruguay.

Blas Facal

«En el puerto de Montevideo existía una organización de rompehuelgas que se llamaba «la gorra blanca», una organización de matones y de gansters; de tanto en tanto aparecía un dirigente sindical golpeado por este grupo. A ellos se enfrentó el compañero Blas Facal, que sacaba un periódico que se llamaba «Proa», y también Wellington Galarza, Esteban Kikich. En general predominan en esa zona, anarco-sindicalistas, la Federación Naval agrupa a 28 gremios, edita este periódico y su lema es: La vida es lucha.»
De un discurso de Hugo Cores en la Fundación Andreu Nin



Emilio López Arango, recién
arribado a Buenos Aires.
Arango y Palacio
«El que crea que González Entrialgo fue el único anarquista asturiano que vivió en el Río de la Plata, se equivoca». La tajante afirmación se refería a dos hombres que marcaron época en Buenos Aires y Montevideo. «Tuvimos un tercero, que pasó injustamente al olvido, Juan Canel», explicaba en 2006 el memorioso Gallegos.
Emilio López Arango nació el 25 de mayo de 1893, en una familia de pescadores de Cudillero. En 1907 se radicó en La Habana para trabajar con un tío, pero, como tantos, cambió su destino. En 1910 emprendió un viaje sin retorno a Buenos Aires: tenía diecisiete años y era fugitivo de las quintas de Marruecos.
Su vida en la capital argentina fue siempre muy dura. Al principio dormía en las «fondas» y bancos de plaza, hasta que, en 1915, se hizo aprendiz de panadero y anarquista. Comenzó a escribir en setiembre de ese mismo año, En 1916 fundó El Observador y en 1917 asumió la dirección de La Protesta, el mayor periódico libertario americano. En enero de 1919 se puso a la cabeza de una movilización, duramente reprimida por el gobierno conservador argentino; en mayo fue clausurada toda la prensa sospechada de acrática.
Perseguido en la capital se mudó a Santa Fe, donde editó La Tribuna Solidaria y fundó la revista La Campana. De allí también fue expulsado por agitador sindical. De vuelta en Buenos Aires fue contratado por el histórico diario La Prensa«Su experiencia en el periodismo burgués le reportó una buena condición económica, pero contradecía sus principios. Renunció en 1920 para retornar al hambre de su viejo oficio de panadero, mientras colaboraba con publicaciones militantes, Prometeo y Nuevos Caminos», contaba Gallegos, quien dedicó años a investigar su vida argentina.
La Protesta fue el mayor
periódico libertario sudamericano.
En 1922 reabrió La Protesta con formato diario. «Hasta el último día de su vida, fue el líder de una generación de grandes ensayistas libertarios. José Ingenieros, Rodolfo González Pacheco, Teodoro Antilli; además de los poetas, Alberto Ghiraldo y Herminia Brumana, Luisa Michel y Pedro Gori: líderes de una histórica labor de propaganda que ganó miles de adeptos en toda América Latina. Hubo otros hombres, a caballo sobre diversas nacionalidades y países: Rafael Barrett, hijo de padre inglés y de madre hispana; Enrique Nido y Pierre Quiroule.»
El asturiano dirigió la mejor biblioteca anarquista del mundo y se encargó de la primera edición en español de las obras completas de Miguel Bakunin y de Ética: origen y evolución de la moral, de Pedro Kropotkin. Era un paisano «aporteñado», y como tal, enamorado de Montevideo. Cruzaba el charco –metáfora referida al ancho estuario– muy seguido, para visitar a su querido amigo, Florencio Sánchez. «No solo huyendo de una enemiga persistente: la justicia burguesa. Compartía su tiempo con las dos ciudades, seducido por la original visión del mayor dramaturgo uruguayo.»
Sello de la Federación Obrera
Regional Argentina (FORA),
un emblema libertario.
(Archivo Beto Gallego)
Por entonces, los ácratas rioplatenses estaban divididos en dos grupos irreconciliablemente enfrentados. «López Arango y otros queridos españoles –entre ellos, Diego Abad de Santillán– defendían la lucha sindical a través de la Federación. Del otro lado estaban los apropiadores. Delincuentes doctrinarios, sin sentido social, mal llamados expropiadores, que utilizaban la violencia irracional y descontrolada, según ellos para combatir a la burguesía», relataba el emblemático anarquista cerrense.
«En la tarde del viernes 25 de octubre de 1929, López Arango no fue a la redacción del diario, viéndose forzado a quedar en su casa, por la enfermedad de su compañera. Al oscurecer, unos minutos después de las siete, llamaron a su puerta dos personas a quienes esperaba un automóvil con el motor en marcha. Los atendió personalmente y, sin mediar palabras, recibió tres balazos en el pecho. Se desplomó mortalmente herido. Los asesinos se dieron a la fuga con entera impunidad. Cuando llegaron amigos y familiares, apenas alcanzó a decirles que los conocía. A los pocos minutos falleció», escribió Diego Abad de Santillán, en su artículo Esbozo biográfico de Emilio López Arango, publicado en La Protesta, el 31 de octubre de 1931.
Sus compañeros siempre sospecharon del apropiador Severino Di Giovanni, con quien estaba enemistado. El episodio fue uno de los mayores misterios del anarquismo.
Fernando Solano Palacio
en su etapa chilena.
La historia de Fernando Solano Palacio fue parecida, pero distinta. También salió de Asturias a los dieciséis años, para evitar las quintas marroquíes. Primero viajó a Chile, de allí a La Habana, luego al sur de la Argentina, y su destino final fue chileno, como un inmigrante más. Fue un gaucho–labrador que se salvó de un histórico fusilamiento de 1.500 peones sindicalizados. Un episodio trágico que recoge la obra de culto: La Patagonia Rebelde«Se hizo anarquista, recorriendo los fríos caminos australes a caballo, con un fusil en la espalda, para defenderse de represores a sueldo de la oligarquía terrateniente», aclaraba Gallegos.
Luego de afiliarse a la Federación Obrera Regional, se mudó a Buenos Aires, donde comenzó a escribir en La Protesta. Cruzaba muy seguido a Montevideo, una ciudad que apreció por su intelectualidad. Recorrió el continente, como organizador de colectivos solidarios y corresponsal itinerante. Sus artículos eran aguardados con avidez y admiración por miles de lectores latinoamericanos.
En 1931 regresó a su tierra, llamado por la Segunda República. Cumplió parte de sus sueños igualitarios en La Felguera revolucionaria. Allí escapó, una vez más, a la represión y ajusticiamiento masivo de mineros. En 1936 se alistó en la Brigada 26ª de Aragón. Tras la derrota se exilió en Francia y formó parte de la primera etapa del «maquis», que luego fue pesadilla de los nazis.
Caricatura de Solano Palcio
en el barco Winnipeg.
En 1939 salió del territorio francés en el memorable barco «Winnipeg», fletado, por iniciativa del poeta Pablo Neruda, con el objetivo de llevar a Chile a un grupo numeroso de refugiados españoles. La operación se realizó cuando  gobernaba el frente-populista Pedro Aguirre Cerda, quien pensando que Chile necesitaba mano de obra aconsejó que los pasajeros fuesen útiles para la industria, la minería y la agricultura, en vez de intelectuales y que los cupos del barco se distribuyesen de forma proporcional entre todos los partidos, agrupaciones y sindicatos antifranquistas.
Solano Palacio fue autor del libro La revolución de octubre. Quince días de comunismo libertario, considerado un texto mayor de la literatura anarquista hispana. «Cuando algo se mueve en Asturias, ciertas estructuras empiezan a temblar», solía decir. Una frase tan célebre como el inolvidable ¡UHP! Uníos Hermanos Proletarios.

Avelino por Ramonín
Avelino González Entrialgo nació en el pueblo gijonés de San Juan de Tremañes, el 3 de noviembre de 1898. Cuenta su cercano compañero Ramón Álvarez Palomo, que «era un buen estudiante cuando se inició políticamente en el Partido Federal, luego de afiliarse a los trece años».
Álvarez Palomo es autor del libro Avelino González Entrialgo, publicado en Caracas en 1978. «Acudía frecuentemente al Centro de Sociedades Obreras de Gijón donde conoció a los históricos dirigentes Sierra, Iglesias, Quintanilla y otros», afirma en la biografía. «Entre 1914 a 1918 era asiduo militante de la Agrupación Libertaria de Gijón. En 1915 trabajó como obrero del vidrio y conoció a otro mito libertario, Acracio Bartolomé. Fue delegado al Congreso de la Federación Española de Vidrieros de Barcelona y activista en la huelga general de 1917 y en el apogeo cenetista de Gijón de 1918. Cumplió el servicio militar, mientras militaba en cuadros antimilitaristas. Reapareció en Gijón para colaborar en la reapertura oficial de la CNT.
Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera participó en la Casa del Pueblo, en ateneos obreros y en labores de propaganda por la región, mientras se oponía con vigor a los intentos de infiltración comunista.
Iniciada la Segunda República, señaló el mérito de la FAI, pero, molesto por su pretensión hegemonista, tomó partido por el moderado Ángel Pestaña. Sufrió una gran decepción en el congreso cenetista de 1931, al que asistió por el Sindicato del Metal, con el objetivo de negociar un frente común, con el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias. Pero, el intento fue abortado por el boicot confederal contra la estrategia dialoguista del treintismo.
Fue delegado por el metal gijonés a los plenos regionales de mayo y setiembre de 1931 y de febrero de 1932. La sublevación derechista de fines de 1933 supuso su encarcelamiento en Oviedo. Firmó el Documento de Asturias de agosto, mitineó en Sama y se convirtió en ferviente defensor del pacto con la socialista UGT.»
Miguel Iñíguez en su Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español, sostiene: «La comuna asturiana de 1934 confirma lo correcto de sus planteamientos aliancistas y también que la moderación de su anarquismo en modo alguno significa debilidad o cobardía. A resultas de la Revolución de Octubre vivió escondido en Gijón hasta mayo de 1935, cuando consigue trasladarse a París y Bruselas. Retorna con la amnistía de 1936 y asiste al Congreso de Zaragoza, donde presenta una nueva ponencia aliancista[...]
Al estallar la Guerra Civil Española, forma parte de la Comisión de Defensa Gijonesa y es secretario de movilización del Comité de Guerra. Es el representante asturiano en el Consejo Nacional de la CNT, en Madrid. Como secretario de defensa, sustenta opiniones favorables a la entrada sindical en el gobierno de Largo Caballero y la militarización. El 7 de marzo de 1939 –al final del conflicto– se encarga de la secretaría de Asuntos Militares en el Consejo Nacional del Movimiento Libertario.
Consumada la derrota, abandona el país por Valencia para exiliarse en Inglaterra, hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Desde allí cruza el océano rumbo a la América del Sur; en una larga travesía por la Argentina, Bolivia, Chile, pero se afinca definitivamente en Venezuela.
Adscrito a las tesis colaboracionistas del Subcomité Nacional, militó convencido de la necesidad de una sola central sindical, según los presupuestos del Congreso de 1936. Posición defendida con pasión en el periódico Asturias, de París.» Avelino González Entrialgo falleció en la venezolana Mérida, el 18 de mayo de 1977.

Anarcos contra bolches
Aunque no era buen escritor, González Entrialgo participaba con gusto en conferencias y encuentros sobre doctrina libertaria. «Hablaba sin papeles, siempre sobre la base de un rico anecdotario y muchas metáforas. Solía referirse a la derrota republicana como el fracaso de quienes creyeron en el marxismo». El viejo enfrentamiento dentro del campo popular –anarquistas contra comunistas– se reflejaba en cada frase. «Entendía que lo único que no debían hacer los sindicatos libres, era entregarse a la dominación estalinista. Fue la máxima enseñanza que recibió de su dolorosa experiencia», observaba Gallegos.

Carneros, milicos y fierrazos
«Atajar carneros no es cosa fácil. Ellos estaban armados. Los nuestros también, aunque, Avelino insistía con que no hubiera violencia. El compañero asturiano creía que la huelga se ganaba con razones, no con balazos. Pero era imposible. Si hubo tiros, fue de los dos lados. Anduvimos a los fierrazos con unos cuantos milicos de Rivera y Tacuarembó.» Gallegos fue protagonista del amargo episodio de febrero de 1947.

De naviera a conventillo

En diciembre de 1949, el semanario Voluntad titulaba: «Lo que Resta del Tristemente Célebre Astillero de Montevideo: Cuatro Presos.» Fue el fin de una interminable pulseada. Asumida como derrota por los sindicatos, pero que tampoco fue triunfo patronal. Allí quedaron los edificios vacíos –por años– como testimonio de un fracasado proyecto de grandeza. La compañía naviera MDF nunca pudo abrir sus puertas. La chimenea siguió inútilmente en pie y los trenes de laminación fueron vendidos meses después. «Entre esas paredes, casi seis décadas después, sigue habiendo un cantegril. Un inhumano conventillo donde la gente vive hacinada», enumeraba Gallegos. 

 

Utopías escritas 

«¿Hubo alguna vez cien mil ácratas en Uruguay? Solo ellos lo saben. Como memoria viva y esperanzada de una voluntad revolucionaria que se resiste a declinar banderas de lucha y que ha comenzado a recuperar su fuerza incontenible.» Así los presenta el periodista y escritor Hugo Fontana en su libro: Historias robadas. Beto y Débora, dos anarquistas uruguayos, editado en 2003. Polémicos, irreverentes, optimistas, son depositarios de ideales que tantos no comprendieron y que tantos quisieron robar.

 

Luce Fabbri, Débora Céspedes y Beto Gallegos.
Tres históricos del anarquismo uruguayo
que conocieron a González Entrialgo.
Débora y Beto lo recordaban
entrañablemente.
(Misato Toda)
Beto y Débora
Luís Alberto Gallegos había nacido en un almacén de ramos generales de las sierras del Batoví, departamento de Rivera, en 1921. «Al lugar le decían El Dorado, porque estaba lleno de buscadores de oro que recorrían el río Cuñapirú.» De padre oriental y madre brasileña, de la fronteriza Livramento, conoció desde niño los riesgos del contrabando y las cuentas que se pagaban con la vida. Adhirió al anarquismo en Montevideo, en 1940, cuando conoció a su esposa, Débora Céspedes, con la que convivió en una sencilla casa del Cerro que siempre será un emblema libertario de Montevideo. Fueron obreros de la carne con activa militancia en las Juventudes Libertarias. «No es difícil imaginar el impacto que provocó en nuestros espíritus la presencia del compañero González Entrialgo. Éramos pichones que nos fuimos formando con su conocimiento y su natural vocación de diálogo», decía Débora Cespedes fallecida el 18 de mayo de 2009. Su compañero Luis Alberto Beto Gallegos,   murió el 18 de junio de 2010.

Estudio y acción
Gallegos cayó preso en Buenos Aires, en 1952, por su militancia activa y sus críticas encendidas contra el peronismo. «Me metieron con otros dos compañeros en el Penal de Olmos –pasando La Plata– con asaltantes sin conciencia, curas homicidas, polacos tristes y pobres diablos para los que solo existía el derecho criminal. Al principio fue difícil, pero, sobre la base del diálogo fuimos ganando muchas voluntades.» Mientras operaba desde adentro, Débora convencía a un secretario del juez. Con la misma insistencia anarquista. Tras ocho meses de idas y venidas, redactó un escrito que dio lugar a la ansiada libertad, en abril de 1955. En junio fue la Revolución Libertadora, que derrocó a Perón. «En ese momento pasamos, definitivamente a la clandestinidad.» En 1962, retornaron a Montevideo, para sumarse a la militancia independiente. En 1985, tras la caída de la dictadura uruguaya, fundaron el Grupo de Estudio y Acción Libertaria. Desde entronces, y hasta el último días de sus vidas, fueron responsables de la Biblioteca Luce Fabbri, que atesora el acervo de la gran intelectual fallecida en 2002.

Luce, hija de Luigi
En 1956, la italiana Luce Fabbri –hija de Luigi, el teórico libertario– fundó la Federación Anarquista Uruguaya. Una organización que no hizo historia porque se quebró en dos partes en 1961, tras la adhesión marxista–leninista de algunos dirigentes. «El problema fue por la Cuba castrista. Luce había apoyado la lucha contra el dictador Batista, pero no era incondicional de Fidel, como otros que terminaron apropiándose de un sello», decía Débora.


Ramón Álvarez Palomo,
anarquista asturiano,
biografista de
Avelino González Entrialgo.
(Asturias Republicana)
Ramonín
Era su nombre de guerra y de paz. Gijonés hasta la médula, nació en la antigua Cean Bermúdez esquina Llaneza. Su padre –panadero con militancia gremial– le envió a la Escuela Neutra de Eleuterio Quintanilla. Los veteranos cenetistas –Segundo Blanco, Avelino González Mallada, José María Martínez y Avelino González Entrialgo– apreciaban su capacidad organizativa. «Es un crío, pero parece uno de nosotros», reconocía González Entrialgo, con sincera admiración por el jovencito de doce años. Como historiador publicó: Eleuterio Quintanilla, vida y obra del maestroHistoria del sindicalismo revolucionario en AsturiasAvelino González Mallada, alcalde anarquistaAvelino González EntrialgoJosé María Martínez, símbolo ejemplar del obrerismo militanteRebelión militar y revolución en Asturias. Ramón Álvarez Palomo fue un símbolo de los paisanos libertarios.


Avelino por Wiki (n'asturianu)
«Avelino González Entrialgo (1898- 1977) anarcosindicalista asturianu. Nació en Tremañes (Xixón) en 1898. De mui mozu ingresó na CNT na que a finales de los años 20 del sieglu pasáu tuvo dellos cargos direutivos. A entamos de la década de los 30 del sieglu XX yá formaba parte del nucléu dirixente del anarquismu asturianu.
Participó nel Tercer Congresu Confederal de la CNT, presidiendo la tercera sesión de la que fueron secretarios el tamién xixonés Segundo Blanco y el navarru Enrique Melchor Jáuregui.
Avelino G. Entrialgo foi un de los firmantes de l'Alianza Obrera asturiana colos socialistes en marzu de 1934 pa facer la revolución social. L'Alianza preparó la Revolución de 1934 na qu'Entrialgo foi participante, por estos fechos foi denteníu y fechu presu.
Conocíu'l llevantamientu militar en xunetu de 1936 incorporóse xunta colos dirixentes del Frente Popular al comité asturianu, con sé n'Uviéu. Tres la sublevación d'Aranda na ciudá, treslládase a Xixón onde s'integrará nel Comité de Guerra formáu na ciudá y onde s'encargará del Departamentu de Movilización. Más tarde treslladaráse a Madrid y a Valencia onde collaboró cola direición estatal del movimientu llibertariu. Al finar la Guerra civil esiliaráse n'Inglaterra primero, n'Montevideo, Santiago de Chile y más tarde a Venezuela onde morrerá en 1977 en Mérida.»


El Intérprete
Aeropuerto de Carrasco. Terminal aérea internacional uruguaya, ubicada a 21 kilómetros del centro de Montevideo, en el departamento de Canelones.
Anarcos. Popularmente, anarquistas.
Aporteñado. Modismo popular que define afinidad, influencia o sometimiento a la cultura de Buenos Aires.
Apropiador. Término de la jerga anarquista que se refiere al que no cumple honestamente la tarea militante de «expropiación».
Barcelona. Ciudad condal. Capital de la Comunidad Autónoma de Cataluña y de la provincia homónima, fundada por Amílcar, padre de Aníbal El Cartaginés. El antiguo castro romano de Barcino, es el mayor puerto del Mediterráneo y la segunda ciudad de España, con 1.8 millones de habitantes. Núcleo de la historia catalana y primer destino de la inmigración hispanoamericana. Gentilicio: barcelonés.
Begoña. Principal calle de Gijón, evocada recientemente en La Nueva España, por el famoso actor Arturo Fernández. «Las cosas han cambiado, pero la nostalgia florece y vienen esos flashes del Parque Japonés, de Antonio Machín. Por allí andaba Ladis con un traje beige que le envidiaba; yo tenía veinte años menos y siempre quise un traje igual, que con el tiempo acabé consiguiendo. Por Begoña, moña, sí, pero de bellos recuerdos.»
Bilbao. Bilbo, en euskera. Capital del territorio de Vizcaya, eje económico del Gran Bilbao y mayor urbanización del País Vasco, de 350 mil habitantes. La villa original fue fundada por Diego López de Haro, el 15 de junio de 1300, a orillas del río Nervión. Hasta mediados del siglo pasado, era uno de los grandes centros industriales de España, ahora reconvertido hacia el turismo y los servicios. El famoso Museo Guggenheim y el Palacio Euskalduna, son sus mayores atracciones. Gentilicio: bilbaíno o vizcaíno.
Bolche. Comunista.
Cachiporrazo. Golpe con una cachiporra u otro objeto contundente.
Cantegril. Zonas marginales de las ciudades uruguayas, asimilables a las favelas brasileñas o las villas miseria argentinas.
Carnero. Trabajador que incumple una decisión sindical de paro o huelga.
Centro Asturiano de La Habana. Entidad creada el 2 de mayo de 1866, para orientar la emigración paisana hacia la República de Cuba. Su filial gijonesa, comenzó a funcionar el 21 de febrero de 1911, con el objetivo de proteger a quienes iban o retornaban desde la isla.
CNT–FAI. Histórica coalición libertaria hispana: Confederación Nacional del Trabajo–Federación Anarquista Ibérica. La CNT fue fundada en 1911, como heredera de la catalana Solidaridad Obrera. La FAI fue fundada en 1927, en Valencia. Juntas, conformaron un influyente sector del Frente Popular, triunfador en las elecciones de 1936, vencido en la Guerra Civil y derrocado por el golpe de Francisco Franco.
Conventillo. Antiguas casas de vecindad e inquilinato. Por añadidura, es todo edificio donde sus moradores sufren hacinamiento.
Cordón. Tradicional barrio del centro–este de Montevideo.
Crónica roja. Crónica policial.
Cudillero. Cuideiru. Concejo cantábrico occidental de 100,78 kilómetros cuadrados y seis mil habitantes. Según documentos de la monarquía astur, de 905, el puerto original se llamó Codillero, en alusión a la forma de codo cerrado de la bahía. Sus fundadores eran pescadores de mares alejados y escapados de los normandos, que buscaban un resguardo natural. Allí construyeron cabañas, sin que ningún señor feudal les estorbase. Desde el siglo decimotercero se les conoce como pisuetos (del latín piscis), audaces exploradores de Flandes, Inglaterra, Escocia y Portugal, que participaron en el cerco a Gibraltar y en la conquista de Sevilla y la Florida. En el suburbano barrio El Pito, se emplaza la Quinta Selgas. Un conjunto de palacio, jardines y pabellones, diseñado por el ilustre arqueólogo Fortunato Selgas, junto a la impactante iglesia de Jesús Nazareno. Es notable la escuela fundada en 1914, novedoso centro pedagógico privado. Allí se impartía enseñanza gratuita e igualitaria, a niños discriminados por buena parte del vecindario. En contraposición del progresismo liberal y humanista, queda un humillante cartel de la iglesia de San Martín de Luiña: «No pasen de aquí a oír misa los vaqueiros». Un doloroso conflicto social, que el paso del tiempo ha ido acallando. Gentilicio: cudillano.
Dique Mauá. El más antiguo taller naval del Río de la Plata, construido en 1872 por el inversionista brasileño Irineu Evangelista de Souza, vizconde de Mauá. A mediados de los ochenta, la carena pasó a manos de inversores franceses que la mantuvieron hasta su estatización e incorporación a la Armada Nacional en 1947.
Ebro. El río más caudaloso de España, de 910 kilómetros de longitud y 83.093 kilómetros cuadrados de cuenca. Sus costas, en la comarca de la Terra Alta de Tarragona, fueron escenario de la mayor y más decisiva batalla de la Guerra Civil Española, entre meses de julio a noviembre de 1938. El triunfo franquista dejó aislada e indefensa a Cataluña.
El Musel. El mayor puerto asturiano, y uno de los más activos del Cantábrico, situado en el oeste del concejo de Gijón. El proyecto original data del decimoctavo siglo, pero se concretó al siguiente, como tantas iniciativas de la Ilustración española. Ampliado entre 1868 y 1880, quedó inutilizado en las bajamares. Se construyó una nueva terminal, en 1895, al pie del Cabo Torres, que comenzó a operar en 1906. Desde entonces ha sido mejorado periódicamente, sobre todo en los sesenta y setenta, cuando la siderurgia estimuló la importación de carbón. Es reconocido internacionalmente, por su cuidado del ecosistema natural.
El Pardo. Residencia real, construida como pabellón de caza en 1405, por orden de Enrique El Doliente. La actual fue proyectada por el arquitecto Luís de Vega, para Carlos I. Allí murió Alfonso XII en 1885 y la reina regente, María Cristina, convirtió la habitación mortuoria en oratorio. Fue domicilio oficial del dictador Francisco Franco, que lo transformó en una fortificación repleta de obras de arte.
En banda. Solo, sin compañía.
Encanar. En lunfardo, meter preso.
Federación Anarquista Uruguaya. FAU. Organización fundada en la década del cincuenta por la intelectual italiana Luce Fabbri, que posee la representación oficial de los ácratas orientales.
Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay. FEUU. Histórica corriente gremial, fundada en 1915, mayoría absoluta en la generalidad de las facultades estatales.
Fierrazo. Golpe aplicado con una barra de hierro, o golpe muy duro.
Federación Obrera Revolucionaria Argentina. FORA. La mayor agrupación libertaria de América Latina.
Federación Obrera Revolucionaria Uruguaya. FORU. Antigua organización, afín a la FORA argentina.
Gredos. Sierra de la cordillera Carpetovetónica, en la provincia española de Ávila.
Guardia Civil Española. Cuerpo armado que fundó el duque de Ahumada, en 1844, durante el reinado de Isabel II. Toma como ejemplo el modelo de la Gendarmería francesa y los Mossos d'Esquadra de Cataluña, pero con una reglamentación aun más severa. Tiene doble dependencia, de los ministerios del Interior y Defensa.
La Patagonia rebelde. Película de culto para la cinematografía latinoamericana, estrenada en Buenos Aires en 1974. Fue dirigida por Héctor Olivera, escrita por el guionista Fernando Ayala –sobre Los vengadores de la Patagonia trágica, novela de Osvaldo Bayer– y protagonizada por Héctor AlterioLuís Brandoni y Federico Luppi. Cuenta los trágicos sucesos de 1920 y 1922, cuando obreros en huelga fueron reprimidos y fusilados, en un enfrentamiento con tropas gubernamentales, instigadas por latifundistas.
La Teja. Barrio proletario del oeste montevideano, que toma el nombre de las «casitas» construidas por el saladerista británico Samuel Lafone. Los techos de tejas eran una novedad arquitectónica para la ciudad, a mediados del decimonoveno siglo. Las viviendas fueron ocupadas por obreros del progresista establecimiento, de la desembocadura del arroyo Pantanoso.
Los Solidarios. Sindicatos no dialoguistas de orientación anarquista.
Maquis. Organización popular de resistencia contra la ocupación nazi de Francia, en la Segunda Guerra Mundial. Los anarquistas ibéricos fueron la vanguardia del movimiento.
Mérida. Dos ciudades iberoamericanas, comparten el nombre. La española, es capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura y de la provincia de Badajoz, de 52 mil habitantes. Fundada por Augusto en el 25 de la era anterior, para premiar a los «emeriti», soldados veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina que lucharon contra cántabros y astures. Fue la capital romana de la provincia de Lusitania, arrasada por los musulmanes y postergada por España. La venezonala Santiago de los Caballeros de Mérida, de 300 mil habitantes, está localizada en una meseta del valle del río Chama, a 1.600 metros de altura. Fue fundada el 9 de octubre de 1558, por el capitán Juan Rodríguez Suárez. Es sede de la prestigiosa Universidad de los Andes. Gentilicio: meridano.
Milicos. Voz lunfarda, despectiva, por soldado o policía.
Mitinear. Intervenir activamente en reuniones sindicales o políticas.
Muchachada. Jóvenes.
Pantanoso. Corto arroyo, afluente del Río de la Plata, que cruza los barrios de Paso Molino, Capurro y La Teja.
Pegatina. Tarea de militancia política, sindical o social, realizada por grupos que salen a las calles a pegar afiches.
Revolución de Octubre de 1934. Revolución d’Ochobre. Movilización sin precedentes ni procedentes en la historia española, que tuvo su epicentro y mayor convulsión en territorio asturiano. Fue encabezada por el Pacto de la Alianza Obrera, de fuerte penetración en el decisivo Sindicato de Obreros Mineros de Asturias. Durante dos semanas, entre el 5 y 19 de octubre, los rebeldes controlaron las cuencas mineras y la ciudad de Oviedo. La insurrección fue violentamente sofocada por el gobierno derechista de Alejandro Lerroux, con 1.100 muertos, a lo que se sumó el incendio de la Universidad de Oviedo y la voladura de la Cámara Santa de la Catedral de San Salvador. Los opositores encarcelados fueron amnistiados tras el triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936. Para algunos autores, se trató de un golpe de estado sindical. Son los mismos que señalan que fue la primera batalla de la Guerra Civil Española. Entre los mismos contendientes.
Revolución Liberadora. Eufemismo del cruento golpe de estado militar sufrido por el presidente argentino Juan Domingo Perón, en 1955.
Rompehuelgas. Trabajadores externos, no sindicalizados, llevados a trabajar durante un paro o huelga.
Sindicato de Obreros Mineros de Asturias. SOMA. El mayor gremio asturiano, moderado hasta 1933, cuando cambió de orientación por el liderazgo de Javier Bueno. Fue el eje de la Revolución de Octubre de 1934, tras el Pacto de la Alianza Obrera, entre anarquistas, comunistas, trotskistas y socialistas radicales.
Tilingo. Débil, sin fuerza.
Treintismo. Organización de sindicatos, liderada por el ácrata leonés Ángel Pestaña. Los gremios moderados se oponían a la vía armada de resolución de conflictos, sostenida por la Confederación Nacional del Trabajo. Fueron expulsados de la organización y hostigados dentro de la Federación Anarquista Ibérica.
Tupamaros. Movimiento de Liberación Nacional. Guerrilleros urbanos de orientación marxista y nacionalista, que operaron en el Uruguay hasta 1971, derrotados por fuerzas militares, policiales y paramilitares. Toman el nombre de la sublevación indígena de Tupac Amarú II contra el virreinato del Perú, en 1780. Beneficiados por una amnistía en 1985, se han transformado en el sector más votado dentro del Frente Amplio, que gobierna el Uruguay. Su figura más popular es el presidente José Pepe Mujica.
UHP. Unión de Hermanos Proletarios. Alianza obrera suscrita en febrero de 1934, por la Federación Socialista Asturiana, la Unión General de Trabajadores y la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia. Poco después, se sumaron dos organizaciones trotskistas: el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista, de Manuel Grossi. En septiembre, pidió ingreso el Partido Comunista de España. La consigna fue adoptada por los revolucionarios de Octubre, y, más tarde por el bando republicano, en la Guerra Civil. Fue idea de Amador Fernández, dirigente socialista.
Unión General de Trabajadores. UGT. Tradicional denominación de las centrales sindicales de orientación socialista. En España, fue fundada por Pablo Iglesias, en Barcelona, el 12 de agosto de 1888. La filial uruguaya funcionó desde principios del siglo pasado, hasta 1964, cuando fue sustituida por la Convención Nacional de los Trabajadores (CNT), afín al Partido Comunista. Censurada y proscripta por la dictadura, recuperó sus derechos en 1984, bajo la denominación: Plenario Intersindical de Trabajadores–Confederación Nacional del Trabajo.
Valencia. La tercera ciudad española, de 900 mil habitantes, es capital de la Comunidad Valenciana y de la provincia homónima. Fue fundada en 138 de la era anterior, a orillas del río Turia, por orden del cónsul romano Décimo Junio Bruto. Se llamó Valentia hasta la conquista musulmana, en 711, y Valencia tras la liberación, por don Rodrigo Díaz de Vivar; el legendario Cid fallecido un 10 de julio de 1099. Luego la defendió una heroica asturiana, Doña Jimena, pero en 1101 cayó en manos almorávides. Jaime I, su reconquistador en 1238, le otorgó nuevas leyes, Els Furs. Fue el último reducto de los republicanos, derrotados en la Guerra Civil. Gentilicio: valenciano.
Volta Redonda. Ciudad creada alrededor del centro de fundición y elaboración de hierro, del estado de Río de Janeiro.
Zaragoza. Capital de la Comunidad Autónoma de Aragón y de la provincia de Zaragoza, a orillas de los ríos Ebro, Huerva y Gállego. Fue la íbera Salduie, la romana Caesaraugusta y la árabe Saraqosta. Conquistada en 1118 y convertida, por Alfonso I, en capital del Reino de Aragón. Sus 650 mil habitantes, viven en un punto privilegiado, con todos los climas y paisajes, en un estratégico cruce de caminos entre Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao, todos a 300 kilómetros de distancia. Gentilicio: zaragozano o maño.

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