¡Una vez scout! ¡Siempre scout!

Recuerdos de un scout, hermano y padre de scouts

Cumple un siglo el Movimiento Scout del Uruguay, al que ingresé con cinco años como lobato ¡en 1965! Una experiencia entrañable y formativa, para mí en aquel momento extrema, cuando todavía escolares descubrimos los Pozos Azules, luego de días de caminata en las Sierras de las Ánimas. 

Recuerdo el querido local de los Scouts Católicos, de Dante 2219 y Daniel Muñoz 2218, la fundación del Campo Escuela de Pando, cuando nos comieron vivos los mosquitos del arroyo El Frasquito, ¡pero había que trabajar en la construcción de la primera cabaña! o cuando levantamos (digo "levantamos", pero en realidad no era de los más hábiles y esmerados, ¡ja!) la torre de troncos que, según supe, estuvo allí hasta que los SCU se fusionaron con los "nacionales". Recuerdo la brigada S-3 de la Parroquia de Tapes, mi seisena amarilla, las patrullas scout (lobos, pumas, halcones), cuando recibí la pañoleta, ¡un honor increíble! Las salidas de manada de fin de semana, los Juegos de Mowgli, los fogones del grupo y los zonales con el S-4, las Carmelitas y la Sagrada Familia de la calle Larrañaga, el "Fogón de Fin de Año" en la sede, las Olimpíadas Scout (¡fuimos campeones en 1972), el "scout ball", un deporte que hoy no me animo a describir, y la Oración Scout:

Señor, enséñanos a ser generosos;

A servirte como lo mereces;

A dar sin medida;

A combatir sin miedo a que nos hieran;

A trabajar sin descanso,y no esperar otra recompensa

Que saber que hacemos tu voluntad.

Amén.

Recuerdo los Jamboree, los campamentos de grupo y nacionales: Santa Teresa, Colonia, Arequita, Río Negro, Kiyú, La Paloma, Piriápolis (pero en el medio del cerro, no en la playa). Recuerdo cuando aprendí los nudos que todavía utilizo, las cocinas que hacíamos con troncos y piedras, las moñitas quemadas, la leche en polvo con mucha agua (¡puaj!), las galletas de campaña, los alacranes de Rocha, las víboras y las comadrejas, con las que aprendimos a convivir, o cuando fabricábamos pcikles y dulces caseros (otra metáfora, porque odiaba ese trabajo), que vendíamos a nuestras familias, amigos y vecinos. Y recuerdo con un cariño y admiración infinitas a mis compañeros y jefes: Cacho Lavalleja, que era mi técnico de baby fútbol en el Abayubá, y me llevó a los lobatos, a Graciela (Baguira), mi primera jefa, a los hermanos Varela, a Enrique y con toda el alma a Gustavo, un amigo irrepetible, que me emociona cada vez que lo encuentro. Gustavo Varela, en mi memoria, es el símbolo más querido de la vida scout. Quizá no lo sabe, pero le debo mucho de lo que soy: por sus valores, su integridad y sus calenturas memorables (como ya conté, ¡era de lo peor!. "Masito" França, hoy médico, sacerdote, intelectual, sabio investigador de la bioética,  Omar França, con su inteligencia, su reflexión y su serenidad. En aquel tiempo era seminarista jesuita, con todo lo que eso significaba y significa en la escala social, pero que pasó unas cuantas tardes de sábado en mi casa, comiendo lo que cocinaba mi madre, ¡sin chistar! ¡con alegría! También recuerdo la casa de Jorge Delbuggio, en Bulevar y Suárez, y a la querida madre de mi mejor amigo scout, y a los hermanos Monteverde, en especial a Gerardo, que me invitó a ser su ayudante rover, pero ya no estaba en sintonía con los SCU, a los hermanos Carriquiry, a los Touyá, a Javier Galdona, a Roberto Machó, y a Germán Sellera, que me parecía un monumento viviente, al que había que respetar más que a la directora de la escuela. Lo increíble, es que no conservo fotos de más de quince años de scultismo. Si alguien tiene alguna de Campamentos Nacionales, Jamboree u otras actividades, le pido que me las envíe. 

A todos mis compañeros y amigos de aquella época: Jorge Delbuggio, Carlitos Dapino, José Pedro Riera, Agustín Castro, Roberto Quintana, los hermanos Emelio y Juan José Delpino, (¡y me olvido de muchos!), para ellos y para Gustavo Varela, un "Siempre Mejor, un "Siempre Listo", y el grito que tanto amé en mi juventud:

-¡Una vez scout!

-¡Siempre scout!