martes, 22 de noviembre de 2011

Tallado automático en cristal de Alfredo Baeza

Percepciones transparentes

El ingenioso procedimiento, creado en 1999, permite un tallado en vidrio o cristal con una mayor definición de trazos, mucho más finos y profundos. Así nacen copas con ilustraciones del pintor Joaquín Torres García, vasos y jarras con logos de hoteles, bodegas, y creaciones de la emblemática organización de artesanos Manos del Uruguay. Es  original su mecanismo de sujeción, que permite no sólo que la pieza no se rompa, sino que el dibujo quede exacto, con una perfección antes jamás lograda.

Sobre la base del artículo publicado en el fascículo Nº 12 de la serie Inventos Uruguayos (El País, 8 de noviembre de 2011).

Su concepción se basa en una matriz del ingeniero industrial Alfredo Baeza. “Inventar es juntar ideas que resuelvan problemas con los recursos reales que tenemos a nuestra disposición.” Su éxito, reconocido dentro y fuera del país, combina la inspiración artesanal del tallado, con la precisión mecánica y la más moderna tecnología informática. Un trabajo que exige ingenio, observación y paciencia. Es también un ejemplo de evolución creativa, que el innovador uruguayo inició cuando aún no había cumplido 18 años, con una máquina talladora de madera, luego transformada en una grabadora de espuma, y finalmente perfeccionada hasta alcanzar el concepto industrial que permitió la modificación más precisa del vidrio.
Ninguno de los procedimientos conocidos hasta aquel finisecular diciembre de 1999 –tanto el método tradicional de las piedras abrasivas, el arenado, el ácido, como el más  moderno láser– posibilitaba la realización de un dibujo lineal con la perfección de la talladora automática que Baeza ha instalado en su taller de la calle Cufré, en el inicio del barrio Tres Cruces. Se trata de un instrumento de precisión donde se sujetan alineados hasta doce objetos que se labran en forma simultánea. “Las piezas de cristal no son perfectas, aunque lo parezcan a simple vista: tienen muchas irregularidades que son contempladas por la sensibilidad del mecanismo”, explica. Tanto el comando de la operativa como el diseño que se dibuja en el cristal, se transmiten desde una computadora de amplia versatilidad programada para organizar la tarea en función de cada caso.
Sólo existen otras dos máquinas similares: una en Manos del Uruguay y otra en la Argentina, ambas diseñados y fabricados por Baeza, pero el inventor suele contar una anécdota sorprendente. En 2003 estaba de recorrida por Europa, cuando tuvo la oportunidad de recopilar información sobre la calidad de los trabajos en tallado de vidrio que se realizaban en los países líderes en la materia. Los más avanzados, reconocidos en todo el mundo, eran los checos de Bohemia, una región célebre por la tradición y calidad de sus cristales.
Mientras charlaba con un famoso fabricante bohemio, a quien visitaba en su taller, le consultó sobre la técnica de automatización que utilizaba para mejorar el trazado en los bordes más finos de las copas. La respuesta fue que no tenía un procedimiento propio, pero que había visto algunos ejemplares en los que sí se había logrado un promedio elevado de precisión artesanal y automatismo. Baeza indagó un poco más, hasta que descubrió, para su mayor sorpresa, que aquellos ejemplos de excelencia se referían a trabajos realizados por él mismo. Se trataba de modelos que había llegado a Bohemia por iniciativa de turistas uruguayos.
Los trazos que se eligen para transformar cada pieza, tienen que ver con el patrimonio cultural uruguayo. Eso se debe a que al ingenio técnico se le sumó la creatividad aportada por el plástico Pablo Valls, quien ha diseñado cada colección basándose en temas y artistas nacionales. Una innovación que ha conseguido resultados industriales y comerciales, a través del Museo Joaquín Torres García y de Manos del Uruguay, dos organizaciones que ofrecen copas y vasos con variedad de dibujos. Hoteles, restaurantes y bodegas también descubrieron la importancia de contar con su logo tallado en copas y vasos que son utilizados en servicios turísticos y llevados a todo el mundo en forma de obsequios muy apreciados porque representan a la cultura del país.
Alfredo Baeza es un inventor profesional, que además ha desarrollado maquinaria agraria,  textil y sistemas automáticos para madera, espuma, deportes, aparatos médicos, hasta un recurso informático diseñado para que AFE enfrentara el temido efecto Y2K por el cambio de milenio. “Lo más ingenioso es conseguir soluciones con pocos recursos”, afirma Baeza, mientras apaga su talladora de cristal y enciende su máquina confeccionadora de acolchados.

−“Cuando el mercado necesita una innovación, debe ser desarrollada en el momento justo, ni antes, ni después.” 

Madera y espuma
“Mi primer invento fue una máquina talladora de madera, que trabajaba con tonos de grises. Era muy simple: en una mesa estaba el dibujo o foto, y en otra se grababa en función de la intensidad de luz que emitía el papel reproducido. Mi objetivo era conseguir relieves en cabeceras de camas, sillas, sillones. Luego realicé una fresadora automática de espuma que podía trabajar en 3D y hasta en 4D, por el movimiento del eje de giro. Fue utilizada en escenografía teatral y televisiva, con un ejemplo que muchos recuerdan: un David colocado al lado del que se encuentra en la puerta de la Intendencia de Montevideo.”

−"El rulemán es un invento fascinante que revolucionó el movimiento mecánico y la industria automotriz.” 

La curvatura de la cama
“Un inventor no es alguien que crea algo fabuloso, sino quien plantea soluciones a problemas en el momento justo. Como mi esposa sufría dolores vertebrales, hice dos desarrollos: una cama con la curvatura exacta de su columna y una cama hidráulica de masajes.”

“Inventar es aportar una solución distinta a la que ve la mayoría. Cuando trabajaba en la Administración Nacional de Puertos me ocurrió algo gracioso, que confirma ese concepto. Una puerta giratoria había sido trancada por un perro apretado contra el marco. Cuando pasaron diez minutos, la cola era enorme, porque nadie se animaba  a empujar la puerta para no matar al perro. En ese momento me animé a empujarla en la dirección opuesta: el perro salió y todos se quedaron mirando.”

“Un inventor jamás debe aferrarse a una idea. Siempre he sido sincero con personas que proponen proyectos que parecen originales, pero que no tienen futuro.” 

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