viernes, 28 de julio de 2017

Franco y Franca Rosi, padre e hija, crónicas migrantes en Roma y Montevideo


Entre ciudades eternas

Franco Rosi en la Lazio.
Franco Rosi: el “5” del Lazio
4 de enero de 1948. Aquella tarde de domingo el Estadio Flaminio de Roma estuvo repleto como nunca. En las tribunas había bastante más que los 40.000 espectadores previstos por el aforo oficial. En la cancha, el local Lazio enfrentaba al Gran Torino de los delanteros Valentino Mazzola y Ezio Boik, por la Serie A de la Lega Calcio.
El dominio visitante era tan notorio, desde el primer minuto del partido, que sólo se aguardaba el gol del más notable equipo italiano de todos los tiempos. Cuando el reloj marcaba el cuarto de hora, Mazzola pierde la pelota con un corpulento mediocampista adversario que comienza un solitario avance hacia el arco. Antes de llegar a la media luna del área lanza un sorpresivo disparo, directo al ángulo derecho. La pelota estaba a punto de ingresar, con la tribuna gritando gol, pero surgió la mano del monumental golero turinés Valerio Bacigalupo, para sacarla al corner.
El partido terminó 0 a 0, luego de una heroica defensa local. En el momento del saludo entre los jugadores, Bacigalupo fue directamente a felicitar al joven que le había exigido una atajada memorable.
–Amigo romano, disculpa que evité tu gol, pero es mi trabajo –fue su tímida explicación.
–¡No, al contrario, debo agradecértela! –respondió el centro medio lacial, con una sonrisa.
–No entiendo amigo, ¿por qué? Te saqué lo que iba a ser un golazo.
–Porque si metía ese gol, ustedes se iban a enojar, y nos harían diez. Mejor así, nos llevamos la gloria de empatarle al Gran Torino –confesó el romano mientras era abrazado por Bacigalupo.
Franco Rosi tenía 20 años cuando protagonizó aquella jugada que La Gazzetta dello Sport definió como “maravillosa”, mientras calificaba su actuación con un “muy bueno” por haber controlado a Mazzola y los suyos, inolvidables artistas piamonteses del balón fallecidos un año después en la tragedia aérea de Superga.
Lazio 1948, con Franco parado en el medio
Nacido el 20 de setiembre de 1927, en Genzano di Roma, una localidad ubicada a 27 kilómetros del centro de la capital, le declaró su amor al fútbol en equipos de las más diversas regiones del país. Debutó a los 17 años en la Lazio, y hasta 1948 fue su infaltable “5” titular. Luego jugó en la Sociedad Stabia de Castellammare, en pleno corazón de la provincia de Nápoles, que llevó a la serie B, pasó al Lecce y cerró su carrera en L’Aquila.
En 1955 fue contratado por el Automóvil Club de Italia como jugador y entrenador de su equipo semiprofesional. Pronto pasó a la redacción de las publicaciones institucionales, como periodista especializado en información de rutas y caminos, y luego fue ejecutivo del Área de Promoción, organizador de recordados encuentros promocionales de automovilismo en colaboración con la televisora RAI. Franco fue dirigente gremial de los futbolistas italianos y fundador del Sindicato Nacional de Funcionarios del ACI, una tarea compleja que le obligaba a reunirse con figuras de leyenda como los condes Luca di Montezemolo, Nicolás Caracciolo o Giovanni Agnelli.
Franco, en 2008.
Por entonces entrenaba equipos de fútbol infantil en una zona marginal de Ostria, localidad sobre el Mar Tirreno. Uno de los testigos habituales de su tarea era Pier Paolo Pasolini, que solía ver el juego de los jóvenes del barrio, en busca de historias para contar. Rosi encontró muerto al cineasta, asesinado en una de las canchas, en un episodio que el 2 de noviembre de 1975 recorrió la prensa del mundo. “Fue una experiencia dolorosa, porque le estimaba y admiraba, y porque fui quien llamó a la policía.”
En 1990 arribó por primera vez a Montevideo, con su esposa María Pía, para visitar a su hija Franca. Desde hace una década, su vida recorre primaveras y veranos: seis meses en Roma, seis meses frente al Río de la Plata. “Italia es maravillosa, también viví en Kenia, donde pasé muy bien, pero nada se compara con la costa montevideana. Su sol, su mar, su paz, mi lugar en el mundo entre setiembre y marzo”, asegura Rosi, mientras disfruta la tibieza de la primavera uruguaya sentado en el jardín de Franca, en la calle Mar Ártico del barrio Punta Gorda.

Franca Rosi, arquitecta, docente universitaria, gestora cultural
El diseño de una vida
20 de octubre de 1987. Cuando la ministra Adela Reta la miró a los ojos, de frente, como pidiéndole disculpas, ella la tomó suavemente por un brazo, mientras le decía: “¡éste es el lugar!” Aquella tarde inolvidable, decidieron que el primer Centro de Diseño Industrial iba a funcionar en la ex Cárcel de Miguelete. “Habíamos visitado varios sitios, todos bastante buenos, pero ninguno como el antiguo edificio de estilo inglés del siglo XIX, ¡magnífico!
Con Adela estuvimos allí al otro día que desalojaron a los presos, cuando todavía estaban los platos servidos con comida fresca. ¡A ella también le gustaba! Era una mujer sensible a los símbolos de la cultura y a la memoria del patrimonio arquitectónico. ¿Qué mejor que transformar una cárcel en un centro de formación profesional?”
Franca Rosi nació el 11 de abril de 1951, en una clínica de monjas alemanas del barrio romano de Prati. Sus padres, Franco y María Pía, vivían en Ostia Lido, a 30 kilómetros del centro de la capital. Desde joven demostró vocación y talento para el diseño y el deporte.
Fue campeona italiana de triatlón, lanzamiento de bala, salto alto y 100 metros llanos, por la Sociedad Liceum, mientras estudiaba arquitectura en la Universidad de Roma La Sapienza.
“Me casé con un colega con quien nos fuimos a Costa Rica como voluntarios del gobierno italiano, para crear la primera Carrera de Diseño Industrial de América Central y el Caribe. En el Instituto Tecnológico de San José comprobamos que era posible apoyar a las pequeñas y mediana empresas, y aprovechar las materias primas en favor del desarrollo sustentable. Desde niña supe que mi vocación era el diseño, pero allí descubrí que a la educación y la formación me dedicaría toda mi vida.”
En 1985 viajó con su esposo a Malasia, cuando les ofrecieron la oportunidad de crear el primer Centro de Investigación de Muebles del sudeste asiático, pero regresó dos años después, con toda la intención de obtener una oportunidad personal.
En julio de 1987 llegó a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia, una carta firmada por la abogada Adela Reta, ministra de Educación y Cultura en el gobierno de Julio María Sanguinetti, el primero democrático luego de la dictadura uruguaya.
“Ella solicitaba cooperación para crear un centro de diseño industrial. Llegué a Carrasco en un vuelo de Iberia, el 11 de octubre de ese mismo año, para realizar un estudio de factibilidad durante seis meses. Con Adela nos entendimos desde un principio. Comencé a investigar las experiencias desarrolladas en el país, y descubrí la figura de Pedro Figari.
Enseguida me puse en línea con su sensibilidad y con una frase maravillosa: ‘nos industrializamos o nos industrializan’. ¡Que mantiene toda su vigencia!”
Cuando Rosi estaba pronta para regresar a su ciudad, Reta demostró interés en concretar el proyecto y solicitó la extensión de su contrato por otros seis meses, al tiempo que conseguían fondos por tres millones de dólares. “Miguelete me pareció muy emblemático, por su pasado, y porque íbamos a darle vida a un entorno urbano deprimido.
Filosóficamente era un mensaje muy poderoso, en favor de la educación. Como se demoraba el envío de la plata, Adela dudó, pero no era momento de dudas. Entonces, le pregunté; ¿tenés dinero para los docentes! Tenía. ¿Tenés para el reciclaje? No tenía. Se nos ocurrió negociar una salida con el general Hugo Medina, por entonces ministro de Defensa; le cambiamos el trabajo de sus soldados por alimentación. Recuerdo el susto que tenía Adela cuando salió una nota de prensa que decía: ‘Crean centro de formación con apoyo militar.’ ¡Claro, la dictadura estaba muy fresca!”
El Centro de Diseño Industrial fue inaugurado el 11 de abril de 1988, con 50 alumnos seleccionados en riguroso examen de ingreso. “Contó con docentes de gran trayectoria, entre ellos el semiólogo Fernando Andacht, con quien estructuramos un curso que vinculaba la teoría con la práctica a través de ejercicios. Fue un período muy lindo, pusimos en marcha un Departamento de Investigación Aplicada, y una comisión de empresarios que nos apoyaban en detectar las necesidades del mercado, en la que participaban Alberto Wass y el ingeniero Enrique Baliños. Finalmente, en 1989 vino la plata de la cooperación italiana.”
La primera generación de diseñadores industriales uruguayos egresó en 1991, el mismo año que ella se retiró de la institución. “Uno va cumpliendo objetivos y siempre se plantean otros. Amé la experiencia del Centro de Diseño Industrial, ¡la extraño! Me dolió mucho cuando abandonaron la sede de Miguelete.”
Hasta 1992, la arquitecta Rosi fue responsable del Proyecto CAME (Centro Artesanal de Micro Empresas), de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Presidencia de la República, una experiencia que innovó en el fortalecimiento de emprendimientos en el interior del país. En 1995 presentó a la Unión Europea, través de una ONG italiana, una iniciativa de desarrollo empresarial en pequeñas y medianas poblaciones. Desde 2005 es decana de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de la Empresa.
“Soy romana, adoro mi ciudad, pero en Montevideo está mi vida actual. Tengo todavía mucho para dar y recibir del pueblo uruguayo. Me gusta colaborar en la construcción de la identidad cultural,¡hay tanto qué hacer! Me encanta trabajar con el equipo que he formado después de tantos años. Un colectivo que se alimenta de los conocimientos y experiencias de cada uno, para aportar soluciones educacionales y profesionales. ¡Un verdadero privilegio!”
El apellido Rosi, con una “s”, es muy poco usual en Italia, aunque suene parecido al muy popular “Rossi” que cuenta infinitas historias pintadas en rojo. Franca le hace honor a tanta originalidad.“En esta etapa me ocupo de la salvaguarda, conservación y rescate del patrimonio arquitectónico uruguayo, incluyendo la prehistoria, un periodo que posee una estrecha relación con el diseño visto como resultado de cientos de miles de años de evolución humana.”

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