El sabio de la tribu
(Alejandro Sequeira, 2010) |
Sobre la base de la entrevista publicada en el fascículo Biodiversidad, N° 1 de la serie Áreas Protegidas del Uruguay, diario El País, 2010. Actualizado en 2016. Diseño, concepto visual y fotos: Alejandro Sequeira.
—¿Qué
es patrimonio natural?
—Patrimonio
viene de “pater”, que en griego y latín significaban “padre”.
Originariamente, los invasores aqueos llevaban la patria (patriós)
consigo. Ésta era de carácter inmaterial: se trataba de un
intangible repertorio cultural. En cambio, el patrimonio,
etimológicamente hablando, se refiere a la herencia material,
pecuniaria que pasa de los padres a los hijos. La patria intangible
de los invasores de la Grecia pre-helénica se trasladó, una vez que
los nómadas se sedentarizaron y fundaron ciudades, al dominio
económico de aquellos bienes representados por el dinero, los
objetos y las posesiones inmobiliarias. Finalmente, la voz se
transvasa al dominio social: se denomina patrimonio al conjunto de
costumbres, usos, visiones del mundo, repertorios de objetos y
construcciones que una generación trasmite, implícitamente, sin
previo discurso, a la que la sucederá en el espacio y en el tiempo.
Esta herencia sociocultural constituye una sumatoria de bienes
materiales y valores espirituales, tangibles e intangibles como ahora
se dice. Ergo: no hay patrimonio natural. La
Naturaleza y la Historia constituyen los hemisferios que confirman la
unidad existente en el planeta Tierra entre lo cósmico y lo humano.
No existen, en consecuencia. ni el “Derecho Natural”, ni el
humano “Estado de Naturaleza”, ni el tan mentado “Patrimonio de
la Naturaleza”. La Naturaleza configura una urdimbre planetaria de
geosistemas y ecosistemas, en tanto que las culturas y civilizaciones
—o sea las culturas de las ciudades— tejen sobre aquélla una
trama de antroposistemas y tecnosistemas con
rasgos
propios.
—Entonces,
¿no está de acuerdo con la división que se hace entre patrimonio
cultural y natural?
—No,
porque solo existe patrimonio cultural. En la Naturaleza pura
solamente existen sitios, lugares, espacios terráqueos, en los que
se alternan la tierra y el agua. Los paisajes, inexistentes en la
virginidad prehumana de Gea, surgen merced a la obra del hombre del
pago, el “Paganus”, el paisano, y del ciudadano, padre y a la vez
hijo de la “Urbs” romana o “Asty griega, entidades edilicias
donde se convierte en cives o polités, sujeto de derecho. La
naturaleza humanizada se convierte de este modo en paisaje, landscape
en inglés, y landschaft en alemán.
(Alejandro Sequeira, 2010) |
—¿Qué
es biodiversidad?
—Es
un término que señala la interrelación existente entre los
integrantes de un nicho ecológico, donde el bioma y la biota deben
estar en equilibrio. Muchas especies vegetales y muchas animales —pensemos en el bosque tropical— entretejen sus roles en la
llamada “cadena ecológica”, que es más correcto denominar
alimenticia o trófica, iniciada a nivel de los seres autótrofos o
productores, como son las plantas. La fauna de consumidores primarios
o herbívoros (esta voz limita drásticamente el repertorio de
alimentos que ofrece la flora: pensemos solamente en la jirafa, que
devora hojas, o el mono frugívoro) es a su vez devorada por los
carnívoros, consumidores secundarios. Entre éstos, a su vez, los
carnívoros más diestros o poderosos se alimentan con los más
débiles o vulnerables (el águila atrapa y come a la serpiente). Y
al perecer los fagótrofos, que así se les llama a los integrantes
del Reino Animal, los hongos y los microorganismos reductores del
suelo viven de festín en festín, sin desplazamiento ni merodeo. Su
mesa está siempre servida. A los restos animales hay que agregarle
los de los vegetales: hojas, ramas, cortezas, troncos. Para que este
proceso sea intenso es imprescindible la biodiversidad, la
coexistencia de muchas especies en equilibrio con el medio y entre
sí. Entonces, a partir de la substancia orgánica elaborada por los
microorganismos y los hongos (microbiota y micobiota) reinicia el
ciclo vital pues los vegetales aprovechan el abono generado por los
microorganismos y los elementos minerales del suelo. Hay una leyenda
muy extendida acerca de la sociedad entre indígenas y naturaleza. Yo he visto
a los indios de la floresta trópico-ecuatorial sudamericana
embarbascar las aguas para adormecer a los peces, y cuando el
barbasco abunda miles de peces atontados, y no consumidos, perecen en
los raudales y rabiones, o son comidos por las aves de presa. Y en
esa misma selva sus habitantes originarios hacen grandes quemas de
árboles para plantar allí mandioca. Cuando el suelo ya no rinde,
levantan las malocas, incendian
otra área boscosa,y así, estos plantadores itinerantes van dejando
grandes calveros, donde solo podrá nacer una vegetación secundaria.
Sin embargo eso no siempre ocurre porque las lluvias lavan los suelos
lateríticos, pobres en nutrientes, y estos quedan expuestos al sol,
que quema y degrada. Entonces, esos peladeros rojizos, que apenas
pueden sustentar a unos raquíticos arbustos se transforman en los
acusadores testimonios de una imaginada y glorificada sociedad
armoniosa entre el indio y la naturaleza. Esto, por cierto no
significa que haya mesura en la caza y recolección. Pero ambas
actividades siempre dañan, siempre empobrecen el capital biológico
y muchas veces atentan contra la biodiversidad.
Detalle del cuadro M62, del
artista uruguayo José Gamarra,
realizado en 1962 en técnica míxta
sobre tela, 51/65 centímetros.
(Galería de las Misiones)
|
—En
el Uruguay nada resta entre las poblaciones paisanas de nuestro
interior de las técnicas indígenas de caza o pesca: solo sobrevive
la tradición de que el monte, al que también recurre la gente de
tierra adentro, era la farmacia del indio. La gente de los pagos ha
heredado ese conocimiento de las plantas benéficas, que se utilizan,
y de las dañinas, que se desdeñan. Existen pocos indicios de la
economía indígena. Los rompecabezas de las costas del Este,
utilizados para la matanza de lobos marinos, y las puntas de flecha y
boleadoras que servían para la caza de herbívoros y ñandúes,
fundamentalmente, no pueden constituir indicios de una cuidadosa
administración del ambiente, sino todo lo contrario. Las pesas
líticas de red que han sobrevivido, apenas nos ofrecen un indicio
acerca de las artes de pesca, en las que se recurría a los anzuelos,
arpones, flechas, redes y, sin duda, nasas. También podemos inferir,
por comparación con las prácticas comprobadas por la etnografía,
que se utilizaba “el ojeo” para la caza, llamado “chaco” en
quechua, y no más. Ya no existen existen tribus en el interior del
país y las tradiciones orales son insuficientes como para intentar
una verosímil reconstrucción de las prácticas conservacionistas.
—"Se dice que el indio es un socio de la naturaleza y que el hombre
blanco es un despiadado patrón de la misma. ¿Puedo dudarlo?"
—¿Toda
intervención del hombre contamina? ¿Cuál es el límite tolerable?
—No
es del todo así. En particular en esta época, en la cual las
técnicas de producción e industrialización pueden ser
terriblemente destructivas o juiciosamente conservativas,
reconstructivas o creativas. Generalmente destruye y contamina, si no
se racionaliza la demanda a la naturaleza
y no “demanda ecológica”, lo que entraña un disparate pues la
ecología en tanto que ciencia nada puede afectarla y el ecosistema
en cuanto que entramado ambiental sí padece el saqueo, despojo y
contaminación que impone el género humano. El hombre es un ser
destructivo de su medio: para subsistir depreda, y ello ha sucedido
desde la prehistoria. Los tan ponderados ancestros, donde había
bosques los incendios nos legaron praderas: las sabanas del Orinoco
tienen ese origen. Todo el bosque herciniano europeo cayó pajo el
hacha de los agricultores danubianos en su marcha hacia el Atlántico.
Y ni que hablar de los espantosos castigos que la minería, el
monocultivo, la plantación itinerante, la deforestación comercial y
la minería les han impuesto a las florestas de la zona tórrida.
Otras veces, y ojalá que estas prácticas se extiendan, gracias al
desarrollo de una enseñanza efectiva, a partir del jardín de
infantes —sin caer en el terrorismo ambientalista— el hombre
ayuda a la recuperación o mejoramiento de la naturaleza: planta
bosques, domestica ríos —Egipto no es un “don del Nilo” sino
del hombre neolítico—, gana tierras al mar y en ellas se siembra
tulipanes, como en Holanda, etcétera. Pero todavía dista mucho la
culminación de este sueño: los países ricos contaminan sus ríos,
campos y poblaciones en tanto que los países pobres, expoliados por
las economías centrales, que roban sus recursos naturales, condenan
a los miserables al saqueo de los ecosistemas para durar en vez de
vivir. Los límites tolerables tienen que ver con la capacidad de
adaptación de la especie humana.
—Uruguay
trata de cultivar una imagen de “país natural”, pero ¿cuánto
se hace para llevar a la práctica esa idea?
—No
existe el Uruguay Natural. Un excelente estudio realizado por el
geógrafo Germán Wettstein demostró que desde el período indígena,
pasando por el colonial, el del despertar republicano, el de las
cruentas guerras civiles, el de los inmigrantes laboriosos del siglo
XIX y el de la tecnificación rural y urbana contemporáneas, la
naturaleza fue, constantemente, avasallada por el hombre. La
ganadería y la agricultura cambiaron la flora y la fauna del Uruguay
interior, y si a ello le sumamos las vías de transportes, los
cultivos, las industrias de todo tipo, y los contaminantes sólidos,
líquidos y atmosféricos provenientes de los sitios poblados y
construidos, nada queda del territorio natural, que solamente fue
virgen antes de la aparición del período paleoindio.
—“¿Se
han preguntado alguna vez los montevideanos y demás gentes del sur
por qué ya no se ven luciérnagas ni grandes mariposas con alas
amarillas y negras? Pues la respuesta es simple: los agroquímicos
han acabado con ellas.”
—¿Son necesarias las Áreas
Protegidas? ¿Por qué? ¿Para qué?
—Es
bueno preservar algunos de los ya hollados —pero aún no
destruidos— “santuarios” por el azote del turismo o las heridas
del trabajo: islas, quebradas, montes indígenas, rincones serranos,
sistemas lacustres y palustres. Se trata de emular la instalación
los Parques Nacionales, existentes en otros países. Esta
denominación, aplicada a las estepas herbáceas de Serengeti en
África o al Parque de Yellowstone en los Estados Unidos, consagra
una buena práctica, siempre que se controlen los desmanes del
turismo. Aunque es un tema menor, podría discutirse el empleo de la
voz “nacionales” al referirse a tales zonas protegidas. La
nación, un valor intangible, de carácter afectivo, encarnado en el
“nosotros” y sazonado por la tradición y la historia, es algo
muy distinto al territorio o al país en cuanto extensión
geográfica, en cuya espacialidad se expresan los elementos de la
naturaleza y se inscriben los precipitados paisajísticos de la
cultura.
El río Queguay Grande a la altura del Rincón de Pérez, que tantas veces navegó Daniel Vidart. (Guichón Info) |
—Soy
sanducero. Desde niño me atrajeron las islas, los crepúsculos
ensangrentados, la cascadita del “río de los peines” o “del
agua peinada (una de la interpretaciones del término guaraní
Queguay), el Hervidero, ese delicado pulidos de ágatas, la meseta
desde donde Artigas —de quien soy chozno es decir, directo
descendiente— contemplaba ideales federalistas antes que paisajes
terrestres. Mas tarde, cuando recorrí todo el Uruguay, muchas veces
a caballo, encontré rincones maravillosos en las quebradas serranas,
en las grandes praderas bajo la luna, en los amaneceres junto a los
arroyos. Visité grutas, subí cerros y me tendí en las arenas de
Punta del Diablo para mirar las nubes salobres que fingía la espuma
al reventar la ola en la roca y, de paso, escuchar con deleite el
rezongo del océano. ¡Hombre, ya escribí mucho sobre el paisaje
uruguayo! Al que degusté en en sus aromas y colores, en su
indescriptible encanto, en sus matices delicados, en sus vespertinas
melancolías. La poesía empieza a hervir a borbotones: ¡alto ya! Quiero decir, para finalizar, que amo mucho el cuerpo de mi patria, a
veces senil, a veces increíblemente joven. Semeja a una mujer de
suaves curvas tendida de horizonte a
horizonte.
—“La ganadería y la agricultura cambiaron la flora y la fauna del
Uruguay interior, y si a ello le sumamos las vías de transportes,
los cultivos, las industrias de todo tipo, y los contaminantes
sólidos, líquidos y atmosféricos provenientes de los sitios
poblados y construidos, nada queda del territorio natural, que
solamente fue virgen antes de la aparición del período paleoindio.”
Daniel
Vidart Bartzábal
—Nacido el 7 de octubre de 1920, en Paysandú, capital del departamento homónimo del litoral norte de Uruguay, es antropólogo,
narrador oral y escrito, investigador, ensayista, docente.
—Fue director del Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, profesor de Antropología en el postgrado de Ingeniería Ambiental en la Universidad Nacional de Colombia, que le otorgó el título de Profesor Emérito, también fue docente de Antropología en la Universidad Nacional y Director del Centro de Estudios Agrarios de la Universidad Católica de Santiago de Chile y de Sociología General y Nacional en el Instituto de Profesores Artigas, Montevideo.
—Fue director del Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República, profesor de Antropología en el postgrado de Ingeniería Ambiental en la Universidad Nacional de Colombia, que le otorgó el título de Profesor Emérito, también fue docente de Antropología en la Universidad Nacional y Director del Centro de Estudios Agrarios de la Universidad Católica de Santiago de Chile y de Sociología General y Nacional en el Instituto de Profesores Artigas, Montevideo.
—Entre 1952 y 1958 fue
vicepresidente del Sistema Nacional de Radiodifusión del Estado
(SODRE).
—En 1962 fue director del Centro de Estudios Antropológicos Paul Rivet, y trabajó para UNESCO en temas agrarios y de educación ambiental en Colombia y Venezuela.
—En la misma agencia de Naciones Unidas formó parte del Colegio Internacional de Expertos para el estudio de la Ecología Humana en la zona árida. Ha publicado sobre temas antropológicos, sociológicos y de historia social en el Uruguay, España y Colombia.
—En 2012 se casó con Alicia Castilla, una activista argentina en favor del autocultivo y consumo libre de marihuana, que estuvo presa por cultivar plantas de la especie. Desde entonces sigue con mucho interés el debate que provocó la ley que regula el mercado de la marihuana en Uruguay y sus relaciones con los poderes económicos y políticos.
—"La marihuana no me pega, pero estudio su prohibición y la de otras sustancias desde mediados de la década de 1960. Tampoco fumo tabaco, prefiero una copa de vino y una dieta basada en vegetales y pescado, con las ventajas de vivir en el balneario Fortín de Santa Rosa, a pocos metros del mar", afirma.
—En 1962 fue director del Centro de Estudios Antropológicos Paul Rivet, y trabajó para UNESCO en temas agrarios y de educación ambiental en Colombia y Venezuela.
—En la misma agencia de Naciones Unidas formó parte del Colegio Internacional de Expertos para el estudio de la Ecología Humana en la zona árida. Ha publicado sobre temas antropológicos, sociológicos y de historia social en el Uruguay, España y Colombia.
—En 2012 se casó con Alicia Castilla, una activista argentina en favor del autocultivo y consumo libre de marihuana, que estuvo presa por cultivar plantas de la especie. Desde entonces sigue con mucho interés el debate que provocó la ley que regula el mercado de la marihuana en Uruguay y sus relaciones con los poderes económicos y políticos.
—"La marihuana no me pega, pero estudio su prohibición y la de otras sustancias desde mediados de la década de 1960. Tampoco fumo tabaco, prefiero una copa de vino y una dieta basada en vegetales y pescado, con las ventajas de vivir en el balneario Fortín de Santa Rosa, a pocos metros del mar", afirma.
—En 2014 donó su biblioteca personal para la creación de una biblioteca pública que iba a denominarse Daniel Vidart, en el Fortín de Santa Rosa, departamento de Canelones, el proyecto no se desarrolló por problemas de burocracia municipal.
—Daniel Vidart y su colega y amigo Renzo Pi Hugarte fueron declarados Ciudadanos Ilustres de Montevideo en 2007.
Honores y distinciones
—Premio Morosoli 1996.
—Premio Bartolomé Hidalgo 1996.
—Premio Morosoli de Oro 2000.
—En 2009 fue nominado miembro de número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.
—Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República en 2013.
—En 2015 el Correo Uruguayo emitió un sello en homenaje a su trayectoria de más de siete décadas en las ciencias sociales del país y América Latina.
—Daniel Vidart y su colega y amigo Renzo Pi Hugarte fueron declarados Ciudadanos Ilustres de Montevideo en 2007.
Honores y distinciones
—Premio Morosoli 1996.
—Premio Bartolomé Hidalgo 1996.
—Premio Morosoli de Oro 2000.
—En 2009 fue nominado miembro de número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.
—Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República en 2013.
—En 2015 el Correo Uruguayo emitió un sello en homenaje a su trayectoria de más de siete décadas en las ciencias sociales del país y América Latina.
Obra
Daniel Vidart es
autor de libros que reflexionan sobre los grandes temas de la
historia, la sociedad y la cultura:
—Tomás
Berreta. La Industrial, Montevideo, 1946.
—Esquema
de una Sociología Rural Uruguaya, Ministerio de Ganadería y
Agricultura, Montevideo, 1948.
—Sociología
Rural, Salvat, Barcelona, dos volúmenes, 1960.
—Los
pueblos prehistóricos del territorio uruguayo,
Centro Paul Rivet, Montevideo, 1965.
—Caballos
y jinetes. Pequeña historia de los pueblos ecuestres, Arca,
Montevideo, 1967.
—El
paisaje uruguayo. El medio biofísico y la respuesta cultural de su
habitante, Alfa, Montevideo, 1967.
—El
tango y su mundo, Tauro, Montevideo, 1967.
—Ideología
y realidad de América, Universidad de la República, Montevideo,
1968.
—El
legado de los inmigrantes, con Renzo Pi Hugarte, Colección
Nuestra Tierra, Montevideo, 1969—1970.
—Un
vuelo chamánico, Editorial Fin de Siglo, Montevideo, 1999.
En
Ediciones de la Banda Oriental ha publicado:
—Teoría
del tango, 1964.
—Los
muertos y sus sombras. Cinco siglos de América, 1993.
—El
juego y la condición humana, 1995.
—El
mundo de los charrúas, 1996.
—Los
cerritos de los indios del este uruguayo, 1996.
—La
trama de la identidad nacional, tres tomos: Indios, negros,
gauchos, 1997. El diálogo ciudad–campo, 1998. El
espíritu criollo, 2000.
—El
Uruguay visto por los viajeros, cuatro tomos, 1999-2002.
—El
espíritu del Carnaval, 2000.
—El
rico patrimonio de los orientales, 2003.
Caballos
y jinetes. Pequeña historia de los pueblos ecuestres,
Segunda Edición, 2006.
—El
tango y su mundo, 2007.
—Cuerpo
vestido, cuerpo desvestido, Antropología de la ropa interior
femenina, en coautoría con Anabella Loy, 2008.
—Los
fugitivos de la historia, 2009.
—Tiempo
de Navidad. Una antropología de la fiesta, en coautoría con
Anabella Loy, Montevideo, 2009.
—Uruguayos, 2012.
—Tiempo de carnaval, 2013.
—Marihuana, la flor del cañamo. Ediciones B, 2014
—Uruguayos, 2012.
—Tiempo de carnaval, 2013.
—Marihuana, la flor del cañamo. Ediciones B, 2014
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