viernes, 19 de enero de 2018

Pablo Atchugarry, escultor, emprendedor cultural, creador de la Fundación que vincula a la naturaleza con las artes y promueve a los plásticos uruguayos

Pablo Atchugarry en el Parque
Internacional de Esculturas
Monumentales, Manantiales,
Punta del Este, 2009.
(Fundación Pablo Atchugarr
y)



Constructor de  eternidades

Con sus padres, Pedro y María Cristina, sus hermanos, Alejandro y Marcos, ha compartido, comparte, una intensa diversidad cultural heredada de antepasados vascos franceses de los Pirineos Atlánticos, lombardos y ligures del norte italiano su segundo apellido es Bonomi y por inmigrantes españoles de las Islas Canarias. “En una familia con intensa vocación artística como la mía, el único que persistió en este camino fui yo, lo que demuestra que vivíamos en un ambiente de libertad, inspirador de creatividad, de reflexión crítica y muchas ideas. Nuestro padre era un ecléctico, tenía muchos intereses. También le gustaba la música, literatura, el teatro, la política, a la que mi inolvidable hermano Alejandro se dedicó activamente.” Pablo Atchugarry es escultor, emprendedor cultural, presidente de la Fundación que vincula a la naturaleza con las artes más diversas y promueve el trabajo de los plásticos uruguayos. Organiza sus tiempos, sus espacios y sus ideas, entre la Lecco italiana y la localidad fernandina de Manantiales, Punta del Este, mientras sus obras en mármol y otros materiales, recorren el mundo recogiendo admiración.

—Pedro Atchugarry Rizzo conoció al maestro Joaquín Torres García y a los alumnos de su Taller y su emblemática Escuela del Sur donde nació y evolucionó el Universalismo Constructivo, reconocido en la Historia del Arte como la mayor revolución estética concebida en América Latina. “Mi padre era un hombre con un gran talento que para mantener a su familia trabajó en una empresa constructora, pero los sábados y los domingos cuando tenía tiempo libre afloraba su gran creatividad. Lo recuerdo pintando. Desde que tengo memoria siempre íbamos caminando a la casa de mis abuelos, a la de mis tíos. Toda la familia junta yendo por el Prado, recogiendo materiales que él utilizaba en sus collages.”
María Cristina Bonomi era una maestra vareliana, colaboradora en el suplemento educativo Epoquita, del diario Época, en sus páginas narraba historias de animales, las más recordadas por sus hijos evocan a un loro adolescente. “Los sábados en nuestra casa se hablaba de todo, se leían textos literarios, se escuchaba música clásica y el Viejo pintaba. Había un humus familiar muy, muy rico, que me fue nutriendo de expresión artística.”
Pablo Atchugarry Bonomi nació en 1954, paso su infancia y primera juventud en  Millán y Espinillo, en el límite de los barrios Prado y Atahualpa. Fue un niño tímido, con problemas de aprendizaje por una dislexia que en aquel tiempo no estaba tan estudiada, que encontraba refugio en  una cercana afectividad con los animales que cuidaba en su casa. “Me seguía el caballo, me seguían las ovejas, los perros. Tenía una gran dificultad escolar y digamos social, hasta que comencé a encontrar paz  interior en la pintura. Iba a la plaza y hacía retratos de los ancianos sin que se dieran cuenta, para no molestarles. Representaba la figura humana, los paisajes me interesaban menos. Mi punto de partida era el hombre, no como figura, sino como ideal en el entorno social. Mi padre tomó dos dibujos míos de cuando tenía once años y los llevó a un salón infantil auspiciado por General Electric; nunca antes había expuesto fuera del ámbito familiar.”

¡Déjenlo hacer!
En 1972, a los dieciocho años,  presentó  su  primera muestra individual en una pequeña sala del Subte Municipal de Montevideo. “También fue gracias a mi padre, que estaba convencido de mi talento, y tuve suerte, porque en la sala grande había una actividad organizada por el Ministerio de Obras Publicas, visitada por casi diez mil personas. ¡Mi debut fue multitudinario!”
Por entonces comenzaba a realizar figuras verticales en arcilla con la idea de pasarlas al cemento, al mismo tiempo que pintaba. “Más adelante probé con la verdadera escultura: quería hacer un caballito, pero no sabía la técnica. Me fui al estudio de Adela Neffa, una escultora que vivía en el barrio Capurro  con mi objeto modelado en arcilla, y ella me enseñó a hacer el negativo en escayola, a eliminar después la arcilla y a rellenar el hueco con cemento.”
En 1977 fue su viaje inicial a Europa, visitó Roma, Milán, Venecia, Berlín, Copenhague y París, donde  se radicó sin amigos, sin conocer a nadie. “Después de mil peripecias bastante rocambolescas me recomendaron a un escultor estadounidense que tenía su estudio en un edificio en el que había ocho o nueve talleres. Allí conocí al colombiano Francisco Rojas que se mostró muy dispuesto, pero el espacio no era suyo, sino que lo había subalquilado... Al día siguiente, cuando llegué allí con mis telas, mi nuevo amigo  no sabía cómo decirme que el artista que le arrendaba no quería que trabajaran allí otros pintores por miedo de que le copiaran...”
En un solo año regresó más de veinte veces a París, donde dejaba su maleta para ir liviano de carga a Madrid, Ámsterdam o Estocolmo, detrás de nuevos saberes y oportunidades para su arte. “Aquella aventura fue costeada por mis padres, los medios no eran muchos así que hubo que hacerlos rendir. Hacía una vida muy, muy austera, de dormir en los trenes. Llegaba a una ciudad, agarraba la guía telefónica y me fijaba en la dirección de las galerías. Iba con una carpetita con fotos, galería por galería, cosechando una enorme cantidad de rechazos y no diría incomprensiones porque ni siquiera se tomaban el tiempo de ver lo que ofrecía. Sufrí humillaciones de todo tipo, porque hay que imaginarse que por una galería de París, Londres u otras grandes ciudades europeas, de repente pasan cincuenta personas por día mostrando sus trabajos.”
El viento comenzó a cambiar en aquel mismo 1977, cuando expuso  por primera vez en una feria de Copenhague en la que vendió todo lo que había expuesto. “Para mí fue una buena señal. Tiempo después fui citado por un coleccionista danés que adquirió cinco cuadros más, bajo la atenta mirada de mi madre y, sobre todo, de mi padre, ambos me acompañaron en aquella ocasión y fueron testigos de la valorización de mi trabajo.” Fue un instante de emoción para él, de quien Pablo conserva una frase que repetía cada vez que su hijo la necesitaba: ¡Déjenlo hacer!
Un personaje fundamental en su destino artístico fue la pintora italiana Carmen Lafranconi, a la que conoció en París y con quien se reencontró en Milán. “Ella me propuso que la acompañara a Lecco. Fue casi una señal del destino. Sin su invitación no se hubieran producido otros encuentros ni habría vivido importantes momentos.” En la Galería Visconti de Lecco presentó dos exposiciones, allí también conoció al galerista y escultor Romeo Pedroli, y en 1978 al mecenas y experto en arte Marino Colombo, que escribió sobre la obra del joven Atchugarry. “Sus trazos de óleo sobre la tela, o de tinta china sobre el papel, son estructuras potentes y escultóreas, realzadas por juegos cromáticos homogéneos y sobrios. Se adivina en el pintor y el dibujante la vocación de un escultor.”

Cuando el mármol llama
Colombo fue inspirador del artista uruguayo que por entonces iba a cumplir veinticinco años y que estando en París se animó a comentarle que  le gustaría trabajar con mármol de Carrara. En la misma carta le envió un boceto del proyecto, que recibió una respuesta clara y alentadora: “hacelo por mí”. “Después me fui a la casa de unos amigos uruguayos exiliados, los Musitelli,  que vivían en Brescia. Fuimos en bicicleta, me acuerdo, recorriendo una zona cercana al mármol. Ellos me aconsejaron que tenía que ir a Carrara. Sin saber sido ‘iniciado’ en escultura, me tomé un tren y me fui con mi dibujito debajo del brazo al taller de Carlos Nicoli, el más antiguo de Carrara, fundado en 1800,  allí trabajan para escultores y a les alquilan un espacio.” Pablo pagó el arrendamiento con un cuadro y el bloque de mármol con otro. “Pero después había que trabajar ¡yo no tenía ni siquiera una herramienta! No tenía una amoladora, entonces el jefe del taller me consiguió una y me preguntó: ¿tú has trabajado antes con amoladora? Me di cuenta que si le decía que no, no jugaba el campeonato. Entonces le tuve que decir: sí. Después me comentó: ¿tú estás asegurado? Porque claro uno se hace un mal y la responsabilidad cae sobre los Nicoli. Le tuve que decir: sí, porque yo quería experimentar. La hice en once días, no terminada por completo, pero si la forma y demás.”
Atchugarry regresó a Brescia en tren con un enorme paquete que pesaba más de cien kilos. “Me fue a buscar (Ferruccio) Fucho Musitelli, el fotógrafo, que tampoco tenía coche. ¡Se apareció con un carrito de bebé de sus nietos! y ahí sacó la foto que publico en todos los catálogos; estoy con el carrito y la piedra que llevaba a la casa de los Musitelli para terminarla. Tiempo después la transporté en tren a Lecco para entregarla a mi amigo.”  Su primera escultura en mármol se llamó La Iluminación, una obra con referencias figurativas: rostros que miran hacia lo alto. Sintetizaba la búsqueda que por entonces estaba haciendo con la pintura. Me permitió volver a la tercera dimensión, pero esta vez con un material que desde entonces es mi más fiel compañero de viaje.”
¿Cómo te apasionaste con el mármol? es la pregunta que suele responder el artista frente a su obra. “Al principio probé con hierro y cemento, hasta que me llamó la piedra. No fue una elección, sino una decisión obligada por la continuidad, después, a medida que lo fui descubriendo, este material se convirtió en mi principal medio de comunicación, aunque a veces siento la necesidad de hacer collages o pinturas que me recuerdan mis primeros tiempos.” Una influencia reconocida por él es la del genio renacentista florentino Miguel Ángel Bounarroti. Su obra es actual, se mantuvo vigente aunque fuera realizada hace quinientos años. Entonces hay algo más, trascender tiempos, modas, conceptos de belleza de una época o de otra. Hay algo que va más arriba, que logra ir, es un viaje de una intensidad y de una profundidad que supera los confines, los límites.” No obstante prefiere no revelar un secreto, qué fue primero para él: el mármol y luego Miguel Ángel o viceverza. “Tal vez mi pasión por el mármol se deba a Miguel Ángel o tal vez sea a la inversa, no estoy seguro.”
Cierta vez escribió que la piedra tiene una voz sutil y delicada, y que si estamos atentos y tenemos paciencia suficiente para escucharla, esa voz revela sus secretos. “La primera tarea del escultor es elegir la cantera que alberga el tipo de mármol que desea trabajar, sus características de consistencia, de aspecto, de color. Cuando se  extrae se ve que no es uniforme, que no todo tiene las mismas vetas, es un mineral que cambia. El mármol rosa a veces tiene un tono muy pálido, rosa amarillento o rosa muy oscuro, casi rojo. También hay vetas de color verdoso, grisáceo, negro... ¡Hay tantas canteras! En Italia, por ejemplo, están las de Carrara, las de Garfagnana, en Portugal surge una piedra rosada muy original y en Bélgica  las canteras de mármol negro, muy compacto, que trabajo ocasionalmente en contraste con el blanco estatuario de Carrara.”

La línea es el tiempo
“Hijo del Contructivismo”, es una de las tantas definiciones que la crítica europea y americana utiliza para describir el trabajo de Pablo Atchugarry. “En esta definición hay algo de anecdótico. Todos los artistas tienen raíces y fuentes de las que beben por lo tanto me siento obligado a reconocer que he recibido una cierta inspiración o enseñanza indirecta de Joaquín Torres García a través de historias que mi padre me contaba siendo niño, cuando aún no sabía que algún día sería un artista. Mi recorrido artístico también tiene puntos en común con otro constructivista, Piot Mondrian, y de tantos otros artistas que como él hicieron del arte su vida y lo comparten con la eternidad.”
“La línea es el tiempo”, suele reflexionar el escultor montevideano en voz alta. “La línea es el tiempo porque el tiempo da continuidad. Entonces todos podemos ser geniales en un momento, pienso ahora por ejemplo en la fotografía. Todos podemos sacar una fotografía de un celular, de las cámaras y de repente cuantas fotos que son extraordinarias y la hace un amateur que de repente no tiene todo el saber, pero fue un momento, la luz, la cosa, la composición. Entonces volvemos y eso se puede aplicar un poco a todas las artes, que es el tiempo, la relación del tiempo. Creo en la inspiración, pero estoy de acuerdo con Pablo Picasso cuando dijo que el secreto de su genio es ‘trabajar, trabajar y seguir trabajando’ y con Le Corbusier: ‘simplificar, simplificar y simplificar todavía más’. Esto significa que hay una continuidad que conduce a la síntesis del trabajo, una continuidad regida por el tiempo.”
En 1993, un reconocido crítico italiano definió su trabajo de una forma muy especial: “Constructor de catedrales”. Siempre agradece la metáfora, sin perder la humildad. “Es una imagen muy bella. Me recuerda a los castillos de arena que construyen los niños cerca del mar, quizá sean las catedrales de sus sueños, de su futuro. Si la catedral es un centro de oración, de búsqueda de una espiritualidad, construir catedrales sería lo más grande que se podría desear.”
Su obra posee una proporción descrita como “muy vertical, un poco como los cipreses”. La verticalidad lo acompaña desde los castillos de arena que hacía cuando era niño y tal vez después viendo por ejemplo el Arte Gótico. “Esas catedrales góticas, siempre me sentía atraído por esa verticalidad.”
Con Carrara mantiene un vínculo íntimo, de casi cuatro décadas. “En 1979 nos unimos en un matrimonio que dura toda la vida. En cada bloque de piedra que elijo duerme una escultura, hay una escultura latente. Cuando encuentro la calidad de mármol que quiero, entonces compro para los doscientos años de vida, porque nunca se sabe cuánto será útil nuestra vida, porque este es un trabajo muy duro, lleva mucha energía, muchas fuerza física. En algunos casos, tengo en mente hacer un determinado proyecto. En otros casos elijo, por ejemplo, la calidad y digo después vendrá un proyecto.”

La Fundación
Pablo Atchugarry vive hace casi cuatro décadas en Lecco, Italia, desde hace una comparte su tiempo con Manantiales, Punta del Este, y más recientemente con sus actividades de gestión cultural en Miami. “Al principio venía una vez por año a Uruguay, pero sentía la necesidad de hacerlo más fuerte, de permanecer más tiempo. Al final la vida me fue trayendo hacia acá, en este proyecto también de plasmar las experiencias. Lo que más o menos había aprendido, había visto en otras partes del mundo, en parques de esculturas, en  lugares de cultura y quería traerlo como un retorno, como una devolución al país donde nací, donde me crié. Así surgió la idea, no con un proyecto definido, sino que fue creciendo, creciendo como una planta, fue creciendo piedrita a piedrita, pasito a pasito.”
La Fundación Pablo Atchugarry es un espacio de encuentro al principio concebido para exponer la obra de sus padres, y después fue creciendo la idea e invitar a otros artistas, los primeros fueron Toto (Octavio) Podestá y Enrique Broglia. “Así nació el Parque de Esculturas, por ellos, por otros amigos, y porque había mucho terreno. ¿Por qué un escultor opta por descubrir y apoyar a nuevos talentos o a colegas que tienen su trayectoria? La idea tiene un significado que vas más allá de un espacio artístico. Es como una situación ideal, porque ¿quién va a comprender más la obra de un colega que otro colega? Es como un taller de escritores, quien va a apreciar más, sí podemos despojarnos de nuestro ego, esta cosa que nosotros pensamos que somos los únicos tocados por la varita mágica de la creatividad y del mensaje. Necesitamos aprender que la diversidad es una gran riqueza.”


Juntos hasta el final
Pablo evoca cada día cuando recibió una llamada de su madre, desde Montevideo. El anuncio era muy triste, pero no fue sorpresa. “Mi padre estaba enfermo, tenía un tumor, recuerdo que ella me dijo: ‘A papá le queda una semana de vida’. Yo sabía que estaba mal, había estado junto a él cuando le diagnosticaron la enfermedad en el hospital. Regresé a Uruguay a tiempo de estar a su lado en esos momentos tan importantes. Apenas llegué acudí corriendo junto a él, le acompañé en los últimos momentos de su vida, en casa, no en el hospital. Me ponía a dibujar a su lado… de vez en cuando abría los ojos, sonreía, después los cerraba, se dormía... así fue. Y yo estaba con él.”

Alejandro
“El vínculo con mis hermanos siempre ha sido muy fuerte. ¡Con Alejandro y Marcos siempre fuimos los tres mosqueteros! Cuando Alejandro asumió el Ministerio de Economía, en plena crisis de 2002, me vine en el primer avión. Sigo sintiendo la emoción ahora, pasados unos cuantos años. Al comienzo de la crisis era senador y decidió aceptar el cargo que nadie quería. Era la famosa papa caliente que nadie deseaba, por responsabilidad cívica, sabiendo lo que era, la aceptó. Estuve una semana con él, no pude quedarme más, pero pasaba prácticamente una cantidad de horas en el Ministerio sin hacer nada, para tratar de acompañarlo, para que supiera que no estaba solo. La otra situación por la que me tomé el primer avión fue cuando Alejandro sufrió el aneurisma que lo tuvo entre la vida y la muerte. Al final se decidió que lo operaran en Canadá y yo también me tomé el primer avión de Italia para estar con él. Recuerdo con emoción, cómo la gente reconocía a Alejandro por la calle y lo saludaba, él seguía con su camionetita roja. Creo que se valorizó con calor humano su gran esfuerzo, la gente lo entendió realmente.”
Alejandro Atchugarry falleció el 17 de febrero de 2017, por una complicación del aneurisma con el que convivió los últimos años de su fecunda vida intelectual y política.

Atchugarry dixit
El arte como refugio
“Tenía una gran dificultad escolar y digamos social, en mi infancia y en mi adolescencia. Así me refugié en la pintura. Hice el liceo y después  preparatorios de Arquitectura, pero en un cierto momento sentí que la vocación por el arte era más fuerte. Yo quería, de alguna manera, volcar toda mi energía en esa pasión, era un paso muy fuerte dejar de estudiar, dedicarme al arte a los dieciocho años. En aquel momento se inauguró la primera exposición en el Subte Municipal  de Montevideo, era como quemar las naves de, como cuando (Hernán) Cortés las quemó en México. No había retorno, y así seguí ese camino, ese desafío. En aquel momento sentía una admiración juvenil por (Pablo) Picasso que aún vivía; murió unos años después, en 1973. Todavía era un artista contemporáneo, viviente, un ejemplo enorme para todos. Picasso realmente hizo una obra, más allá de lo valiosa, más allá de lo cambiante, rompió los cánones del artista que viví apartado de la sociedad, marginado y con medios muy limitados económicamente. Picasso era lo contrario, era un “star”. Hubo otros artistas, como (Joan) Miró, (Marc) Chagall, que en esos años también comenzaron a cambiar aquella tradición instalada en París de genios como (Amadeo) Modigliani que pintaban por el puchero.”

Vida de artista
“Entre las décadas de 1950  y 1970 hubo una valorización del trabajo artístico, pero vale recordar que antes hubo buenos ejemplos ya en el 1900 como ((Auguste) Renoir o (Claude) Monet ambos fueron consagrados y tenían un buen pasar. Hubo ejemplos anteriores, los españoles (Francisco) Goya, (Diego) Velázquez y otros retratistas de cortes monárquicas. A principios del siglo XX en menor medida y desde mediados con más fuerza se consolidó una revolución en el mercado del arte, que comenzó a ser más fuerte. A este fenómeno lo comparo con un ‘espiral’ que se hizo más palpable en mi adolescencia. De aquella época recuerdo una exposición muy importante de (José Pedro) Costigliolo y María Freire, en la parte de atrás de la Intendencia, en la calle Soriano. Por entonces no tenía contacto con otros artistas locales, muy raramente, salvo por ejemplo en mi primer obra, la escultura de un caballito, que no sabía cómo hacerla, conocí a Adela Neffa la escultora y ella con gran pasión, con gran generosidad, atendió a un niño que se le presentaba con este proyecto. Adela le puso un entusiasmo contagioso, y ver su taller de Capurro lleno de yesos y hierros para mí era desconocido. Viéndolo ahora con la distancia de los años, es un poco lo que trato de hacer en la Fundación, que sea una puerta abierta a todos, donde encuentren un lugar de estimulo. Mi mayor satisfacción es que digan: ‘que interesante esto lo podría hacer también yo en un futuro’.  Es fundamental predicar con el ejemplo, cuando uno entra en el taller de un artista está viendo allí la obra y al creador juntos, y cómo dialogan.”

Crear, volar, soñar
“Para explicar la creación artística me gusta utilizar la fabula del ‘patito feo’ que se transforma en cisne, el arte tiene alas para volar, para soñar. Los sueños tienen alas como la mariposa, como un ángel, como los pájaros. Cuando el hombre aprendió a mirar el cielo observó que había seres que volaban aquí mismo, en un parque, los vemos y oímos. El vuelo es una parte fundamental de nuestra vida, aunque a veces miremos hacia abajo. Mirar hacia abajo significa buscar nuestra realidad más inmediata y a veces nos priva de ver algo que no podemos alcanzar, pero sabemos que existe.”

Crear, resistir, viajar
“Comencé a trabajar en plena dictadura, el clima político no ayudaba, porque era de represión, no había espacio para la más mínima expresión independiente. Más allá de estas condiciones en Uruguay la mayoría de la población tiene un origen más o menos europeo. Entonces nuestra referencia cultural estaba en Europa y para el arte era París hasta la Segunda Guerra Mundial era la capital internacional donde todos los artistas querían ir. Estaba Picasso, había estado Modigliani, todos pasaron por allí. En 1977 me surgió la posibilidad de viajar y la necesidad de ver, de aprender, de ver cosas que aquí no se podía. Aquella aventura fue costeada por mis padres, los medios no eran muchos así que hubo que hacerlos rendir. Hacía una vida muy austera, de dormir en los trenes. Llegaba a una ciudad, agarraba la guía telefónica y me fijaba en la dirección de las galerías. Iba con una carpetita con fotos, galería por galería, cosechando una enorme cantidad de rechazos y no diría incomprensiones porque ni siquiera se tomaban el tiempo de ver lo que ofrecía. Sufrí, humillaciones de todo tipo, porque hay que imaginarse que en una galería de París, Madrid, Londres u otras grandes ciudades europeas, de repente pasan cincuenta personas por día mostrando sus trabajos. Para los galeristas era casi un protocolo, no perdían el tiempo. Pero sentía una gran fuerza que me alentaba a sostener una elección de vida y peleaba con uñas y dientes. Tenía que aferrarme a la posibilidad de que mi trabajo fuera visto y de alguna manera poder venderlo, para vivir de la pintura y dedicarle todo mi tiempo. En esta misma situación sigo hasta ahora, porque es la continuidad de un camino en el que nunca hay que dejar de caminar o pedalear. Cuando cesa el esfuerzo retrocedemos. Es como un plano inclinado y una bicicleta sin freno, si no pedaleamos para adelante, vamos para atrás.”

Crear, pintar, esculpir
“Comencé a cambiar el foco, de la pintura a la escultura, cuando me di cuenta que mis cuadros tenían una clara tendencia al volumen; antes había realizado algunas experiencias que se pueden ver, de materiales pobres: acero, no acero, hormigón y hierro. Algunos colegas uruguayos me habían dicho  que no iba a poder quedarme en la pintura, que la evolución me llevaba a la escultura. Tenía cosas pero todavía no era una elección por la escultura que en definitiva se fue dando un poco sola y también porque había visto al colombiano Rojas que trabajaba la piedra y el mármol de Carrara. Yendo más atrás en el tiempo, recuerdo las clases escolares en las que estudiábamos Europa, a mí me tocó hablar de Italia. Mi padre fue al consulado a buscar información, no encontró ni de Roma, ni de Florencia, ni de Milán ni de toda la Italia más conocida, solo un folleto del Lago di Como sus aguas azules y entonces terminé hablando a los doce años, en sexto año de la escuela, de lago de Como y del mármol de Carrara. Años después viví en el lago de Como y trabajé el mármol de Carrara. A veces me pregunto, ¿qué fue? Fue un camino que estaba preestablecido o quizá luego de la presentación escolar me quedaron grabados el mármol de Carrara y del lago de Como. Es una gran interrogante porque esas casualidades a veces no existen, son caminos conocidos o desconocidos  es el potencial que todos tenemos y también el poder creer en el propio trabajo, en las propias fuerzas hace también la diferencia.”

La piedra elige
A la distancia de miles y miles de toneladas que he trabajado, puedo decir que la piedra elige. La piedra es muy selectiva, no es el artista que elige la piedra… el artista tiene que escuchar esa voz, que en el fondo no es solo la voz de la piedra es la voz de la naturaleza y que también nos hace sentir que somos parte de la naturaleza. Que no es el hombre algo fuera de lo que es el contexto de la naturaleza. Un poco el concepto que me gira siempre más en la mente es eso, que por qué estos lugares acá como en la fundación, donde hay tanta naturaleza donde hay tanta, hablábamos primero de los pájaros, por qué el mundo vegetal y demás, porque nos hace sentir que en realidad somos una partecita de esto y que no tenemos el planeta a disposición nuestra, sino que nosotros somos inquilinos del planeta y lo tenemos que dejar, por lo menos, en iguales condiciones que las que la hemos recibido, sino mejores. El esfuerzo tendría que ser en dejarlo en mejores condiciones de las que la recibimos.”

El niño siempre es artista
“El niño ve todo con ojos de la novedad, del entusiasmo, todo le gusta, todo… eso muchas veces los adultos lo vamos perdiendo. Sin embargo creo que el artista es aquel que pudo mantener ese niño, esa curiosidad, esa energía… Está demostrado que tenemos la huella digital diferente, es más vemos un pulgar y otro y son todos iguales más o menos y sin embargo son todos diferentes. Con el ADN tenemos otra prueba más de la diversidad, de la diferencia. Así como tenemos de repente estos rasgos exteriores, no tendremos adentro un rasgo interior, somos como una botella tirada en el océano y que tenemos un mensaje adentro? Cada uno de nosotros. Hasta qué punto el artista puede encontrar ese mensaje primario, originario. Cuando ese mensaje de repente está tapado por sustratos, por capas de cultura, de lo que hemos visto, de lo que hemos aprendido y todas esas capas evolucionan en complejidad, hemos visto tantas cosas y yo creo que la búsqueda del artista en determinado momento es ir a buscar ese mensaje originario que está debajo de todos esos estratos culturales.”

Crear, exponer, vender
“Cuando una obra se desprende de mi tutela, siento que va a permitir el nacimiento de la próxima. Todo es una gran continuidad. Después, con la distancia y el tiempo aprendí que las obras no son mías, las obras no son del creador, pertenecen a la humanidad. Son como los hijos, los hijos no pertenecen a los padres, no es una propiedad de los padres. Con la diferencia que las obras tienen tiempos mayores, o sea estamos hablando de Miguel Ángel y pasaron quinientos años. Estamos hablando de los etruscos y hay más de dos mil y pico de años, empiezan atravesar esa otra dimensión que es la dimensión tiempo. Que en la vida del ser humano, tan breve, digamos yo nunca sentí la necesidad de rodearme de mis propias obras, es más, me sentiría como enjaulado casi, como limitado por mojones. En cambio prefiero que se vayan y que encuentren su destino y que me dejen un espacio para relacionarme con un nuevo bloque.”
 “No es que sea más importante un artista porque la obra está en colecciones de todo el mundo o un artista que de repente tiene todas las obras en el taller porque nadie le dio, le prestó interés a su obra, su obra no gustó y no por eso, uno va a ser mejor que otro. Hay que estar muy atento en esas. Cuando una obra va a ser parte de una colección, de repente muy importante, está marcando una aceptación. La obra ha sido aceptada, ha sido reconocida y eso es innegable que para un artista es muy importante porque después de tanto sacrificio, de tanta incomprensión, es importante recibir estímulos en nuestras vidas y qué mayor estímulo que alguien esté dispuesto a comprarte un trabajo, a llevarlo para su casa. Son como mojones de estímulo, como tomarse pastillas de estímulo, bueno me tomé vitaminas, ahora me siento más fuerte, más energético, ahora sigo adelante. Parece que es más difícil cuando no existe esa aceptación. Van Gogh vendió un cuadro, muy poquitas obras en su vida, que no vendió nada, alguna cosita sí, pero tenía muy poca aceptación en vida. Muchas veces podemos pensar que el artista es un precursor y está como adelantado en su momento a la sociedad donde vive y que por lo tanto, la sociedad no ha comprendido este mensaje, esta idea, también nos topamos con la dimensión tiempo.”

Espacio, tiempo, continuidad
“La línea es el tiempo porque el tiempo da continuidad. Entonces todos podemos ser geniales en un momento, pienso ahora por ejemplo en la fotografía. Todos podemos sacar una fotografía de un celular, de las cámaras y de repente cuantas fotos que son extraordinarias y la hace un amateur que de repente no tiene todo el saber, pero fue un momento, la luz, la cosa, la composición. Ahora, ¿esa foto tan bien lograda hace de esa persona que sacó la foto un fotógrafo? ¿O fotógrafo es aquel que va a continuar y que le va a dar toda su vida a la fotografía? Entonces volvemos y eso se puede aplicar un poco a todas las artes, que es el tiempo, la relación del tiempo.”
La dimensión tiempo es que el arte no es para mañana, ni para pasado, es un poco el concepto de eternidad. El concepto eternidad es muy vasto, muy grande y es difícil abarcarlo, pero, sí una tendencia a que el mensaje dure en el tiempo. A diferencia de la performance que desaparece que se consume en el momento. Por eso tal vez la elección, mi elección del material, depende de una historia de obras de dos o tres mil años de antigüedad o sea que es un material que dura en el tiempo, por lo tanto ese mensaje, esa obra también va a durar y el tiempo dicen que es un gran hombre galante y que va a reconocer las cosas. No estoy tan seguro, pero digamos que siempre la dimensión tiempo está presente.”
”El tiempo todo se lo lleva, todo lo destruye pero hay cosas que van quedando y pasan a través de las generaciones. Cada acción que hacemos hay que pensarla también como con tendencia a la eternidad y su perfección y es también una manera de perdurar, porque si no todo es tan efímero, nuestra vida es tan efímera. A veces creemos que es mejor bajar los brazos, total dentro de un poco de tiempo vamos a ser polvo, del polvo venimos al polvo vamos. Pero hacer es lo único que nos mantiene vivos.”

Fútbol y arte
”¿Cómo el Uruguay tiene tanta capacidad de dar futbolistas extraordinarios, siendo un país de tres millones y algo de personas. ¿No será porque tenemos dos vecinos gigantes como Argentina y Brasil y nosotros siendo chicos nos fortalecemos con un coraje especial para poder competir? ¿No será que nosotros salimos preparados para alcanzar nuestros objetivos con mayor convicción? Si eso se da en el fútbol, ¿por qué no en otros órdenes de la vida?”

Pasajes de entrevistas publicadas en los libros: Pablo Atchugarry. Fragmentos de una vida. Conversación con Valeria Campagni (Lecco, Italia, 2006), Vencer paradigmas. Cambios que construyen nuevas realidades (Alexis Jano Ros, Montevideo, 2016).

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