Clemente Barrial Posada, pionero de la fiebre del oro de Cuñapirú. (El Día Dominical, 1961) |
Sobre la base de la quinta Crónica del libro Héroes sin bronce (editorial Trea, Gijón, España, Diciembre de 2005).
Para los fatalistas el mundo está dominado por la casualidad. Son aquellos que suelen dejar las decisiones más importantes de su vida, libradas al acaso. También están los que se atreven a cambiar dos letras. Son quienes sustentan sus logros en la inteligencia y la creatividad. La vida de Clemente Barrial Posada, asturiano o cántabro, siempre estuvo señalada por su genio y su locura. Podría parecerlo, a simple vista, pero no fue casual su pobre y olvidado final. Sufrió cruel persecución y sorda derrota, en desigual lucha contra dictadores, multinacionales y burócratas venales. Todo por "El Dorado" oriental. Tampoco fue casual que un coterráneo encontrara su huella en la "Ruta del Oro" riverense, a orillas del río Cuñapirú, escenario de la mayor explotación minera de dos siglos. El emocionante encuentro fue poco antes de cumplirse un siglo de su muerte. Porque nada es mejor que un paisano dispuesto a liberar a otro, del injusto exilio de la desmemoria. Por pura causalidad.
La llegada a Cuñapirú, Rivera, 2001. (Miguel Álvarez Areces) |
Mucho
más que simple compatriota, tamaño personaje era paisano del
sorprendido arqueólogo industrial. Maravillado por el valor de
aquellos esqueletos urbanísticos, buscó más información sobre ese
talento inusual; responsable de un fenómeno sin
antecedentes en la historia económica oriental. Primero pensó en la
graciosa casualidad, que significaba conocer una obra prácticamente
ignorada en su tierra. Enseguida, tomó conciencia de su error.
Estaba en el lugar apropiado, en el momento justo. Causalmente.
Cerro Cuñapirú. (Archivo INCUNA) |
Tras
ese primer contacto, buscó el apoyo de historiadores del
departamento de Rivera, donde están los restos de la otrora
monumental mina, antiguo orgullo de la región. Pasó horas en
bibliotecas y archivos y, por supuesto, volvió para sacar muchas
fotos.
De
vuelta en casa, buscó todo el material existente en su ámbito
académico y periodístico. Un nuevo dato lo sacó de toda duda. En
poco tiempo, se cumpliría un siglo de la muerte de aquel olvidado
emprendedor. Definitivo. El viaje nada tenía de casualidad.
Desde
ese momento, comenzó a escribir sobre un coterráneo que marcó
época en el Uruguay. Puso toda su experiencia para difundir un
modélico sistema de trabajo, basado en innovación tecnológica y
creatividad. Su objetivo: el rescate de una inmensa memoria olvidada.
«Material
maleable el oro.» Pensó el gijonés antes de terminar su primer
artículo. Por su mente pasaban miles de imágenes de la increíble
Cuñapirú; fantasmal signo de un pasado de fama, gloria y mucho
dinero. Tenía toda la razón. Sinónimo de riqueza y poder, el
deseado metal se parece demasiado al mito que lo rodea. Muy
apreciado, pero también muy inestable.
El
dorado riverense
Vestigios de la antigua represa, 2001. (Miguel Álvarez Areces) |
«Fueron
sus maestros dilectos Joaquín Ezquerra del Bayo, el ingeniero José
Naranjo y Garza, el químico Fernando Santos de Castro, Charles Lyell
Quatrefages y muy especialmente, el catedrático de geología y
paleontología, Juan Vilanova y Piera.» Evoca el historiador José Luis Pérez
de Castro.
Perfeccionó
sus estudios en París e ingresó a una comisión científica
española, que debía dar la vuelta al mundo. En 1862, cruzó el
Atlántico, observó el Cabo de Buena Esperanza y navegó el Índico.
Al año siguiente, desembarcó en el Caribe venezolano, de camino a
Caracas, Santa Fe de Bogotá y Quito. El periplo se interrumpió en
Lima, a mediados de 1864, cuando se vio envuelto en un indeseado
clima de agresividad que asolaba a las jóvenes naciones del
Pacífico sudamericano. Rápidamente, regresó a casa.
Viviendas obreras, c. 1950. (Archivo INCUNA) |
Luego realiz un extenso itinerario por la Guayana, colonial reserva aurífera.
Remontó los poderosos Amazonas y Orinoco. Pasó por la brasileña
Manáos, tentado por la «fiebre del caucho», la venezolana
Maracaibo y la peruana Iquitos, con el deseo de retornar a Lima. Allí
encontró la misma beligerancia que años antes, ahora, en aprontes
para la sangrienta Guerra del Pacífico. Realizó una interesante
prospección minera en el extenso altiplano. Un prometedor territorio
platífero y cuprífero, discutido por la Argentina y Bolivia.
Evitando hostilidades, bajó por los Andes, hasta la Tierra del
Fuego. Regresó por la Patagonia argentina, La Pampa, Mendoza, San
Luis, Rosario y Buenos Aires.
Finalizado
el viaje de estudios, se radicó en Uruguay, atraído por la buena
perspectiva que presentaba la salvaje riqueza de Tacuarembó. Su
domicilio legal era el montevideano Gran Hotel Central, de 25 de Mayo
247. Allí se relacionó con el maestro catalán Pedro Giralt y
comenzó sus investigaciones sobre la geología y riqueza mineral del
norte.
«Esta
Banda Oriental descubierta por los españoles en 1516, estaba poblada
en aquella época de conquista por unos pocos miles de indígenas,
dedicados a la caza, canoeros y pescadores. La llegada del ganado
vacuno y caballar transformó su hábitat, incrementó la demografía
con personas de distintas y distantes latitudes y trastocó las
costumbres de sus primeros pobladores. Diezmados por la viruela y la
persecución de los hombres blancos, unos pocos se convirtieron en
jinetes consumados. La tradición historiográfica afirma que en 1831
desaparecieron los bravos charrúas. Tres décadas más tarde, esta
tierra la hace suya un ciudadano del mundo. Barrial consagró sus
conocimientos científicos y su fortuna personal a la aplicación en
distintas empresas de minería.» Así lo presentaba el arqueólogo industrial que ha recuperado su memoria.
Máquinas conservadas, tesoros del patrimonio industrial. (Archivo INCUNA) |
Barrial
dejó su impronta de geólogo, empresario, inventor y organizador
social en tierras americanas. Las huellas de su obra subsisten,
todavía, como vestigios de memoria colectiva; en Rivera, Minas de
Corrales, Tacuarembó, Montevideo y otras regiones argentinas y
brasileñas.
Como
emblemático ejemplo de su genio, permanece la usina y represa de
Cuñapirú –la primera hidráulica de América Latina– con sus
edificios sociales e industriales, restos de maquinaria y viviendas
obreras. Se trata, sin dudas, de un signo de organización social y
de testimonio y legado material. Sus ruinas son monumentos en honor a
la vida humana, la memoria laboral y la creatividad. Constituyen
una seña de identidad del olvidado territorio y de su gente,
postergada y empobrecida.
Cuñapirú en el horizonte, 2001. (Miguel Álvarez Areces) |
En
carta al rey Felipe V, desde Colonia del Sacramento, el capitán Blas
Zapata señalaba: «En la banda oriental del río hay minerales de
oro, pero difíciles de obtener sin que los indios los descubrieran.» Era el lejano noviembre de 1715, se refería a la actual República
Oriental del Uruguay. Los conquistadores –aguerridos pero de
conocimientos muy limitados– no comprendían el valor de aquel
tesoro que llamaban «hierro colorado».
El
sueño de los europeos, era alimentado por el mito del hombre
«Dorado», insólita costumbre de los primitivos habitantes de la
aldea de Guaravista en las montañas de Nueva Granada, actual
territorio colombiano. Casi dos siglos después, la difícil
extracción del precioso metal desafiaba la infinita capacidad de
invención de Barrial Posada.
El
brillo no es todo
Moliendas de oro, piedra y sangre, c. 1890. (Museo Municipal de Rivera) |
La génesis tuvo mucho de tropezón cinematográfico, síntesis casi
perfecta de equívoco y fortuna. Las raíces se hunden en la
dominación luso-brasileña de la derrotada Provincia Oriental
artiguista.
En
1820, el peón riograndense José Suárez –despedido de los
yacimientos auríferos de Camacuá– cuidaba ganado en los cerros de
Cuñapirú. Cuenta la leyenda, que escondía «pepitas» recogidas a
orilla de los arroyos. Tenía una vida solitaria y tranquila, hasta
que cierta noche, llegaron delincuentes a su casa. Le revolvieron el
rancho y le dieron una paliza.
En
la lucha, uno de los asaltantes rompió una botella. Con tanta mala
suerte, que resbaló a causa de unas piedritas que cayeron al piso.
Aún así, la banda fugó con un botín que, visto en perspectiva,
podría considerarse magro: un recado, dos aperos y el caballo del
pobre Suárez.
La represa a pleno, c. 1920. (Museo Municipal de Rivera) |
Muchos
intentaron hacerse ricos, a pico y pala. Con buen ojo y el brazo
listo para recoger riqueza en el camino, pocos lo lograron. Luego
vinieron equipos más tecnificados, poderosas cargas de pólvora,
cartuchos de dinamita, zarandas y experiencia. Entre ellos, algunas
personalidades de triste recuerdo. El general Gregorio Suárez y el
coronel Carlos Escayola, supuesto padre natural de Carlos Gardel.
El
20 de julio de 1852 –recién terminada la Guerra Grande– el
empresario llamado Federico Nin Reyes, informó al gobierno sobre la
existencia de oro en Cuñapirú y cobre en el salteño Yucujutá. Por
decreto, fue declarado primer denunciante de las minas del norte
uruguayo. Pero, se necesitaba apoyo humano y material de fuera del
país. «Hábiles mineralogistas, máquinas y operarios diestros», según el requerimiento.
Una figura humana permite comparar la dimensión de la represa de Cuñapirú. (Eduardo Ramón Palermo) |
Diseñó
el primero proyecto minero, tras la estela dejada por aventureros y
garimpeiros. El ingenio de beneficio se instaló en el paraje
denominado Tres Pasos. Con una máquina para moler veinte toneladas
diarias de mineral, movida por el río Cuñapirú. El cauce era
desviado por medio de murallas, que creaban artificialmente el salto
de agua que servía de motor. Según El Eco de Tacuarembó, de
febrero de 1869, la mina mayor de San Juan «tenía un socavón de
seis metros de profundidad por siete de largo y material bueno de oro
a la vista».
Galpones mineros, c. 1900. (Museo Municipal de Rivera |
La
traición del oro
La represa de Cuñapirú y su entorno industrial merecen un centro de interpretación cultural y de turismo nacional y regional. ¡Los vecinos riverenses no se rinden! (Archivo INCUNA) |
Desde
ese momento, Barrial centró su esfuerzo en las concesiones de San
Pablo, denominada años después Santa Ernestina y San Juan, que
explotó hasta 1878. Dirigió trabajos de alto riesgo, solo
realizables con recursos de avanzada creatividad tecnológica. Un
caso muy conocido en las cátedras de geología y minería fue la
experiencia productiva de San Gregorio; propiedad del sanguinario
general Suárez, conocido como Goyo Jeta.
Tuvo
enemigos muy poderosos, que lo encerraron en un cono de sombra
humillante, del que jamás pudo salir.
El cronista paisano señala: «Una felonía lo desposeyó de los derechos.
Especuladores
desesperados por riqueza fácil –apoyados por el gobierno
dictatorial del coronel Lorenzo Latorre– provocaron que su
actividad en años siguientes, estuviese centrada en la defensa
–judicial y administrativa– de sus propiedades. Presentó
informes, documentación técnica e investigaciones geológicas, para
reclamar la restitución de lo que había conseguido con tanto
esfuerzo y saber. Y dejando tanta salud. La prevaricación y la
estulticia de políticos, funcionarios y capitalistas, fue la
respuesta a sus justas demandas.»
El cronista paisano señala: «Una felonía lo desposeyó de los derechos.
La memoria escondida y olvidada. (Uruguay Vacaciones) |
Sin
embargo, prosiguió sus trabajos sin desfallecer. No por casualidad,
sino por pura causalidad. Clemente era asturiano. En poco tiempo
efectuó importantes hallazgos mineralógicos que lo sitúan como uno
de los forjadores del emporio industrial uruguayo.
Por
medio de su capataz, Joaquín Oruezábal, envió muestras a la
Exposición de París y abundante material documental y planimétrico.
Tan detallado informe se vio recompensado por el interés de
inversores europeo, que en 1879 creaban la Compañía Francesa de
Minas de Oro. Pero, sus expectativas se vieron defraudadas. La
multinacional se transformó en una impiadosa maquinaria, tan
insaciable como lucrativa. También denunciada, a causa de sucesivos
incumplimientos.
Soportó
feroces presiones, hasta que, en la práctica, la usina de Cuñapirú
quedó en manos francesas. Fue un procedimiento irregular, injusto,
inmoral. Pero, en la práctica, era el inicio de un negocio sin
parangón y de una irrepetible migración de obreros. Aun existen
sepiadas imágenes, de las dos mil carretas que viajaban entre los
cerros acarreando piezas de hierro y piedras. Y la desmedida ambición
de sus patronos.
Columnas que sostuvieron una historia sin par. (Archivo INCUNA) |
Sorprende
de su estado actual, la pervivencia de la distribución espacial y
funcional del patrimonio edilicio, con acabada concepción
industrial, similar a las que se encuentran en muchos lugares
europeos. Resalta la jerarquía del edificio que albergó la casa de
dirección y de los ingenieros de la factoría. La sobriedad,
robustez y elegancia del propio asentamiento industrial con multitud
de restos de los molinos e ingenios. La utilización de la piedra y
el hierro les da una perennidad que hace que el paso del tiempo y el
abandono sea sorteado con lentos requiebros. Los edificios de
servicios, almacenes y anexos, quedan ahora a cientos de metros de
distancia del río. Eso demuestra que los murallones de protección
desviaron definitivamente el antiguo cauce.
Herramientas que cuentan historias doradas. (Uruguay Vacaciones) |
Otras
edificaciones están diseminadas por el área, a unos cien metros de
la residencia directiva se encuentra una construcción de grandes
dimensiones para los obreros y empleados y dispersas se encuentran
viviendas obreras, la escuela y otros equipamientos.»
La represa tiene 314 metros de largo. Consta de tres tramos, el primero tiene 89 metros y el segundo 25 metros; e incluye la compuerta de hierro, que alcanza cinco metros de altura. La tercera parte tiene 200 más y se corresponde con el murallón.
Espacios que aguardan a nuevos emprendedores culturales. (Archivo INCUNA) |
Allí
funcionaba una máquina de vapor de 60 caballos que accionaba la
sierra y que consumía 1.700 carretas de leña en sus calderas. En
los galpones se alojaban ocho amalgamadoras y dos setting-pan, sistema de muelas de hierro fundido que se movía a gran velocidad
para mezclar las arenas con el mercurio. El material iba a los
depósitos donde se lavaba y caía la arena con oro hasta llegar a su
destino. Luego el metal se separaba del mercurio en el laboratorio,
para hacer los lingotes. La usina estaba unida a San Gregorio por el ferrocarril (La Clotilde) de vía o trocha angosta.
El antiguo complejo industrial permanece a la espera que alguien la despierte –un nuevo
Barrial Posada. La oportunidad y las expectativas bien merecen de un
proyecto que ponga en valor tan valioso patrimonio industrial y
natural. Las posibilidades turísticas y de reutilización son
considerables para un eje de dinamización del área transfronteriza
con Brasil.
Clemente Barrial Posada, en el artículo "La quimera del oro". (Miguel Álvarez Areces, Boletín INCUNA, 2002) |
En un fugaz viaje a Londres, convenció a The Goldsfields of Uruguay Limited, para que asumiera la administración de San Gregorio, con una inversión inicial era de 300 mil libras. Británicos y franceses comenzaron a competir por el dorado, aunque tenían muy claro que era un negocio más bursátil que real. «Las cifras de productividad eran irregulares, porque los veneros [como se dice en la jerga minera] no eran constantes en su riqueza, como en California o Sudáfrica. Tanto encontraban un venero riquísimo, que se agotaba en poco tiempo, como no encontraban nada, o se discontinuaban a distinta profundidad, dejando la explotación sin valor comercial redituable[...]
Las
empresas anunciaban hallazgos fabulosos en Uruguay, para negociar sus
acciones en la bolsa[...] Luego caía la producción. Ellos mismos,
abrían otra mina, con otra denominación, y así iban jugando con el
negocio bursátil. Lo dicen las cifras. Sacaban oro, pero nunca
dejaron un peso al país porque las declaraciones eran dobles. Al
gobierno declaraban la realidad, o menos de la realidad y afuera
informaban otra cosa. Ningún progreso dejaron en la zona y no
enriquecieron, a nadie.» Cuenta la investigadora corralense Selva Chirico.
El
historiador salteño José María Fernández Saldaña, afirmaba que
el oro de Cuñapirú no fue una ilusión. «Para aquel país que
comenzaba a consolidarse, en medio de crisis y revoluciones, fue un
factor de desarrollo industrial y de incorporación de una novedosa
mentalidad económica. El ingeniero español demostró que la riqueza
del subsuelo podía ser tan importante como la agrícola y ganadera,
considerada hasta entonces la única propia del Uruguay.»
Desaparecido
el poder dictatorial que menoscabó su trabajo y sus derechos,
entabló juicio reivindicatorio ante el juez letrado comercial contra
los títulos de origen criminoso de la Compañía Francesa de Minas
de Oro. Una empresa que trajo a Uruguay, pero que le pagó
apropiándose de la riqueza que él había descubierto.
Guía de compuertas de la represa. (Javier Valles) |
La
instancia judicial no prosperó. La falta de abogado y el acoso de un
concurso civil por 78 mil pesos, lo obligó a ceder en su pretensión
original. El 3 de setiembre de 1894, el presidente Julio Herrera y
Obes recibía una propuesta base de acuerdo. Barrial iba a cobrar una
suma calculada por peritos y los títulos libres y regularizados, a
cambio de renunciar a todos los pleitos pendientes. Había demandado
también a las compañías inglesas, Hermanas Gold Mines y Arteaga
Juez y Cia, por las minas de Sopocar. También a Hoffman Juganville y
Wilson.
El
convenio fue manipulado por burócratas corruptos. El 27 de noviembre
de 1896, renunciaba al medio peritaje y dejaba la solución al
arbitrio y equidad del Poder Ejecutivo. El 18 de diciembre, fue
informado sobre la imposibilidad jurídica de una respuesta oficial.
Era claro el juego de desgaste. Le prometían sustanciar sus
pretensiones, pero iban postergando la ejecución del derecho.
En
1899 las minas de Cuñapirú produjeron 5.24 millones de kilos de
cuarzo, transformados en 74.708 gramos de oro, vendidos a 34 mil
pesos de la época. Una prueba más de que las esperanzas y los
informes de Barrial no eran infundados.
El territorio del departamento de Rivera, donde se ubica Cuñapirú. (Mi Tierra Uruguay, 1999) |
En
historia judicial sin antecedentes, llegó a mantener 115 pleitos
simultáneos contra las más poderosas mineras del mundo y contra el
gobierno. «No persiguiendo un móvil egoísta, como muchos lo han
presupuesto, sino principalmente para salvar de las garras de
famélicos aventureros, lo que es tal vez la tan riqueza del
Uruguay.» De esta forma se rendía ante la impenetrable maraña
legal, puesta al servicio de intereses multinacionales.
«Su
valioso aporte fue práctico, pero también teórico. Su tarea de
investigador está reunida en Naturaleza geológica y contextura
orográfica de la República Oriental del Uruguay con aplicación a
la minería. La primera monografía científica del país.
Fue
un hombre iluso, que murió sin ver la realización de sus sueños,
pero también fue acreedor del sitio que tienen reservados los
triunfadores materiales. Todos los vanguardistas, partidarios del
progreso de la república, sean triunfadores o derrotados, siempre
dejan una esperanza de ventura.» Es la descripción de Fernández
Saldaña, con profundo conocimiento. Su padre, José
María Fernández Vior, asturiano de Figueras de Castropol, tenía negocios con Barrial Posada y compartía sus convicciones masónicas.
Hendiduras
de pobreza
Bienes culturales reflejados. (Archivo INCUNA) |
El
Uruguay actual, como otros muchos países de América Latina, no
puede conocerse sin saber de esos impulsores y pioneros que abrieron
camino en condiciones tan difíciles, afrontando incomprensiones e
injusticias. Clemente Barrial Posada bien merece no solo un
reconocimiento, sino el homenaje y aprecio de todos, como autoestima
y ejemplo de superación en estos tiempos de globalización,
desmoralización y crisis que golpean a las sociedades
latinoamericanas.» La reflexión corresponde al artículo Forjando
un nuevo sueño e ilusión. Escrito por el arqueólogo industrial gijonés.
Inés Bernardi y Raúl Dalmaud, vecinos de Cuñapírú, c. 1950. (Archivo INCUNA) |
Los
pisos empapados albergan una derrota tecnológica de dimensiones
gigantescas. A diferencia de otras ruinas que detienen el tiempo
humano en un momento singular, exhibe casi cien años de ingeniería
yuxtapuesta. Tal como si un artista de instalaciones posmodernas
hubiese montado un espectáculo de fracasado esfuerzo humano[...]
El
tiempo ha ido oxidándolo y degradándolo. Sobre una loma queda en
pie la señorial mansión del marqués, con habitaciones reformadas
al estilo art decó, cocinas, baños y piezas de servicio, conviven
ovejas, yeguas y caballos sueltos, murciélagos y palomas.» Anota el periodista y escritor Carlos María Domínguez, en su ensayo El norte profundo.
En
1996, la minera canadiense Stel se comprometió a invertir 50
millones de dólares. A cambio, obtuvo una concesión de quince años
para explotar una veta ubicada a pocos kilómetros de la antigua San
Gregorio. Sus 180 empleados trabajan a cantera abierta, los 365 días
del año. Extraen 3.200 toneladas diarias de cuarzo, de los que salen
7.360 gramos de oro.
Abrieron
un enorme cráter de 200 metros de profundidad, con terrazas
sucesivas, por donde circulan camiones que llevan la piedra a la
tolva y la molienda del ingenio. Como el oro se procesa con cianuro,
fue necesario realizar un lago de relaves de 51 hectáreas, con una
geomembrana de polietileno de alta densidad de un milímetro de
espesor –supuestamente impermeable a las filtraciones. El sistema
parece seguro, pero, pocos están tranquilos cuando llegan las
lluvias y el embalse amenaza con desbordar la sal de ácido
cianhídrico.
Hasta
2002, la empresa exportó 12.6 toneladas de oro, por valor de 200
millones de dólares. Según declaración al gobierno, extrae 60% de
oro y 40% de plata. Pero, los viejos mineros desconfían. Creen que
el porcentaje de plata esconde más oro, para pagar menos impuestos.
Una denuncia cargada de cinismo. De quienes viven atrapados, en
paradójica pobreza. Por culpa del dorado oriental.
Su
nombre, mi calle
Invitación de Clemente Barrial Posada a la Exposición Universal de Chicago, 1893. (Archivo INCUNA) |
Así
se cierra la crónica La quimera del oro de Clemente Barrial Posada.
Ilusión, sueño y tragedia de un asturiano universal, publicada en
el Boletín de INCUNA, en Otoño-Invierno de 2002. Firmada por Miguel Álvarez Areces, experto del Comité
Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial (TICCIH). Todo,
por una gran causalidad.
«Las
murallas construidas en 1868, encerraban una planta hidráulica
infinitamente superior a las conocidas en su medio. El molino tenía
24 bocartes, capaces de triturar el doble del cuarzo acostumbrado.
Los carretones daban paso al primer ferrocarril minero. La
Clotilde, locomotora legendaria, serpenteaba sin poder evitar las
inclinadas cuestas, las cañadas abruptas, los frondosos bosques.
Funcionó entre 1879 y 1894.» Selva Chirico la describe en Cuñapirú:
Tierra de algún provecho.
En
una cueva
En
1874, Barrial Posada copió una pintura sobre rocas que existía en
la margen derecha del arroyo La Virgen, actual departamento de San
José. El trabajo fue presentado cuatro años antes que España
descubriera sus primeras pinturas, en las cuevas de Altamira y casi
un siglo antes que el hallazgo de Tito Bustillo.
Atribuyó claramente
la autoría a indígenas charrúas, mientras en Europa se tardó
mucho tiempo en reconocer la índole de arte rupestre que se iba
encontrando en sus propios territorios. Este primer registro de una
pictografía fue confirmado simbólicamente 128 años después, como
primer antecedente de una investigación arqueológica. Era un
entusiasta investigador del pasado remoto, tanto, que alguna vez soñó
con un museo regional de la prehistoria rioplatense.
Pictografías en el arroyo San José. (Archivo INCUNA) |
Atrapado
y con salida
«Mis
manos están señaladas por los callos y mi cuerpo tiene un aspecto
bastante material, tosco y poco pulido. ¿Sabe señor Ísola de que
es eso? Pues sépalo de una vez, es del pico y de la pala, es del
barreno y la pólvora, es por fin causa de trabajar como un peón, y
sabe usted porque lo hago, pues bien en tal caso sepa que es por dar
gusto al cuerpo.» La carta, inundada de asturiana mordacidad, fue
publicada en El Ferrocarril, el 26 de febrero de 1874. Era la
respuesta a sus más odiados enemigos, Mario y Demetrio Ísola. Con
quienes mantuvo vilipendiosa correspondencia, acusándolos de haber
usurpado el yacimiento carbonífero del Cerro de los Melones. Fue un
desafío personal. Una demostración de superioridad física, técnica
e intelectual, que terminó en un juicio por calumnias. Cuando
parecía perdido, atrapado en un embrollo judicial, el ingeniero
taramundino fue defendido por el abogado Juan Carlos Blanco. Que le
salvó de la cárcel.
Rieles por donde corrían las tolvas con material que iba a ser lavado. (Archivo INCUNA) |
En
1880, los obreros de Cuñapirú se rebelaron contra los franceses,
que los sometían a pésimas condiciones sanitarias, castigos
corporales y ausencia de contratos laborales. La marcha fue
encabezada por más de 200 inmigrantes italianos, culpados por la
empresa de «anarquistas».
Chirico
consigna una carta del ingeniero L’Olivier al jefe político de
Tacuarembó, fechada el 19 de enero de ese año. «Los trabajadores
son libres de no aceptar a este modo nuevo de paga, pero no se puede
permitir que algunos de ellos, todos italianos, impidan de trabajar a
los que quieren seguir sus trabajos[...] La fuerza que tenemos de la
Policía, siendo insuficiente enfrente a italianos unidos por el
miedo de algunos, vengo a pedirle de avisarme y dar órdenes al Sr.
Comisario de conformidad con sus ideas en tal caso.»
Pedía
soldados para reprimir. A su vez, el mandamás local los
solicitaba al gobierno nacional –que se los retaceaba, presionando
para que se reconocieran los derechos reclamados. Finalmente,
arribaron varios piquetes y se estableció el orden. Aquellos tanos aguerridos, desaparecieron misteriosamente de los registros
oficiales. Según la tradición oral brasileña, una zanja –de
aquél lado de la frontera– es conocida como "Dos ahorcados" (De los
ahorcados). En irónica referencia a un mito, cruel e incomprobado.
Marqués de las minas
La mansión de Malherbe, el "Marqués de las minas" (Marcirio Dias Leite) |
Ni pa’l vino
Por
entonces, ya funcionaba la inglesa The Goldsfields of Uruguay
Limited, que sometía a sus trabajadores a similares condiciones de
esclavitud, que su colega gala. Firmaba un contrato de doce meses, se
quedaba con el primer salario como garantía y se reservaba el
derecho a despido sin indemnización. También descontaba doce pesos
mensuales para gastos de alimentación. Pero no incluía vino en los
almuerzos.
Madre
selva
José
Fernández Cancio nació en Taramundi, en 1870. Pasó por La Habana y
San Juan de Puerto Rico, antes de llegar a Montevideo en 1887,
alentado por fabulosas historias sobre su paisano Barrial Posada.
Desilusionado por la «falta de riesgos y aventuras», obtuvo una
concesión de 32 leguas al suroeste del temido río Pilcomayo. En el
corazón de la selva chaco-paraguaya pudo ejercer su vocación. El
peligro.
Cancio
exploró la turbia corriente, fundó la ciudad argentina de Clorinda,
en el territorio de Formosa. Abrió caminos, construyó canales de
riego y colonizó 72 leguas impenetrables, sin cobrar un centésimo
de arrendamiento a los pobladores. Plantó tabaco y frutales,
introdujo la lechería, abrió el primer comercio de ramos generales
y el primer banco. Construyó y donó escuelas, que son patrimonio de
Asunción del Paraguay.
Protagonizó
dos legendarios rescates, desafiando el follaje abrumador y las
garras de fieras implacables. El ingeniero bilbaíno Enrique de
Ibarreta se había perdido en 1888 y el explorador italiano Guido
Boggiani, en 1901. El taramundino salió en busca de ambos, hasta que
los encontró. Sin vida. Fernández Cancio falleció en plena lucha
contra la naturaleza –en 1959– a los 89 años.
Miguel Álvarez Areces en otro patrimonio industrial uruguayo admirado en el mundo. (AOR) |
Angustia,
desgaste excesivo y mala alimentación, minaron rápidamente la salud
de Barrial Posada. A principios del siglo pasado ya no tenía fuerzas
para luchar. En plena decadencia, orientó su atención hacia la
construcción del Ferrocarril Internacional Americano. Pero la muerte
lo seguía de cerca.
Su
último acto de amor fue el casamiento in extremis con
Ángela Ponte, su compañera de años. Mucho menor que él. El anillo
de compromiso, labrado en oro de Cuñapirú, fue una estremecedora
metáfora de sus anhelos. Horas antes de fallecer, en Montevideo, el
2 de mayo de 1903.
El patrimonio de la industria en Uruguay es tan variado como aportes técnicos han hecho tantos países del mundo, principalmente europeos. Cosas que existen en el país hoy, han desaparecido en Inglaterra, por ejemplo, lo que debe movernos las fibras para con seriedad, ahínco, entusiasmo y profesionalidad, rescatar, valorar y mostrar todo esto. Muy buena la nota, Armando!
ResponderEliminarMuy buena información. Estuve allí hace poco. Gracias!
ResponderEliminarEstuve hace muy poco en Minas de Corrales y Cuñapiru, en esa estadía, se menciono un Conde o Duque Francés, que fue designado por el gobierno de Francia, y vivió en el edificio principal
ResponderEliminarde la represa; aquí no se lo menciona, y quisiera saber si efectivamente fue así. Muchas gracias
Otra cosa que se menciono durante la recorrida, es que los obreros que apoyaban la huelga, en su mayoría Italianos, fueron ejecutados a manos de la policía, durante la desocupación de la represa. Que hay de cierto en todo esto?
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